viernes, 7 de octubre de 2011

MADERA DE LUCHADOR

                                       MADERA DE LUCHADOR


No es demasiado fornido pero desde pequeño quería ser boxeador, así que estaba de algún modo deseando ser mayor para poder demostrar a los demás que podía ser el mejor, el más ágil, el mejor fajador y si podía ser, llegar a ser un campeón, ese último punto  -el de ser campeón-  todavía estaba por ver porque ya se sabe que todos los comienzos son difíciles, caros, si no en dinero en salud, el ser buen boxeador requiere mucho esfuerzo, voluntad y sobre todo estar dispuesto a enfrentarse a las críticas que puede traer consigo el ganar o perder combates. Un vecino suyo cuando ya apuntaba maneras a los dieciséis años de edad pero que acudía al gimnasio desde los catorce, siendo como era el dueño del local le dijo   “Agustín, tienes madera de campeón pero… te falta una cosa que debes saber desarrollar urgentemente, ser humilde, los luchadores a los que en el futuro te enfrentarás casi siempre cuando aciertan un par de golpes claros en la cara o en el estómago se crecen, ese es el momento en que debes ser más humilde, porque es esa cualidad la que te puede dar la victoria en cualquier asalto. Recuérdalo y ponte los guantes, hoy Oscar te hará de sparring.”
Cuando Agustín se subió al ring empezó a notar que le subía la adrenalina, no sabía muy bien porqué pero en cuanto se agachaba para bajar bajo las cuerdas curvando su espalda y notaba aquella superficie blanda bajo los pies, se transformaba, ayudado por las botas bien sujetas hasta más arriba del tobillo  -que le habían costado  una pasta gansa-  eso sí, era como si llevaras guates en los pies, ibas descalzo con ellas y tenían un agarre a la lona del cuadrilátero que a cada movimiento te conferían una adherencia total con ella. Los guantes tenían una ajustado equilibrio entre la potencia del brazo y el peso que tenía que estar entre las 10 – 12 onzas, Agustín llevaba los de mejor calidad, de piel, porque quería que le duraran mucho tiempo.   “A medida que se vayan gastando los iré coleccionando abuelo ¿qué te parece?” El abuelo lo miraba con cara distraída y luego cuando le daba la espalda movía la cabeza como queriendo decir…   “Agustín, tú estás loco, no sabes lo que te haces.”
La habitación de Agustín estaba empapelada con grandes posters, no de boxeadores sino de actores de cine que alguna que otra vez habían interpretado este papel, de modo que no faltaba Sylvester Stallone, Mike Rourque, Bruce Willis, y algún que otro más pequeño de boxeadores de verdad que le había regalado  Sico Moreno, el dueño del gimnasio donde entrenaba y que incluso le regaló alguna que otra fotografía dedicada de campeones de España y Europa en blanco y negro. Pero la “joya de la corona” como él lo llamaba, era un cartel original de un combate que se llevó a cabo en el año 1960, año que se inauguró el Palacio de los Deportes de Barcelona, allí se anunciaba un combate de un púgil español que estaba causando sensación era Luis Romero y peleaba contra Galiostro Etter con este combate se inauguró este edificio. Agustín ya se había buscado un nombre artístico para cuando fuera profesional, se haría llamar Chester Casey. Nadie sabía de dónde coño había sacado este nombre pero el caso que divulgo entre sus amigos y conocidos que se había cambiado el nombre y que ahora era Chester   “Pero solo para vosotros que sois mis amigos, no creáis que dejo que todo el mundo me llame así.”  Ponía la cara seria cuando decía esto, no fuera que alguno de esos apalancados cuando fuera famoso, lo fuera a tomar por el pito del sereno.
En su casa empezaba a preocuparles ese empecinamiento de Agustín por ese mundillo, su padre Braulio de vez en cuando hablaba con él de las repercusiones a las que le podía llevar este deporte. Le habló de un compañero de que trabajaba como él para el MOPU, que el pobre estaba como un sonajero, se ponía a cavar y era un máquina, parecía una excavadora, pero como no le dijeras basta hasta esta línea, el tío cavaba sin parar hasta llegar a Santiago de Compostela. ¡Hostias que pena…! y todo a resultas del boxeo, bueno hay que reconocer que el pobre había tenido un entrenador de esos de andar por casa y como consecuencia recibió más hostias que una estera. Ya cuando peleaba como amateur se pasaba el tiempo en la lona… pues imagínate cuando se pasó a profesional… Braulio le contó que una vez estaban reparando un tramo de carretera a la afueras de Barcelona camino del Tibidabo porque llovió mucho y hubo un corrimiento de tierras, parte del asfalto desapareció. Llamaron a esta brigada y cuando llegaron con el camión y todo el material un ingeniero les advirtió que no se acercaran hasta que no se empezara a reforzar por debajo, les dio las instrucciones y preguntó…   “¿Cuántos vienen para hacer esto?” El capataz contó y dijo   “¡Coño! Hey tú, ¿Dónde está el Valencia?”   “Yo que sé, no está.”   “Me cago en la puta, ¿a que os lo habéis dejado en el almacén?”   “No, que veníamos hablando en el asiento.” Al cabo de una hora apareció trepando por el barranco, todo lleno de barro y con el nabo al aire.   “Joder… pensé que me moría tíos, me he puesto a mear en esa esquina y me ha desaparecido el suelo de debajo de los pies.” Iba arañado por todas partes, con el mono hecho trizas,  hasta había perdido una bota pocera, sacudiéndose de pequeñas matas y trocitos de madera y restos de la montaña, se había golpeado ves a saber tú con qué pero ni un quejido salió de su boca, al contrario, el resto de la cuadrilla le preguntó si se había hecho daño alguno. El dijo que no, que lo único que lamentaba era haber perdido la bota, ahora iba a medio calzar y así era difícil el trabajar, al ingeniero solo se le ocurrió decir   “¡Guárdese la picha dentro del calzoncillo hostias!”   “A, sí, tiene usted razón, pero es que no me he me dado cuenta con el viaje que me he dado.” Estaba sonado el pobre, pero trabajador como el primero, y esforzado, ni te cuento.
Cosas del boxeo, cuando tienes madera de campeón y no te dirigen bien o eres demasiado ambicioso la cagas. De un  modo u otro te pasa factura, en el caso del Valencia pues mira, se quedó tocado del chorlo y lo poco que ganó en el mundo del boxeo se lo ventiló en juergas, un coche Mercedes y en puterío, eso fue todo, no le dio tiempo para más. ¡Cuántas veces había faltado a los entrenos antes de una pelea “importante” porque tenía resaca! Otras veces decía sencillamente que a él no le organizaba nadie la vida,   “A lo mejor os pensáis que soy un pobre diablo al que se puede manipular de cualquier manera, iros todos a la mierda. Y tú calla la boca o te despido.”
Ganaba un combate con alguien de cierta importancia y pensaba que era dios, así acabó, cavando zanjas y en esa ocasión concreta a punto estuvo de matarse.   “Vale papá, te agradezco el consejo pero es que yo no tengo nada que ver con ese tal Valencia, yo voy por otro camino… no compares hombre, este hombre no tendría ni media torta, sería un saco, pero en mi caso… ¡tendrías que ver cómo me muevo en el ring! Sico Moreno dice que en muy poco tiempo puedo ser lo que quiera.
Su padre sin embargo lo escucha contento por una parte y triste por otra, puede ser que sea cierto que tenga madera de campeón, pero los campeones también tienen que pagar facturas, y no se refería a facturas de luz ni casa ni de gas, estaba pensando en facturas que el tiempo a copia de años te hace pagar con muchísimos intereses. Intereses que son mucho más altos de los que pueda reclamarte cualquier banco. Dependiendo de cómo has vivido así tienes que pagar, se tiene que vivir pensaba su padre de forma y manera que tú nombre siempre vaya en boca de los demás para lo bueno, que todo el mundo recuerde lo buena persona que has sido, pero no por ser dadivoso del modo que lo fue en su día el Valencia, más bien por ser una persona honrada y consecuente consigo mismo, y su hijo había escogido la peor manera de hacerlo.
Desde siempre se ha sabido que en el mundo del boxeo hay muchos intereses envueltos, gente indeseable que amañan peleas por muy distintas razones, la más importante es el dinero, y ante este acicate hasta fortalezas más grandes han caído. Se ha sabido de grandes nombres del deporte, que no han podido soportar esta presión y han terminado suicidándose o se les ha encontrado con una sobredosis de lo que sea, y hasta algunos que se han visto obligados a transigir viviendo una vida ajena, una vida que no es la suya y que terminan siendo ancianos a los treinta años de edad. Damián quiere transmitirle todo eso a su hijo pero una interrogante golpea su cabeza continuamente…  “¿Será mí hijo capaz de comprender todo esto ahora que es joven y quizás alguien le haya sorbido el seso, dándole a entender que lo suyo es el boxeo y nada más?” No puede ser que vea el boxeo como el único objetivo de su vida, por ello le pasa una biografía completa de Paulino Uzcudun Eizmendi  (1899-1985). Un gran campeón este que llegó a ser campeón de Europa y se peleó en su día con los mejores. Peso pesado del país vasco  -su nombre y apellidos lo indica así-  que con su determinación y esfuerzo, pasó de ser “aizcolari” cortador de troncos, al mundo del boxeo porque alguien vio en él las cualidades idóneas para ser el mejor en ese mundo, pero que terminó muy mal, más que mal, peor. Quiso pasarle esta información porque de este modo  -pensó él-  podría hacerse una idea más concreta de lo que era ese mundo, contando por supuesto con el hecho de que las comparaciones son odiosas. Pero por lo menos sabría que hay mucho tongo en ese mundillo, es decir peleas amañadas que hacen perder o ganar mucha pasta a los patrocinadores de las mismas, quién se dedique profesionalmente al boxeo debe saber que este es el asunto, una regla del juego que siempre ha imperado.
Precisamente en la historia de Uzcudun se recogen detalles de este tipo, no hay que olvidar que Paulino Uzcudun peleó contra los grandes de los pesos pesados mundiales como “El Bombardero de Detroit” Joey Louis, uno de sus últimos combates antes de que se quedara postrado por la arteriosclerosis. Pero… ¡Que va! ¿Iba esto a apartarle la idea de la cabeza? Teniendo nombre artístico y todo, ¿Cómo retirarse del boxeo? Imposible. Cosas de la vida, el destino de uno  -decía Agustín-  lo elige cada cual, no importa si uno es guapo o feo, alto o bajo, eso sí, tienes que estar en perfecta forma física y cuanto más te esfuerces mejor. Es por eso que Agustín iba al trabajo en bicicleta o corriendo cada día, formaba parte de su preparación física y mental, porque una sin la otra no le llevarían a lugar alguno. El abuelo habló un día con su hijo   “Oye hijo, ¿Cómo ves a Agustín? Últimamente lo observo reservado y taciturno, como si estuviera tramando algo gordo.”   “No papá, no pasa nada, solo es que ni él mismo sabe que es lo que quiere, cuando uno es joven no acierta a seleccionar que es lo que más le conviene en la vida, y él está en un himpas creo que no es nada más que eso.”    “Bueno, bueno, tú sabrás lo que haces, pero creo que tendrías que quitárselo de la cabeza, es solo un chiquillo y ya sabes que según en las manos de quién caiga nos lo pueden dejar lisiado en cuatro días.”   “No te preocupes papá, he hablado con él y creo que en muy poco tiempo entenderá las cosas.”   “Vale más que sea pronto, porque conforme van pasando los días se le puede ir agudizando esta especie de locura y entonces solo nos tendrá para ir recogiendo los restos que queden de él.”   “No exageres papá,  joder, ni que el chaval fuera un atracador de bancos. Te digo que estoy controlando la situación, mañana iré a hablar con ese entrenador que tiene en el gimnasio, ¿Cómo dijo que se llamaba…?”   “Sico Moreno.” El abuelo le contestó, y le dio la referencia de por quién tenía que preguntar. ¿Cómo coño sabía eso el abuelo? Muy sencillo, se anticipó al padre y aprovechó un día de los que usaba para ir de paseo con un amigo para coger el bus y presentarse allí.
No le dio detalles de esto, solo le recordó el nombre de aquel señor y punto. Y es, que, Fidel el abuelo se presentó en el gimnasio después de sacarle información a su nieto, con ella se presentó en el gimnasio y habló con Oscar, el señor que hacía las veces de sparring, un ex boxeador de casi cuarenta años que daba miedo mirar, más que cara ese hombre tenía un mapa dibujado en el rostro con sus montañas y ríos, casi sin nariz cosa que le hacía hablar como un gangoso y los ojos que apenas se le veían por la hinchazón permanente de los párpados, cuando llegaron al gimnasio el abuelo y su amigo Federado los recibió Oscar pues Sico no estaba, los llevó al despacho que estaba sembrado de trofeos por todas partes, unos plateados otros dorados, también habían vitrinas con decenas de medallas para todos los gustos. Cuando se hubieron sentado en aquella especie de tugurio, pues no había ventilación alguna dentro de aquel espacio y olía a sudor y otros olores indefinibles, Fidel le preguntó directamente por su nieto   “¿Qué tal va mi nieto? Me ha dicho que es usted el que le hace de sparring.”   “Aquí hago de sparring de todos los que entrenan para boxeo, ¿quién es su nieto?”   “Agustín hombre… bueno se hace llamar Chester Casey entre los amigos.”   “¡Ahhh, si, Agustín, buen chaval este, le aseguro que hay pocos como él  -dijo apuntando con el dedo y sacudiéndolo-  lo que pasa es que para mi parecer se lo está tomando muy a la tremenda, y mire usted que yo le digo : ves poco a poco Agustín, si no, en cuatro días te vas a hartar de todo y entonces será peor porque te frustrarás y vamos a tener que recoger tus restos con una pala.” En fin, charlaron unos minutos hasta que otro aspirante a tonto de turno apareció dando saltitos con guantes y una sudadera con capucha y lo reclamó para ir a hacer guantes al ring.   “Disculpen señores.” Fue a levantarse pero observaron que le costaba un montón ponerse en pié, el abuelo y Federado se miraron, se cree que pensaron para ellos… “Ese hombre está para jubilarse, ¿Dónde cojones va si no puede siquiera caminar?”  Pues mira tú por donde casi cojeando y con una postura de espaldas que parecía un saco de arna aplastado el hombre se fue hacia el ring, subió y le dio unas cuantas instrucciones acerca de cómo poner las manos al chaval que empezaba el entrenamiento. Después de eso a aguantar sopapos, eso sí con el debido protector de cabeza o cabezote como se llama en el argot del boxeo.
Hay muchísima gente que está en contra de esos deportes, lo entiendo, pueden llevarte a la muerte, sea esta lenta o fulminante, sin embargo tengo amigos que han perdido a parientes de muerte súbita jugando al futbol, otros  -no tengo amigos en este ambiente profesional-  han perdido la vida en una carrera de slalom en la nieve, otros en bicicleta  -que de estos abundan cada vez más-  y si fuéramos a dar detalle hasta en vacaciones pierde la vida gente o ahogados o de golpes de calor. Es verdad, puede parecer una paradoja pero es así ni más ni menos, cuidado que nadie vaya a pensar que esa fuera la razón de porque los familiares de Agustín estaban en contra de su afición, el asunto es más bien, que ponderaban sus defectos y sus cualidades y las estaban sopesando, nada más, querían hacerle saber a Agustín que hay otra lucha mucho más dura, la lucha por la supervivencia, la que determina hasta qué punto es una persona un auténtico campeón, si eres un ganador de combates no te dan ningún cinturón ni tampoco una medalla, no te hace apto para ir a unas olimpiadas y que tú nombre salga en la prensa escrita o en otros medios de comunicación. Al contrario de todo eso, pasas desapercibido, sin pena ni gloria, pero por el hecho de haber sido un luchador hasta el final de tus fuerzas siempre tienes recompensas, la de ser querido y recordado por los tuyos como un ser ejemplar, como una persona que dejó un camino a seguir más hayá de carteles de combates realizados con tantos ganados por KO, otros a los puntos, unos cuantos perdidos y otros con empate técnico.
En ese combate que dura toda una vida, es necesario también ser buen fajador  -recibir golpes sin que se note mucho y recuperarse rápido para saber devolverlos-  pero no a manera de venganza por el trato de lo que otros te hacen, muy al contrario, recuperarse para volver a tú camino, a tú forma de ser, la habitual, diciendo por el comportamiento hacia otros… “Soy así, y espero al próximo contrincante para hacerle saber los valores que tengo. Tengo que vivir, de modo a pelear que para eso he nacido.” No necesariamente debes buscar un nombre artístico y pegadizo, llevar el nombre que te pusieron al nacer es suficiente de por sí para enfrentarte a todas las circunstancias que van a venir, y… ¡van a venir, fijo! Damián al fin encontró el momento justo para poder hablar con su hijo Agustín, y lo hizo cuando este acababa de llegar del gimnasio con la bolsa de deporte en la espalda a manera de mochila y llevando la bici a la terraza de la apareada y cubrirla con su funda. Se sentó derrengado en el sofá, suspirando, y se sacó del bolsillo una barrita de cereales, entonces su padre que repasaba unos planos enrollados en un tubo de catón rígido casi sin levantar la vista de ellos le preguntó   “¿Qué tal Agustín o Chester Casey, como va todo? me han dicho que en el gimnasio progresas de coña, supongo que los entrenamientos los llevas bien ¿no?.”    “Pues sí, más o menos, lo que pasa es que hay días que te crujen a base de bien y hoy es uno de estos. Entre correr, saltar a la comba, hacer saco y luego cuatro asaltos, no tengo fuerzas ni para desatarme las deportivas.”
Demasiadas cosas en tan poco tiempo, vamos, en solo un par de horas sin contar la jornada laboral que había tenido que hacer, un día sin duda agotador. El problema es que Agustín no podía tener la misma visión de las cosas del mismo modo que sus padres o su abuelo, ya veis, él podía con todo aunque tuviera que machacarse los músculos y hasta los huesos con el fin de lograr sus objetivos, pero el cuerpo como el espíritu tiene sus limitaciones y eso Agustín lo sabría muy pronto. Al día siguiente, sin todavía hablar de manera directa su padre con él, al llegar al trabajo se dio cuenta que las fuerzas no le respondían igual que antes. Sico le dijo hacía días que cuando se encontrara de aquella manera era simplemente porque el cuerpo le pedía determinadas vitaminas que él le podía proporcionar, al principio le dio cuatro o cinco píldoras de aquellas y su cuerpo respondió como una centella, parecía que le hubieran metido un cohete en el culo  -eso contaba a sus amigos-  se creía el increíble Hulk, con la diferencia que no se volvía de color verde.   “Ahora veréis si me colocan un combate de esos de aficionados… al que sea, lo machaco a base de bien, me siento invencible tíos.”
Le llegó el día, pero ese combate con más o menos gente se efectuaría en el mismo gimnasio, este era lo suficientemente grande como para albergar a unas cincuenta personas sentadas en sillas plegables que se costearon mediante un importe simbólico de entrada, el resto estaría de pié, eso serían otras treinta personas. Hasta los mismos chavales que iban a boxear ayudaron a prepararlo todo para cuando llegara la gente, Chester Casey estaba excitadísimo, el mismo Oscar le dijo   “Para un rato chaval, me tienes mareado de tanto ir y venir, guarda fuerzas para mantenerte de pié cuando empieces a recibir hostias que al Manco le sobran brazos.”   “Tú le conoces, sabes quién es?”   “Si, y ten mucho cuidado es zurdo y tiene un buen juego de piernas.”    “Señálamelo si está aquí.”   “Es ese chaval taciturno y que va con la cabeza gacha, la izquierda en el bolsillo y la derecha… ya lo ves, no sabe qué hacer con ella, fíjate que camina como apoyando solo el empeine del pié en el suelo, tiene estilo y no te mirará a la cara, de manera que se hace un poco invisible, este tío sabe luchar. ¿Sabes a quién me recuerda? A Cassius Clay, y el motivo es porque siendo un peso pesado, en el ring se movía como un Welter, a veces sus contrincantes no le podían seguir porque además de pegar bien bailaba como una danzarina, haciendo unos cambios de piernas de impresión. Cuando era amateur ganó 100 combates y perdió solo 5, ¿no está mal he? fue considerado El Mejor de Todos Los Tiempos.”
Agustín se quedó parado por un momento mientras Oscar alineaba las sillas alrededor del ring, hasta habían traído a una chavala de un club nocturno para que pasara el rótulo de los asaltos,  “joder este Sico está en todo” seguro que muchos de los que venían a ver los combates lo hacían solo por ver a la chavala y silbarle cuando apareciera. Cuando llegó la hora y comenzó el espectáculo, Agustín se asomó desde detrás de la cortina que separaba a los asistentes del lugar donde se equipaban los boxeadores, de diferentes alturas y pesos, todos se preparaban con sus asistentes les vendaban las manos y se decoraban con sus batines de colores diferentes, unos en color púrpura, otros en verde y negro… y algunos luciendo en alguna parte la marca que los patrocinaba, en su caso Agustín no tenía sponsor todavía… pero el que lo patrocinara a él sería de tomo y lomo, no uno cualquiera, se había determinado a escogerlo él, de tantos que querrían conseguir sus favores. De momento el batín que llevaba era prestado muy bonito eso sí, de color oro y bordes azulones con unas letras bordadas en la parte superior derecha encima del bolsillo, con unas iniciales bordadas en plata OB “Ya verán ya, cuando pase a profesional y comience a ganar peleas sonadas… harán cola para venirme a buscar” Por lo menos eso decía a sus amigos, porque ahora su carrera estaba definitivamente lanzada, bueno, medio lanzada.
Le llegó la hora de salir al ring, cada luchador salió del lado opuesto de la cortina, es curioso, se habían vestido casi juntos dentro y ahora salían de lugares opuestos lanzando golpes al aire y dando saltitos como los gorriones cuando bajan a tierra a comer pequeños restos de simientes y trocitos de pan. Así llegaron al ring donde le prepararon a cada uno el cabezote, sus guantes y la protección de boca. El árbitro los llamó al centro del cuadrilátero ya despojados de sus batines con su camiseta sin mangas debajo, les dio las instrucciones oportunas, de no pegar más debajo de la cintura y no dar golpes de cabeza   “Quiero una pelea limpia ¿lo entendéis?” Claro que lo entendían, les iba en ello el que los federaran para así ir tomando posiciones en este maravilloso mundo del boxeo y federarse para ello.
Mi padre siempre me decía que los púgiles son como los gladiadores, pero no le he visto jamás la similitud, los gladiadores salen al circo de manera forzada jamás lo hacían de manera voluntaria, salvo los grandes campeones quienes lo hacían por determinado precio y con cierto nivel de ventaja sobre los debutantes, estos últimos con diferentes armas se enfrentaban a otros quienes a su vez tenían diferente entrenamiento dependiendo de la escuela que los formaba, salvo excepciones se sabía de antemano quien ganaría el enfrentamiento. Lo más destacable… que les iba en ello la vida, con el dedo arriba o abajo su vida dependía del capricho del palco presidencial, este a su vez estaba lleno de gente  su vez estaba lleno de gente más o menos importante que, bebidos unos, caprichosos los otros y otras, determinaban el fin del pobrecillo que caía al suelo. En el boxeo no es lo mismo, todos son voluntarios, y si me apuras deseosos de pelear para ganar un título y con ello la parte establecida de dinero o comisiones, o promesas que frecuentemente caen en saco roto. Pero a diferencia de los gladiadores, en el ring, pelean gente del mismo peso más o menos, están equipados igual unos que otros, y en consecuencia tienen el mismo nivel de posibilidades de ganar o perder. Un golpe bien dirigido al hígado, un gancho, cualquiera de estos golpes puede dar con uno de ellos en la lona de cabeza, los gladiadores no, unos salían con espada corta y escudo, otros con red y tridente, y aun otros con lanza y escudo largo. Vamos, para mí no es lo mismo, igual que estos hombres salían para procurar con todas las artimañas posibles vencer al otro y esperar que el dedo pulgar de la mano del Cesar o gobernador de la provincia, indicara si este hombre debía morir o vivir, en ocasiones, de muertes horrendas.
Un golpe de campana indicó el comienzo de la lucha, El Manco no lo era tanto, escondiendo su brazo izquierdo y marcando con la derecha la distancia se hizo el dueño del centro del ring, Agustín quería acercársele pero el otro no le dejaba avanzar ni un centímetro, entonces Agustín cometió el primer error, la rabia lo cegó y recibió un golpe en el lado derecho de la mejilla que lo hizo desestabilizarse dejándolo momentáneamente aturdido, cuando se quiso dar cuenta de donde estaba en el ring El Manco le dio un golpe seco en la boca del estómago que lo hizo caer a la lona, el árbitro se le acercó y comenzó a contar 1,2,3,4,5,6,… se levantó y el moderador del combate le sujetó los guantes a la altura del pecho para ver si los podía sostener bien, mientras, El Manco le daba vueltas con la guardia bajada y mirándolo de lado, no saltaba, solo caminaba a su alrededor. Una voz desde el rincón del Manco le dijo,   “Ahora chaval que está muy tocado, el estomago, el estomago, vamos” Y fue, dos zurdazos que le parecieron dos golpes de maza le dejaron sin aire y escupió el protector de los dientes, no podía respirar entonces… la campana que señalaba el final del primer asalto. Oscar salió al ring a buscarlo y lo sentó en el taburete, apoyó los brazos abiertos sobre las cuerdas del ring y le pareció que lo duchaban con agua helada, Oscar le dijo entonces   “Aléjate de este chaval, mantenle la distancia porque si no será tú verdugo, si se arrima mucho trábale los brazos, no te ciegues en darle rápido báilale y desconciértalo lo que puedas este tío es una estaca, y si ves que te va a dar fíntale con la cintura y hazte un blanco móvil, será mucho más difícil que te alcance. Sobre todo Agustín cánsalo un par de asaltos más, y no tengas ninguna prisa, las emociones las has dejado detrás de la cortina ¿recuerdas? pues eso, no pienses en los tuyos, ahora piensa en ti que es pensar como derrotar a éste brabucón” La campana de nuevo, ahora parecía resucitado de entre los muertos, con ánimos renovados y sabiendo que hacer ahora de una forma más específica empezó a bailar de un modo que dejó algo desconcertado a El Manco, pero… parecía que fuera profeta el cabrón y en un momento determinado se le anticipó de manera que Agustín se encontró otra vez con el puño del Manco, y se fue de lado hasta las cuerdas elásticas que cuando lo devolvieron al centro, El Manco esperaba para rematar la faena, esta vez Agustín fintó un poco esquivando y propinando a su vez a su oponente un golpe en el hígado que lo dejó en el suelo retorciéndose de dolor.   “Sí,sí, sí ahora le duele, aprovecha cuando se levante Chester, ahora es tú oportunidad” le gritaba desde el rincón Oscar, deseando que se levantara después de la cuenta, el ahora Chester Casey boxeador amateur era vitoreado por sus amigos y amigas. No se apercibió pero en el fondo del gimnasio estaba su abuelo Fidel con su amigo Federado  -Fede- para los amigos, sufriendo cada golpe y cada gemido de su nieto así como los pequeños gritos de esfuerzo que daba para dar impulso a los guantes contra el cuerpo de El Manco. Fede le dijo a Fidel…   “Este muchacho tuyo… va a dar que hablar de aquí a poco tiempo Fidel, tiene mucho coraje, cuando aprenda un poco más y si dios lo permite puede llegar a ser un gran púgil.   “¡Coño Fede, me dejas parado chico! Tú ¿sabes de estas cosas?”   “Pues mira, sí, en mis tiempos de juventud estuve en estrecho contacto con gente de ese mundillo por causa de un boxeador al que le prestó dinero mi padre para venir a Barcelona. Corrían los años treinta y mi padre en Zaragoza conoció a la familia de Martín López Oroz, muy buena gente que tenían un hijo guapo y fuerte, con una fuerza de voluntad propia de los baturros. Si lo hubieras visto pelear Fidel, se te hubieran puesto los pelos de punta, ¡que voluntad y que buen fajador era el cabrón! A veces se había encontrado con gente con mucha más picardía que él y más experiencia que le daban de palos hasta hartarse, pues se levantaba y volvía, a veces pegando palos de ciego de lo grogis que estaba y no hacía caso de los abucheos del público, en más de una ocasión lo mandaban al rincón para restañarle las brechas de las cejas y volvía al ataque, o a recibir más leña, según se vea. Pero que temple Fidel… era alucinante, y en ocasiones estando en este estado había llegado a ganar peleas o a igualarla con la desaprobación de una parte considerable del público. Conocí en aquellos años al speaker por antonomasia de los combates de box en España, José Martín (el argentino) y después de un combate cuando ya López Oroz era profesional, comentaba al terminar un combate en el que ganó por puntos en 1928 contra Chamorro,   “Que garra tiene este pibe, cuando esconde la cabeza entre la guardia y los hombros se recuerda a un Jaguar antes de atacar”
Después de las peleas las ganara o las perdiera se marchaba a su casa, a manudo en coche particular o en taxi y a descansar, vivía para el deporte, pero es que además era muy buena gente y esto amigos míos… también se valora en el mundo del deporte en general.
