EL AÑO
DE LAS LUCES.
El dos mil trece ha llegado y yo
si sé cómo ha sido. El cómo lo sé, las circunstancias no tanto. No soy
financiero, banquero ni político, tampoco defraudador, mafioso o sobornado. De
todo esto no entiendo, entiendo solo, de las consecuencias que han hecho de
todo lo dicho, un año desesperado, desesperado y desesperante.
No puedo decir que me han
defraudado, no sé a quién echar la culpa, de los de arriba mencionados, alguno
ha tenido que ser, quizás todos, por etapas o a la vez. Sé que mi pensión no ha
sido revalorizada, que gente dentro de mi casa están en paro, también sé de
algunos a quienes se les ha robado la casa, y no un ladrón cualquiera, ladrones
de corbata fina, de colonia cara, de zapatos a medida, poseedores de grandes
mansiones, que por mucho que trabajaras honradamente, jamás podrían ser nuestras.
Este verano pasado, el sol no ha
salido para todos igual, hasta este punto ha cambiado la luz. Muchos, con cara
de amargura y las carteras vacías, se han dado cita en playas desiertas de alegría,
los he visto arrastrando las sombrillas camino de la orilla, con paso
dubitativo, mirando la arena, algunos me dicen que es la única realidad que
ven, y algunos viejos, rezan para que no desaparezca esta pizca de alegría en
la cara de sus nietos.
Cuando regresen
a casa, verán una notificación en el buzón, o quizás se la traiga el cartero,
en sobre certificado, les comunican, que la semana que viene, tienen que
abandonar la casa. Lo saben a ciencia cierta, es por eso que se abandonan sobre
la arena de la playa, el matrimonio no habla entre sí, ¿de qué vamos a hablar?,
¿de adonde iremos luego, de si los padres de uno u otro se harán cargo de ellos?.
No vale la pena anticiparse a las circunstancias, no sirve de nada preocuparse
excesivamente, están de vacaciones en un camping, allí hay mucha gente en sus
mismas circunstancias, se conocen y hablan entre ellos, acompañados de un
quinto de cerveza, en los porches de sus tiendas de campaña, las tratan con
mimo, quizás las tengan que usar de vivienda a partir de ahora.
No ponen la
tele más que para ver futbol, es lo único que les llena en estos días de
asueto, el futbol les distrae, incluso se discuten, que si es mejor Messi que
Ronaldo o al revés, ya se sabe, cada cual tiene sus propios criterios de las
cosas y las personas, como debe ser. De política también hablan, pero todos
para mal, insultan a los políticos, hacen chistes sobre ellos, los menosprecian
y piensan, que en definitiva, son un atajo de embusteros. Esto, hace unas
décadas atrás no lo podías ni pensar, entonces había policía por todas partes,
los uniformados y la secreta, eran gente que vivían del miedo de los demás, ¡y
qué miedo daban…!, te los encontrabas en los sitios más insospechados. Todo eso
ha terminado, o por lo menos, eso cree. Hay muchas maneras de infundir temor en
la gente, pero ninguna peor que la que se está manifestando ahora. No hay que
preocuparse demasiado, este año que acaba de comenzar, hará a los ricos más
ricos todavía, a los pobres… les da la impresión, que serán la moneda de cambio,
de los acontecimientos que sucedan en este tránsito de especulación y “desarrollo”
de una sociedad más equitativa.
¡Hombre, por
fin se nos considera como gente importante! –piensa él-, claro, a base de
engrosar las filas del paro, y pasar el mes con cuatrocientos euros. Eso quién los
cobra, porque hay por ahí muchos millones de gentes, que no saben dónde van a
comer mañana, siquiera si van a encontrar en los contenedores habituales de
basura las vituallas acostumbradas. Los pequeños de la casa preguntan a su
madre donde está papá, ella les contesta que está trabajando, ya por la noche
llega el hombre con un par de bolsas de nailon, ha adecentado lo encontrado de
forma y manera, que piensen que ha estado de compras. ¡Los hijos están tan
contentos…!, la madre también, ha conseguido unos sobres de pavo en lonchas,
queso, yogures y un par de barras de pan, que calentadas en el horno, harán las
delicias de los niños esta noche.
Abrazado a su
mujer, con lágrimas en los ojos le dice con cierta serenidad “Ya verás cómo este año que acabamos de
comenzar, las cosas serán diferentes”. No utiliza el término “mejor”, no puede
hacerlo, solo se le ocurre “diferentes” porque sabe que esta es la expresión
apropiada, para bien o para mal. Con dos niños en casa no se puede ser
pesimista, si los pequeños ven el menor atisbo de desconsuelo y fracaso, se
darán cuenta de que las cosas no andan bien, los niños son muy sensibles a todo
lo que sucede a su alrededor.
Por esa razón,
en Nochevieja, en casa de los padres, todos han brindado con esperanza y
alegría. El año que termina de comenzar, será el año de las luces, por lo menos
así lo desean todos.
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