CUANDO ME VAYA DE
AQUÍ.
Las sombras llegan veloces al
lugar adonde vamos. No hay otra vida en la que podamos hablar, discutir,
razonar, solo existe esta, la que me impulsa a escribir este pequeño retazo, de
mi última voluntad.
Ahora que creo tener consciencia,
en esta etapa de vida, en la además, me examino con el máximo rigor posible,
deseo poner de manifiesto que mi vida es mía, pertenezco a otra persona a la
que amo profundamente, mi querida esposa Nuria. Pero ni siquiera ella puede
vivir mi vida, lo querría, me consta, pero la vida de uno, es única e
intransferible.
Cada hora que pasa, la vida nos
sorprende, nos inquieta o nos apacigua, luego nos vuelve a preocupar, es una
constante en la razón de ser de las personas, y las cosas.
A nosotros –me refiero a nosotros
dos como pareja-, nos han sucedido muchas cosas, cosas duras, también cosas
amables, el tiempo siempre te brinda oportunidades, todas ellas hay que
apreciarlas en su justo valor. No es bueno contradecir ni criticar el camino
que toma cada cual, sería injusto que otra persona, quisiera imponerte su forma
de pensar, no sería ético, y mucho menos humano.
Nosotros dos hemos tratado de
vivir de este modo, sin embargo, cerca nuestro están los hijos varones de ella.
Una serie de errores y circunstancias, de las que me siento responsable en
cierto modo, nos han distanciado, no de ella, si no de mí.
No quiero ni puedo entrar en
juicio de valores, sencillamente hablo en nombre propio, ellos tendrán hecho su
propio perfil de mí, es lógico, cada cual ve las cosas a su manera, estamos
influenciados por diferentes ambientes sociales, que refuerzan nuestros
argumentos, es fácil adivinar que los tales, crean a menudo una espesa cortina
a nuestro alrededor, que hace que, “los árboles no nos dejen ver el bosque”.
Dicho esto, y habiendo pasado por
la experiencia, de haber perdido a tres hijos de mi primer matrimonio, quiero
dejar constancia de que me equivocado en muchas cosas, cosas que me alejaron de
mis hijos y que ahora, me distancian de los de mi esposa. Queda por decir, que
la pequeña de los tres, una mujer tolerante y conciliadora, está a mi lado,
habla conmigo, me dice lo que no le gusta, y me hace apuntes de cosas y
aspectos de mi personalidad que le gustan.
Es todo un ejemplo, desde mi
punto de vista, de lo que debe ser una relación entre padre e hija, ¡como le
agradezco que me tenga en esta estima…!.
Sin embargo no entiendo el
rechazo de los dos varones, los he conminado a hablar conmigo, a dialogar, a
abrir las fronteras de la razón, con el fin de que haya un entendimiento entre
nosotros. Si después de hacer esto, consigo saber las razones de la falta de
misericordia, me alegraré, mientras, no deseo saber nada de ellos, son para mí
extraños que dañarían mi vida, si dejara que de nuevo, entraran en mi casa, sin
saber las razones de su falta de comprensión.
Llega un tiempo en la vida, en el
que no me puedo permitir lujos como las discordias, las falsas apariencias, las
sonrisas veladas. Lamento sobre todo, que esta situación continúe así, porque
me castigan con el impedimento de ver a mi nieto, lo utilizan como arma
arrojadiza contra mí, no saben lo que están haciendo. Mi esposa lo ve
regularmente, merienda con él, puede ir a casa de su hijo cada vez que lo
desea, comer con ellos, celebrar juntos acontecimientos señalados.
Yo estoy al margen de todo esto,
alguna que otra vez, cuando mi esposa va a merendar con mi nieto a una
cafetería, le digo que me lo pase al móvil, hablo con él un par de minutos,
después, lloro como un maldito condenado a muerte. Sufro porque lo recuerdo en
mi regazo, contándole cuentos, explicándole historias de cuando yo era joven
como él. Lo tuvimos criándolo en casa durante un tiempo, sus padres trabajan y
no tenían con quién dejarlo, también lo disciplinaba poniéndolo de cara a la
pared, hacía cosas que eran propias de su edad, pero el no rectificarlo habría
tenido malos resultados.
También lo estimulaba cuando
hacía lo debido, los deberes, o cualquier otra cosa buena, hasta me ayudaba en
la cocina a hacer crepes, le gustan mucho.
Ahora, me veo obligado a vivir de
estos recuerdos. Me pregunto de forma objetiva, ¿qué padre castiga a un abuelo,
apartándolo de su nieto de cuajo?. Es algo parecido a que te arranquen el
corazón, me siento vacío por dentro, es como si estuviera en medio de una
tormenta que jamás termina.
Esto me ha llevado a tomar una determinación,
es difícil, dolorosa, puede incluso, que cruel, cuando me vaya de aquí, no
quiero que vengan a mi entierro. Es difícil hablar así, pero estas
circunstancias que estamos viviendo, me obligan a tomar esta decisión.
Su madre, mi esposa sufre por
esto, está en mitad de este desaguisado, quiere a sus hijos con todo su
corazón, así debe ser una madre, ve cuando vuelve a casa, a un marido descosido
de dolor, frecuentemente no quiero que me vea en este estado, me escondo en
cualquier rincón de la casa.
Me da la razón, cuando estoy
apaciguado y saco el tema a colación, lo comprende, es más, me ha hecho saber,
que si esa es mi decisión, ella lo respetará. Es mi última voluntad, si es que
antes de faltar de esta especie de infierno, no se solucionan las cosas.
No me puedo permitir lujos
estériles, no quiero compasiones falsas, solo deseo que estén a mi lado,
aquellos a los que quiero con todo mi corazón, esto los incluye a ellos, a los
que no quieren contacto alguno conmigo, no se debe odiar a nadie, solo se odia
lo malo que uno es capaz de hacer, son aspectos diferentes.
La mujer del hijo mayor de mi
esposa, está embarazada, seguramente no estaré presente cuando se celebre el
feliz acontecimiento, estoy sin corazón y ahora después del alumbramiento,
cuando tenga otro nieto o nieta, la conoceré por fotos del ordenador del muro
de mi esposa, en su día me disculpé con mensajes privados y no contestaron.
Esperé y esperé sin respuesta, finalmente los borré de mi muro, los llamé por
el móvil, no contestaron, les envié S.M.S. tampoco respondieron, he agotado
todos los cartuchos.
Ahora, deseando que las cosas
cambien, solo me queda entretanto, despedirlos de mi mente hasta que ellos
quieran.
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