El abuelo Fidel después de escuchar atentamente lo que le contaba su amigo, comenzó a sacar conclusiones de todo lo que le dijo ese día Fede, consideró que ya que no podía evitar que el boxeo fuera la  -profesión-  de su nieto, si que tenía la obligación de tratar de formarlo como persona. No es que fuera un mal bicho ni nada por el estilo, pero para ser boxeador necesitaba no dejar que la fama le subiera a la cabeza,  -cosa que lo aparcaría del boxeo en cuatro días-  eso significaba que aunque ganara combates seguidos  -si este fuera el caso-  bajo ningún concepto tendría que dar por sentado que el próximo luchador sería fácil, que cualquiera de los otros podría ser mejor que él en determinado momento  y en consecuencia que podría destronarlo.
Por cierto ese día que asistió a la pelea de su nieto por ningún título perdió por KO técnico, besó la lona más veces que El Manco de los cojones, le puso las cosas difíciles y lo agotó de tal manera que al siguiente día no podía ni levantar la cubierta de la cama para taparse, como si fuera un niño pequeño fue su madre la que tuvo que entrar a arroparlo. Se pasó un año entero tratando de mejorar en todo aquello que era preciso a fin y efecto de ser el más de lo más, pero ya se sabe que muchas veces el tratar de hacer mejor las cosas no presupone que puedan hacerse, por lo menos cumpliendo todos los objetivos que uno se traza a sí mismo. Un día de comienzo de semana se le acercó Sico Moreno cuando se sacaba la sudadera después de pegarle al saco un buen rato, dándole un golpecito en la espalda le dejó caer una noticia que él estaba esperando   “¿Qué Agustín como vas?”   “Muy bien y con ganas de entrar en un combate bueno Sico”   “Así me gusta coño, ¿lo ves Oscar un chaval ambicioso y además bueno en el ring, no merece ésta oportunidad” Oscar estaba mirando al suelo cuando se desarrollaba esta conversación, seguro que estaba al tanto de todo, es por eso que aunque Agustín sonreía a Sico ante la noticia por el chavo del ojo miraba a Oscar que para él era ya un referente.   “Mira Agustín no te voy a engañar, te he preparado una pelea con un figurilla del gimnasio Alba de Verdún, es asequible este cubano, un poco más alto que tú eso sí, lo que representa que tiene un poco más de embergadura de brazo pero es un pasmao, te lo digo yo que lo he visto dos o tres veces.” De soslayo miraba a Oscar que lo miró levemente y le hizo que no con la cabeza, verás Sico es que prefiero estar endureciéndome un poco más, noto que tengo poca pegada y necesito mejorar la técnica, mira Sico, francamente creo que es un poco pronto para que vaya a una pelea de verdad”
En eso se equivocaba Agustín, el asunto es que él no era capaz de ver a largo plazo lo que significaba esa decisión que tomó de ser boxeador. ¿Para qué era pronto? pronto o tarde son palabras relacionadas estrechamente con las decisiones que uno toma para vivir su propia vida, por lo menos en este caso concreto. Si había decidido ser boxeador con la edad de él 20 años, era buena decisión, si decidiera ser albañil o cartero también,  sencillamente era un trabajo con cierto nivel de futuro, ahora lo que tenía que hacer era sencillamente dejarse llevar por las olas de ese inmenso mar de posibilidades que la vida le brindaba. No podía quejarse si su promotor le sugería determinados combates para que su carrera como luchador se desarrollara, el problema es que para ir ascendiendo o descendiendo de todas formas tenía que recibir hostias, más o menos, ser engañado por su promotor, más o menos, recibir a consecuencia de todo esto una buena pasta, más o menos, y por último, ser aclamado por la gente de la región, país, o internacionalmente  -si es que llegara a esto-  más o menos. De momento recordaba la película sobre Rocky Balboa un italo americano de origen desconocido, al que se enfrenta el campeón actual de pesos pesados, recordaba cada detalle de la película y de las siguientes que se hicieron debido al éxito total de la primera, inspirada en el combate real entre Muhammad Alí y Chuck Wepner, combate que perdió Rocky a los puntos después de llegar al decimoquinto asalto casi arrastrándose, haciendo que su preparador, el actor Burgess Meredith le abriera los ojos para continuar el combate después de preguntarle a él mismo que era lo que decidía hacer.
En cualquier otra profesión si te equivocas o rompes alguna cosa, no te hinchan a hostias, a lo sumo te pueden dar una buena bronca y hasta amenazarte con que te van a despedir si se repite. Pero en el boxeo es diferente, un instante de pillarte con la guardia baja o descuidar las zonas que tenemos más sensibles del cuerpo pueden llevarte al KO, y de propina dolores que duran unos cuantos días, además de sembrar la duda entre los aficionados de si te has vendido en el combate. Ay amigos, está el meollo de la cuestión, la crítica especializada  -como en todos los deportes-  te puede ensalzar a los cielos o hacer que bajes a los infiernos, al cabo de poco tiempo cuando los organizadores de estos combates se dan cuenta que tienes demasiados factores en tú contra, te abandonan como un pañuelo en el que se han limpiado la nariz y arrojado a cualquier papelera. Solamente unos cuantos elegidos están en esta corta lista de los más grandes en este mundillo lleno de ampones y mafiosos. ¿Querría estar entre ellos Chester Casey? .
“Bueno Agustín, ¿Qué dices a mi propuesta? Veo que lo estás pensando, vale lo entiendo, pero piensa que mañana por la tarde tengo que saber tú respuesta, si no estoy aquí cuando termines tú entrenamiento me llamas a este número de teléfono, estaré esperando hasta entonces. Si no me llamas, por la mañana se lo propondré a otro que tiene las mismas ganas que tú de triunfar, no lo conoces personalmente pero se entrena aquí mismo y es un chaval excelente con mucha ambición. Venga ahora a la ducha. Oscar, ven a mí despacho que necesito hablar contigo ahora.” ¡Joder, vaya aprieto! Que hacer en una circunstancia así, él sabía perfectamente que tenía madera de luchador, es más, de luchador incansable, la decisión era difícil, por lo menos ya tenía una ventaja sobre otra gente común, ya tenía la nariz rota y eso significaba que no podía respirar bien por la parte izquierda, pero aún así tenía una de las marcas identificativas de un boxeador a diferencia de otros compañeros de gimnasio.
Eso es como en la vida, hay quién tiene marcas que la vida le deja ya desde muy jóvenes y otros que tienen el rostro impecable porque en apariencia no han tenido sinsabores ni frustraciones de ningún tipo, y si las han tenido las han sabido disimular muy bien con maquillajes que lo han presentado a los demás, guapos, simpáticos, hermosas criaturas virginales ante las adversidades. Muchos de esos seres jamás han tenido que tomar decisiones importantes porque siempre, han tenido a su lado a remendones que les fueron moviendo las castañas en el fuego hasta que estuvieran bien asadas, entonces las han retirado para que no se quemen. Y no siempre es obligado que sean hijos de papá, en el sentido de que esto ha sucedido y sucede en todos los ámbitos de la sociedad, entre los ricos y los menos ricos, Agustín es una de esas personas que por carácter, nunca le ha gustado que otros decidan por él y desde jovencillo y a pesar de la influencia de su padre en su trabajo, no ha querido jamás ventajas de ningún tipo, comenzó como aprendiz y continuó como aprendiz hasta que por pruebas de madurez fue escalando puestos dentro del MOPU. Ahora tenía la responsabilidad de una cuadrilla y la cumplía como el mejor.
Pero de esto a tener como profesión el ser boxeador… dista todo un mundo, era un debate continuo el que él tenía consigo mismo, estaba seguro de que algo tenía que suceder como señal inequívoca para que le ayudara a decidir qué hacer y cuando hacerlo. ¿Después de aceptar ese combate, o mejor lo rechazaría?  “lo voy a aceptar…que cojones” Esperó al otro día para decirle a viva voz a Sico que contara con él   “Muy bien chaval, así me gusta, que seas decidido, ya he hablado con Oscar para que te prepare bien tiene anotadas todas las debilidades de este mono y no pasará del tercer round, ya lo verás.” Oscar lo llamó aparte ese día y le puso al corriente primero, de que le parecía una soberbia tontería haber aceptado ese match y que pagaría las consecuencias por ello.   “No estás en absoluto preparado para pelear con ese tío, piensa que en ese combate no irás con cabezón, Sico te ha apuntado por interés propio en un combate de amateurs regionales que lucharán el año que viene para el título nacional, estás muy verde joder. Ese chaval cubano es ligero como una pluma y no vas a ser capaz de verlo venir, cuando va a pegar despega del suelo veinte centímetros y entonces cada hostia que da se multiplica por dos.”   “Oscar no vas a lograr desmoralizarme, mejor busca a alguien                que pelee como él más o menos y que haga de sparring, y enséñame los puntos débiles del morenito.”   “Otro estaría cagado después de contarle lo te diré de este prenda pero como veo que no voy a ser capaz de convencerte vamos a ello…”
“Tomé mi decisión, nadie está autorizado a descalificarme por ello” pensó para sí Agustín, haré lo que pueda y más para no solo estar en pié, sino para vencer a Facundo Garía. Si señor, a vencer, porque puedo ganarlo, somos solamente dos hombres en pos de un título que se nos antoja posible, pues bien, si él puede… ¿porqué no podría yo?  Todo es posible en esta vida, en la muerte no queda más que desolación para la familia y amigos, pero temporal, porque el tiempo lo cura todo, para el difunto silencio y tranquilidad pero mi hora no ha llegado todavía.
Recordaba la imagen de Rocky en la que sin tenerse en pié casi seguía luchando ahora para mantener su reputación y mantener íntegras sus posibilidades de que si no era aquel día, habría otro en el cual se resarciría de la soberana paliza que le estaban dando, ni se le pasó por la cabeza plegar o dejar que su entrenador arrojara la toalla y si la arrojaba él con el pié la echaría fuera del ring. De forma que corrió y corrió haciendo footing y midiendo la progresión de todos los entrenamientos que realizaba incluido el salto a la comba, elemento imprescindible pero ahora mucho más necesario de insistir en él, habida cuenta de la cualidad que tenía el hispano cubano en el juego de piernas y sobre todo pensando que era un hombre más alto que él. Oscar ya no comentaba nada con Agustín acerca de su parecer en este combate con Facundo, solo se limitaba a entrenarlo y decirle de vez en cuando enfadado   “Me cago en la puta Agustín, haciendo esto ya estás muerto joder, busca desplazarte para su izquierda que este es diestro y pega siempre con el brazo a la altura del hombro.”
Justo el día antes del combate Damián su padre le comunicó que había una plaza libre para capataz y que él cumplía con los requisitos sobre todo por la experiencia que tenía en la empresa a pesar de su juventud, Agustín le contestó que lo pensaría a lo que su padre le contestó que no tenía tiempo para pensar, o lo tomaba o lo dejaba.  “Me cago en la leche, todo el mundo apretándote las tuercas para tomar decisiones…” pensó para sí mismo. ¿Porque la gente no era un poco más tolerante y trataba de comprender que las premuras no llevaban a ninguna parte? Díselo a Sico cuando te propuso este combate, o al jefe de Damián que le brindaba esta oportunidad para que su hijo prosperara. Las cosas van así en la vida Agustín, no te engañes, en todo y para todo siempre tendrás una primera oportunidad y cuando se te brinde tendrás que escoger de forma acertada o equivocada, pero tendrás que escoger. En ocasiones podrás dilatar la respuesta, podrás poner pretextos, pero esto te llevará indefectiblemente a que otro ocupe tú lugar o quien te proponga el plan sepa esperar, todo depende de X circunstancias imprevisibles de manera que tú mismo… responde a tú padre o calla para siempre.
“Papá mañana tengo una pelea importante y tengo que estar concentrado en ella, ¿te parece que te conteste el martes? Me harías un gran favor si supieras esperar este fin de semana.”   “No hay problema, pero piensa en lo que te he dicho, lo que espero de ti es simplemente decisión.”  Que va, ¿Cómo podía concentrarse en la pelea con estas incógnitas en la cabeza? Trató de aislarse lo que restaba de día y se fue al parque cercano, lleno ese día de gente paseando y niños corriendo llegó a la conclusión de porque no se iban a sus casas y dejaban este espacio vacío para él, lo necesitaba como el pan que comía, por lo menos en ese instante, necesitaba aislarse, recluirse en su propio yo para encontrar la calma. De pronto una señora mayor que andaba delante de él acompañado por una muchacha menuda, metió sin verlo el bastón que llevaba en el hueco de una alcantarilla, dio un traspiés violento, casi estremecedor y cayó al suelo, de inmediato un señor que estaba sentado de lado en un banco también con bastón, se acercó y la muchacha exclamó   “¡Dios santo tía!” él que estaba inmediatamente detrás corrió a socorrerla y la levantó, no sin antes dejarla un momento sentada en el suelo, era extraño, la mujer no se quejaba, solo miraba a su alrededor aturdida.  Agustín pensó que era lo mismo que le pasó a él cuando en un par de ocasiones cayó a la lona en un combate, ¿se siente lo mismo? se preguntó, luego la cogió por los sobacos por detrás y la levantó, el bastón quedó hecho astillas y el hombre mayor le dijo que se apoyara en el suyo, pero no podía hacerlo por lo que se veía su mano estaba dañada y comenzó a hincharse a la vez que de su cabeza manaba un poco de sangre. El hombre mayor dijo que había que llevarla a un hospital, estaba en lo cierto, las heridas de una persona mayor no son lo mismo que en una persona joven, mira él, cuando le rompieron la nariz se la pusieron a sitio en un periquete y aunque le dolió fue solo un momento, luego unos cuantos días hablando como un gangoso hasta que se desinflamó todo y se fue limpiando poco a poco el interior a base de soluciones salinas. La señora se había hecho una brecha considerable al lado de la frente mientras que su sobrina lloraba sin cesar, tenía raspaduras en el brazo con tierra adherida y se rompió las medias. De momento la sentaron en el banco donde estaba el otro señor que dejó su bolsa encima y le dijo a la chica   “No te preocupes, voy en busca de un taxi, esperad aquí un momento.”   “Por favor te lo ruego, no te vayas y nos dejes aquí solas. ¿De veras vas a buscar un taxi?”   “Te doy mi palabra que en menos de dos minutos estoy de vuelta.” Le sujetó la cara con las manos y la miro a un palmo del rostro clavándole la mirada, sus ojos eran el Mediterráneo en ese instante, azul mezclado con verde y aquellas pequeñas olas de lágrimas que brotaban sin parar del fondo del alma de una persona con una profunda pena. Salió como un misil en busca de un taxi y encontró muy pronto uno, lo paró y le dijo   “Por favor valla junto a las escaleras del Palacio Nacional y deprisa. Pare aquí, vuelvo enseguida y no cierre la puerta.” Cuando hubo salido del taxi pasó junto a un quiosco ambulante donde se veían dos mesas de aluminio con sillas plegables a su alrededor y dando una voz al hombre que estaba tras la pequeña barra casi improvisada le hizo saber que necesitaba una de las sillas para un par de minutos, plegó una sin esperar respuesta y corrió junto a las escaleras donde comenzaban los pequeños setos a señalar la zona de paseo, llegó hasta el banco donde estaban los tres esperando, el hombre mayor se sentó al lado de lado de la mujer con el fin de que ésta no callera hacia el lado y le sujetaba la cabeza pasando el brazo tras su cabeza, al parecer se estaba durmiendo o quizás estaba desmayada.
“No, hay que despertarla, no permitan que se duerma, con un golpe así esto es malo.”  Se acercó a la mujer y comenzó a golpearle la cara con cuidado pero con firmeza.   “¿Qué le haces desgraciado?” esta fue la exclamación que salió de la boca de la muchacha cuando vio el maltrato al que sometía a su tía. Agustín no hizo caso de nada, se limitó a tratar de sentarla en la silla que se le antojó el mejor medio para subirla al taxi. Cierto que estaba entrenado, pero levantar un peso muerto de un banco para sentarlo en una silla y luego cargarlo en un taxi no era tarea fácil, aun así haciendo acopio de fuerzas y con algo de ayuda por las otras dos partes, la deslizaron por banco hasta el extremo y la sentaron en la silla. Ahora Agustín miraba a su alrededor y vio a una pareja que estaban haciéndose fotos mutuamente, se acercó al hombre y le dijo algo, el hombre dejó rápidamente la cámara y vino corriendo con él hasta el lugar.   “Ahora con cuidado, usted coge el respaldo y yo las patas delanteras como si fuera una camilla, vamos allá.” Lo cierto es que no daba la impresión de que pesara tanto en lo alto de la silla, pensó que aquella había sido una buena maniobra la acercaron al taxi y este se asustó un poco al verlos venir, se bajó del taxi y les dijo   “Oiga que esto no es una ambulancia…”  Agustín mirándolo por encima del techo del auto le contestó   “Pues mira tú por dónde… hoy sí que lo es, andando.” Quizás fue la manera de mirarlo, el taxista sin decir ni media se subió de nuevo a su coche, Agustín entonces, al ver la actitud de pasotismo del hombre le dijo   “Haz el favor de bajar y ayudarnos, que no te lo tenga que volver a repetir.” El hombre bajó asustado, ¡a saber la cara que le pondría Agustín cuando le dijo esto! él no tenía espejo delante que reflejara su cara, pero era evidente que le infundió algún tipo de temor al hombre que se afanó por ayudar al ver que la mujer sangraba.
La silla la devolvió el turista después de decirles que marcharan rápido, que él se ocupaba. Llegados al hospital, lo que no podía hacer Agustín era dejarlas solas a las dos, de manera que cuando salieron de urgencias a recoger a la mujer se quedó en la sala de urgencias con la sobrina a esperar, y a esperar, y a esperar mientras su tía estaba dentro estirada sobre una camilla.
Agustín se levantó de la sala de espera y le dijo a la muchacha que volvía enseguida, ella tenía entonces absoluta confianza de que volvería, y volvió con una botella de agua y un paquete de pañuelos de papel, le ofreció las dos cosas y ella se lo quedó mirando como queriendo decir… ¿de dónde ha salido este hombre tan atento? no había para tanto, al fin y al cabo cualquiera hubiera hecho lo mismo, eso pensó él después de recibir las gracias con una delicada sonrisa que se fue acentuando a medida que pasaban las horas. A fuerza de pasar las horas esperando y padeciendo, todo hay que decirlo, se pusieron a hablar de sus respectivas vidas, pero Agustín no quería hablar de él mismo, lo mismo era porque todavía no tenía definidos los límites de lo que quería alcanzar, o posiblemente se avergonzara de esa carrera paralela que había tomado como alternativa a su trabajo habitual. Pero… ¿de qué tenía qué avergonzarse? De nada, no era un delincuente ni tampoco había tenido arrestos de ningún tipo por alborotos o conatos de pelea, al contrario, todo el mundo en su barrio lo conocía como una persona honrada, capaz, tenaz cabría decir,  ya desde pequeño demostró siempre una gran capacidad para el sufrimiento. En una ocasión, decidieron él y sus amigos, ver cómo era un transporte de grano desde el muelle de Barcelona hasta unos almacenes que había cerca de su casa, al descuido del señor Galindo, guarda del almacén por la noche, se metió dentro de la cuba del camión instigado por sus amigos… “¡Maricón si no entras, maricón si no entras…! Y entró, por una de las escotillas superiores de carga se dejó caer dentro, notó que las piernas se le hundían como si se tratara de arenas movedizas, los amigos al oír que el guarda volvía salieron echando leches hacia la calle y se perdieron en la oscuridad, mientras él tenía más de medio cuerpo dentro de aquel material que lo engullía. Guardó silencio y comenzó lentamente a nadar dentro de aquel elemento sólido hasta que pudo ponerse pié sobre él, sudaba a mares pero ahora quedaba la peor parte ¿cómo salir de allí? reptando como una serpiente comenzó a buscar un saliente que lo llevara a la superficie hasta que encontró un refuerzo de la cuba, se sacó el cinturón del pantalón y lo ató a la parte más alta que pudo haciendo una vaga con la hebilla y comenzó a subir hasta que alcanzó el seguro de la tapa que sus amigos afortunadamente dejaron caer. Cuando asomó la cabeza al exterior resoplando como un búfalo herido, se aseguró que no estuviera el guarda cerca pues la nave de los camiones tenía del orden de cien metros de largo, salió al exterior y cuando fue a bajar por la resbaladiza superficie un foco lo deslumbró   “¿Quién eres tú?”  puso pies en polvorosa y corrió como jamás lo había hecho camino de su casa.
Lo que sucedió al día siguiente cuando se reunieron todos los amigos fue importante. Dejó de tener relación alguna con ellos, solo Manolo se le acercó para pedirle disculpas por lo sucedido a lo que él se limitó a decir   “Espero que a partir de ahora no tenga que demostraros que no soy maricón. Vete a la mierda.” Desde entonces la vida para Agustín fue un reto continuo, con altibajos , como corresponde a todo buen luchador, nunca había abandonado su lugar ni se retrajo de sus decisiones, ser consecuente es lo que se le enseñó en casa, su abuelo siempre acompañado por su amigo Federado jugaban un papel preponderante en su instrucción, incluso cuando ya era algo mayor su abuelo Fidel le confesó que le metió en más de un aprieto con el fin de ver sus reacciones, ahora, pasados los años le pedía perdón y le confesaba cual era el auténtico propósito de todos esos enredos.   “Aun así no creas que nadie te regalará nada en la vida, incluso cuando te sientas vencedor de mil batallas… siempre encontrarás a alguien dispuesto a joderte vivo, no lo olvides hijo, este par de viejos te pueden recomendar a quienquiera que sea para lo que haga falta, pero… cuidado, siempre hay brazos más largos que los tuyos que querrán alcanzar lo mismo y a menor precio.” Federado hacía lo que casi siempre cuando su amigo del alma hablaba, lo escuchaba a su lado con la cabeza ladeada hacia el rostro de Fidel e iba asintiendo de forma pausada como quien dice   “Cuanta razón que tienes cabronazo.”
Dos niños asustados reclutados para la batalla del Ebro, escondidos tras una roca tratando de poner balas en su Mauser , a uno de ellos le tocó en suerte una carabina, más corta y más ligera, pero a Federado le tocó llevar el modelo M-1983 que además podía calar bayoneta y que ya de por sí tenía 73cm de cañón, ambas armas cargaban peine de cinco balas pero venían de compañeros (niños) como ellos, muertos sin saber la razón de porqué los habían arrancado de las tetas de su madre, y seguramente murieron porque no tenían ni pajolera idea de qué era un fusil, cómo se cargaba, limpiaba y mantenía a punto para disparar si era necesario. Fusiles llenos de barro que más hubieran servido de garrotas que de fusil, algunos de ellos con la correa raída por no se sabe que dientes que llegaron a cortarlas y comerlas en ocasiones, recordaban que llegaron a comparar su situación con trogloditas modernos vestidos de militar  -mal vestidos de militar-  agazapados entre matojos y piedras, esperando que pasaran las andanadas más peligrosas desde la otra parte del rio, temblando como hojas recién caídas del árbol y mecidas por los vientos del otoño, también a unos militares de graduación que los reclamaban desde la ribera del rio con altoparlantes que les decían a todos… “¡Vamos muchachos que ya les tenemos el pié en el cuello, van a ver esos fascistas de mierda como se las gasta la República!” desde esa ventajosa posición podían observar cual si fueran atalayas como caían aquellos niños, muchos de ellos empujados por no se sabe que fuerza, querían avanzar pero los tiradores del otro lado o los mismos lodos del rio los engullían como si fuera la boca del demonio. Con todo y con eso, ellos lo podían contar, estaban viejos pero vivos que al fin y al cabo eso era lo que más importaba, tenían familia, se casaron a la vuelta de la guerra, sometidos a un nuevo régimen que rompió los esquemas de la patria, pero… la vida continua y cuando estás con el agua al cuello, debes hacer lo posible por mantener la boca fuera si no quieres ahogarte. Eso es lo que hicieron Fidel y Federado, y mientras tanto, esperar a que las tornas cambiaran para dar una respuesta fulminante a aquellos hijos de puta.
¡Como sabían aquel par de viejos lo que se decían! Cuanta sabiduría escondida hay en muchas personas que a menudo subestimamos solo porque están cojos o beben demasiado, después de todo eso es lo menos importante visto lo visto, algunas veces Agustín veía a su abuelo junto a Federado sentados acompañados de un nutrido grupo  -se supone que de amigos-  discutiendo con otros acaloradamente,  haciendo ademanes tato descriptivos como enfáticos sobre determinadas cuestiones que él no alcanzaba a oír porque estaba un poco lejos, pero los observaba. En una ocasión saliendo de su casa camino del gimnasio, se dio cuenta de que apenas llevaba dinero y quería comprar algo por el camino para comer. Se acercó a su abuelo en medio de la discusión y le pidió algo de dinero, el abuelo se sacó la cartera del bolsillo y se la dio sin mirarlo. ¡Joder con el abuelo, estaba forrado! cogió un billete de 10 euros y le devolvió la cartera, el abuelo miró el interior y le pidió el billete, sacó en cambio uno de 50 y se lo dio sin mediar palabra,   “Haber si no interrumpes más cojones, que estamos debatiendo el futuro de España  con esta tropa de franquistas.”   “He no te pases Fidel, que yo no soy franquista ¿he?”   “Joder, pues lo disimulas muy bien maricón, solo te falta cantar el cara al sol, porque la camisa nueva bordada de rojo ayer ya la llevas… ¡demócratas cabrones! ¿lo estás oyendo Federado?, haber si no hay para coger a toda esta gentuza y colgarla como a los cerdos por un gancho.”   “Lo que pasa es que como perdisteis la guerra ya no tenéis nada que morder rojos descamisados.”   “¿A no? ven aquí cabrón y veras como te arranco las orejas de un bocao, bocas que eres un bocas.”
Después cuando terminaban de (pelearse) se iban cogidos del brazo todos juntos a tomarse unos vinos a casa Marqués, y se contaban chistes y preguntaban mutuamente por sus esposas e hijos, hay que joderse, con todo lo que habían pasado y todavía les gustaba jugar a las guerras. Estaba demostrado que eran unos melancólicos irremediables, hasta cuando estaban en el bar algunas veces se hacían bromas de esas un poco ácidas,   “Que, Florindo  -porque su mujer se llamaba Forinda y follaba más que el gallo de la pasión, con otros claro está-  ¿te doy de beber? porque sin la mano derecha y la izquierda que la tienes hecha caldo de tanto machacártela, como no sea que te tomes el vino con una paja… ¡hostias que bien me ha quedao tío, una paja…jajaja!”  El abuelo es la hostia, cuando sale a la calle todo el mundo lo busca y como no salga también, preguntándose qué le habrá pasao, si está enfermo, si ha ido al médico, o si sencillamente está gandulón esta mañana.
¡Qué bien se lo pasa el abuelo coño, y bien considerado que está en el vecindario no penséis, no hay perro ni gato que no tenga que decir más que alabanzas de él. ¡He! que los críos del barrio cuando lo ven venir esconden los porros y lo saludan para luego seguir, pero les tiene advertidos que como pille a uno de ellos fumando esa mierda que no es más que un trincha neuronas les da una hostia que los retuerce. ¿Qué no? Un día por la tarde, después de ir a visitar a un amigo que estaba muy malucho pasó por delante de la tienda de ultramarinos que ya había cerrado, que era propiedad de sus padres y lo pilló ligando con una chavala fumándose un porrete de maría, Andrés no lo vio llegar de la esquina y le clavó un golpe de bastón en la pantorilla de la pierna que lo sostenía de pié que cayó al suelo cagándose en todo.   “Mañana se lo digo a tú padre mamón, ¡después de todo lo que hacen por ti! ¿no te da vergüenza? Dame esta mierda anda, Andrés contestó   “Joder que daño, si se me ha caído al suelo…”   “Pero la yerba que llevas en el bolsillo no se te ha caído, quiero que me des esa.”   “Sí, hombre…”  Le levantó el bastón como para darle otra vez y Andrés se protegió con los brazos hecho un ovillo    “Vale,vale, ya se la doy, joder es que esto vale veinte euros…”   “Por mí como si vale 1000, como te vea fumar otra vez esto te dejo a cuadros, ¿me oyes Andrés? No le des más disgustos a tú padre, que bastante tiene con que no quieras trabajar niñato, venga a casa volando.”
El abuelo es así, ¿quién lo va a cambiar? me parece que a estas alturas nadie, la gente piensa que Federado va con él para aprender de su manera de actuar, pero nada más lejos de la realidad. Federado va con él porque daría la vida por este hombre, del mismo modo que Fidel daría la vida por él. Es una de esas relaciones de amistad en las que se refleja un profundo cariño sin mariconeos, ambos son viudos, pero ambos crecieron juntos, se curtieron juntos como hombres y aprendieron a respetarse mutuamente, cierto que Federado es de menos palabras, más introvertido, pero él uno aprende continuamente del otro, yo creo que hicieron una especie de pacto los dos, un pacto silencioso basado en miradas de complicidad que es también de entendimiento recíproco, Federado es un gran conversador porque es un buen oidor.
Agustín se planteaba todas estas cosas y las valoraba, por eso ahora que estaba en la sala de espera del hospital con esa muchacha menuda y bonita se estaba preguntando debatiendo en su interior, que era lo más importante en la vida, que referencia seguir como nivel regulador que hiciera que la vida valiera la pena vivirla de una forma discreta pero con éxito más o menos garantizado. No sabía el porqué, pero ahora estaba como subyugado por una persona a la que desconocía y sin embargo sentado a su lado casi sin hablar le transmitía paz, a pesar de lo acontecido en las últimas horas, se sentía a gusto y desconectado de todo el entorno, del trabajo, del combate del día siguiente… de todo    “¿Qué me está pasando..?” se preguntaba,   “Parece como si alguien me hubiera dado una droga, una droga que me desacelera y me relanza a otro espacio de tiempo y de lugar… chaval creo que te estás enamorando pero… ¿por un accidente?”
Sí, las personas siempre llegamos a otras por accidentes, a veces provocados y otros sin quererlo, es como uno de esos tiovivos que rulan lentamente al que nos lanzamos desde afuera y lo mismo vamos a parar a un caballito que a un coche de bomberos, a menudo nos fijamos un objetivo de este gran juguete colectivo pero cuando está en marcha difícilmente acertamos el objeto de nuestro deseo. Aun estando parado y escogemos donde vamos a montar si no nos gusta, cambiamos rápidamente de fantasía y de montura, entonces esperamos que ésta nos dé sensaciones inesperadas, no nos gusta y volvemos a cambiar, los seres humanos somos tan volubles… Recuerdo que en mi infancia había un gran tiovivo en la avenida del Paralelo haciendo chaflán con la calle Nueva, mi abuela paterna cuando salíamos a pasear los domingos me llevaba siempre allí, por el camino comprábamos una bolsa de patatas fritas y cuando llegábamos al tiovivo ella me decía   “Venga súbete pero cuando esté en marcha no empieces a cambiar de lugar que es peligroso, nunca me caía hasta que un día me caí, antes de que bajara el caballo sujeto por la barra metálica me deslicé y di un traspié, fui a parar a la acera, y pude dar gracias a que antes de caer hubiera dispuesta una plataforma de madera de unos 50 cm de ancho que hizo que la cosa no fuera a mayores. Ya me ves llegando a casa con una moneda atada al chichón con un pañuelo atado detrás del melón.
A la señora Rosa finalmente la atendieron y después de visitarla el médico de urgencias salió a la salita para decirle a su sobrina que la tendrían en observación hasta mañana    “No es por nada en concreto, pero al hacerle radiografías nos hemos dado cuenta que ha tenido una operación seria de cadera y nos tenemos que cerciorar de que todo está bien, no le podemos dar el alta así como así, además a necesitado cinco puntos de sutura en la cabeza lo que nos hace que extrememos las precauciones en una persona mayor como su madre.”   “No es mi madre doctor, es mi tía.”   “Bueno, pues su tía. Dentro de un rato le diremos en que habitación está para que pueda subir ¿y usted es de la familia?”   “Sí, se apresuró a decir Lourdes, es de la familia.” ¡Anda que no! ya le había crecido la familia y él sin saberlo. Se la quedó mirando como asustado pero ella lo tranquilizó cogiéndole la mano y apretándosela, entonces sintió como un calambre que lo paralizó, justamente como si le dieran un narcótico. No era normal que tuviera esta reacción pero quien sabe el organismo de las personas cambia con el tiempo y a lo mejor la adrenalina que ya empezaba a subirle pensando en el combate del día siguiente ya le estaba pasando factura en forma de esa especie de… ¿Qué coño era…? ¿Cómo explicarlo? Y es que hay ocasiones en que las cosas se sienten pero no se explican. De todos modos poco tiempo le faltó para preguntarle con franqueza    “¿Porqué le has dicho esto al médico? no soy de la familia, imagínate qué compromiso si ahora vienen sus hijos u otros sobrinos a verla..”  Con cara de tristeza y bajando la vista le contestó   “No te preocupes no vendrá nadie porque no tiene a nadie más que a mí.” Fue escueta, directa, sin vacilación alguna, después de dicho esto se dio la vuelta con tranquilidad y le preguntó si ya se marchaba o prefería quedarse con ella hasta que la subieran a planta, para entonces ya le dejó ir la mano, pensaría que quizás se molestaría Agustín por haber dado ese paso precipitado sin pedirle permiso. Agustín por su parte, llevado por no se sabe que emoción o sentimiento, antes de que se alejase más le puso la mano en el hombro y le dio la vuelta para inmediatamente después darle un beso en los labios. Fue instantáneo, algo etéreo que ni él podía explicar pero que sucedió como suceden tantas otras cosas en la vida, fue tan fugaz que no pudo ni parar a pensar el porqué había hecho esto, ¡lástima! pensó, un beso no correspondido, ya en otras ocasiones se le habían ofrecido otras chicas y cuando no era él las que las buscaba, ellas se ofrecían de buen grado aprovechando lo que él llamaba  -oportunidades de lujo-  quizás por ser éstas fáciles o gozosas, especialmente después de una noche de juerga o de fiesta en alguna de las discotecas que frecuentaba con los “amigos” a los que terminaba pagando las copas extras que tomaban.
No era su caso a la hora de beber, nunca fue aficionado al alcohol o las combinaciones que tuvieran ginebras y vodkas de garrafón, sabía bien igual que sus amigos que en estos lugares, por lo menos en la mayoría de ellos rellenaban las botellas con sistemas un tanto sofisticados que daban con el mejor de los clientes tirados “sobre la lona”. Acostumbraba a beber cervezas sin alcohol, algún que otro coctel bajo en alcohol, y en el peor de los caso los acompañaba  -a los amigos-  haciendo una excepción un cubata poco cargado, terminada la noche un par de sus habituales le decían   “Joder tío, tú sí que aguantas…” cuando lo cierto es que no había bebido nada en proporción a lo que ellos consumían.
La verdad es que esta chica no tenía nada que ver con las que conoció antes, sí, es posible que cualquiera que hubiera sabido que acababan de conocerse deduciría que era un fresco que solo buscaba plan, sin embargo Agustín sabía muy bien que no era el caso. ¿Y si solo fuera un beso de agradecimiento…?  dedujo que le habría dado un beso en la cara a lo más, o no, estaba hecho un lio ¿Qué coño he hecho…?, por otra parte… no me ha abofeteado , ni insultado, ni me ha dicho nada, quizás era eso lo que más le dolía, sin embargo ¿Cómo pensaba que correspondería ella delante de toda aquella gente, en aquel lugar que olía a humanidad a sudor? Me está bien empleado por gilipollas, eso es lo soy, un gilipollas con pedigree. De cualquier manera ahora no era tiempo ni de arrepentimientos, porque en el fondo no estaba arrepentido, ni de visiones extrañas de futuro porque tampoco correspondía.
Cuando llegaron a la habitación donde estaba la tía, ésta que permanecía con los ojos cerrados y la cabeza y el antebrazo derecho vendados ofrecía una imagen lamentable, aun sin vendas cualquier enfermo o accidentado da esta impresión pero en su caso todavía más. Lourdes se acercó a la cama reteniéndose de abalanzarse sobre ella, con un pequeño lamento apagado en parte por un pañuelo de papel se acercó a su tía Rosa casi de puntillas para no despertarla, ya en la cabecera de la cama le dio un beso en la frente y ésta despertó   “¿Dónde estoy hija… que ha pasado?”   “Shhhhh, tranquila tía, luego le cuento ¿vale?” la mujer asintió con la cabeza y Lourdes le besó la mano libre de vendas. Se volvió hacia Agustín y comenzaron a brotar más lágrimas de sus ojos, él fue a buscarla, hasta ahora había permanecido a los pies de la cama como un espectador más de una de esas tragedias que a veces se ven en el teatro. Cuando la tomó de los hombros ella depositó una mano encima de una de las suyas y la apretó fuertemente, Agustín que como cualquiera de nosotros quizás no nos hemos encontrado en una situación parecida, se dio cuenta sin saber porqué, que en ese instante él era el soporte de aquellas dos víctimas. De la señora Rosa por un lado por razones evidentes y de Lourdes porque evidenciaba estar perdida en mitad de una tormenta dentro de un barquito que había perdido las velas, los remos y hasta el timón, a merced de un mar embravecido, inmenso, con todo en su contra y sin saber dónde estaba el mejor puerto para salvar la vida.
Lo creamos o no, es frecuente que circunstancias como esta hagan naufragar los objetivos de la gente, puede ser que hasta determinado momento uno se haya visto complacido por la vida y en consecuencia y hasta entonces “todo está bien”. Pero… ya ves, una sencilla caída en mitad de la calle puede dar un revés importante a nuestras vidas, catastrófico, como parecía ser el caso de aquellas dos mujeres. Bueno de cualquier manera Agustín tenía muchas otras cosas que hacer, esto,  -todo lo que estaba pasando en ese momento era circunstancial, pasajero-  así que no le dio demasiada importancia a “tot plegat” como habría dicho su abuela si estuviera viva, una mujer esta que mezclaba catalán con castellano y con algo de francés, nació en Collioure a caballo entre Francia y España, justo en la frontera, “si home, a on van enterrar a Antonio Machado…” decía ella cuando alguien no localizaba el lugar mentalmente, como si por esa referencia de la tumba de A. Machado fuera un indicador en el mapa. “Nosaltres tenim le nostre propia llengua, el patuá.” ¡Con dos cojones! Y cuidado que nadie le tosiera a la yaya porque tuviera la edad que tuviera quien le llevara la contraria, le daba dos hostias que para que te cuento.
“¿Qué voy a hacer yo ahora…?” esto lo preguntaba en voz alta Lourdes aunque esa pregunta se la hacía ella misma, ¡estaba tan acostumbrada a andar de acá para allá con su tía Rosa…! Agustín imaginaba que ahora se sentía desnuda, cuando te despojan de aquello que está contigo noche y día te sientes así, desvalido como una ovejilla perdida en mitad del monte balando sin parar, y no precisamente buscando a tú madre, que no es el caso de muchas de ellas que son mayores, sino porque sencillamente está sola con pocos augurios de que alguien te oiga, bueno oírte si que te oyen, los lobos y otras alimañas que están al tanto de cualquier ruido u olor que la delate. De una manera inesperada, clavando los ojos en los de Agustín como pretendiendo decirle algo, se desplomó, de tal modo que al chaval no le dio tiempo a sostenerla, pero evitó que se diera un golpe en la cabeza al caer. Rápidamente la colocó en la butaca del lado de la cama junto a su tía y la extendió a manera de reclinatorio, a renglón seguido llamó a la enfermera que vino rápidamente, le colocó el audífono sobre el pecho abriéndole un botón de la camisa y preguntó si padecía alguna enfermedad.   “Pues… mire usted me pilla desprevenido porque yo sencillamente las he acompañado a las dos aquí por una caída que ha tenido su tía la señora Rosa, no sé, se habrá desmallado sin más.”   “Quédese aquí con ella que voy a buscar a un médico.” Entre tanto, mientras Lourdes daba pequeñas cabezadas a un lado y a otro de la butaca con los ojos cerrados, vio una pequeña placa de acero que colgaba junto a la cadena que llevaba con un Cristo Daliniano, en ella se leía que era hipoglucémica, ¡Joder…, lo que faltaba! Salió aprisa de la habitación y se encontró con enfermera y doctor que venían aprisa.   “Doctor lleva una placa colgada en la que dice que es hipoglucémica.”    “Bueno no se asuste que si es eso tiene fácil solución.” Le miró los ojos, y dijo a la enfermera que trajera un gluciómetro rápidamente, fue dicho y hecho. La pincharon con un aparato pequeño en la yema del dedo y acto seguido en unos segundos ya se sabía cuál era el nivel de azúcar que presentaba, le administraron la insulina y listos.
Cuando volvió en sí, lo primero que hizo fue disculparse, primero a mí y después a la enfermera por habernos dado aquel susto, estaba contrariada y se la notaba muy decaída, salió de la habitación y abordó al doctor a quien le preguntó si podía comer algo en ese momento, la respuesta del doctor fue… “Mire usted, creo que lo más apropiado en este momento es que coma algún fruto seco y fruta que no contenga mucha azúcar, el kiwi estaría bien, y vigile que se lo coma esta muchacha está un poco falta de alimentación, haría falta una analítica para asegurarnos pero no estaría de más que comiera esto ahora.” Cuando entró de nuevo en la habitación ya la encontró en pié acariciando la frente de su tía   “¿Qué haces mujer? Anda, estate quieta que yo vuelvo enseguida, pero no quiero ver que te levantas de ahí, tumbadita y calladita ¿vale?” Ella le sonrió de nuevo. ¡dios que mirada y que sonrisa tiene esta muchacha, me va a matar! pensó para sí, le apuntó con el dedo índice en forma de mando, ¡venga!, serio pero sensible a la vez ella supo entender lo que le decía.
Le costó un poco encontrar un supermercado para comprar lo que le hacía falta, todo puesto en una bolsa de plástico y salió echando lumbres camino del hospital, ahora era el ascensor de los cojones el que no bajaba, venga a subir cuatro pisos a pié y corriendo. Llegó resoplando y cuando hubo descansado un instante le dijo   “¿Qué te parece si nos echamos algo a la boca? tengo hambre y supongo que tú también. Eso sí, no acostumbro a comer esas cosas que preparan por ahí de comida preparada y alimentos sin ninguna clase de calorías. Mira que he ido a buscar, nueces peladas, fruta, y jamón, a y queso también.” Lourdes fue entrando en confianza con Agustín y comenzó a comer, primero poco a poco, luego cuando atacó el queso curado y el jamón en lonchas, sus mandíbulas empezaron a trabajar de lo lindo mostrando esa oscura cara del animal que todos llevamos dentro   “¿No has traído pan?”   “Pues no, pero no te apures lo consigo enseguida.” Salió al pasillo y pidió en el mostrador un poco de pan que le sacaron de la habitación contigua inmediatamente, regresó y encontró a Lourdes trabajando a base de bien con todo lo que había traído, él había sacado una pequeña navaja multiusos que siempre llevaba consigo y se ocupó en sacar la corteza del queso, ella, cada vez que se metía un bocado del queso en la boca la cerraba embelesada por el sabor único de esa delicia. Quizás sea una gourmet de cuidado, pensó al principio, o también… que pase más hambre que Caín, sea lo que fuere le estaba dedicando un empeño que te cagas… casi de súbito se preguntó qué es lo que hacía él allí, debería estar despejando su mente de cualquier cosa que pasara a su alrededor porque al día siguiente tenía una cita ineludible con un cubano, de ese combate dependía su futuro como boxeador y tenía que luchar con uñas y dientes para que ese combate fuera positivo para él.
Todo lo anteriormente citado resultaría un paso atrás en su “carrera” si quería consolidarse en un nombre rotulado en los sucesivos carteles de peleas por el resto del estado. Pero… ¿Cómo pasar por alto el haber conocido a la señora Rosa y su sobrina Lourdes? ¿Qué hacer con las sugerencias que tanto su padre como su abuelo le habían dado? es más ¿Qué pensaba su madre de sus deseos y metas si todavía no le había preguntado acerca del asunto? Su madre, Aurora, veía todo lo que sucedía como si de una función de teatro se tratara, ¿era realmente así?. La respuesta es no, esta mujer que pasaba desapercibida para casi todo el mundo  -especialmente en casa-  lloró mucho cuando se enteró por boca de su marido de los objetivos de Agustín, pero lloraba en silencio muchas veces, otras de manera desconsolada cuando no la veía nadie mientras hacía la comida o se encerraba en la habitación y después de ver la cara amoratada que traía su hijo corría, pasaba el pestillo y caía sobre la cama golpeando la almohada con el puño cerrado, encajando las mandíbulas, preguntándose “porque nos ha sucedido esto a nosotros si Agustín tiene un buen empleo y con muchas posibilidades de promocionar al lado de su padre”, claro que se le escapaba un hecho, una cosa es lo que nos gustaría que fuesen nuestros hijos y otra el camino que ellos escogieran. En ese caso en concreto… no se podía hacer nada por él salvo que la propia vida le señalara por donde andar, y en el camino lleno de bifurcaciones y letreros indicativos de objetivos y esfuerzos por conseguirlo, cual escogería, pero ese era un asunto personal e intransferible a nadie, nadie más que él podía hacer ese camino cayendo y volviéndose a levantar.
“Verás Lourdes, tengo algo que decirte, aunque tengo un buen empleo y además seguro, bueno entrecomillas, mí afición desde hace unos años es el boxeo, soy amateur, pero mañana se celebra un combate en el palacio de los deportes en el que tengo una pelea contra un chico cubano, es el campeonato de los welters, una categoría dentro de las muchas que hay en este mundillo, va a ser por decirlo de alguna manera mi bautismo como profesional. Lourdes se levantó como un disparo y se pego en un rincón de la habitación temblando como una peonza cuando acaba su impulso, Agustín fue a cogerle las manos sorprendido, pero ella empezó a apartarlo de si moviendo sus brazos sin parar en una especie de ataque de histeria,   “¿qué pasa, que he dicho?” le preguntó, pero no halló respuesta más que un sollozo con las manos tapándose la cara.   “Pero… ¿qué te pasa…?  ¿tan malo es qué tenga esa afición?” Cuando se fue tranquilizando, Agustín, asustado también como lo pudiera estar ella le preguntó a que venía esta reacción, pero no podía articular palabra, solo lo miró con tristeza, en sus ojos se adivinaba algo profundo y raro, algo o alguien le hizo daño de una u otra manera a esta muchacha pensó, pero ¿qué?.
Entre tanto doña Rosa deliraba y aunque era imposible saber qué es lo que decía se podía adivinar sufrimiento en su expresión, cuando dormimos, aun cuando dormitamos solamente ¡decimos tantas cosas raras…! No somos dueños de los sueños que tenemos, alguien que esté a nuestro lado podría sentirse ofendido por lo que podemos decir en estos instantes si es que nos escucha, pero aun así, no podemos dominar nuestra mente. Lourdes corrió a su lado y le habló dulcemente   “Tía como te encuentras? seguro que algo mejor  -como si ella estuviera dentro de su cuerpo-  no te preocupes por nada, estás en buenas manos, no te muevas mucho si puede ser porque llevas un yeso en la mano. Te quiero mucho tía.”  La besó en una mejilla y salió rápidamente de la habitación, Agustín trató de seguirla pero ella le indicó que por favor estuviera al tanto de su tía que volvía en un instante. Pasaron cinco minutos y entró en la habitación una enfermera preguntando para quién era la compresa que pidieron en el mostrador, Agustín dijo   “Seguramente ha sido la sobrina de esta señora la que la necesitaba, déjela aquí que le diré que la ha traído. Gracias.” Pasados unos minutos más entró Lourdes, Agustín le dijo que en el cajón de la mesita habían dejado algo para ella,   “Lo ha traído la enfermera, seguramente lo pedirías tú.”   “Si, bien gracias. Se me ha adelantado la menstruación y me ha pillado desprevenida, tendría que ir a comprarme algo de ropa interior, pero con todo lo sucedido también he dejado el dinero en casa, haber si mi tía tiene algo en el bolso.”  Parecía que hablaba consigo misma, la señora Rosa movía la cabeza siguiendo los movimientos de su sobrina a duras penas y le señaló con la mano que sí, que llevaba algo de dinero. Agustín no pudo por menos que decirle   “¿Dejas que me ocupe de esto?” Lourdes se lo quedó mirando extrañada, es obvio que aunque se quisiera ocupar de este asunto le sería harto difícil por razones lógicas.   “¿Te crees capaz de hacerlo?”   “Por supuesto que sí.” Salió y cerró la puerta, al cabo de poco entró de nuevo y Lourdes se quedó extrañada. Le extendió dos pequeñas bosas de plástico traslúcido que le dio diciendo que eran bragas de plástico para estas ocasiones y que las había pedido en el mostrador de enfermería, sonriendo le hizo saber que la jefa de planta le dijo que no en principio pero que él se las había arreglado con una asistenta que estaba en un almacén de la propia planta.
Es bien cierto que hay personas que son una continua sorpresa, eso es lo que pensó Lourdes, le dio las gracias y fue hacia el baño que hay en la propia habitación. Cuando salió su rostro había cambiado por completo, pero Agustín no alcanzaba a ver que algo en su interior no manifestaba del todo algo que le rondaba por la cabeza, así pues se lo preguntó sin más   “¿Qué es lo que te pasa aparte de este percance que te tiene toda alterada?”   “Pues supongo que el hecho de que tengas que partirte la cara con alguien por simple deporte, para demostrar a la gente que eres mejor que los demás y que por ello te mereces un premio.”   “Lourdes eso no es así, no es por eso que lo hago.”   “Bien, entonces explícamelo porque no lo comprendo. A lo mejor es que soy muy cerrada y no entiendo bien lo que es el deporte.”   “En primer lugar tienes que saber que el boxeo es un deporte olímpico, eso quiere decir que tiene reconocimiento internacional, tiene sus reglas, sus árbitros, todo es legal.”   “También son legales las corridas de toros, y mira tú como acaban siempre, con la muerte del toro echando sangre por los cuatro costados, eso sí cuando pillan a algún torero todo son titulares en las revistas pero nunca sale el toro, es un animal anónimo criado para eso.”  Estuvieron debatiendo un buen rato, él con la intención de justificar su lucha, ella tratando de desanimarlo de lo que ella entendió que era “un deporte de bárbaros”,  y de ese modo la sombra la luz del sol fue declinando hasta que les alcanzó la noche. Agustín tenía que volver a casa, no tenía un horario preestablecido pero era de cajón que allí no podía pasar la noche de manera que ahora se encontraba en un pequeño dilema, al día siguiente no podría verla, bien, abría que decir verlas porque también tenía cierto interés por su tía Rosa pero por otro lado tenía que preparar el combate y eso… ¡decisión difícil de verdad! y más todavía sabiendo lo que opinaba Lourdes del boxeo. “¿Qué hago yo ahora?” esa era la incógnita  que planeaba sobre su cabeza, empezaba a estar seguro de que empezaba a querer a esta chica modosa, triste, pero por otro lado segura de sí misma en algunas cosas.
“Bueno Lourdes, tengo que irme, pero en cuanto acabe el combate volveré a veros, te apunto un número de teléfono en esta servilleta, llama en el momento que te haga falta lo que sea, lo dejaré dicho en casa.”   “Así que… ¿vas a pelear no?”   “Sí, comprende que no puedo tirar por la borda todas mis aspiraciones. Es un objetivo muy claro para mí y necesito saber qué es lo que se siente en una pelea de verdad.” sonriéndole le contestó   “Pareces un niño que va a estrenar unos zapatos nuevos, te deseo lo mejor Agustín.” Aquello sonaba a despedida, a un adiós sin paliativos, a un deseo sincero para él, pero de repulsión hacia el modo al que se enfrentaba a la vida, a base de peleas aunque fueran legales para manifestar que él era un hombre superior, un semidiós.
Agustín tenía información de primera mano que revelaba que la lucha en sus diferentes modalidades a existido desde siempre, en casi todos los países del mundo actualmente tienen sus luchadores más o menos profesionales dedicados a enriquecer la cultura de sus pueblos mediante las peleas. Los sumos japoneses eran sus predilectos, héroes locales a los que se les cubre de gloria gracias a la lucha desarrollada dentro de un círculo y que solo consiste en hacer caer al otro fuera de el por los medios previamente estipulados. La ceremonia que acompaña al comienzo de cada combate es realmente digna de ver, pero el perdedor o ganador del combate expresan el mismo respeto mutuo, los japoneses son la leche, la ceremonia del té dura cuatro horas, ahí es nada, o sea que te sientas a la mesa a las cinco de la tarde por decir algo y a las nueve te tomas el té. Algo tendrá el tomar el té en Japón que merece tanto la pena, uno lo piensa detenidamente y la respuesta está en el hecho de que les gusta el té pero también mostrar a los asistentes la riqueza de sus cuencos y vajillas.
Oscar lo llamó cinco veces a su casa y no supieron decirle donde estaba   “Dígale por favor que se ponga en contacto conmigo lo más rápidamente posible, es muy importante.”   “Sí ya sé, es por el combate no?”   “Pues sí mire usted, ha acertado, se lo digo por el bien de Agustín oiga, es un chaval al que aprecio y no quiero que tenga que pasar por las manos de Sico cuando se pone en plan borde, no sé si le ha hablado de él su hijo pero le anticipo que este tío tiene muy mala leche a la hora de que jueguen con sus cuartos. Usted ahora mismo quizás no lo comprenda pero dígale a su hijo que me llame sin falta lo más pronto… mire, déjelo que ya tengo a su hijo aquí, acaba de entrar por la puerta.” Dile que se cuide mucho, le dijo su madre a Damián su padre, pero Oscar ya había colgado el teléfono.   “¿Qué pasa chaval? Llegas tarde y tenemos poco tiempo, me has dado un susto de muerte, pensaba que habías dejado correr el combate y estaba acojonado, no por mí, palabra, más bien por ti por las consecuencias que te hubiera traído el dejarlo en el último momento, si no hubieras venido…”   “Déjalo Oscar, estoy aquí y ahora lo único que quiero es terminar con esto lo antes posible, así que no me comas más la cabeza y haz lo que tengas que hacer.”   “Mira, te voy a pegar una hostia que te reventaré la cara payaso, ¿a qué viene hablarme así, dímelo? Te hablo así porque te aprecio Agustín, no tienes ni pajolera idea de todo lo que se mueve fuera del cuadrilátero chico, ahí hay una serie de intereses creados que mueven cientos de miles de pesetas en combates como el que tú y el cubano vais a tener, hoy no es el caso, pero si progresas en este oficio, vendrán patrocinadores que le pedirán a Sico que hable contigo para que te dejes caer en determinado asalto, o quizás sea lo contrario, que lo sepas, muchos espectadores que saben lo que hay le llaman a esto “tongo”, unas veces saldrás bien parado y otras no. Todavía en otros combates se os dirá a los dos que os dejéis el alma en procurar noquearos y ganar por KO, este mundo es así.”
A Agustín se le vino a la mente entonces, la época de los griegos donde ya se consideraba el boxeo como un deporte olímpico, en el que los luchadores llevaban una especie de guantes metálicos tachonados con puntas de acero que usaban para pelear, y hasta matar a su oponente por medio de golpes en cualquier parte del cuerpo, no había ningún tope de asaltos, ni tiempo para parar hasta que uno de los dos caía fulminado o muerto por el otro, entonces era considerado un gran campeón, había ganado las olimpiadas. ¡¡Que bestias eran esta gente!! Sin embargo esencialmente no hay tanta diferencia entre los griegos y el boxeo del mundo moderno, en primer lugar porque el objetivo es el mismo, y en segundo lugar porque cuando los boxeadores se van calentando encima de un ring, serían capaces de matarse, no es la primera vez ni la última en la que se ven sucesos de este tipo.
¡Qué razón tiene Lourdes en este sentido! Es posible que el argumento que le presentó en el hospital estuviera basado en esto precisamente, la gente nos cegamos cuando nos peleamos incluso cuando hay normas establecidas, y arbitrajes serios. O… ¿están comprados algunos árbitros? también puede ser posible, habida cuenta de lo que le explicó Oscar. ¿Qué era entonces el boxeo, donde se había metido? sencillamente en un mundo de extorsión, de corrupción y de intereses creados. Fue viendo a medida que pasaban las horas que aquello no estaba hecho para él, era una persona honrada, fiel a sus principios y ahora todo aquel sueño de su vida se venía abajo como si fuera un castillo de naipes. En su interior pensó, “gracias Lourdes me has salvado la vida, por lo menos me has abierto los ojos, unos ojos que hasta ahora estaban miopes y de golpe empiezan a ver sin dificultad alguna. Pero la pelea no se podía parar, sin darse cuenta se vio enfundado en una calza morada con una goma ancha que le sujetaba a la vez la zona lumbar, lateral y centro del vientre, no sería la primera vez que un boxeador descontrolado propinaba voluntaria o involuntariamente un golpe bajo, para lo cual solo había las más de las veces una simple amonestación, como a los jugadores de futbol que antes de sacar una cartulina lo llama el árbitro para llamarle la atención y le dice en un lenguaje de señas que se acabó, no pienso permitir que levantes la bota de este modo o que pises a un delantero cuando ha iniciado el contragolpe y ha salido zampando de cara a portería.
Lo que no sabía nadie,  -solo fue decisión suya- era que ese sería el último combate de su vida, tanto si ganara como si perdiera. Después de toda la liturgia que acompaña a la presentación y la pequeña charla con el árbitro, oyó el ruido de la campana que iniciaba el combate, tomó posesión del centro del ring mientras Sico y otros acompañantes vestidos muy elegantemente contemplaban complacidos de momento los movimientos de Chester Casey, habían transcurrido minuto y algo del primer asalto cuando de pronto Agustín lanzó un crochet de izquierda   -golpe semicircular de la mano-  directamente al hígado del cubano que lo hizo tambalearse y caer al suelo sin aliento. Empezó la cuenta y llegado a nueve el árbitro dio por terminado el combate, toda la gente se levantó de los asientos y empezaron a silbar, no silbaban al cubano, silbaban a Chester Casey por haberles jodido el espectáculo y haber terminado de forma tan fulminante con su oponente. Sentado en su rincón el cubano a quién le habían separado el calzón para que pudiera respirar, estaba siendo regado con agua y con una bolsa de hielo en el cogote lo fueron consiguiendo. En primera fila al lado de los jueces estaba sentada una hermosa muchacha de no más de quince años llorando, Agustín se acercó a Facundo Garía y le dijo que lo sentía mucho, por él y por su familia. Los cuidadores de Facundo se quedaron petrificados cuando oyeron estas sinceras palabras de Agustín quién además le dio un fuerte apretón de mano todavía vendada.   “Me cago en mi madre… -eso lo decía Oscar-  y a ti ¿quién coño te ha dicho que lo eliminaras al primer asalto, jodido?” Agustín ni se inmutó, se limitó a mirar a Oscar con cara de aprecio, él sabía que era un mandado más de esa lista siempre inacabada de chavales que como él pasaban por el gimnasio sin pena ni gloria, y si alguna gloria llegaban a tener era exigua, el gimnasio Triunfo nunca dio ningún atleta o boxeador que trajera nombre alguno al lugar, buena parte del material que había allí desde mancuernas hasta bicis de spinning se compraron con el dinero de la esposa de Sico, la señora de Moreno era abogada, ella sí que tenía fama, su bufete se dedicaba a pleitos contenciosos de separaciones y divorcios, ya ves, el ejercicio de moda hoy día en la abogacía, le llovía el trabajo por todas partes de forma que no daba abasto con todo lo que tenía acumulado y siempre andaba de acá para allá viajando y trabajando. Sico estaba convencido de que se estaba trabajando a alguien pues las veces que estaba en casa llamaban repetidamente preguntando por ella, no dejaba de ser curioso, siempre era la misma voz, cuando coincidían en casa y llamaban por teléfono se tiraba no menos de media hora hablando con el menda, seguro que no le comentaba nada acerca de juicios o testigos o cosas por el estilo, pasaba el tiempo sentada en una butaquita que estaba junto a una pequeña glorieta interior de la casa haciendo risitas y diciendo frases inaudibles al resto de los que estaban en casa. En el fondo la admiraba, ya no solo por tener un oficio que requería dedicación y que le costó años de universidad  -lo que implica valer para los estudios-  sino por tener el aprecio y porque no decirlo el cariño de alguien, porque la realidad es que ellos se habían dejado de querer desde hacía mucho tiempo, solo les unían los dos hijos que tenían, Paula y Martín, una golfa y un golfo más, desarraigados de la familia que venían cada dos por tres a casa de manos de terceros o con sus propios coches.
Sico recordaba con tristeza una madrugada en el que él tuvo que asistir a un combate a Madrid, llegó a las cinco y media de la mañana a su casa, un mensaje en el contestador le decía    “cariño me ha sido imposible coger el AVE, mañana estaré de vuelta a eso de las siete de la tarde porque aprovecharé a hacer unas compras en Madrid, hasta mañana, dale un beso a los niños.”  ¿A los niños? Todavía no habían llegado de marcha, cualquier día de esos se encontraría con un problema que al no saber cual sería, tampoco sabía cómo iba a solucionar. Cuando se disponía ir a dormir oyó ruidos abajo, se escuchaban risas, reconoció a su hija Carlota pero estaba acompañada de alguien más y no quiso salir del cuarto  -no fuera que por aparecer en el salón se liara una gorda-  el caso es que Sico se dispuso a tomar una ducha rápida  -se dio cuenta del olor pestilente de su ropa, el jodido tabaco-  se sentía sucio, después de darse un buen gel en el cuerpo a base de algas y de frotarse, con las manos en la pared de la ducha esperó a que esta hiciera su efecto moviendo el termostato hacia abajo, agua fría, dio un respingo todo su cuerpo, después se relajó y pasados unos minutos salió para envolverse en el albornoz, sacó un pitillo del paquete y lo encendió sentado en el  borde de la cama. A ese cigarrillo le sacó todo el jugo, lo aspiró una vez tras otra hasta la boquilla, apagó el resto y se dejó caer sobre la cama, apagó la luz y se durmió.  Dicen que la venganza se sirve en un plato frio, y Sico cuando despertó, estaba dispuesto a que este dicho se hiciera realidad, por lo menos en este caso concreto  -quiero decir, en lo referente al combate de Chester Casey con Facundo Garía-  de modo que se vistió de sport y se encaminó al garaje sacó un BMW cupé y se encaminó al gimnasio, allí le estaban esperando dos tipos, uno de ellos era grande como un armario ropero y el otro por el contrario un hombrecillo casi minúsculo vestido con cazadora y gorra   “Joder ya era hora que aparecieras… pensábamos que te habías escapado al culo del mundo.”   “Eres muy gracioso… ¿Qué te parece si vamos a dar un paseo los dos? yo todavía no he desayunado y tengo un hambre de mil demonios.”   “No gracias, nosotros ya nos hemos preparado antes de salir del local ¿verdad Dioni?  -el grandullón asintió sin mover un músculo de la cara-  vamos a lo que vamos Sico, creo que no te tengo que recordar la pasta que me debes…”    “¿Qué me tienes por gilipollas?”   “No qué va, te tengo por lo que eres, un perdedor irrecuperable, ja,ja,ja,”    “Oye no empieces así porque si no vamos a dejar a tener tratos tú y yo.”   “Pues encantado de la vida oye, hay gente por ahí que se parte el alma por negociar con este humilde servidor.”  -Dioni no pudo evitar reírse a placer-   “Coño jefe, tiene usted unas frases a veces que…”   “Bueno Sico, ¿voy a cobrar o no?.”   “Claro que sí, lo que pasa es que hoy siendo domingo me pillas un poco fuera de juego.” No dejaba de pensar en Agustín y la madre que lo parió, ¿porqué tuvo que terminar el combate esa manera? Fue como si una fuerza sobrehumana lo hubiera poseído en un instante, lo lógico era que dejara que se calentaran durante un par de asaltos para que Facundo entrara a matar con su gancho de izquierda y lo dejara tendido en la lona como una manta, sin ninguna posibilidad de reacción. De todos era conocido que Facundo después de acertar el primer gancho lo remataba sujetando al contrario por el cogote para darle los golpes definitivos que los dejaba KO. Todos conocían esa faceta de Facundo Garía menos Agustín a quién ni siquiera Oscar su preparador le transmitió. Eran órdenes de equipo, Sico le dijo a este que no le dijera nada al respecto y claro el sueldo de Oscar lo pagaba Sico.
“Oye no me vengas con frases futbolísticas que no entiendo de esto, venga espabila y paga, sabes bien que si hubiera sido al contrario te habría despertado con el olor de la pasta, la llevaría en la cartera. Si este no es tú caso amigo mío tienes un problema, no solo dejaremos de hacer tratos sino que te sacaré los euros que me debes de las costillas.”   “No hace falta que me amenaces maldito cabrón, si me pones de mala leche y entras por esas veredas vamos a terminar…”   “¿Dónde, en lo alto de un ring? no me toques los huevos Sico, paga que tengo un compromiso en mi casa de la playa con unos amigos, no dilatemos más este asunto.”   “¡Que hoy no puedo tío! Como quieres que te lo diga?  -Remigio alargó las manos como establecer una tregua-  “Mañana a las nueve en punto estará este aquí para cobrar –señaló a Dioni- saldrá del gimnasio con el dinero ¿de acuerdo? ni una palabra más, ha, y olvídate de mí.”
Nadie lo vio, pero Sico estaba sudando a mares, era una de esas personas que no estaba acostumbrada a perder sin más, ahora le tocaba darse prisa para hacer lo que en otras ocasiones él había hecho pero en sentido inverso. Ni siquiera se despidió de Oscar que vivía en el gimnasio y a quien le dolió mucho saber que Agustín pagaría el pato de alguna forma. Durante toda la conversación estuvo con las manos detrás de la espalda, sujetando una comba que había ido trenzando hasta dejarla reducida a un pequeño látigo de cincuenta centímetros de largo. Evidentemente, las menos de las veces, se podría decir que había he uso de este sistema cuatro o cinco veces, que él recordara, para “poner orden” entre su jefe y otra gente que en su tiempo lo habían amenazado, pero ahora ya no era lo mismo, no tenía la juventud ni el motivo para hacerlo  entre otras cosas sabía perfectamente quién era Sico, o más bien en qué se había convertido.
Entre tanto Agustín llevaba horas en el hospital llevando consigo una bolsa de deportes que metió en el pequeño ropero que correspondía a la señora Rosa. Lourdes estremecida por volver a verlo casi se echa a llorar, ¡se encontraba tan protegida a su lado…!, no le hizo pregunta alguna cuando lo vio de nuevo, solo se acercó de forma tímida y lo besó en los labios, Agustín sintió entonces toda una procesión de gusanillos que subían por su espalda hasta quedar esparcidos por su cabeza. El la miró a los ojos en ese instante y descubrió unos hermosos párpados,  tras ellos dos ojos iluminados por el mismísimo cielo que lo atraparon sin más, la señora Rosa había vuelto en sí y desde el frio cabezal metálico de la cama los miraba complacida, seguramente pensaría en sus tiempos jóvenes cuando cautivara con su cuerpo y su mirada a otros jóvenes de su tiempo en los bailes, ferias, o salidas furtivas de su casa para encontrarse con alguien bien parecido y aprovechar sin ser vistos el umbral de alguna escalera, para derramarse como la espuma de la cerveza por el lado del vaso sin poderlo evitar. Lourdes le pasó la mano por la cara echando hacia atrás unos mechones de cabello que desdibujaban su rostro, ella lo quería ver en ese momento de forma completa, sin saber porqué comenzó a examinarlo con sus bonitos ojos mirando cada pequeño surco de su joven rostro, él sin saber la razón le preguntó sin más   “Oye cosa linda, ¿quieres que te enseñe la dentadura para que te asegures de que haces una buena adquisición? y rieron los dos en voz baja.”
En ocasiones no hace falta hablar de amor, ni de cariño, solo una simple atracción basada en el comportamiento de las personas puede perpetuar una alianza. Al día siguiente la señora Rosa tenía que salir del hospital y Agustín en el trabajo recordó que apenas tenían medios para sobrevivir aquellas dos mujeres, por lo menos esa fue la impresión que le dio cuando vio devorar a Lourdes lo que había comprado para comer en el hospital. “¡¡Que cacho de idiota he sido!!” se decía para sí.   “Ni siquiera le he preguntado donde viven, ¿Cómo se puede ser tan necio?” ese pensamiento lo acompañó durante todo el día, su mal humor lo pagaron un par de obreros que estaban bajo su control a quién les gritó sin ningún motivo. Lo solucionó a su manera, hablando con su padre por la emisora de la empresa y poniéndole un poco al corriente de lo sucedido, este le hizo saber que dejara a Rogelio al cargo de todo y él lo arreglaría con el jefe de personal cuando llegara a la base. Agustín echó a correr después de hablar con su padre y hacer lo que le dijo quitándose el mono de trabajo haciendo un ovillo con él dejándolo en el todo terreno que usaban. Cuando estaba a dos manzanas del lugar donde estaban reparando un transformador de corriente, recordó que tenía la bicicleta en la obra dio marcha atrás y saltando sobre ella se dirigió al hospital, seguro que allí tendrían una dirección de referencia. En admisiones le dieron las señas y de nuevo sobre la bici se lanzó entre el tráfico en busca de la calle y el número que le dijeron, cuando llegó al sitio le pareció que entraba en un sub mundo, un lugar que él creía que no existía en la ciudad, casas que se caían de los desconchones en la pared y los balcones atiborrados de geranios, que olían a todo, a suciedad de alcantarilla, a humanidad, a cien clases diferentes de personas y razas que inundaban las calles y comercios, donde se podía adivinar que llevaban años sin vender ni un solo paquete de arroz de los que había expuesto en las vitrinas. Zapaterías con carteles de ofertas de calzado de la época de cuando Franco era cavo, y allí casi en una esquina por la que daba miedo pasar por razón de que la farola no te callera en la cabeza estaba el número dieciséis de la calle Porta Franca, menudo nombre…, llamó al portero automático descolgado de la pared y apañado con cartones y cuñas de madera para que quedara visible,   “Diga, ¿Quién es?”   “Soy yo, Lourdes, ábreme por favor.”   “Pero… ¿y cómo…?”   “Quieres abrir ya mujer…”  Cuando se vieron después de que él subiera trotando las escaleras hasta el segundo piso, se abrazaron y se besaron, si cabe, ella con más sentimiento que él.   “¡Qué haces aquí Agustín! ¿Cómo nos has encontrado?”   “Tenía necesidad de saber como mínimo donde vivís ¿no te parece?”   “¿Quién es cariño?”   “Nadie tía, bueno quiero decir que es Agustín.”   “Oye ya me habías asustado, eso de nadie me ha llegado.”   “Pasa tonto, es que hace muchos años que no recibimos visita alguna.” A Agustín esa observación le pareció una exageración y al tratar de rebatirla ella lo enfatizó de nuevo, al parecer no exageraba lo más mínimo, después de preguntarle porque, ella se limitó a encogerse de hombros y miró con auténtica candidez a su tía que permanecía medio echada en un viejo sofá de pana raído. Lo cierto es que no le sorprendió, hacia juego con la casa y si apurabas, con el mismo barrio, sucio y con un olor a viejo, a rústico se diría que penetraba por las ventanas de las narices costando acostumbrarte a las nuevas olores que venían de afuera. Se escuchaban voces y gritos, tacos que salidos de bocas masculinas y femeninas, niños llorando desesperadamente y otra vez de nuevo, olor de potajes y de alcantarillas mezclados en una singular danza.
Cuando se hubiera sentado junto a la mesa de fórmica del comedor en una silla sobre la que tenías que hacer un poco de equilibrios, Lourdes pasó a decirle   “Quizás pienses que llevamos una vida austera y hasta mísera pero no es así, permíteme que me anticipe a tu opinión, este barrio es para nosotras dos, el mejor que pueda existir. Cuando llegamos aquí, hace de esto ocho años, veníamos huyendo del maltrato de mí padre, un borracho derrochador y putero que, no conforme con esto, se dedicaba a abusar de mi hermana y de mí, mi madre jamás creyó lo que le decíamos por lo tanto no tomó medidas contra él. Creo que en el fondo por el hecho de que necesitaba su sueldo para poder tirar para adelante con la familia, ¡vaya contrasentido! ¿no te parece? Fue mi tía quién me rescató de aquel infierno, ella llevaba cuatro años viuda…”   “Oye niña, ¿quién te ha dado permiso para hablar de mí?” se quejó doña Rosa,   “Tía yo confío en Agustín, es más, le quiero.” Bajó la vista cuando soltó esta corta frase, mientras que Agustín ahora se sintió incómodo al oír de sopetón esa aseveración.   “Sí Agustín, no siento decírtelo, muy al contrario, estoy orgullosa de haberlo hecho. Ya sé que a lo mejor piensas que estoy loca o que me he precipitado, pero creo haber dicho lo que mi conciencia me dicta.” Agustín se sintió abrumado por lo que acababa de oír, por un momento pensó que estaba en otro mundo. Comenzando por el barrio y su entorno y terminando por aquellas dos mujeres, le pareció que estaba soñando, sin embargo hasta el momento era un sueño bonito, hermoso, no quería despertar de él.   “Mi tía es una mujer de mucho carácter pero con el tiempo lo ha modificado, de tal manera que desde que vivimos aquí no encuentra el momento para ella misma y no hace otra cosa que dedicarse a ayudar a los que sabemos que están en situaciones precarias. Bueno no creas que somos monjas de alguna orden religiosa, de eso nada, pero con la pensión que recibe mi tía, comemos dignamente y vivimos aquí en este barrio alejadas de la clase de vida que llevábamos anteriormente con el solo fin de poder ayudar a gente que ha pasado por lo nuestro. No creas que la vida de mi tía ha sido fácil, desde que se casó ha tenido que luchar contra la sociedad de su tiempo, gente de la burguesía que no hacían más que organizar fiestas y sorteos benéficos con el fin de observar quién asistía y como iba vestido. Creo sinceramente que ahora cree en lo que hace por primera vez en su vida, lo hace de todo corazón y sin esperar nada a cambio ¿no es fantástico?”   “Esto está muy bien, pero… ¿no crees que podríais estar viviendo en otro lugar más curioso? Imagínate que necesitarais algo de manera urgente, me consta que este barrio no es frecuentado por la policía es peligroso Lourdes. Incluso para tu tía que merece la mejor de las atenciones, personalmente yo haría lo que fuera en tú caso para que estuviera en un lugar más seguro, con más comodidades, con algo más de confort.”  
“Hay muchacho, si tú supieras lo que realmente es la seguridad, comodidad y confort… esto solo existe en nuestra imaginación, esto es como el dinero, quien tiene mucho, más debe preocuparse por conservarlo y en consecuencia desea más. Créeme, se de lo que estoy hablando, esta vieja ya ha pasado por estas etapas de la vida y siempre me ha demostrado lo mismo. No quiero decir con esto, que los que tienen posesiones sean de la cuantía que sean, sean personas sin sentido de lo práctico, pero… he visto grandes fortunas cambiar de manos en un chasquido de dedos, sin darse cuenta a quién las poseía, que el rumbo de sus vidas hacía un giro de trescientos sesenta grados, quedando sus pequeñas barquichuelas expuestas a las tormentas de los acontecimientos diarios.”   “Lourdes, tu tía parece ser una persona que rebosa sensatez por los cuatro costados, bueno a decir verdad no sé si es sensatez o conformismo ante todo lo que le pueda haber sucedido, pero indudablemente es ejemplar ¡cuántos quisieran tener esta lucidez y capacidad de deducción! Y por otra parte ¡cuántas cosas no deben haberle pasado a lo largo de su vida!”   “Es cierto Agustín, pero ¿sabes cuándo lo pasó realmente mal? cuando estuvo durante un tiempo viviendo con nosotros y pasó por todo lo que veía cada día sin poder hacer nada o poco por remediarlo, mi tía fue siempre el único refugio que tuve siempre de manera incondicional, hasta que cuando me llegó la mayoría de edad me resolví a marchar de casa con ella y vivir juntas. Casi desde que nací fue la mayor liberación que he tenido en la vida, por eso ahora está recelosa de que cualquier hombre se acerque a mí, no le sirve ninguno, a todos les ve defectos, pero siempre le insisto en que todos tenemos defectos y que para prosperar en la vida hay que fijarse en las cualidades de las personas, no hay nadie que sea perfecto, y si potencias las cualidades los defectos se empequeñecen y hasta desaparecen.”   “Lourdes, ¡me gustaría tanto que iniciáramos una relación! bueno, no quiero que tomes lo que te digo como una máxima, pero podemos conocernos mejor y dicho sea de paso, ver que es lo que opina tú tía sobre mí ¿qué te parece?”
“Vaya con los tortolitos, ¿qué creéis que porque lleve la cabeza vendada no me entero de lo que estáis tramando?” Rió la tía de Lourdes y Agustín no pudo evitar ir hacia ella y darle como pudo un caluroso abrazo.   “Procuraré tratarla como una princesa señora Rosa…”   “De eso nada, de procurar nada, trátala como una princesa, que bien merece ser un poco feliz. Jamás he tenido que decir de ella ni así  -hizo un gesto curioso con las puntas de los dedos de la mano que estaba libre- y no creo que te dé motivos de queja a ti tampoco. Ahora ir a tomar viento fresco, que tendréis que deciros muchas cosas, y procurad ser buenos.”   “Pero tía ¿y si te hace falta algo? No puedo marchar y…” No esperó respuesta, se levantó de su reclinatorio y fue hasta donde estaban los dos, cogió a su sobrina por los hombros y dándole un pequeño apretón le dio un beso en la frente.   “Lo ves? soy perfectamente capaz de valerme por mi misma, por lo menos durante un buen rato. Lo que pasa es que quiero que siempre estés a mi lado porque me gusta que me mimen, venga, venga, no perdáis el tiempo.” La señora Rosa entonces, se volvió a tumbar, no se tenía en pié la pobre, le dolían hasta las pestañas de los ojos y ahora quizás le dolerían un poco más porque se echó a llorar pero en este caso era de felicidad, ¡hacía tantos años que necesitaba ese desahogo…! Se echó a pensar en cuantas cosas buenas le iban a pasar de ahora en adelante, que estaba por fin acompañada por alguien a quien ella sin ningún tipo de presión había escogido, que aquel era un buen luchador para enfrentarse a situaciones difíciles a pesar de su juventud. Solo esperaba que la diferencia de edad no fuera obstáculo para seguir adelante, al fin y al cabo… lo que no tiene uno en la pareja debe tenerlo el otro, la pareja debe ser un núcleo en el que los dos se complementan, no como le sucedió a ella, un elemento suplementario.
Ya en la calle a Agustín le pareció que aquel barrio olía a rosas y que era un jardín flotante como los de Babilonia fijándose en las macetas de simples geranios y alguna que otra variedad de pitiminís y cactus raros. La cogió de la mano y andando la miraba fijamente, ella con la vista al frente y sonriendo, él con la boca entreabierta cayéndosele la baba con la vista puesta en su sonrisa, hasta el punto que tropezó con una señora que salía de una tienda con un carrito y a punto estuvo de arrollarla, la mujer le lanzó cuatro improperios y entonces se serenó un poco. Pensó de inmediato en la señora Rosa que fue al suelo por menos que todo eso, salieron poco a poco del barrio hasta que llegaron al frente de una iglesia, justo al lado una terraza se les ofrecía para sentarse y desacelerar sus corazones.   “Vamos a tomar algo Lourdes, paga la casa.” Rieron de nuevo.   “Es que ahora mismo no sé que tomar…”   “Ya se te ocurrirá algo ya verás.” Estaba lleno de guiris, una gran mayoría japoneses, o chinos, o coreanos, ¡que más da! Juntaron las sillas donde se tomarían el refresco y al poco llegó el camarero, él pidió una cerveza sin alcohol y ella una naranjada.   “Pónganos también unos chocos y unas bravas.”   “Oye Agustín, ¿vas a tirar la casa por la ventana? que despilfarro, con lo que te vas a gastar aquí podrían comer dos familias de forma sencilla un par de días.”   “Puede, sin embargo me gustaría que tuvieras a bien el pensar en el hecho de que también tú podrías ir en cueros y no salir de casa con el fin de dar tú ropa a personas que no la tienen. Has de reconocer que es algo parecido ¿no?”   “Pues sí, ciertamente es verdad, pero quítate de la cabeza que cuando me vengas a ver la próxima vez a casa me veas en pelota picada.” Rieron a placer los dos, hablaron de muchas más cosas, lo cierto es que fue ella la que habló más que él, tendría más cosas que contar. Hacía mucho que no se desahogaba con nadie de su edad y mucho menos con Agustín al que empezaba a querer de forma tan honrada como fulminante.
Sico marchó hacia su casa muy nervioso pensando en cómo iba a reunir dieciocho mil euros en un día, bueno, ahora en menos de un día. Llegó a su casa y comenzó a dar vueltas alrededor del salón y luego del jardín, se sentó en todas las sillas y butacas de dentro y fuera de la casa, se sirvió diferentes bebidas con hielo y sin él en diferentes vasos que fue esparciendo a medio consumir por toda la estancia y de pronto de le ocurrió sacar una agenda del cajón de su despacho para buscar un número de teléfono nerviosamente, cuando lo encontró y marcó el número con el aparato de mano, puso una mano sobre el auricular y suspiró profundamente, esperó unos cuantos toques de llamada hasta que una mujer contestó   “Oficina de Acer Plast, digame…”   “¿Qué tal Yolanda? soy Sico.”   “Hola como está usted?”   “Bien, oye, está por ahí Julio?”   “No sé, déjeme ver…”   “Oye hermosura que no soy cualquiera por favor, necesito hablar con él.”   “Vale, pero es que esto es muy grande y tiene muchas puertas de entrada y salida además de los obreros, puede estar en cualquier parte, espere por favor que lo llamo por el intercomunicador.”  Esperó casi cinco minutos hasta que al final  su amigo Julio se puso al aparato   “Hombre tío… ¿Qué es de tú vida, cuanto hace que no hablamos? me alegro que te hayas acordado de mí, aunque ahora me pillas con mucho trabajo. Quedamos un día para cenar los cuatro te parece?”   “A, si claro, pero escucha antes de colgar tengo que hablar un momento contigo de un asunto que es de vida o muerte…”   “Joder, no me asustes Sico, espera un momento que me pillas hablando con una gente y te llamo enseguida al móvil.”   “Julio en serio, que me va la vida tío.”   “Que no te preocupes hombre, palabra de que en menos de media hora ventilo este asunto y te llamo.”   “No me falles por favor.”   “Espera no te retires.” Escuchó que le daba ciertas instrucciones a su secretaria y entonces le preguntó preocupado de que se trataba   “Me he pillado los dedos con una pelea y necesito tú ayuda, el cabrón del boxeador me boicoteó el plan y ahora le debo un dinero a un prestamista al que debo pagar mañana a las nueve en punto sin falta.”   “Entiendo, y ¿de cuánto se trata?”   “De dieciocho mil euros contantes y sonantes.” Se oyó un silvido al otro lado del auricular… “Joder… en menudo embolao te has metido Sico, chico no te puedo ayudar, sabes que este negocio que regento es una sociedad anónima y no puedo disponer de estos fondos.” La voz suplicante al otro lado del aparato lo conmovió pero… personalmente no podía tampoco disponer de esta cantidad, Julio como buen negociante que se precie había puesto su patrimonio a nombre de su mujer y de su suegro quién le ayudó a montar el negocio.   “Hostias Sico, que mal me sabe, no se me ocurre como ayudarte en este aprieto.”   “¿Aprieto dices? ¡Que esta gente me pegan un tiro y se quedan tan anchos! me cago en la puta que parió a este chaval, cuando lo pille, yo sí que le partiré en dos a este mal nacido.”
Fidel y Federado estaban rodeados de otros compañeros más o menos de su edad y discutían sobre el combate que el día anterior había ganado Agustín o Chester Casey, como se quiera, como en todos los grupos aficionados a cualquier deporte, siempre hay defensores y detractores, no podían faltar en este caso en concreto algunos de los últimos que aseguraban que el combate estaba amañado. A Fidel casi le salen uñas de león con tal de defender a su nieto mientras que Federado lo observaba como siempre admirado sin perder detalle de todo cuanto discutía su amigo con una lógica aplastante.   “¿Sabes lo qué te pasa a ti necio? que lo único que sabe hacer bien tú nieto es pincharse en la vena, imbécil, que eres un imbécil.”   “Mira Fidel… no me provoques.”   “Que no te provoque… vete a la mierda viejo cuernudo.”   “Me cago en dios…”   “He, deja a dios tranquilo que si nos está viendo tendrá cosas mucho más importantes que hacer, anda que va a dedicarte tiempo a ti berzotas, vete a cagar al rio anda. Y que conste que te he llamado cuernudo porque es verdad, ¡la de veces que me he tirado a Martina en tú cama mientras limpiabas botellas en la fábrica de embases…! pero estate tranquilo que nunca se me ha quejado, la tienes bien enseñada.”  Algunos pensaban que Fidel abusaba de la talla de su inseparable amigo Federado, un metro noventa y cien kilos de peso son una buena fuerza disuasoria para cualquiera, a pesar de que todos tenían más o menos la misma edad. El talante del abuelo es una buena referencia de cómo defendía los intereses de él y de los suyos ¡a él le iban a enseñar cómo tratar los asuntos diarios, vamos hombre, ni que fuera tonto!. Federado como siempre le daba la razón, a cualquier precio, pero le daba la razón. Para Fidel no cabía la lógica, solo el tú me dices algo que no me gusta, yo te contesto, y con lo primero que se me viene a la cabeza. Nunca fue un hombre infiel, cuando se tiraba a Martina  -porque es cierto que se la beneficiaba-  ya era viudo, demasiado joven para tener la pistola guardada en la cartuchera, cuando podía la usaba y punto, bueno tampoco es que fuera por ahí violando a nadie o  seduciendo porque sí, solo que cuando alguna mujer incluyendo a las vecinas se dejaba camelar un poco allí que entraba él. Su doctrina entre otras era que no se debe dejar a nadie descontento en esta vida, luego vienen los gusanos y devoran lo que tú no has sabido aprovechar. Por ejemplo… respetaba a las moscas, si como lo oís, las respetaba, es más, cuando en época de verano eclosionaban los huevos él decía que no las espantáramos que ellas también tenían que comer y vivir. Uno puede pensar… que asco, pues no, si estaban ahí era por algún motivo, un día le dijo a Agustín   “Piensa chaval que comer mierda es bueno, millones de moscas no pueden estar equivocadas.”  Cágate, así era el abuelo de Agustín, lo que pensaba lo decía, y lo decía alto y claro para que no hubiera confusiones.   “Si alguien cree que me va a organizar la vida lo tiene claro, cuando alguien me demuestre que lo tiene todo bajo control ya hablaremos, pero mientras tanto… a cagar al rio.”
Después de ducharse y cambiarse de ropa, Agustín que se disponía ir a ver a Lourdes recibió una llamada de teléfono, su madre le dijo   “Preguntan por ti cariño…”   “Diga… hombre eres tú Oscar, mañana pensaba pasar por ahí a veros para ver que tal estáis todos, ¿qué me cuentas?” escuchó con atención, con interés, y puso cara de susto después de escuchar lo que tenía que decirle Oscar   “Y eso ¿porqué? no lo entiendo… bien, pues le dices que mañana a las ocho y media estaré allí, gracias por el aviso Oscar, eres un amigo. Si hombre no te preocupes que me cuidaré.” El abuelo estaba sentado en el sofá y Aurora, su madre preparaba la cena, su padre estaba en el bar abajo tomando un vino como cada noche después de plegar del trabajo. Fidel le preguntó si todo iba bien y él contestó que sí que no se preocupara.   “Mamá salgo, no me esperéis a cenar que me esperan unos amigos.”   “Pues te lo pondré mañana para el desayuno, son filetes rusos.” Salió a la calle y puso la directa hasta la parada del bus, bajó en el lugar oportuno y caminó unos cientos de metros hasta la calle Porta Franca, cuando llegó al portal llamó con cuidado de no desmontar la botonera de los pisos y esperó.   “¿Diga?”   “Soy Agustín Lourdes, abre por favor.” Llegó arriba y ella le estaba esperando en el rellano, en cuanto pisó el último escalón se echó a sus brazos y se besaron profusamente   “Hola hermosa mía ¿cómo va todo, que tal se encuentra tú tía?” Lourdes rió fuerte y él se quedó serio mirándola   “¿Te has dado cuenta que acabas de hacer un verso.”   “¿He?”   “Si hombre, -hermosa mía como está tú tía- mía tía, ¿lo pillas?” El rió también y se besaron nuevamente, no escatimaban espacios dentro de sus bocas ni elementos que estimularan su afán de estar juntos. En muy poco tiempo sentía que aquella relación tenía que afianzarse hasta el punto de manifestarla abiertamente a todos, ese era su deseo y determinación, sería consecuente con la decisión que había tomado.
“Lourdes escucha,  -habían entrado en la casa y él le tenía la mano cogida, se sentaron después de darle un par de besos a Rosa, esta había bajado el volumen de la tele, delante de su tía le dijo-   “Estoy seguro de mis sentimientos hacia ti a pesar del poco tiempo que hace que nos conocemos, de manera que te tengo que pedir… si quieres ser mi prometida, me expongo a todo y lo sé, es por eso que te quiero pedir que lo pienses, sabiendo la relación que te une a tu tía que es una madre pare para ti, te lo pido delante de ella. Tú decides, lo que quieras que seamos… seremos, amigos o prometidos  pero quiero hacerte saber que te quiero.” A Lourdes se le inundaron los ojos de lágrimas y Agustín no pudo menos que pasar su pulgar por debajo de sus ojos como para evitar que aquel maravilloso rostro se mojara con lágrimas. Digo maravilloso por razón de que a los que nos enamoramos por primera vez todas nuestras parejas nos parecen simplemente perfectas, los pequeños temblores, los escalofríos cuando le cogemos la mano o tocamos alguna otra parte de su cuerpo… todo eso hace que nuestras emociones se alteren, y a menudo nos traicionen, nos delatan como si fuéramos niños pequeños a los que acaban de hacer un regalo muy deseado, y rompemos el envoltorio para dejar de adivinar que es lo que contiene. Así lo explico porque así me sentí a menudo cuando de chico con motivo de alguna fiesta me hacían un regalo muy deseado. No quieres que nada ni nadie máltate aquel objeto valiosísimo para ti, motivo de deseos ocultos, sin querer comparar a Lourdes con ningún juguete, esa es la impresión que probablemente tuvo Agustín, bajo ningún concepto permitiría que a partir de entonces nadie le hiciera daño.
La señora Rosa interpretó aquella petición de mano  -oficial-  como la pérdida de su mejor pupila, la pérdida de una hija, pero por otro lado la obligación de la vida, la vida ofrece diferentes caras y muy a menudo no podemos elegir con cual nos vamos a quedar, es sencillamente una imposición, sino no sería vida. Ella lo sabía bien, en sus años de juventud se había dedicado a la enseñanza y ¡cuántas veces no enfatizaba este hecho!   “Debéis saber escoger qué camino tomar, la vida es larga y corta a la vez, la libertad con que se nos ha dotado exige que tarde o temprano caminemos solos, en todo el reino animal se ve y vive este acontecimiento, unas veces son los hijos los que abandonan el hogar y el calor de sus padres, en otros, son los propios padres los que los dejan para enseñarles que a partir de entonces son ellos los que deben demostrar que aptitudes tienen para cazar como se les ha enseñado, aparearse como han visto y criar hijos como ellos lo han sido, no olvidéis jamás que esto es una imposición en el reino animal del que formamos parte.” Ahora faltaba, la respuesta de su sobrina, ¿qué decidiría? Agustín era la mejor persona que podría encontrar, sin embargo ante esta situación ¿qué futuro le esperaba a ella, el de acabar sus días en una residencia de ancianos? Cualquier persona de su edad que se ha sentido querida durante tantos años, mimada por unas manos como las de su sobrina que eran a buen seguro insustituibles no aceptaría de buen grado esa solución. La respuesta a ese aparente problema llegó de labios del propio Agustín, se acercó a la señora Rosa y sin aspavientos ni ínfulas de clase alguna por su parte, poniéndose en cuclillas ante ella    “Rosa quiero que sepa una cosa referente a usted, la misma lucha que me lleve a cuidar de su sobrina será también para usted, sepa que si en un futuro más o menos lejano hallamos la solución para que salgan de este barrio porque su sobrina me acepte, usted irá siempre delante nuestro, como si fuera la bandera de referencia en la batalla ¿qué le parece?” Esto último lo dijo sin dramatismos, muy al contrario, hacía un paso marcial poniéndose una escoba que estaba a mano sobre el hombro y haciendo como que desfilaba levantando el brazo a la altura del pecho, como los legionarios. Les hizo saber que planes tenía y donde se proponía vivir con las dos.
A última hora de la noche Julio llamó a Sico, este se sorprendió un poco, era medianoche y aunque no podía dormir no esperaba aquella llamada   “Sico he estado pensando en tú problema y creo haber hallado una solución.”   “Venga, venga desembucha ya hombre.”   “Podemos solucionar este asunto si cedes el gimnasio a mí hijo y a mí, te sacamos del apuro mañana por la mañana y nosotros pasamos a gestionar el gimnasio…”   “Pero… ¿tú sabes lo que estás diciendo Julio? Es el trabajo de media vida el que tengo metido en este negocio, y ¿me pides que por dieciocho mil euros lo eche todo por la borda?”   “No es exactamente como tú lo ves, sencillamente es una cuestión de supervivencia, si no lo entendí mal, si no pagas mañana quizás no tendrás otra oportunidad de ver el sol. Por lo menos es lo que tú mismo me dijiste, que era una cuestión de vida o muerte, a no ser de que me estuvieras vacilando, y no creo que este sea el caso, tú decides, o me lo dices ahora mismo o mañana a la hora que te convenga, eso si estás en condiciones.” Esperó un momento la respuesta, entendía que no era fácil tomar una decisión así pero por si acaso su abogado ya tenía preparados todos los papeles para ir a firmar a la notaría y el talón al portador dentro de la cartera.   “Julio, lo que me propones es una putada, ¡cómo se puede ser tan cabrón! No hace falta que te diga la opinión que tengo de ti ahora mismo…”   “Bien entonces no hay nada más que hablar amigo Sico, que te vaya bien.”   “No, no, espera. Nos vemos ahora o de aquí a un rato donde quieras, todavía estoy vestido y estoy dispuesto a todo, ¡tú no sabes con quien me he jugado los cuartos esta vez!”   “Me lo imagino, solo hace falta oírte hablar para saber que no te toca la camisa al cuerpo. Dentro de una hora nos vemos en el drugstore de Palacios con Lorca.”  Ahora le tocaba decirle a Oscar que tenía que prescindir de él, que buscara un domicilio donde ir porque había nuevos dueños, no sabía la intención que Julio tenía en lo referente al gimnasio, malditos golpes que da la vida, jamás se hubiera imaginado caer tan bajo con lo que él había llegado a ser, por lo menos en su imaginación. A la hora convenida llegó al drugstore y en la coctelería se pidió un bourbon seco, bebió un sorbo apenas cuando una mano por detrás de la espalda le llamó la atención   “Bueno Sico, te veo muy bien chaval, claro que con un gimnasio como trabajo diario cualquiera puede estar en forma, no me lo digas, tú eres de los que  no lo usa. Joder, ¡con lo bien que me iría hacer un poco de ejercicio para desconectar de toda la mierda del negocio diario! ¿Cómo está Gloria? Seguro que hecha un primor como siempre, mira que tuviste suerte de encontrar a esta mujer Sico, tío es que lo tiene todo, buen tipo, culta, inteligente, buena madre…”   “¿Qué has comido hoy, lengua? Venga ya, deja tanto parlamento y tanto cumplido para otra ocasión Julio, vamos a lo que hemos venido para poder conciliar el sueño de una puta vez, aunque yo ya me sé de uno que quizás lo celebre por todo lo alto.” Pero todavía quedaban más sorpresas para Sico, después de diez minutos de estar sentados tranquilamente hablando, una mano le golpeó la espalda a manera de saludo   “Bueno ya estamos todos  -Sico volvió la cabeza y se encontró sin levantarse con el rostro de Remigio-  Julio, haber cual es ese negocio que me propones….”  Sico no salía de su asombro ¿qué coño era aquello una encerrona?    “¿Se puede saber de qué conoces a este  -la pregunta se la dirigió a Julio-  hampón?”   “Te aconsejo que no faltes al respeto a la gente de bien, sabes muy bien que yo no soy ningún hampón, solo presto dinero a la gente para que luego cumplan con sus compromisos, nada más.”   “Bueno señores… dejemos la fiesta en paz, aquí no hemos venido a discutir sino a buscar soluciones para este pequeño problema que le ha surgido a un amigo común.” Echando mano a su blazer con la mano por fuera indicó que llevaba el dinero para completar la transacción de la que habló por teléfono con Sico Moreno, ¿qué propósito tenía entonces el que estuviera allí Remigio?    “¿Cómo es que está ese aquí qué pinta?” Julio le contestó sin ambages   “Bueno  Agustín, has de reconocer que es parte interesada en todo este asunto, de forma que ha venido invitado por mí. Fue Oscar el que me dio su teléfono a petición mía, comprenderás que tenía que asegurarme de que todo estuviera en orden, él fue el que me dijo que era cierto que Remigio había venido a exigirte determinada cantidad y que solo tenías unas horas para devolver el dinero, así que me dije ¿porqué no lo invitamos a la fiesta?”   “Menudos sois los dos, a eso le llamo yo una encerrona…”   “Cuidado Sico, vas por el camino equivocado, en lo que se refiere a mí he venido a ayudarte, cualquier otra cosa que pienses o digas puede actuar en tú contra. Mira, en principio estos son los papeles que debes firmar, ahí se especifica el traspaso del negocio y quiénes serán los nuevos administradores. Puedes leerlos con detenimiento si quieres pero te aseguro que todo está en orden, olvida las causas que te han traído a hacer esto, mira la cara positiva de las cosas y piensa que ya está todo resuelto. Puedes comenzar de nuevo con un negocio similar con otras miras, deja de lado el boxeo, hazme caso que por lo que se ve no es lo tuyo. He estado hablando largo y tendido con Oscar, es una gran persona, por esa razón he decidido que no se vaya del lugar que ocupa, estate tranquilo, después de tantos años al servicio tuyo sería injusto que se le echara a la calle, además es un buen ojeador de nuevas promesas y eso es de apreciar hoy día.”   “¿Y qué papel jugará en el organigrama ese pedazo de cabrón?”  Señalaba a Remigio que ahora a diferencia del día anterior esbozaba una sonrisa permanente.   “Bueno, comprenderás que eso quede entre nosotros, al fin y al cabo lo que te debe interesar es que quedas en paz con él. ¿Firmas o no?”  Sico solo se limitó a releer por encima el acuerdo sin reparar en las clausulas que conformaban el contrato de traspaso, firmó y acercó de un empujón todo el mamotreto de papeles a Julio. Su cara reflejaba un fondo que nadie de los presentes podía interpretar, con las mandíbulas apretadas hubiera deseado dar una paliza a alguien pero ¿a quién?  Julio después de repasar que todo estuviera firmado y que no quedaba nada pendiente sacó de su blazer un sobre alargado que dio a Remigio. Julio le hizo saber que eran billetes de cien euros menos cuatro que eran de quinientos, este los contó con discreción poniendo el sobre entre las piernas. Cuando hubo terminado todo se levantó y le dijo a Sico   “Haber si aprendes de una puta vez, los negocios están hechos a medida de quién los sabe llevar.” Sico lo miró con desprecio y levantó el dedo corazón de su mano derecha sin dirigirle ni una sola palabra.
“Me gustaría mucho que pudierais venir a mi casa y conocer a mi familia, no me parece bien que llevemos nuestro compromiso en silencio. ¿Tú qué piensas al respecto?”   “Podemos esperar hasta que mi tía esté algo mejor, eso si quieres que vayamos las dos juntas, o también, vamos nosotros primero y dentro de un tiempo quedamos para que la conozcan a ella, lo que tú veas mejor.”   “Mujer… no viene de una semana, pero me gustaría mucho que fuéramos los tres juntos, en mi casa todos son gente sencilla y no pasareis por ningún aprieto. No son de esa gente estirada de la alta sociedad, muy al contrario, todos somos currantes… bueno todos a excepción de mi abuelo Fidel que es pensionista, aunque él dice que sale a trabajar cada día para vigilar el barrio y que no se metan dentro camellos y drogatas, ¡que los mantiene a raya no te creas!. Le respetan mucho porque saben que es una persona que no habla por hablar y ayuda a los que están en problemas de todo tipo. Hace unos meses fue al juzgado a dar la cara por un chaval que tiene muchos problemas en su casa, en fin, una familia desestructurada donde impera la ley del más fuerte como en el antiguo oeste americano. Pues mira, fue a hablar con el juez y se comprometió a hacer de tutor digamos, el juez no salía de su asombro, al final lo llamó a parte y le preguntó que garantía podía él de que llevaría a cabo esta función y mi abuelo le contestó que era lo mínimo que podía hacer por un buen chaval que al fin y al cabo se había visto atrapado como un pajarillo dentro de una jaula.  –No se preocupe usted señor juez, yo lo acompaño las veces que sean convenientes para que venga a comparecer en la comisaría-  le tendió la mano al juez y este sorprendido se la estrechó mientras mi abuelo le decía  -tiene usted mi palabra, y mi palabra es ley, como la que usted administra- ¿Qué te parece?” Lourdes escuchaba con admiración el modo que Agustín hablaba de su abuelo, por lo que se dejaba ver, este hombre tenía unos reaños como pocos para enfrentarse a situaciones difíciles.
Cuando quiso darse cuenta Agustín había pasado el tiempo de la visita, corrían las horas sin darse cuenta y cada vez más se daba cuenta de que necesitaba estar más tiempo con ella, ya comenzaba a dar excusas absurdas a los amigos para evitar ir con ellos a la bolera o a tomar unas cañas al Chancho, hasta que un día al más íntimo de todos le hizo saber el porqué de ese comportamiento. Más que nada se lo dijo para que no hubieran malas interpretaciones de su actitud y que estaba justificado por algo importante, más que por algo, por alguien. Ramón después de escuchar esta especie de confesión lo felicitó y lo primero que le preguntó fue que si ya se la había tirado.   “Oye pedazo de penco ¿pero tú que te has creído he? te voy a dar una hostia que te dejaré colgado del semáforo.”   “Joder perdona Agustín, te lo he dicho sin mala voluntad, hemos salido de copas muchas veces y ligado en discotecas con chavalas, ¡yo que sé si esta chica es diferente!”   “Pues sí, lo es sabes? Y a partir de ahora que no te oiga hablar ni así de ella  -juntó los dedos índice y pulgar para expresarlo ilustrativamente-  es mi prometida. Si te precias de ser amigo mío no le dirás a nadie ni pio, yo me encargaré a su debido tiempo ¿vale? Y… disculpa por haberme puesto así tío, la quiero de todo corazón y no es justo que se la compare con los rollos que podemos haber tenido con otras por ahí. Venga te invito a unas bravas en el Chancho.” Le pasó una mano por el hombro y siguieron andando después de cruzar el semáforo.
Al salir del drugstore, Julio y Sico fueron hacia sus respectivos coches, al llegar Julio al suyo  -un precioso Jaguar XJ- le dijo a Sico… “Toma Sico, las llaves del gimnasio, mi propósito es ayudarte aparte de que yo no podría hacerme cargo de este negocio. Pero piensa que para mí esta es una inversión y por lo tanto quiero que sepas que las pautas, las marcaré yo con ayuda de Oscar. Tú te encargarás de poner en orden los números y del marketing, el resto correrá de cuenta de Oscar y de mí.”   “Pero oye Julio, no puedes relegarme a ser un simple peón dentro de mi propio negocio…”   “Te equivocas Sico, ya no es tú negocio, es nuestro negocio y tú eres una pieza necesaria para que esto rule, pero recuerda que no eres imprescindible. Creo que… francamente hablando te estoy haciendo un favor, tendrás un sueldo considerable en virtud de tus ocupaciones para promocionar el gimnasio. Sabes bien que tiene muchísimas más posibilidades que las de simplemente formar a boxeadores, y si quieren venir a entrenar… que vengan, pero te quedarás al margen de hacer apuestas o tener chanchullos con prestamistas mafiosos.” En el fondo Julio sabía que muy probablemente Sico volvería a las andadas pero ahora estos –arreglos- de peleas y combates amañados serían su responsabilidad, y él sabía que ahora estaba solo ante las circunstancias adversas que se pudieran derivar de sus decisiones. Todo lo que se esperaba de él era que tirara hacia adelante el buen nombre del gimnasio Triunfo, este ocupaba una superficie de trescientos veinticinco metros cuadrados sin contar el altillo que hacía las veces de oficina y de apartamento de Oscar. No estaba montado a todo lujo pero era muy decente y con todo lo necesario para vivir una persona, bueno… en ocasiones  -las menos- tenía algún que otro lio con alguna casada o viuda que hacía buen uso de su cómoda cama de matrimonio, cocina y baño.
Entre tanto, Agustín que ahora estaba más ocupado que de costumbre llamó a Sico para comunicarle que no podría acudir a la cita que tenía con él   “Sico, soy Agustín, te llamo para decirte que mañana sí que me es posible acudir a la cita pero va a ser imposible que me acerque al gimnasio, te doy una dirección y nos vemos ahí a partir de las ocho, pero dime la hora porque tengo otras cosas que hacer.”   “Te voy a partir el alma cabrón, cuando nos veamos te contaré un cuento, estoy deseando que nos veamos.” Agustín sereno y sin alterarse lo más mínimo le dio la dirección del bar Chancho y quedaron para las ocho en punto del día siguiente, ya le había dicho a Lourdes que ese día llegaría más tarde y que traería unas pizzas para cenar. Cuando llegó al bar, Sico estaba esperando en el interior porque fuera refrescaba bastante, el continuo entrar y salir de la gente lo mantuvo distraído un poco hasta que entró Agustín con el típico andar que tenía, parecía que fuera dando saltitos sobre las puntas de los dedos de los pies, saludó tendiéndole la mano pero Sico no le alargó la suya.   “Ha habido cambios en el gimnasio ¿sabes?”   “Me parece bien si han sido para bien…” interrumpió Sico   “No, no han sido para bien cabrón. Me lo han quitado, y gracias ¿a quién? a un malnacido  que ha hecho las cosas a su puta manera.”   “No comprendo que es lo que quieres decir Sico…”   “Ni se te ocurra llamarme por mi nombre nunca más zopenco, tenías que joderme después de todo lo que he hecho por ti ¿verdad? escúchame bien, tú eres el responsable de esta desgracia, y tú la vas a pagar…” Al instante un señor mayor y otro de su misma edad pero que parecía un gigante comparado con él intervinieron   “Lo que faltaba para el duro, un mierdas aprovechándose de un crio para amenazarlo y acojonarlo ¿Qué te parece Federado? Este lo miró y dijo  “Una vergüenza, gente así demuestran ser unos fascistas a los que hay que eliminar, son peor que las alimañas.” El abuelo Fidel cogió por la corbata a Sico y tirando de ella hasta casi estrangularlo le espetó   “Este chaval es un hombre de verdad, pero tú eres un desecho al que hay que tirar a la basura, y eso es precisamente lo que vamos a hacer contigo.” Todo esto ocurría de espaldas al resto de clientes del bar en un banco rinconera que daba a la calle con cristales opacos. A Sico se le iban a salir los ojos de las órbitas de modo que no podía articular palabra, solo faltó el ver a Federado con el chaquetón abierto luciendo una Luger 9 miltrs en la cintura   “Levántate hombre… vamos a dar un paseo.” A todo esto Agustín miraba divertido la escena como si de una escena de cine negro se tratase, salieron los tres juntos a la calle sujetando por debajo de los brazos a Sico y acompañándolo a su coche. Agustín solo se levantó de su asiento para contemplar la escena, los tres se metieron en el coche pero se dio cuenta de que Federado que se había sentado detrás le había pedido las llaves. Al cabo de diez minutos los dos salieron del coche y Federado dejó caer las llaves en una alcantarilla, después de eso se reunieron de nuevo con Agustín y su abuelo le dijo   “Problema resuelto, ves donde tengas que ir y estate tranquilo tenemos la dirección de este cagón. Ver para creer, se a meado literalmente encima ¿te has dado cuenta Fede? que asco, y que peste.” Se olvidaron los tres del asunto, los dos abuelos quedaron en el bar y Agustín al salir de allí se quedó mirando por un instante a Sico que permanecía sentado con las manos en el volante y con la mirada al frente.
Agustín antes pagó las consumiciones de los cuatro dejó dicho a Rafael el dueño del bar que si por alguna razón viera de nuevo a aquel tipo del coche, que lo avisara. Al doblar la esquina comenzó a correr hasta la pizzería de la calle Duero y solo llegar recogió las pizzas previamente encargadas, con paso ligero cogió el bus y llegó al paraíso, la calle donde vivía su novia con la señora Rosa, llevaba dos días haciendo planes para cuando fueran a vivir juntos en el piso que alquilarían, eso sí cerca de sus padres por la simple razón de que todavía no se había  -destetado-  de la familia y pensaba que, correspondía el estar cerca para compensarles todo lo que habían hecho por él desde la infancia, además tenía lazos muy fuertes con ellos y no quería que pensaran que los rompía por el simple hecho de cambiar de casa. Cuando llegó a la puerta de la calle y contestó al telefonillo Lourdes le dio de nuevo un vuelco el corazón, y trotó escaleras arriba para tirarse a sus brazos y como siempre comerse los dos a besos. Después de esa primera euforia que siempre les embargaba se quedaban un minuto mirándose los dos a los ojos como si cada vez que lo hicieran descubrieran cosas nuevas el uno del otro. Al cabo de ese instante entraron en la casa y él fue directamente a saludar a la señora Rosa quien ya lo tenía como a alguien habitual en su vida, salvando las distancias claro pues solo era por las noches cuando se veían y disfrutaban de sus conversaciones y como decía Lourdes  -de las batallitas de la tía-,  pero Agustín siempre estaba encantado de oír todo cuanto tenía que contar, rememoraba viejos tiempos, malos y buenos, todos ellos forjaron su carácter y su personalidad.   “¿Sabe usted Rosa? usted es única en su especie…”   “Oye chico, que te doy.” Reían los tres porque sabía a qué se refería cuando decía esto.   “Lo cierto es que a veces me considero una especie de dinosaurio, cada vez más echo de menos la forma de vivir que teníamos en mi juventud, a ningún joven se le hubiera ocurrido levantarle la voz a una persona mayor, a los padres y parientes se les trataba de usted y ¿sabes? a mí eso me gustaba. Del mismo modo que ahora estamos hablando mientras comemos, entonces, por lo menos en mi casa estaba prohibido, pero después era mi propio padre quien nos preguntaba cómo nos habían ido las cosas ese día. Claro no había televisión, solamente un aparato de radio de válvulas Telefunken que hacía las delicias de todos con seriales radiofónicos y música. ¡Como les gustaba a mis padres el tango! a veces hasta subían vecinas de otros pisos para escuchar los consejos de Dª Elena Francis mientras zurcían o hacían calceta, la señora Teresina le hizo a mi madre en agradecimiento por todo lo que hizo por su familia en la posguerra una toquilla de lana de angorina de color azul y negro preciosa, y dicho sea de paso, sumamente práctica. Las calefacciones de aquel tiempo dejaban mucho que desear, en mi casa cada día se sacaba una jofaina a la galería que se hacía arder con carbón y luego se ponía bajo una mesa camilla, ya veías a todo el mundo alrededor de la mesa para calentarse los pies y piernas sentados en sillas de anea apretujados unos contra otros, haciéndose lugar con los codos, unos para hacer los deberes, otros para leer tebeos y mi abuela para hacer calceta y fabricar bufandas para los niños de la escalera.” Resbalaron unas lágrimas por sus ojos al decir eso, Agustín y Lourdes no dijeron nada, solo observaron, creyeron los dos que ese era su momento y que quizás esas lágrimas eran de alegría, o tristeza, quien sabe.
Antes de marchar bien entrada la noche Agustín les hizo saber que el sábado las recogería a las doce del mediodía para que fueran a comer a su casa y presentarles a su familia   “Lo necesito, quiero que las conozcan a las dos, sois mi próximo objetivo en la vida. Cabría decir que el único, en consecuencia me gustaría que aceptarais esta invitación, por favor.” Esto último lo dijo juntando las manos como si le estuviera pidiendo a algún santo que le diera su bendición. Fuera quien fuera el santo al que le hizo la petición  -que por cierto no era a ninguno- recibió un si por respuesta, pero ese sí era con la boca tan pequeña que en principio pensó Agustín que era por obligación que lo hacían.   “¿Pasa algo cariño mío?”   “No que va, pero la cuestión es que no sé que puedo ponerme para la ocasión, no tengo demasiado surtido de ropa para escoger. ¿A ti qué te parece voy de manga larga o corta, y la falda ¿lisa o plisada?” Agustín la miró subyugado por la manera que lo dijo, sonrió y contestó   “Tú de por sí eres el adorno de todo lo que te puedas poner, no te preocupes, se tú misma y no te preocupes por nada más ¿estamos?” Le cogió dulcemente por la barbilla levantándole la cara más allá de la vertical   “Así tienes que presentarte, con toda tú presencia, ya verás como los complaces.”
Habló con sus padres al día siguiente después de cenar para contarles que había comenzado para él una nueva lucha, una nueva conquista, pero que esta vez no estaba rodeada de rings ni combates ni nada por el estilo. Sus padres al oír esto le felicitaron, sobre todo su madre que lo abrazó como hacía tiempo que no lo acercaba a su seno, en cuanto a su padre… le sugirió que lo siguiera y bajaron al bar Chancho.    “Rafa, nos pones dos carajillos de ron por favor. Agustín, me alegro de esta decisión tuya pero dime ¿quién es esta chica? supongo que no será uno de esos ligues de fin de semana que tienes –intercambiables-.”   “No papá, es la mujer con la quiero pasar el resto de mi vida si las circunstancias me lo permiten. Es una buena chica, tiene tres años más que yo pero… ya la conocerás, me recuerda mucho a vosotros dos, a mamá y a ti cuando erais un poco más jóvenes, con esas miradas de complicidad que todavía no sabía interpretar pero que ahora se me vienen a la memoria, cuando nos miramos Lourdes y yo, te puedo decir que casi sabemos lo que pensamos en ese instante el uno del otro, no hacen falta palabras. Papá solo te pido que por favor tanto mamá como tú me deis vuestro parecer de ella y de su tía, es una bellísima persona.” ¡Que a gusto durmió esa noche Agustín! lo cierto es que no dijo a nadie que ya había tenido algún sueño erótico con ella, bueno esas son cosas muy íntimas, al fin y al cabo si alguien lo hubiera tenido que saber, esa era Lourdes y a ella no le iba a contar esas cosas, por lo menos de momento. El sábado se presentó en casa de Lourdes a las once, y a las once y media ya le estaba metiendo prisa para marchar, su tía ya estaba lista desde hacía una hora y estaba sentada en su sillón ojeando una revista Hola antigua, por fin salió de su habitación con una falda lisa a la altura de las rodillas y una blusa de un blanco inmaculado con cuello camisero, llevaba una chaqueta de punto azul claro bajo el brazo   “Es todo lo que he podido hacer, de donde no hay no se puede sacar.”   “Calla tonta estás preciosa, vámonos venga.”  Salieron a la avenida de Colón e inmediatamente Agustín paró un taxi   “Venga subid, a la avenida Mistral por favor.”   “¿Te puedes creer que es la primera vez que me subo a un taxi?” caray que vergüenza pensaría Lourdes, quien dijo eso fue su tía Rosa, el taxista miró de reojo por el retrovisor interior sin decir palabra y Agustín apuntó   “Si por usted fuera esos buenos señores irían todos al paro.” Sonrió de nuevo y el taxista entonces viéndose invitado a hablar también dijo la suya   “Tiene usted razón joven, pero le voy a decir algo, prefiero tres carreras al día como la que hago ahora que cincuenta como las que hago otras veces en las que, señores de postín y encorbatados ellos, bajan a la puerta de un hotel después de una carrera de treinta euros y te dicen  –pare usted aquí, espere un momento-  y no los ves aparecer más, de esos… hay más de los que pueda imaginar. Y el caso es que estos van muchas veces por toda la ciudad dando sablazos, prefiero a una señora que jamás ha subido a un taxi pero que es una señora.”  Qué razón tenía el buen taxista…
Al llegar a la puerta de su casa Agustín se sacó de la cartera veinticinco euros y se los dio al taxista   “Quédese con el cambio buen hombre.”   “Pero es que me da usted seis euros de más.”   “Lo sé, pero es que hoy para mí es un gran día.”   “Bueno hombre, pues feliz día y gracias, que digo gracias, muchas gracias y que sean felices.” Al parecer ese buen augurio se iba a cumplir, ¿porqué no? cumplían todos los requisitos elementales para el arranque de una felicidad nada ambiciosa, de momento solo deseaban estar juntos para irse tanteando como cualquier boxeador cuando sale al ring, al principio solo se intercambian golpes que son eso… de tanteo, haber como se mueve el otro, como mantiene la guardia, si es fácil o difícil mantenerlo entre las cuerdas… bueno tampoco es que precisamente Agustín la viera a ella como un contrincante, muy al contrario, pero el hecho es que los humanos somos por naturaleza egoístas y por tanto tiranos. Es imposible negar una realidad evidente, pasaría poco tiempo gracias a la confianza y al cariño que se irían profesando, que habría tensiones propias de personas que queriéndose mucho, cada una deseaba no perder su Status. El ser humano necesita sus desahogos  -no siempre carnales-  y quien normalmente paga la factura de nuestras frustraciones es… la gente más cercana a nosotros, mira como no les vamos a soltar el rollo a nuestros vecinos enfadándonos con ellos y montándoles un cisco no, les montamos el pollo a nuestros padres, hermanos, esposas, novias y si me apuras de rebote, a la suegra, esa figura imprescindible sea alta o baja, morena o rubia, como sea pero suegra al fin y al cabo, que sin querer verlo, a veces son nuestros mejores aliados por su experiencia y deseos de que todo el engranaje de la familia ruede con las menos fricciones posibles.
¡Qué buena impresión mutua se llevaron todos! En el rellano de la escalera, esperando que llegara el ascensor estaba su padre mientras que su madre Aurora terminaba de dar los últimos toques a la mesa, lo cierto es que hasta él se sorprendió de cómo estaba montado todo. Su padre un tanto eufórico abrazó a Lourdes quién tímidamente le correspondió, él permanecía como invitado de piedra   -solo en ese momento-  con las manos a la espalda, ahora se acercó a la señora Rosa   “Señora es un placer conocerla, gracias por aceptar nuestra invitación.” Hizo una leve reverencia e hizo el amago de besarle la mano  -¿ves como cada día aprende uno cosas nuevas?-  no tenía ni idea de este tipo de modales en su padre, era más bien un tipo rudo, curtido por el trabajo, con las manos grandes y ásperas como un ladrillo, pero héa, ahí lo tenías hecho un príncipe al tío, hecho un `pincel de marta, oliendo a colonia… podría pasar perfectamente por un bedel de estos que hay en el palacio del rey, les hizo una indicación con la mano para que pasaran al interior y cuando Agustín iba a seguirlas… su padre que se pone delante de él siguiendo a las dos mujeres. ¡Joder con el señor Damián! Le dio un golpecito en el hombro a su padre como queriendo decir que era a él a quién le correspondía ir en su lugar, pero Damián hizo un ademán con la mano como si quisiera quitarse una mosca de encima. Agustín les siguió pero fue Damián quien hizo las presentaciones, Aurora la madre de Agustín se acercó con los brazos extendidos hacia Lourdes y le dio un abrazo con dos sonoros besos que hicieron que inmediatamente Lourdes se relajara. Lo mismo pasó con Rosa su tía que además se vio arropada por Fidel   -un hombre mayor-  pensó, que bien, con él podre tener una buena conversación pues por mucho que te quieran escuchar los jóvenes, no es lo mismo que cambiar opiniones con personas que han vivido tus mismas circunstancias.   “Permítame que la ayude señora Aurora…”   “De eso nada preciosa, ya está todo listo, solo falta que cuando queráis nos sentemos a la mesa, solo falta que disfrutemos juntos de lo que se ha preparado. He de decir que espero complaceros con la comida, Agustín me ha dado unas pistas sobre lo que os gusta y lo que no, así que espero que sea de vuestro agrado. Antes haremos un poco de vermut, mi marido a cocinado unas navajas con salsa verde que están de muerte, algunas cosas se le dan muy bien en la cocina, las menos eso también es cierto pero lo hace con la mejor voluntad.” Antes de sentarse a la mesa el abuelo dijo en voz alta   “Ladrón que callado te lo tenías… ya lo entiendo, yo hubiera hecho lo mismo con un bellezón así. Por una mujer así vale la pena dar la vuelta al mundo aunque lo obliguen a uno a aprenderse todos los idiomas antes de llegar a ella.” A Lourdes se le subieron los colores sin poder remediarlo, y Agustín dijo   “Menuda prenda tienes que haber sido tú de joven, abuelo…  “No lo sabes tú bien chaval.” Contestó el padre   “De joven y de casado… les echaba unas miradas a las vecinas jóvenes y no tan jóvenes que para qué. La verdad es que ellas lo miraban a él también, siempre ha sido un tío muy bien plantado, y muy educado.”  Entre tanto corría la hora de la comida paladeando todos en general cada uno de los platos que Aurora había preparado, los calamares rellenos con su palillo en la punta para que no se escapara nada de su interior estaban de vicio, y ¿qué decir de la sopa de rabo de toro que hizo antes? , Rosa se apercibió de lo feliz que estaba su sobrina en aquel ambiente, no es de extrañar por tanto que estuviera más pendiente de ella que de la comida que se le servía, sencillamente se sentía feliz de verla así. ¡Cuánto tiempo hacía que no la veía disfrutar de aquel modo de compañía ajena! La última vez que ella recordara fue en un encuentro familiar que hubo con motivo de la boda de una ahijada de ella que se celebró en Camprodón, el escenario bucólico en el que se encontraban contribuyó en buena medida a que aquel día fuera completo, también los invitados ayudaron, los justos, la familia más cercana y los jefes de ambos contrayentes, treinta y cinco personas en total. En el regreso con el autocar contratado para la ocasión no se hizo más que hablar de lo perfecto que había sido todo.
En la mesa sin embargo había alguien que no perdía pistón de lo que hacía y decía Lourdes, ese era Agustín que con una cara de enamorado que evidentemente lo ponía en evidencia, dejaba de llevarse la cuchara a la boca inconscientemente, y cuando lo hacía se daba cuenta que estaba vacía. Los dos calamares rellenos que su madre le sirvió le duraron una eternidad precisamente por la misma razón, y el abuelo que miraba de soslayo con la cabeza baja y soltaba risitas de complacencia mientras meneaba la cabeza de un lado a otro. Cuando terminó la comida, Aurora una mujer manchega de origen les preguntó a los dos juntos pero separados que imaginaban que aquel acontecimiento no era porque sí, de manera que notando que su marido asentía a aquella frase les preguntó   “Bien, vosotros diréis.” Les miró de forma conmovida y pasando detrás de su hijo en el comedor lo cogió por los hombros y le dio un beso en el cuello apuntándole   “Agustín, lucha en esta pelea que es tú momento, no dejes que nadie entorpezca esta elección sea esta para bien o para mal. Debes intentarlo, tienes todo nuestro apoyo.” De inmediato levantó la voz   “Tenéis todo nuestro apoyo, ¿verdad abuelo?”   “Coño si me lo preguntas a toro pasado que te voy a contestar, pues bueno vale…” Rió luego de decir esto, su nieto sabía que él era el primero en defender su decisión. Brindaron con cava después de la comida cuando se sirvieron los postres, un pastel de hojaldre con nata y a estas alturas ya estaban las dos mujeres completamente distendidas, participando de la conversación como si de dos miembros más de la familia se tratara. Ninguno de los presentes obvió a la señora Rosa, ya no solo por su edad sino por lo que supieron que le sucedió en el parque y por el hecho de que, tenía muchas cosas que decir debido a su experiencia. Damián y Aurora hicieron lo apropiado al disponerlos juntos en la mesa, fue lo apropiado, nació un nuevo amor, el amor de dos personas que llevan para mucha gente el sello de “caducado” pero que por el contrario acaban de salir del obrador. No iba a ser este un amor romántico como el de su sobrina y nieto respectivamente, sería un amor de aprecios, de comprensiones mutuas, sin divagaciones, sin exigirse fidelidad ni nada por el estilo, solo sería un amor de amistad auténtica como la que solo los viejos saben dar porque solo ellos alcanzan a comprender. Para muchos pudría parecer un amor anacrónico, era todo menos eso, era amor real de ese del que no depende el sexo ni la edad, hasta para Agustín y Lourdes podría ser “futurista” como en las series de la tele donde la gente se quiere a pesar de todo lo que pueda pasar. No hace falta vivir juntos para amarse, recordar a esa persona a menudo es suficiente para quererla más y de forma más intensa.
¡Qué preciosos días fueron aquellos para la recién estrenada pareja! Tanto la tía Rosa como los padres de Agustín les preguntaban respectivamente como iban las cosas entre ellos, ¿Cómo les iban a ir? a pedir de boca, cogidos de la mano siempre, mirándose continuamente en casa y en la calle… deseándose sería la expresión, Agustín con ganas de que pasaran los preámbulos del noviazgo y Lourdes… ¿qué deseaba ella? Es harto difícil sacar conclusiones de lo que a una persona le pasa por la cabeza pero… ¡en algún momento tendrían que abordar temas más profundos! Agustín en esta ocasión le confió el asunto a su abuelo,   “Abuelo me gustaría mucho hablar contigo de un asunto…”   “Ya, relacionado con Lourdes ¿me equivoco?” pero como coño sabía Fidel que era un asunto de novios?   “Mira hijo, estos son planteamientos que se deben hacer antes de progresar más en un noviazgo, si no hay un buen entendimiento en el sexo… mal irás. Creo que lo mejor, por lo menos en mi opinión, es que lo abordes con total franqueza y sensibilidad.”   “Pero… es que es precisamente eso lo que me quiero asegurar hacer para no ofenderla y que no me tome por un necio o un aprovechado.”   “¿Tú crees qué te quiere?”   “Sin duda alguna.”   “Pues entonces no solo te lo deberías plantear, estás obligado a saber su opinión al respecto, he visto muchísimos fracasos de parejas que por el miedo a decir lo que piensan se han hundido antes de empezar a navegar.”   “Joder abuelo, eres un genio, mañana mismo la abordo para ver que piensa Lourdes, mil gracias.” No hacía falta ser un genio, tampoco saber que lo que iba a preguntarle o consultarle tenía que ver con este asunto, lo cierto es que por el hecho de preguntarle a él le enorgullecía, y todavía más, era patente que la quería, y mucho. De otro modo la habría considerado un mero juguete como los demás ligues que anteriormente tuvo cuando iba de discotecas o guateques, así que el abuelo sonrió después de hablar con él y dentro de su pecho el corazón palpitó alegremente. En su interior  pensaba que su nieto había hecho una buena elección dentro de lo razonable, siempre pensamos cuando se trata de nuestros hijos y nietos, que podrían merecer a alguien mejor. Pero Fidel ya estaba de vuelta de muchas cosas  consideraba que en el peor de los casos su nieto, si fuera el caso, siempre se podría remontar, al fin y al cabo la vida te enseña a base de bastonazos en las costillas.
El mismo le contaba en ocasiones a su nieto especialmente, que hasta que uno muere es bueno tener la actitud de aprendiz en este mundo, pues a diferencia de cuando ejerces un oficio de especialista, en el mundo, desde el mismo momento en que uno nace se aprenden cosas de los demás y de todo cuanto nos rodea. En un momento determinado en el que vio que su nieto se tomaba un descanso de visita a casa de Lourdes, una noche le dijo   “Agustín, ¿Qué tal, has conversado con Lourdes?”   “Si abuelo, y en honor a la verdad estoy un poco sorprendido…”   “¿Y eso?”   “Ayer abordé el tema con ella del modo más sensible que pude y ¿sabes que me dijo? Que ya era hora que habláramos de sexo porque ella estaba preocupada al ver que no le hacía ninguna referencia a ello, que estaba preocupada porque se moría de ganas de que intimáramos y nos acostáramos juntos. Quería saber qué es lo que se siente porque todavía era virgen, creí morirme.”   “¡Serás tonto! Te estaba dando a entender que estaba dispuesta a entregarse a ti porque nunca ha sentido cariño auténtico por nadie chaval. Ahora es cuando tienes que ser cuidadoso y hasta refinado porque… para una mujer así, este momento lo llevará gravado siempre en el corazón. Es como si te dijera  -ten cuidado conmigo porque yo no quiero perderte- ¿lo entiendes Agustín?”   “Claro que sí abuelo, pero… ¿Cómo tengo cuidado?”   “Es muy sencillo, en este asunto no te puedo dar detalles, solo puedo decirte que cuando llegue el momento… la ames con toda tú alma, el resto es fácil.” Este consejo era como el carril de un tren que sabe donde tiene que efectuar su parada y donde no, cuando subirse a él y cuando apearse, en definitiva le estaba dando un empujón para que diera un paso firme sin salirse de la vía.
Ni que decir tiene que el primer encuentro carnal entre los dos fue un poco tumultuoso y difícil, pero en las siguientes ocasiones Lourdes demostraba un afán y una entrega totales, eso hizo que sus recién creados lazos fueran fuertes y que en una ocasión en la que llegó a casa después de visitar a su novia, Agustín se acercara al oído de su abuelo que estaba haciendo zapping en la tele y le dijera   “Abuelo todo va como una seda.”   “Me alegro hijo, pero no le hagas daño a esa muchacha porque si no te las verás conmigo.” Agustín se sorprendió, lo miró con cara de extrañeza mientras Fidel no movió ni un solo músculo de la cara y terminó dejando  el mando sobre la bracera del sillón al encontrar el canal deseado. El abuelo Fidel sabía muy bien que por parte de Agustín no tenía que preocuparse, pero va bien que de vez en cuando los jóvenes no den las cosas por sentadas, ese y no otro fue el motivo que llevó a Fidel a hacerle este pequeño apunte, aparte de que él sabía muy bien que su abuelo cumpliría su palabra llegado el caso. Llegó el día en el cual Agustín después de unos meses de noviazgo tuviera una conversación con las dos mujeres, era un sábado por la noche, Agustín les dijo   “A arreglarse… que salimos.” Se quedaron como dos estatuas de mármol mirándose la una a la otra para luego volver la vista a Agustín   “¿Para qué, adonde vamos?”   “Haaa… es un secreto, lo siento pero no os lo puedo decir, y por favor no comencéis a hacerme preguntas o tirarme de la lengua, no colará, de forma que venga arreglaros un poco y nos vamos echando leches que todavía tenemos que cenar antes.” Obedecieron, Lourdes acompañó primero a su tía a la habitación para ayudarla, al cabo de unos minutos salió y se fue a la suya. Pasando por el comedor miró por el rabillo del ojo a Agustín y le sonrió,  -Que mujer esta, pensó para sí Agustín, siempre con una sonrisa en los labios, siempre con miradas de complicidad, ¡es fantástica!-  Salió y Agustín se sorprendió al ver que estaba empezando a cambiar de hábitos en la manera de vestir, llevaba un traje de chaqueta azul marino elegante y unos zapatos de medio tacón.   “¿Te gusta cariño?” Agustín se quedó boquiabierto no la había visto con prendas tan bonitas, el pantalón perfectamente ajustado a su figura realzando sus piernas y culo además del pinzado de la chaqueta que parecía hecho a medida.   “¿Qué si me gusta…? estás para comerte enterita.” Dio una vuelta sobre sí misma y rió.   “Mi tía me lo ha regalado para mi cumpleaños, me dijo vamos a una tienda que conozco y que me tratan muy bien, así que no me pude negar y al ponérmelo y verme ella con él traje puesto no lo dudó un instante  -este es para mi niña-  también me ha regalado un reloj de pulsera, mira.” Lourdes estaba pletórica y ante el panorama que ella misma estaba contemplando de sí misma, parecía haber resucitado un poco, estoy poniéndome al día, decía en silencio.  La señora Rosa se movía con más soltura, eso significaba que se estaba recuperando a buen paso de la caída y sus consecuencias, movía la cabeza de manera menos mecánica, antes parecía un poco como Robocop pero ahora rodaba como si estuviera sobre unos cojinetes bien aceitados, eso alegraba mucho a los dos novios que notaban su mirada cuando se movían alrededor de la casa.
Salieron a la calle bajo la atenta mirada de Josefina, una mujer cuarentona a quien le gustaba hablar de todo el mundo menos de ellas de quien había recibido ayudas mil cuando murió su madre, hacía de eso dos años y seguía encariñada de ellas como si formaran parte de su familia hasta que llegó Agustín que acaparó la atención de sus amigas. Lo cierto es que tenía celos, nadie sabe muy bien porqué aunque era fácil imaginarlo. Como en otras ocasiones Agustín paró a un taxi y le dijo   “Al teatro Condal por favor.” Las dos se miraron extrañadas pero contentas y el taxi enfiló Ramblas abajo hasta encontrar la avenida Paralelo, al llegar a la altura del teatro frenó suavemente y preguntó si querían que las cruzara al otro lado, Agustín le contestó que no,   “Está bien aquí pare.” Estaban ya en la otra acera y aunque ellas ya se dirigían al teatro como si fueran atraídas por un imán por culpa de los neones que anunciaban la función, Agustín cogió de la mano a Lourdes   “¿Dónde vas muchacha? antes vamos a cenar.”   “A bueno, no sabía…”   “Vosotras no tenéis que saber nada, no me jodas la sorpresa chica.” Le dijo sonriendo, a renglón seguido entraron en el bar restaurante que linda con el teatro y pidieron calamares, sepias a la plancha, unas lonchas de jamón y sangría. Todavía dio tiempo a hacer un poco de sobremesa antes de encaminarse a la entrada del teatro y presentar las entradas al acomodador para que les llevara a su asiento, escogió una buena fila  Agustín, la número ocho, Rosa más que Lourdes a quien Agustín le chivó lo que iban a presenciar estaba pendiente del escenario, las luces, los asientos y de ese ambiente especial en general que envuelve una sala de teatro, que hacía muy poco tiempo atrás era cine. Se iluminó de forma tenue el foso donde estaban los músicos y arrancó la música, era precioso oír en vivo a una orquesta, y cuando Rosa se dio cuenta que aquellos compases formaban parte de la zarzuela Doña Francisquita a la vez que subió el telón y comenzaban a cantar los coros… no pudo reprimir el cubrir sus ojos con un pañuelo y llorar en sigilo. Miró a Agustín que la observaba sonriente y le alargó la mano para darle un beso   “Has hecho a esta vieja la persona más feliz del mundo hijo, que dios te lo pague.” Se sabía toda aquella Zarzuela  -el género chico de la Opera-  de carretilla incluyendo las partes cómicas que alegraban la función y se la veía en su asiento cantar por lo bajo las piezas que correspondían a todos y cada uno de los actores. Cuando terminó el espectáculo estaba feliz, más que feliz jovial, sin duda aquel acontecimiento la recuperó, si no físicamente, si anímicamente, de manera que a Lourdes eso la alegró también mucho, ese fue el motivo por el cual le dio las gracias a Agustín y le dijera al salir a la calle   “Te quiero, eres lo más hermoso que me ha pasado en la vida.” Le dio un tierno beso en los labios que anunciaba su reafirmación de querer continuar a su lado.
Al cabo de un par de días se presentó Agustín en casa de Rosa y Lourdes con una caja envuelta para regalo considerablemente grande, cuando subió al piso Lourdes sorprendida preguntó   “¿Qué es esto amor?”   “He quita que no es para ti  -le dijo sonriendo-  es para tú tía Rosa.”   “Vale hombre… no te pongas así.” Rosa lo oyó y se levantó de la mesita de la cocina donde estaba preparando la cena, olía a cocido que enamoraba. Cuando hizo acto de presencia Agustín le dijo   “Rosa, esto es para usted, que lo disfrute con buena salud, se lo merece.” Rosa se apresuró a desenvolverlo hallando bajo el papel de regalo una caja de cartón con un logo en el exterior que anunciaba que en el interior, la caja contenía  un aparato electrónico, auxiliada por su sobrina abrieron los precintos y de su interior sacaron un compacto de radio y cargador de c.d. ilusionada Rosa se volvió hacia Agustín… “¿Pero esto que es, como se te ocurre gastar tanto dinero…? De una bolsa de plástico sacó otro paquete así mismo envuelto en papel de regalo y se lo dio, contenía la mayor parte de Zarzuelas conocidas, Luisa Fernanda, La Rosa del Azafrán, Don Manolito, La Verbena de la Paloma, El Niño Judío… y así hasta diez diferentes zarzuelas, Rosa se quedó de una pieza temblándole los labios y sin saber que decir. Agustín se puso a su lado y cogiéndola del hombro habló   “Quiero que tenga un buen recuerdo nuestro, ahora toca, que alguien se preocupe por usted y la complazca en todo lo que sea posible. Ya sé que Lourdes ha hecho todo lo humanamente posible porque sea así, pero ahora ya sabe que puede contar conmigo también.”   “No tengo palabras para agradecerte este regalo, es excesivo…”   “Nada es excesivo para unas personas como usted y su sobrina.”   “¡Qué bien, ahora podré escuchar mi música preferida!” eso lo decía Lourdes   “Ni hablar del peluquín guapa, el aparato se enchufará cuando yo quiera  -dijo desenfadadamente Rosa-  ¿acaso te lo han regalado a ti?” Agustín rió y las dos mujeres lo siguieron, sin duda alguna aquel era otro día feliz en sus vidas.
Sico se presentó al siguiente día en el gimnasio acompañado de su hijo Martín, era un chico bien parecido más bien alto, aunque desgarbado y con cara  -por lo menos en aquella ocasión-  de haberse presentado allí obligado, Sico llamó a Oscar quien estaba reparando una de las ventanas altas que daban a la parte de atrás del edificio y que estaba atrancada. Descendió de la escalera y fue presentado a Martin quien con desgana alargó la mano para estrechar la de Oscar   “Mucho gusto chaval…”   “No soy ningún chaval ¿vale?”   “Vale, pues mucho gusto hombre.”   “Si acaso mucho gusto Martín, eso sí.”   “Pues mucho gusto hombre Martín.”   “Venga ya dejaros de ironías ya, que estamos aquí todos para trabajar en equipo.”   “Sico, me parece que estás confundido  -dijo Oscar-  estoy terminando el mes en este antro. Desde que me he enterado por tú amigo Julio que sigues teniendo la potestad de siempre, me he despedido, así pues, te vas a la mierda tú y tu antro y de paso tú puñetero hijo. Levantad esto si tenéis cojones sin las personas que siempre os han brindado su apoyo incondicional y su ayuda, y ahora si me permites déjame terminar mi trabajo y ves preparándome la liquidación para dentro de dos semanas. Procura tener mi dinero el día que plegue ¿lo has oído bien?”  Sico comenzaba a pensar que era una de esas personas que montaba un circo y le crecían los enanos, todo le salía mal últimamente, pero lo cierto es que lo que le estaba sucediendo es que estaba recogiendo los frutos de lo que él mismo había estado plantando, en el mundo campesino si plantas mal, en solo una temporada te das cuenta de que no lo has hecho bien, pero en la vida las cosa no son tan inmediatas, puede pasar mucho tiempo pero al final llega el tiempo de cosechar y es entonces, después de tres años o diez, cuando te apercibes que todo lo que has hecho es construir castillos en el aire.   “Oscar espera, ¿puedes parar diez minutos y hablamos?...”   “No tengo nada que hablar contigo soplagaitas, he dicho lo que tenía que decir y punto pelota, lo que me tengas que decir te lo dices a ti mismo quien es el que tiene aquí el mando. A ver si se da cuenta la gente de una puñetera vez, que a ti no te interesa dirigir un gimnasio como dios manda, lo único que sabes hacer es joder al prójimo por todas partes en tú provecho.” Eso ya se lo estaba diciendo encaminado a la escalera de la que había descendido para continuar su labor de reparación. Lo peor es que alrededor de este incidente se hallaban ocho o diez chavales que estaban al tanto del tema, se dieron cuenta que el gimnasio no funcionaba como antes y pagaban una cuota alta con el rollo de que de allí habían salido campeones  -pura mentira todo, lo único que consiguieron fue colocar dentro de las listas de campeonatos regionales a tres o cuatro chavales, engañados como intentaron hacer en su día con Agustín-  y estos pocos habían luchado gracias a Oscar, no a él, que lo único de lo que se encargaba era de cobrar y pagar comisiones sin exponer nada si esto era posible.   “Papá, échalo a la calle ahora mismo a este cerdo ¿has visto como te habla? si yo estuviera en tú lugar…”   “Calla idiota, no tienes ni pajolera idea de lo que hablas. Mejor, pensándolo bien, sí mira ves tú y habla con él, al fin y al cabo eres el hijo del dueño y te he dado atribuciones para que manejes este tinglado, anda.” Martín estaba cagado de miedo, solo el ver a su alrededor a esos chavales resoplando por el esfuerzo al darle al saco y saltar a la comba, o a otros delante de un gran espejo peleando contra ellos mismos le ponía los pelos de punta, Oscar en lo alto de la escalera lo vio venir y cuando estuvo justo debajo de él dejó caer un pesado martillo  al suelo que le acarició la puntera de la zapatilla de marca que llevaba, este dio un salto hacia atrás y quedó sentado en el suelo despanzurrado, resonó una carcajada generalizada que parecía ser el estribillo de una letra que anunciaba el ridículo de un chulo de barrio. Julio no pudo evitar contagiarse de aquellas risas y se mondaba al ver a Martín en el suelo en aquella ridícula posición, rojo como un tomate se levantó de un salto y con cuatro zancadas salió a la calle, resoplando y soltando toda clase de insultos dirigidos a todos los que en ese momento estaban allí dentro incluyó a su padre y masculló   “Menudo hijo de puta, anda y que le den…” No tardó nada que llegara la noticia a oídos de su madre, naturalmente disfrazó el asunto a su conveniencia y explicó el asunto a su modo   “¿Sabes mamá? He estado en el gimnasio con papá esta mañana, ha habido una discusión fuerte con un tal Oscar  -Gloria, su madre ya lo conocía desde hacía años-  y he salido en defensa de papá porque si no le hubiera pegado, pues… ¿no va el cabrón ese del Oscar y me tira una maceta de esas que usan los paletas a la cabeza? mira, he tenido que salirme a la calle porque si no lo hubiera matado. Te lo cuento por teléfono ahora en caliente porque si no después cuando llegue a casa igual papá le quita leña al asunto, pero créeme que es como te acabo de contar con pelos y señales.” Plegó la tapa de su teléfono portátil y con un taxi se dirigió al club donde a esa hora más o menos se encontraba con los amigos. Se presentó en su casa a eso de las seis y media, subía a su habitación cuando oyó ruidos en la habitación de su hermana Paula que tenía el equipo de música a toda pastilla, entreabrió la puerta y se la encontró desnuda con un tanga puesto y a su espalda a un chaval más joven que ella, que la besaba y le acariciaba los senos mientras los dos estaban de pié, él medio desnudo, pasaba la mano con delicadeza por la entrepierna de Paula mientras ella suspiraba y gemía como una gata en celo  hasta que los dos cayeron sobre la cama, ahí Martín haciendo una negación con la cabeza cerró la puerta del cuarto y se fue al suyo.
Agustín volvió a su casa tan contento que parecía que no tocara de pies al suelo, había decidido volver a casa caminando, pensando en los acontecimientos de los últimos días al lado de las dos mujeres que estaban convirtiéndose sin saberlo en el principal objetivo de su vida, él tenía familia pero las veía a ellas como una extensión de la propia aunque no había motivos para que eso fuera así todavía. Llegado a su casa encontró a sus pares hablando juntos en la cocina, tenían cara de circunstancias y se acercó para saber que sucedía, su padre Damián le puso la mano sobre el hombro… “Agustín, el abuelo tiene cáncer de próstata, los médicos le han hecho las pruebas convenientes y ahora deciden qué hacer con él. Lo malo del asunto hijo es que él lo sabe y ¿sabes qué dice? que no le mete mano ningún médico, ¡mira que es tozudo el tío este!”   “Papá, yo me encargo de hacerle entrar en razón, no te preocupes.”   “Me parece que esta va a ser una lucha perdida Agustín, yo de ti no le diría nada, ya ha tomado su decisión. Pero en fin si tú quieres que te suelte un soplamoco allá tú, ves preparado para cualquier cosa.” Agustín con un poco de miedo aunque sin saber muy bien porqué esquinó el pasillo y se presentó en la salita de estar, su abuelo estaba viendo Ley y Orden, no se perdía ningún capítulo aunque fueran repetidos.   “¿Qué tal abuelo?” Se acercó por detrás del sofá y abrazándolo le dio un beso.   “Coño hijo, no te me vuelvas maricón a estas alturas que ya tienes novia, y bien buena que está Lourdes, ¡como se entere, te corta los huevos!”   “Abuelo, ¿qué es eso de qué no quieres que te traten los médicos por tú enfermedad? no es razonable esta decisión, debes dejar que te curen y pasar de otras historias, mientras hay vida hay esperanza, no puedes rendirte tan fácilmente, es absurdo.”   “¿Recuerdas cuando estuvimos hablando acerca de tú decisión de ser boxeador?”   “Sí, claro que lo recuerdo.”   “Pues bien, lo único que te dije es que hicieras caso a tú corazón y que tuvieras en cuenta donde te metías. Evidentemente no era fácil porque tú juventud y la ignorancia de ese mundo que pasaba de ser puramente un hobby, te tenían un poco colapsado, también la ilusión, no me cabe la menor duda, pero en mi caso las cosas son muy diferentes. Al hombre siempre le llega el momento más tarde o más temprano de decidir cuándo y cómo desea terminar sus días, salvo circunstancias imprevistas todos tenemos elección y ya he elegido la mía, esto puede sonar  que soy un egoísta o simplemente que me he cansado de vivir, nada de eso es cierto. Os quiero a todos, y mucho, es por eso que he decidido lo que creo que es mejor para todos hijo.”
Ante ese razonamiento lógico y consecuente  -pues sabía que no iba a ceder ni un ápice en su idea-  Agustín no supo que más decir a su abuelo, curiosamente no estaba tan triste como hacía unos momentos antes. Es probable que hubiera captado la esencia del mensaje que le quería comunicar su abuelo Fidel, pero aún en el caso de que no lo hubiera podido hacer, la serenidad de este gran hombre le llenó de alegría y le descargó de esta losa que era el entrar en materia de argumentos para él muy costosos, si no imposibles que hubiera tenido que desarrollar con su abuelo. Abrió el frigorífico y se sirvió un gran vaso de leche pasteurizada, su preferida, levantó el vaso y… “Por los grandes hombres y los grandes momentos de la historia.” se lo bebió de un trago y luego con calma o furia o impotencia, o ves a saber tú porqué, estrelló el vaso contra el suelo y salió de la cocina. Cuando entró en su habitación buscó con apremio una Biblia que una amiga le dio un día, se llamaba Remedios y era Testigo de Jehová, ¡cuántas veces no había intentado convencerlo para que asistiera a las reuniones que se llevaban a cabo en los llamados Salones del Reino! Agustín se preciaba de ser ateo, sin embargo apreció como regalo el libro de los libros según decía ella y en alguna ocasión lo ojeó marcando con marca páginas algunas citas que le parecieron más lógicas que religiosas, abrió el libro por Eclesiastés cap. 9 ver. 11 y 12 y leyó para sí en voz baja   “Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen tampoco los sabios el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aún los que tienen conocimiento tienen el favor, porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos. Porque tampoco conoce el hombre su tiempo. Justamente como peces que se cogen en una red dañina, y como pájaros que se cogen en una trampa, así son cogidos en lazo los hijos de los hombres en un tiempo calamitoso, cuando este cae sobre ellos de repente.”
Cerró la Biblia, la dejó a un lado de la cama y tapándose el rostro con ambas manos se puso a llorar hasta que la congoja le fue calmando y sustituyó al llanto. Gran hombre ese rey Salomón, que sabiduría, que razonamientos tan especiales, era un rey eso es cierto y se supone que esa clase de personas tienen una formación especial, pero Agustín creía que sin duda el hecho de ser una persona introspectiva y observadora en todos los ámbitos de la vida lo hacían apto para poder razonar así. Ahora Agustín se dio cuenta de que en el caso de su abuelo había cumplido con esa norma y por ello estaba resignado a comenzar ese final de andadura humana para formar parte de otro fenómeno, el legado que nos dejaba a los demás, su propia forma de vivir. No comentó con nadie salvo con Lourdes al día siguiente lo que vivió de forma tan intensa el día anterior, ella se abrazó a él en un sentimiento de comunión de sentimientos aunque apenas conocía a Fidel. Pero cabe decir que desde el primer momento se le antojó una persona con mucha sensibilidad y cordura, eso junto a esa temeridad que lo caracterizaba fuera o no acompañado de Federado, que alguien pudiera pensar que era su guardaespaldas cuando de hecho no era así. Federado era una persona comprometida con él mismo, sin mujer, sin hijos esparcidos por ahí, pero jamás se podía haber dicho de él que era un solitario o fracasado en la vida, sencillamente vivía la vida que él quería y como él quería, quizás terminaría su estancia aquí cuando y como él quisiera también.
Agustín entendió entonces que estaba metido en pleno campo de batalla, por un lado los últimos acontecimientos que se sucedían en casa y por otro, la urgencia interior que sentía de tener a Lourdes a su lado y no sentirse como una persona que va utilizar una pensión a horas determinadas para verse con su novia, aunque las dos mujeres no sentían en absoluto que ese fuera el caso. Para ellas, cuando llegaba Agustín a casa se le brindaban todas las atenciones, incluso viviendo pobremente, Rosa apartaba algún dinero extra para que Lourdes pudiera comprarle viandas que sabía que eran sus preferidas, satisfacían el más mínimo deseo que expresaba este aunque fuera haciendo un comentario de lo más fortuito. Sin embargo para Agustín, atender esas circunstancias y a la vez, resultaba un poco arduo, penoso si cabe expresarlo así, ahora reconocía que lo superaba todo y que necesitaba ayuda. Sus padres, trabajadores infatigables, no podían auxiliarlo demasiado en este tema, en primer lugar por el propio trabajo y en segundo lugar, porque nunca se habían encontrado ante la circunstancia de tener que hacer algo excepcional con Agustín, nunca había sido una persona conflictiva, muy al contrario y eso hizo que no se preocuparan demasiado de su formación como persona, daban por hecho que ser bueno era suficiente para desarrollar todos los demás rasgos de su personalidad. Su abuelo Fidel sin embargo siempre había estado al tanto de su desarrollo pero en la sombra, eso es comprensible porque él no era la figura paterna, ni materna, y en consecuencia lo máximo que podía hacer era sugerir o corregir, cuando su hijo no estaba en casa, determinado comportamiento, tuvo que hacerlo en muchas ocasiones, sin embargo era un placer para él coger a Agustín, sentarlo a su lado y razonar acerca de determinados asuntos. Agustín con su carácter dócil y educado se dejaba “entrenar” por sus mayores, y en ocasiones copiando comportamientos que lo iban esculpiendo, dando forma a esa escultura que quizás fuera una burda imitación de algún ser mítico, pero que sin embargo era tan valiosa como la original, salida de las manos de los antiguos escultores.
Oscar lo esperaba esta tarde en la puerta de su casa, al llegar Agustín se sorprendió agradablemente y lo primero que se ocurrió hacer es darle un fuerte abrazo   “¡Me cago en la leche Oscar…! ¿Qué haces aquí? vaya sorpresa tío  -le dio un fuerte abrazo- parecía que no lo fuera a soltar   “Oye chaval, nada de mariconadas ¿he? que te doy dos hostias que te retuerzo.” Ja,ja,ja, rieron los dos mirándose a los ojos y agarrándose del hombro echaron a andar hacia el Chancho, “Rafa  -gritó-  aquí un amigo donde los haya, pon un par de gin tonics.”   “Que barrio más concurrido, me recuerda el mío “El Buen Pastor”, joder que bien se vivía allí, todo el mundo se conocía, bueno fue al principio porque luego se fue edificando y se deformó de mala manera, pero… que quieres era mí barrio y era respetado no te creas.” Mientras daba un largo trago a la bebida se quedó como meditando con la cabeza gacha   “Pero ¿sabes Agustín? me fui de allí para no ir a parar a la cárcel.”   “¡Qué me dices! eso ¿Porqué?.”   “Mi mal carácter y las malas compañías hicieron que enloqueciera bastante. Recién terminados los estudios como mi madre se pasaba todo el día fuera del barrio limpiando casas y mi padre estaba borracho todo el día bebiendo, durmiendo y yendo de bar en bar, yo me agencié un modo fácil de ganarme la vida y dar vida a los demás…”   “Te metiste en el mundo de la droga ¿no es eso?”   “No… que va, ya en el colegio me fijé en dos chavalas a las que les gustaba ganar dinero fácil y les gustaba el sexo, ya sabes, gente que querían trabajar ofreciéndose a los demás en determinados lugares de encuentro que yo les buscaba, porque conocía el barrio como la palma de la mano, y me constituí en su protector. Cuando tenían algún problema con algún cliente, yo que siempre estaba al acecho de donde se metían para chingar, iba y solucionaba la papeleta.”   “Hostias Oscar, eso debería ser peligroso…”   “Bueno, no del todo, cuando salía de la nada y los sorprendía pegando a alguna de ellas pagaban más de lo estipulado y salían cagando leches, hubieras tenido que ver a más de uno corriendo dándole los talones en el culo. En un par de ocasiones, fíjate como irían que se dejaron los coches en la cuneta de una carreterilla en la solíamos trabajar, ¿te lo puedes creer?, pues te juro que es verdad. Uno de estos cuando volvió al cabo de dos días a buscarlo se encontró solo con la carrocería ja,ja,ja, capullo… pobrecito R 12 ni al desguace valía la pena llevarlo, y encima lo denunciamos a la guardia urbana,  -oiga, que en camí Buigeres han dejado un coche abandonado-  menuda sorpresa que se llevaría el cabrón ese, y por otra parte, que vida que me daba Agustín, comía lo mejor de lo mejor, vestía igual, calidad superlativa, ahora eso sí, mis chavalas también estaban bien cuidadas, cuidado, que si yo ganaba era porque ellas trabajaban mucho.”   “Ahora que pienso Oscar… ¿me has venido a visitar?”   “Sí, claro, pero porque tengo tiempo libre, me he despedido del gimnasio, Sico sigue llevando la dirección y encima hace poco más de dos semanas viene el gilipollas del hijo, Martín, a meter caña, ya sabes tú qué clase de gente son esos, unos bribones asquerosos que encima no saben donde tienen su mano derecha. El caso es que por compasión le he dado a Sico diez días para que me pague el resto de la liquidación, es un imbécil pero hace muchos años que estamos juntos, y me gustaría que me recordara como una persona que hasta el final le ha brindado su confianza.”   “Y ahora dónde estás? Me refiero a donde paras, donde vives.”   “A estoy bien, vivo en la furgoneta de un amigo que la tiene en desuso, antes repartía periódicos con ella, es grande, lo único que le falta es un poco de ventilación, ya sabes que esos vehículos son como cajas de muertos, pero al menos con unas cortinas que me he agenciado y las ventanas de delante tengo un espacio ganso.” Agustín se quedó bastante impresionado, hasta el momento Oscar vivía en el gimnasio pero según le contó a él, el mamón de Martín echó la mitad de sus pertenencias a la calle mientras él salió a comer, y cuando volvió se encontró en un parterre lateral al gimnasio un montón de ropa quemándose.   “¿Para qué meterle mano a este descabezado? si me pongo serio del todo lo voy a coger y lo voy a quemar vivo a él… y eso no lo puedo hacer, odio lo que hace, pero a él no lo podré odiar nunca.”   “¿Y eso porqué Oscar?”   “Da lo mismo, coño ahora resulta que sin querer, me estás haciendo de confidente. Otro momento te lo cuento, o no, depende, cuando una persona está con un estado de ánimo como el que tengo yo ahora, es capaz de cerrarse como una ostra o flotar como si fuera una medusa al alcance de cualquiera. No lo he podido evitar nunca tío, soy así, no puedo evitarlo.”   “Oscar ¿Dónde tienes el furgón en el que duermes?”   “En el paseo de la Exposición, muy cerca de la vivienda del primo de mi amigo, más que nada por si me hace falta alguna cosa importante, bueno no te creas que me baño cada dos días como reglamento, esta familia que es encantadora me ceden el baño y la cocina para hacerme de comer cuando todos se han ido al colegio y al trabajo respectivamente, el Richar es un buen amigo, les ha hablado muy bien de mi y hay que corresponder a una amistad así.”   “Oye Oscar, si te encuentro trabajo donde estamos mi padre y yo ¿lo aceptarías?”   “Hombre pues claro que sí, tengo muy poco ahorrado y como está todo de caro me vendría de perlas, ¿de qué se trataría el trabajo?”   “Pues lo cierto es que no sé en qué lugar te pondrían a trabajar, ni siquiera qué es lo que harías pero trabajamos tanto mi padre como yo para el MOPU, se ganan unos sueldos decentes además de tus pagas extras y las vacaciones correspondientes, ¿sabes qué tienen instalaciones en toda España que son como ciudades de recreo para los trabajadores? es la leche, y por lo que tengo oído de otros compañeros que están en diferentes lugares, desde oficinas hasta los trabajadores a pié de obra, todos estamos bien considerados. ¿Qué dices si o sí?”   “Hombre viniendo de ti la oferta no la puedo rechazar, al fin y al cabo   -de lo perdido saca lo que puedas-  no hay que despreciar nada que te pueda procurar vivir con dignidad aunque… no sé si sabré hacer el trabajo, ya sabes nunca he cogido herramientas para trabajar salvo los guantes de box y todos los elementos que acompañan a este microcosmos, bueno lo cierto es que me engancharon más cosas a los gimnasios y sus gentes ahora es combeniente que me desintoxique de esta especie de droga que durante tantos años me ha tenido cegado y apartado del resto del mundo. ¿Sabes? los primeros días que dejé el trabajo y estaba en esta casa improvisada que mi amigo me ha dejado, no fui capaz de poner un pié en la calle.”
Agustín lo entendía aunque en otra dimensión, desde que conoció a Lourdes y se besaron por primera vez, iba al trabajo, cumplía el horario, y plegaba para cambiarse de ropa e ir como una bala a ver a su novia, pero mientras tanto, mientras no estaba junto a ella, era un ser invisible e inservible hasta el punto que su padre que se dio cuenta, alerto a Marcial, un compañero de toda la vida para que supervisara lo que él hacía. Marcial durante un buen tiempo fue como un guardaespaldas de Agustín, a menudo les hacía un guiño a los peones para que no hicieran lo que Agustín les decía si no que siguieran sus instrucciones, sin que Agustín se diera cuenta por supuesto. Cuando éste volvía al cabo de un par de horas de trabajo, les decía   “Me cago en la leche, sois el mejor equipo de la empresa, lo habéis hecho todo de puta madre. Entre vosotros y yo podemos hacer como decía Arquímedes  “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo”, tíos sois los mejores.” Antes de que terminara la conversación con Oscar, Agustín le sugirió que se quedara en el bar media hora más y que se tomara lo que quisiera a su cargo mientras él iba a casa un momento. Como casi siempre sus padres estaban hablando de asuntos domésticos, mientras el abuelo se había quedado dormitando con la cabeza apoyada en las orejeras del sillón de pana, que de viejo, su madre tuvo que poner una cretona con el fin de cubrir los descalabros del pobre sillón, a menudo se preguntaba Agustín cuantos años tendría ese pequeño mueble auxiliar y hasta cuando aguantaría en aquel estado. Se acercó a la cocina y les dijo a sus padres que tenía un pequeño problema   “Se trata de un amigo que me espera en el bar del Chancho que se ha quedado en la calle y está durmiendo dentro de una furgoneta, es o mejor dicho era mi entrenador en el gimnasio, estuvo durante años durmiendo en un altillo allí mismo pero la situación con los nuevos dueños se ha hecho insostenible, hasta el punto que cuando dijo que se marchaba le quemaron en la calle buena parte de lo que tenía allí, ¡esos hijos de mala madre…! Y por lo que se ve todavía no le han liquidado lo que le adeudan, pero por otra parte no los quiere denunciar, no sé el porqué, pero el hecho es que vive dentro del coche de un amigo y se me ha ocurrido venir a preguntaros que os parecería que durmiera en mi cuarto en el nido que tengo bajo mi cama. Bueno ya está dicho, espero que me deis vuestra respuesta por favor, estoy en el Chancho con Oscar el amigo de quien os estoy hablando.” Antes de que cerrara la puerta de casa su padre le dijo desde la cocina… “Espera, no cierres hijo que bajo contigo…”
Gloria, la mujer de Sico, estaba inmersa en su carrera, y muy interesada en ser aceptada como miembro de pleno derecho en el bufete de abogados para el que entonces solo era una asalariada, es comprensible pues que estuviera desvinculada de la familia, sus horarios no tenían orden ni concierto, el fundador del bufete le hacía viajar continuamente por todas las provincias de España, había estado en casi todos los lugares, de Barcelona a Madrid y de allí al país Vasco para luego ir a Andalucía, cuando creía estar terminando allí, le llegaba un fax a esta delegación para que fuera a Galicia y de allí al Levante, cualquiera otra persona hubiera terminado encerrado en un frenopático pero Gloria no, parece que los abogados están hechos de otra pasta, era defensora y su jefe la ponía a prueba en todos y cada uno de los casos. Cuando perdía un juicio Gloria lo tomaba como un fracaso personal, eso hacía que cuando llegara a su casa después de bastantes días de andar como una peonza, trajera bajo el brazo un montón de carpetas que se ponía a revisar después de haber tomado un baño y comer un sandwich de queso con algún embutido dentro. ¡Haber recorrido varias veces el país y no pararse a visitar alguna de las maravillas que hay en él! sencillamente, no tenía tiempo que perder, que curioso, como si visitar un monumento o un jardín, incluso andar tranquilamente durante un rato por alguna de las calles históricas de muchas ciudades fuera una pérdida de tiempo. Era comprensible que también fuera una pérdida de tiempo  -para ella-  dedicar unas horas a su familia e interesarse en lo que habían estado haciendo, mientras ella se rompía los cuernos por ganar juicios y dejarse la salud viajando sin cesar por pura ambición, por ser aceptada y felicitada por los compañeros y amigos a los actos a los que acudía invitada, eso sí, siempre sola, acostumbrada a que nadie preguntara por su marido o por sus hijos, parecía como si ellos solo fueran el relleno de su almohada. ¿Pensaría alguna vez en ellos como su familia? Es difícil contestar a eso, incluso para ella, que era una mujer versada en leyes y principios, en determinados momentos cuando llegaba a casa y tenía trabajo, como siempre delante de su ordenador, al oír trastear en la cocina o el sonido del agua en alguno de los tres baños que tenían, incluso cuando su hija Paula encendía el equipo de música, fuera el volumen que fuera, salía disparada como una flecha hacia su habitación y le montaba un espectáculo de narices, sin prestar atención a que estaba desnuda con un par de chicos casi de la misma guisa, con unas latas de bebida en la mano riendo de forma escandalosa. Paula sin más, se levantaba del reclinatorio improvisado en el que se había convertido su cama y cerraba la puerta con el seguro, y sin contestar se concentraba en que continuara la fiesta que a menudo continuaba hasta las tantas, de hecho cuando Gloria se acostaba la música, las risas y los jadeos llegaban a ser una nana para ella, pero lo cierto es que solo era el cansancio lo que la hacía dormir extenuada. Bueno no siempre era así, a veces ese jolgorio le hacía recordar sus años de adolescencia y entonces empezaba a acariciarse hasta terminar masturbándose, ¡ho, que maravilloso encuentro he tenido hoy, no debo decirle nada a Sico de esta infidelidad! pensaba en su interior… entonces se desmandraba y estiraba los brazos entrecerrando los ojos, como si hubiera tenido una aventura con uno de esos muchachos a los que en silencio admiraba, o con alguno de los gigolós que alguna que otra ocasión había contratado.
En el poco tiempo que Oscar estuvo solo en el bar consumiendo una cerveza después del gin tónic, no pudo evitar pensar en Gloria, esplendorosamente hermosa, una mujer que hacía que todas las miradas si n excepción se volvieran hacía ella, vestida siempre con ropa transparente en verano que dejaban entrever su ropa interior, y en invierno tapada con gabardinas o abrigos de Cachemira. Oscar daba las gracias a dios por haber creado aquellas cabras preciadísimas que adornaban el hermoso cuerpo de Gloria, cuando en el restaurante que el matrimonio frecuentaba la vio por primera vez, creyó que el corazón se le pararía, llegando por detrás de ellos que estaban hablando con un señor muy bien vestido, se acercó a ella y le advirtió   “Señora, su abrigo está a punto de arrastrar por el suelo…” Al mismo tiempo lo cogió él, cuando lo sujetó se dijo a si mismo que aquello no era un abrigo si no una pluma de ave, no pesaba nada.   “Muchas gracias caballero, es usted muy amable.” Clavó sus ojos grises sobre los suyos, literalmente parecía decirle en silencio  -¿porqué no me sacas de aquí y me llevas a una taberna a emborracharnos con vino tinto?-  fue algo sutil pero contundente, instantáneo, que a él lo sacó de sus rutinas y a ella le abrió un horizonte nuevo al que acudir. Oscar es de esos hombres toscos y de andares descuidados que no sabían de modas ni de conciertos, ni siquiera de mujeres, no era entendido en nada salvo de su deporte preferido, el boxeo. Terminó de cenar y desechó el postre que pidió porque no estaba a su gusto, una macedonia de frutas con azúcar glasé y leche de coco, se pidió un café y pagó la cuenta, al levantarse se dio cuenta de que en el ángulo de su ojo izquierdo tenía a Gloria que lo miraba sin pestañear mientras Sico hablaba y hablaba con un señor inmenso  -de gordo-  y sudando que estaba consumiendo un roast beef casi crudo, “contra gustos no hay disputas”, parecía que estaban los dos metidos de lleno en una conversación de negocios, Sico hablando vehementemente de algo que parecían ser planes de futuro para ves a saber tú qué… casi en el mismo momento que Oscar se levantó de la mesa y pasó al lado de los tres, la mujer se levantó y le dijo a su marido que se iba a casa porque aquellos temas la aburrían mucho, Sico casi sin mirarla le dijo que vale que fuera, Gloria le apuntó   “A lo mejor me paso por casa de unas amigas y nos vamos a tomar algo, no se a la hora que volveré, ¿estás de acuerdo?” Sico no se podía negar a decirle que no, porque sabía que ella estaba siempre en segundo orden de preferencias para él. En cuanto se alejó de la mesa con su abrigo bajo el brazo, volvió a reiterarle las gracias a  Oscar por lo del abrigo, él contestó cortésmente que no se merecían.   “Mi nombre es Gloria.”   “Encantado señora, el mío es Oscar. ¿La puedo invitar a una copa fuera de aquí?”   “Si señor, de hecho esperaba que me lo pidiera, si no lo hubiera hecho… quizás se lo hubiera propuesto yo. ¿Te parece bien que nos tuteemos?”   “Claro, porqué no, al fin y al cabo nos queda un rato para conocernos algo mejor, me parece perfecto, ¿nos vamos?” Salieron y se encaminaron a la parada del bus, Gloria se sorprendió un poco   “Oye que tengo coche, vamos donde se te ocurra con el mío, al fin de cuentas tendré luego que venir a buscarlo, no es demasiado práctico.” Le dio a un mando a distancia que llevaba en el bolso y se encendieron las luces de un Mercedes cupé azul marino precioso.   “Vaya como te los gastas…”   “El dinero no es más que dinero y en mi oficio es importante ir bien vestida de todo.”  Claro, poco le costó adivinar a Oscar que aquella mujer estaba en un nivel alto, visto el abrigo de cachemira, el pañuelo de seda que llevaba al cuello y el coche, era fácilmente deducible. La parada que hicieron para tomar una copa fue en casa de Oscar, ella fue la que insistió, no tenía demasiadas ganas de entrar en otro sitio con gente, ruido y falta de intimidad, estaba claro cuál era su objetivo y poco tardó en manifestarlo con una tónica en la mano,  descuidando adrede el cruce de piernas que señalaba el final de las elegantes medias, con una ancha blonda elástica en el final del muslo que hacían que se sostuvieran por sí mismas. Esa noche, o algunos de los encuentros febriles que tuvieron durante la siguiente semana se concibió Martín, tenía muy buenas razones Oscar para salir de la vida de su hijo secreto antes de que se diera lugar a un encontronazo desagradable y quizás peligroso.
Peo ¡Que diferentes fueron las cosas al principio…! Gloria se ofreció a Oscar de manera total, eso fue lo que hizo que le presentara a su marido Sico con el fin de ocupar un lugar en el negocio que acababa de montar, un gimnasio que dijo, sería en poco tiempo el punto  de referencia de todos los que aspiraban a tener un lugar en el mundo del boxeo. Necesitaba a una persona de confianza  que fuera capaz de ayudarle en ese haber y que a la vez cuidara de las instalaciones de noche, no fuera caso de que a algún desaprensivo se le ocurriera acercarse hasta allí para causar algún mal. Para tal fin no se disponía de alarmas ni nada por el estilo, solo unos potentes focos que en un momento determinado iluminarían simultáneamente dentro y fuera todo el recinto, peligroso, pero hasta cierto punto audaz y hasta suficiente, pensó Oscar. Al fin y al cabo lo que él quería era seguir de cerca el embarazo y parto de su hijo (a), de modo que aceptó sin más.
Un toque en el hombro lo sacó del aislamiento mental en el que se había sumido durante esos minutos anteriores delante de su cerveza en el bar, Agustín junto con su padre estaban de pié mirándolo sonrientes, él se apercibió y levantándose retirando la silla se presentó extendiéndole la mano a Damián el padre de Agustín    “Señor mi nombre es Oscar, tiene usted un hijo que como se diría en el argot del boxeo es un figura de primera categoría.”   “Si, tienes razón, que le vamos a hacer, igualito que su padre… ja,ja,ja, ¿qué tal te van las cosas Oscar? por lo que sé no muy bien, bueno consuélate pensando, que este mundo es un inmenso laboratorio en el que los humanos somos simples cobayas al servicio de la mejora de la especie, no creas que soy un filósofo, soy un puñetero aprendiz que como tú, no hace más que recibir hostias en la vida hasta que nos morimos.”   “Tienes razón Damián, coincido contigo en esto, pero cuando los que te quieren hacer crecer como ser, son los que por otro lado te joden sin saberlo… es muy doloroso. Si no os importa prefiero cambiar de tema que hay cosas en las que no vale la pena pensar demasiado si uno no quiere volverse loco. ¿Sabéis qué? Os invito a tomar lo que queráis.”   “Oye, hacemos otra cosa, sube con nosotros a casa a cenar y mientras hablamos.”   “Papá, pero si a ti nunca te ha gustado hablar mientras se está en la mesa.” ¡Que te parece…! Acababan de conocerse y parecían amigos de toda la vida de forma desenfadada Damián que pagaba las consumiciones… “Vamos hombre, ¿ahora resulta qué a tú padre le vas a enseñar a hacer hijos, a qué te doy una colleja?”   “¿A qué no” comenzó a dar saltitos a su alrededor con la guardia alzada y soltándole pequeños toques con las manos abiertas, Oscar los miraba divertidos hasta que Rafa, el dueño del Chancho dijo   “¡Acaba con él Chester!” Agustín frenó en seco como si alguien hubiera tocado un resorte mágico que lo paralizara, su rostro se demudó completamente y adquirió trazos de novela trágica, con media sonrisa cogió del brazo a su padre y a Oscar y fueron hacia el portal de su casa, eso sí, absorto en pensamientos de asuntos que creía ya olvidados. Había restañado esas heridas por otro lado no muy profundas y externamente solo  podría denunciarle la nariz rota, típica de los que habían mantenido alguna clase de lucha física.
Ahora Sico y su mujer Gloria  tendrían que mantener otra batalla contra un enemigo que se esconde en las profundidades de ese aparato extraordinariamente complicado que tenemos todos los seres humanos, el cerebro. Su hija Paula, hermosa como su madre estaba librando una batalla contra  un elemento difícil y adictivo, la cocaína, ese polvo mágico que te transforma y te puede, que te domina y te acapara como si vivieras dentro de una cárcel invisible de la que no puedes salir fácilmente, de la que no quieres salir porque te da un poder disfrazado de súper héroe, eres capaz de todo, como si de un Ícaro se tratase puedes volar y estar por encima de los demás, pero lo cierto es que tienes las neuronas revolucionadas, desechas sin tú saberlo, las meninges anuladas, que dejan pasar las mucosidades como un pequeño manantial imparable cayendo nariz abajo, no pueden parar esa descomposición interior y constante porque  al poco de haber consumido determinada cantidad de polvo blanco, necesitas más para paliar el desastre que crees que se avecina. Un círculo vicioso ese, que te hace evadirte de una realidad que ya empiezas a cambiar, es entonces cuando los demás aprecian en la clase de persona que te estás convirtiendo. Si no tienes a nadie que te ayude a librar esa batalla… estás solo ante un enemigo que es mucho más numeroso qué tú, solo la ayuda externa puede hacerte retroceder antes de perder esta guerra, porque la lucha no tiene ningún sentido si vas solo y desarmado. Gloria recibió una llamada a su móvil, era de la comisaria de Hostafrancs, su hija con voz trémula le pidió que la fuera a buscar, estaba metida en un follón de cuidado, su madre como abogada sabría qué hacer en estas circunstancias. Tuvo suerte Paula, su madre estaba en la ciudad tratando de hacerse con un cliente muy importante, determinante para su carrera, pues si lograba que estos industriales pusieran la confianza en su bufete despegaría definitivamente y podría tener un puesto más importante que el que hasta ahora ocupaba. Para ello tuvo que contratar dos suites en el hotel Vela de Barcelona, en primera línea de mar, abastecerlos de todos los caprichos que pudieran desear en el plano de comidas y bebidas, también de acompañamiento femenino y masculino, ya se sabe que esta gente adinerada a menudo le pegan a todos los palos, su Visa Oro pagaría estos gastos, pero si cuajaba la operación la central de Madrid la compensaría con creces a la vez que le devolvería el dinero y… algo más. La llamada de su hija, llegó en el momento menos oportuno, cuando estaban terminando de peinar los últimos flecos del acuerdo. Paula le hizo saber a su madre   “Mamá me han encontrado un gramo de coca en el bolso y pastillas, además conducía con una tasa de 1’20 de alcohol pero te lo juro mamá… los demás iban ciegos de copas, la única que podía conducir bien era yo. ¡Por favor mamá, te necesito, este sitio es un infierno, sácame de aquí!”  Es curioso, esta reacción es común entre las personas que saben que van transigiendo la ley, en este caso concreto se puede aplicar el dicho “Mal de muchos, consuelo de tontos.” ¿Realmente podía creer esta muchacha que lo que hacía era lo mejor? ¡Claro, ya está! Su padre tenía que tener el coche listo a primera hora de la mañana, era necesario que lo tuviera en el garaje cuando despertara… en otras palabras, cogió las llaves sin permiso, estaba todo estudiado cuidadosamente para que al llegar a casa montaran en otro coche que los llevaría a terminar la fiesta en un after de turno, los conocían desde hacía algún tiempo y todos sabían que allí podían pillar lo que quisieran, por algo uno de los que iba en el coche estaba relacionado con un conocido traficante. Gloria no se amilanó ante esta llamada de modo que le contestó   “Mira hija, ahora estoy reunida, no te puedes imaginar lo importante que es para mí esta reunión, ahora mismo me es imposible salir de aquí. Como tú dices, ojalá pudiera salir de este infierno, pero me es imposible, voy a hacer una cosa, llamo a un amigo que irá para allí rápidamente y aclarará el asunto con la policía. Si se ha de pagar una fianza no te preocupes él la pagará y te sacará de ahí, no desesperes que en cuanto yo pueda voy y veremos que más ha de hacerse.” Paula no podía creer lo que estaba oyendo de labios de su madre, es más, no creía que estuviera reunida ni nada por el estilo. Si podía imaginar que estaba con algún pavo de turno y que la había importunado en mitad de algún sarao con él  -esta guarra está follando con algún casado de esos que se dejan caer por el bufete y su hija es lo último en este caso, pensó Paula- . Pero esta vez se equivocaba, su madre estaba luchando por ser la mejor, no una más.
Paula podía tener motivos para pensar eso de madre, en una ocasión en la que se encontraba realmente mal, fruto de los excesos antes mencionados se levantó de la cama para ir a devolver al baño más próximo a su habitación, su padre estaba de viaje para comprar maquinaria de un gimnasio que cerraba en la provincia de Alicante, al ir a entrar al cuarto de baño oyó gemidos en el cuarto de sus padres, la puerta estaba entreabierta solo la tuvo que empujar con la yemas de los dedos y ahí estaba su madre con la lamparilla Tiffany encendida de su mesilla dejándose lamer por otra mujer de cabellera larga y morena, estaba con las manos sujetando fuertemente la colcha de seda y cabeceando como la niña del exorcista. Se quedó un momento hasta que su madre apartó la cabeza de su acompañante, jadeante, diciéndole   “Para, para, para un momento por favor.”  Mientras, la otra, le besaba en la boca y los pechos, Paula se retiró del quicio de la puerta lentamente y se fue hasta su cuarto, cuando cerró la puerta sonrió y volvió a meterse en la cama. ¡Será guarra la tía…! Resulta que mi madre está jugando a dos bandos, pensó, bueno lo cierto es que no puedo juzgarla, si por lo menos yo hubiera recibido una buena referencia de ella no lo estaría haciendo yo también, las mujeres nos conocemos mejor que los hombres a nosotras así que no me extraña que se busque compañía femenina de vez en cuando. ¡Que le importa a mi padre lo que ella haga o deje de hacer! Al cabo de un par de horas apareció en la comisaría un hombre que quería hablar con ella, dijo ser su abogado, después de interrogarla durante media hora en una salita privada que parecía más bien una habitación para locos dejó un portafolios en la mesa y le comunicó que esa noche la pasaría allí y que por la mañana la dejarían volver a su casa.   “Eso sí, no te van a devolver el coche porque lo está mirando a fondo la científica para ver si escondes drogas, es lo que hay. De todas formas no te podrías ir con él, hay más cargos contra ti de los que te parece, pero no te preocupes por nada, ahora voy a informar a tú madre de todo y por la mañana a desayunar a casa. No firmes nada sin haberlo leído antes bien y comunicárselo a Gloria, bueno, quiero decir a tú madre y en el peor de los casos si no lo entiendes ella vendrá a dar el último paso antes de que salgas por la puerta. Una cosa si he de decirte, cambia de tercio en lo que se refiere a amigos porque según se, dos de estos ya tienen antecedentes por tráfico de drogas y alteración del orden público, no es que sean delitos muy graves, pero si son reiterados pueden hacer que acaben con los huesos en la cárcel para una buena temporada, hazme caso Paula, no te arriesgues innecesariamente que hay muchos modos de divertirse sin tener que llegar a esos extremos.” Hija de puta, envía a un pasante porque está cerrando un negocio antes de atender a su hija que se ha meado en el tanga literalmente cuando la han metido aquí en compañía de un atajo de putas, drogatas y maleantes. Joder, hasta tres rumanas hay aquí, carteristas de poca monta pero que por lo que se ve tienen un fichero que te cagas, bueno a ese paso quizás tenga razón… -cogió la tarjeta que el abogado le había dejado y leyó Julián Navas-.
Le escocía la entrepierna fruto de la orina que se estaba secando pero que era ácida como si fuera lejía lo que hubiera meado, llamó a un policía y vino una de azul oscuro y gorra de plato   “Oiga ¿podría ir al lavabo? Es que tengo la regla…” llamó a otra y entre las dos la sujetaron por los brazos con una fuerza tal, que le parecía fueran a estallarle de mitad hacia abajo, la dejaron delante de una puerta metálica y se apostaron fuera   “Tienes tres minutos, si no sales entraremos, la más grande de las dos señaló la porra que llevaba colgada a la derecha de la cintura.” Esa fue una de las veces en las que Paula sintió miedo de verdad, vio en la cara de las dos acompañantes, que tenían autoridad ilimitada comparada con ella, que estaba en inferioridad de condiciones y se encontraba humillada a la vez que enfurecida por estar allí y porque su madre pasaba de ella, o por lo menos eso creía. Qué manera de rebajarse, que putada que la compararan con las otras presas con las que compartía espacio, en su interior sin embargo pensaba que le estaba bien empleado y que sinceramente, demasiado habían tardado en pillarla. Ya ves, ¡con la de veces que sentada en la parte trasera de alguno de los coches de los amigos, se pasaba recorridos de kilómetros y kilómetros hasta destino fumando porros o metiéndose coca por la nariz! La vez que bajando del coche de Pol se dio cuenta que no llevaba bragas al llegar a una disco de los Monegros, ¡como se cabreó! para más inri llevaba los muscos pegajosos y ni siquiera sabía que había pasado. Salió corriendo del coche cuando este aparcó y entonces a falta de luz dio con el pié contra una piedra que hizo que se diera de bruces contra el suelo, se rascó toda la cara contra la tierra y un brazo que al momento se puso a sangrar porque se lo despellejó desde el codo hasta el hombro. Una amiga fue en su auxilio, se había separado del grupo llorando y corriendo hasta caer unos cien metros, antes de que su amiga Marga apareciera las luces de otro coche la iluminaron y sus ocupantes la vieron desde el interior sentada, con el pelo enmarañado, la faldita tejana rota y sin nada debajo. Dos de ellos se acercaron riéndose sin ningún interés por lo que le había sucedido, y se pusieron a orinar sobre su cabeza mientras Paula impotente agitaba los brazos hacia arriba sin saber siquiera que pasaba, Marga sentada a su lado lloró con ella por lo que le pasó y poco a poco la levantó del suelo y la llevó al coche   “No te muevas de aquí ¿vale? vuelvo enseguida, al cabo de unos minutos regresó y se la encontró sentada en el suelo como si de una muñeca de trapo se tratara, arañada y sangrando, además de meada por aquellos hijos de puta. Marga venía recriminándoles a los otros tres su comportamiento, especialmente a su novio Joker  -así lo llamaban porque jugaba muy bien al póker-   “Pues ahora os jodéis, hay que llevar a Paula a su casa, se ha terminado la fiesta.”   “Tía, pero si ha sido ella la que venía pidiendo guerra todo el camino fumando y pidiendo pastillas, pues que quieres, se la hemos dado. No hables tanto que tú no eres ninguna santa coño, ¿o no has hecho tú lo mismo cantidad de veces cuando hemos salido de marcha? puñetera desgracia que le ha pasado lo que le ha pasado, pero no nos culpes a nosotros.” ese razonamiento  -si es que puede llamársele así se lo estaba haciendo Diego-  “Vale pero ahora la llevo al lavabo, la lavaré un poco y nos vamos a casa, hoy se quedará en mi casa y mañana ya se verá.”  Todo esto se lo contó cuando estaba completamente sobria al día siguiente Marga y se sintió fatal además de dolorida físicamente Paula.  Cambia de tercio en lo que se refiere a tus amigos, eso se lo había dicho el abogado Navas, enviado por su madre para solucionar una papeleta que solo le correspondía a ella resolver, por lo menos eso creía Paula. Es de esas chicas consentidas de clase media alta que tiene el convencimiento de que los padres han de estar ahí pase lo que pase, cuando son buenos para que se les estimule y cuando resulta que son unos golfos y culpan a los padres por ello, también.
Agustín llegó a casa de su novia con una alegría fuera de lo común, como siempre al abrir la puerta del piso Lourdes se echó a sus brazos y se besaron efusivamente, primero de manera calmada pero pasados dos minutos se acariciaban de modo que se convertían en una sola alma que se fundía como si de cera encendida se tratara. El quería que todo se manifestara ante la vista de esta segunda madre que era la señora Rosa, Lourdes le sirvió una cerveza fría y mientras él se interesaba por la salud de su tía llegó a  la salita con un salva manteles, la copa y la cerveza, la cogió del brazo e hizo que se sentara a su lado. Antes de que él pudiera hablar Lourdes le dijo que había encontrado un trabajo   “Es en una oficina social que depende del Ayuntamiento, donde se tramitan ayudas para gente necesitada, ¿qué te parece? además son solo seis horas, tres por la mañana y tres por la tarde. No es que vaya a tener un gran sueldo, pero mi tía me ha recomendado que lo coja para estar ocupada y tener unos pocos  de ingresos para el futuro.”   “Me parece muy bien si con ello vais a ser más felices, el tener un trabajo es importante para establecer métodos de rutinas sanas, ahora mismo yo no sabría que hacer sin trabajar, pero sé seguro que ayudo en casa y que me ayudo a mí mismo. ¿Cómo si no podríamos pensar en qué hacer en el futuro, cuando todo depende del dinero? Hace mucho que mis padres comenzaron a apartarme parte de lo que yo gano para poder contar con ello llegada la ocasión, ¡que satisfacción saber que tienes un remanente para lo que pueda surgir! Bueno ahora si me lo permitís me gustaría cambiar de tema brevemente, con su permiso Rosa. Lourdes sé que me quieres como yo a ti y me gustaría aprovechar la ocasión para manifestarte que quiero tener un futuro contigo, por eso…”  Sacó un pequeño paquetito del bolsillo que abultaba poco más que una caja de cerillas envuelta cuidadosamente en un lujoso papel de regalo atado con una cinta de color amarillo pálido   “Por favor acepta esta muestra de cariño y de compromiso hacia ti.” Lourdes se puso una mano en la boca como para tapar la cara de sorpresa que se le puso, inmediatamente miró hacia su tía Rosa como para pedirle autorización y abrir el regalo, así lo hizo   “Agustín es precioso…pero sin regalos de este tipo también te quiero, ¡mira tía! ¿no es una belleza?” A Rosa se le escaparon lágrimas de alegría, quién sabe si eran de ver a su sobrina tan feliz, a lo mejor eran de ver que  estos años que había ocupado en su educación estaban bien invertidos y se sentía feliz por ello. El anillo no era nada del otro jueves pero sin duda ella lo consideraba el más valioso del mundo, lo mismo que veía a Agustín como el mejor de los hombres y que no podía haber nadie como él. Ya ves, un aro de oro con dos pequeñas piedras y una pequeñísima letra Alfa en aquel emblema. Dentro estaba grabado el día que se conocieron, el más importante de su vida a pesar de las circunstancias que lo rodearon, la caída de su tía, la sangre, el susto, la recuperación, y ya luego, el asentamiento de los sentimientos entre ellos dos, que poco a poco crecían de forma constante adquiriendo forma de cariño intenso y consolidado. Lourdes se lo probo en el dedo anular de su mano, le estaba que ni hecho a medida  -Agustín tuvo que pillarle uno que se lo había visto puesto de vez en cuando y que guardaba en una pequeña caja de alpaca en su chifonier junto a unas cuantas piezas más de bisutería-  ¿Cómo no iba a estarle a medida? aunque ya se sabe que las carnes del cuerpo se contraen y se dilatan según la época del año, estaba entrando el verano con bastante fuerza, ese iba a ser un verano memorable en la mente de media España, el calor empezó a causar estragos entre la población, especialmente entre las personas mayores que no encontraban modo ni manera de paliar aquel calor asfixiante, húmedo y pegajoso, en muchísimos casos mortal de necesidad. La gente que vivían en situación precaria, en viviendas antiguas, con mala instalación de aguas y peor eléctrica caían sin cesar en una cadena de selección natural, en muchas calles y plazuelas encontrabas a corrillos de gente que se pasaba la noche a la fresca sentados en sillas y tumbonas, abanico en mano mientras hablaban, se daban aire sin parar como si sus brazos fueran elementos mecánicos que estuvieran conectados a algún enchufe que hacía que sus brazos fueran auténticos ventiladores, sin duda alguna, métodos de supervivencia.
Martín se presentó en casa de los padres de Agustín una noche, por el telefonillo preguntó por él, cuando Damián preguntó quién era y contestó    “Soy Martín el hijo de Sico…” Damián estuvo a punto de decirle que no sabía dónde estaba, pero además de mentir habría tomado una decisión que no le correspondía, de modo que contestó que esperara un momento, colgó el teléfono y se lo comunicó a Oscar, este, extrañadísimo se limpió las manos  -estaba haciendo una olla de gazpacho-  contestó al telefonillo   “Sí… ¿quién es?”   “Soy Martín el hijo de Sico, podría hablar contigo?”   “Ahora imposible, estoy cocinando y no lo puedo dejar a medias, además ¿de qué quieres hablar conmigo?”   “Te lo diré cuando nos veamos cara a cara, por teléfono no me gusta tener conversaciones.”   “Cojonudo, pues ven otro día a ver si te puedo atender, de acuerdo?”   “Te advierto que tiene que ver con trabajo para ti, y creo que te puede interesar.”   “Vale, pues te digo que vengas otro día, mira mejor… aquí al lado hay un bar que se llama Chanco, justo al lado de la panadería, mañana te espero a eso de las siete, ¿te vale?”   “Pues no sé, igual no estoy en la ciudad…”   “Pero bueno… ahora resulta que el señorito se nos ha vuelto un hombre de negocios. Si no estás mañana a las siete donde te he dicho olvídate de hablar conmigo para este asunto de trabajo. Y ahora si me disculpas, tengo prisa.” Colgó el interfono y volvió a la labor que estaba haciendo un tanto preocupado por esa visita sorprendente que recibió. Durante un buen rato no pudo dejar de pensar en las razones auténticas que habían llevado hasta allí a Martín, Oscar no era la clase de persona que prejuzgaba a nadie pero cabía pensar que era inquietante el que se hubiera acercado a casa de sus protectores. Al poco, después de terminar su trabajo en la cocina, sin decir nada a nadie entró en la habitación que compartía con Agustín y preparó con algo de prisa el breve equipaje que poseía dentro de una bolsa de deporte, aprovechó todos los espacios de cremalleras externas para alojar allí los aparatos de afeitar, el gel de ducha, una pequeña radio con auriculares y una botellita de colonia junto a un peine. En una bolsa de plástico grande con el logo de El Corte Inglés puso los pares de zapatos, unas zapatillas de andar por casa y unas botas camperas perfectamente conservadas, desde que las compró casi no las había utilizado. Salió al pasillo y vio que no había movimiento alguno en la casa, antes de salir al corredor dejó una nota que ocupaba todo un pliego donde explicaba el porqué de su ausencia. Cuando ya estaba en el recibidor dijo desde allí…  “Familia, ahora vuelvo.”   “Vale Oscar, el gazpacho está riquísimo.”   “Me alegro que les guste… hasta luego.” Mientras bajaba las escaleras estuvo a punto de ponerse a llorar, ¡ahora que lo habían recibido como a uno más de la familia gente que casi no lo conocían…! pero no podía consentir que alguien indeseable como Sico y compañía les hiciera algún daño. Al abuelo Fidel le compraron una butaca que era reclinable mecánicamente mediante un mando y que hasta le hacía masajes en la espalda, su nuera Aurora compró en el mercadillo un par de retales de toalla grandes de los que hizo sendas fundas para que no sintiera el calor mientras estuviera descansando en casa que ahora era casi siempre, recibía visitas de sus amigos del barrio diariamente, pero cuando trataban de alentarlo de algún modo discutía con ellos y los echaba de casa, a todos menos a Federado.   “Fede, quiero pedirte una cosa amigo mío.”   “Tú dirás Fidel…”   “Protege a mi nieto, él cree que puede resolverlo todo en la vida porque las cosas le están yendo de cara, pero sabes que no es así. Ahí fuera hay mucha gente que son como los buitres, y en cuanto se descuide un poco caerán sobre él con sus garras para devorarlo, vigílalo, solo te pido eso.”   “Descuida, deja eso en mis manos, como en el Ebro  -si vienen a por nosotros, morir matando-  no te preocupes, llevo tiempo tras él sin que se dé cuenta, y te anticipo que hoy por hoy, es la persona más feliz del mundo.”   “Gracias hombre, es muy importante para mí.” Se durmió de nuevo fruto de la morfina que se le estaba administrando desde hacía un par de meses, pero ahora ya se estaba consumiendo y todos sabían que aunque estuviera rabiando de dolor no se quejaría jamás. Pero el dolor físico llega a desgastar tanto que hace que una persona quede reducida a la nada  -simbólicamente hablando-  y en el caso concreto de Fidel esto lo tenía todo el día de mal humor, no podía salir como antes, no podía echar la bronca a los amigos ni pelearse con ellos cuando le llevaban la contraria o sin razón lo escarnecían, se veía como un elemento inútil, fuera de contexto, algo, no alguien, que era un lastre para todo y para todos, una persona sin vida propia y con muchas razones para adelantar su proceso de muerte. Al no tener esperanza ninguna desde el punto de vista religioso, no concebía ni el cielo ni el infierno como premio o castigo para un ser humano, de manera que si moría o vivía se lo debía única y exclusivamente a su afán por vivir, hasta entonces, el deseo vehemente de hacer y decir habían sido su arma secreta para paliar la falta de su esposa Nieves, había sido una de estas libertarias que apoyaron el movimiento republicano y que armada con un fusil iba subida en un camión camino de las trincheras del frente de Ejea de Los Caballeros, cantando la internacional con el puño en alto, no era un adorno de guerra. El abuelo contaba que la primera vez que la conoció llegaban unas cuantas mujeres de refuerzo a la línea donde él estaba, paró el camión que llevaba un logo de la CNT, las mujeres llamaron la atención de los soldados, cuando unos cuantos incluido su abuelo se acercaron las mujeres felices de que las hubieran llamado al frente bajaban, el abuelo se ofreció amablemente a ayudar a bajar a Nieves, el terreno estaba todo enfangado por causa de la lluvia que no dejó de caer en la última semana, esto concedía una tregua obligada a los soldados de los dos frentes aunque hay que apuntar que los nacionales llevaban mejor calzado que ellos, en esto los envidiaban y solo unos cuantos llevaban botas que quitaron a los soldados muertos, el resto calzaban alpargatas que por otro lado iban a juego con los monos de algodón como único traje de batalla. Cuando la cogió por la cintura para ayudarla a bajar del rudo transporte supo  -según decía él-  que sería su mujer, eso en buena medida fue lo que hizo que Fidel no fuera tan participativo en la batalla, se dejaba llevar de acá para allá, pero siempre de un modo u otro estaba comunicado con ella. Hasta una vez, su teniente le dejó hablar por radio con Nieves, brevemente eso sí, y todo debido a que se habían criado en el mismo pueblo Argentona.
En fin, ¡cuántos recuerdos gracias a tantas penurias…! el abuelo había oído muchas veces que los seres queridos se encontrarían en el cielo o en otra vida, pero Fidel fiel a sus principios y opiniones, no creía nada de nada de todo esto.   “Todo lo que no demuestres que eres en este mundo… en ninguna otra parte lo puedes demostrar.” le decía frecuentemente a su nieto Agustín,   “Cuando la diñas la diñas y punto, por eso es tan importante demostrar a la gente la clase de persona que eres mientras estás aquí, en este barrio, porque lo que es en el otro chaval… allí no hay a quién acudir ni a quién ayudar, coño, si todos los buenos van al cielo ¿qué puñetas haces allí, pasearte haciendo equilibrios sobre las nubes todo el puto tiempo? déjate que esto son historias. Dicen que hay espíritus, pues si es así mal, muy mal, ¡que yuyu que un día estés tomando café tranquilamente y se te aparezca alguien con una voz de ultratumba diciéndote  “Hola querido que tal estás, no te preocupes que estoy contigo para protegerte.”! Venga ya, no hagas caso de estos rollos chaval, porque si me entero, vengo del más allá y te hincho a hostias ja,ja,ja,” Así era el abuelo, incluso a las puertas de la muerte cuando podía demostraba un espíritu jovial y altanero como siempre fue, algunas veces en esta etapa de su vida se volvía caprichoso, él que nunca miraba para sí, le dijo un día a su nuera Aurora   “¿Te puedes creer que tengo de pronto unas ganas locas de comerme unos churritos con chocolate?”   “No se preocupe que bajo a buscárselos.”  Cuando mi madre volvió   “Bueno, ya están aquí los churros para el caballero, ahora mismo preparo un chocolate para los dos.”  Vaya, se había dormido, se acercó al abuelo y lo encontró con los ojos entreabiertos, no respiraba, estaba muerto. Aurora gritó… “Egoísta, que es usted un egoísta, no podía esperar a que hubiera alguien en casa ¿verdad?, he faltado cinco minutos y va y se muere solo. Maldita sea…”  Rompió a llorar sentada en el suelo al lado de la butaca. Cuando se recuperó llamó por teléfono al trabajo de Damián y les pidió que su marido llamara a casa urgentemente, estos tenían un sistema de radio desde la central, desde la cual se podían poner en contacto con cualquiera de los capataces para cualquier asunto. Le contestaron que no se preocupara que en diez minutos llamaría.  Mientras Aurora se puso en contacto con Federado, cuando este descolgó el móvil y le dijo que por favor viniera para casa, Federado, el silencioso Federado, el discreto amigo de Fidel contestó   “Ya se ha terminado ¿verdad Aurora?” sí, contestó ella   “Bien no te preocupes voy para allá, estaré en vuestra casa en cinco minutos.” Nada más terminar de hablar con Fede, llamaron de nuevo y Aurora cogió aire   “Diga…”   “¿Qué pasa cariño? me han llamado de la central y me han dicho que era muy urgente que te llamara. ¿Te has caído, o has tenido algún otro accidente?”  Como si no supiera que su padre estaba debatiéndose entre la vida y la muerte. La muerte siempre sorprende, más cuando tienes un enfermo en casa aunque se le estén haciendo tratamientos paliativos como era el caso de Fidel, si este acontecimiento hubiera tenido lugar en un hospital donde incluso los familiares hacen turnos para estar con él y colaborar con enfermería en el cambio de sueros y calmantes, las cosas serían de otra manera, pero que alguien querido se muera en tú hogar es harina de otro costal.   “Damián, tú padre acaba de fallecer.” ahora llorando de nuevo, le contó la circunstancia, que la había enviado a comprar churros y al regresar se lo encontró muerto, al fallecer su cuerpo se había deslizado de la butaca y tenía una pose un tanto grotesca, las mandíbulas desencajadas pero con una leve sonrisa en los labios.” Se hizo un silencio que se podía cortar con un cuchillo, después del cual Damián habló   “No quería que nadie lo viera morir, eso seguro. El siempre ha sido dueño de sus sentimientos. Escucha no toques nada ¿entiendes? salgo para allí ahora mismo, recojo a Agustín y venimos. No te preocupes si tardamos un poco, estamos trabajando en una carretera a cuarenta kilómetros de casa, ¿has avisado a Fede? vaya pregunta, seguro que lo has hecho ya. Dile que te haga compañía hasta que lleguemos y que tampoco él toque nada por favor, bien, salimos para allí. Te quiero cariño mío.”   “Yo también, por favor no tardéis. Damián ¿llamo al médico?”   “No, déjalo de mi mano, tú hazte acompañar por alguien y nada más hasta que lleguemos.”   “Vale.”  Damián le dijo esto último porque conocía el carácter sensible de su esposa, que en un momento dado podía estallar sin poder reprimirse ante tal desgracia, en consecuencia no era aconsejable que estuviera poco tiempo sola. Entonces recordó que la señora Rosa le dejó escrito en un papel el número de teléfono de una vecina que tenía una peluquería bajo su casa, eso ocurrió el primer día que vinieron a comer a casa y se intercambiaron las direcciones y los teléfonos respectivos, haciendo el apunte, eso sí, -por parte de Rosa- de que aquel no era su teléfono, pero que a cualquier hora podían llamar si se les ofrecía algo. Sin más tardanza Damián llamó al número que tenía escrito y solo dio un toque de llamada cuando al otro lado del hilo contestó una voz de mujer  -parecía juvenil-  que preguntó que se le ofrecía   “Pues mira, la señora Rosa, vecina vuestra me dio este número para ponerme en contacto con ella o su sobrina, llamo para ver si puedes ponerme en contacto con una de ellas lo más rápidamente posible, es urgente.”   “No se preocupe que ahora mismo, ¿quién le digo que le llama?”   “Damián, el padre de Agustín.”   “Hagamos una cosa, espere usted un momento que la aviso y le diré que baje, así habla usted con ella, me refiero a Lourdes, ¿de acuerdo?”   “Muchas gracias se lo agradecería, espero.”
Oscar estaba desaparecido, nadie sabía dónde encontrarlo y Agustín estaba francamente preocupado, ¿qué se le habría ocurrido hacer a este hombre, donde se había metido?  Cuando dio con él después de preguntar a la salida del gimnasio a un par de íntimos amigos lo localizó en un local abandonado, tenía agua y luz afortunadamente aunque vivía en unas condiciones  deplorables con un cochón de espuma colocado sobre palés de madera y unas cajas de plástico que contenían lo poco que tenía. Tuvo que llamar varias veces dando palmadas en la puerta metálica que daba a la calle para que abriera, solo levantó cincuenta centímetros de puerta, cuando vio a Agustín su rostro reflejó alegría pero no lo dejó entrar, él fue el que salió a la calle y le dio un abrazo moderado. Sacudiéndole los hombros   “¡Que tal Agustín…! oye ¿quién coño te ha dicho que estaba viviendo aquí?”   “Y tú, ¿porque coño te fuiste de casa sin decir nada a nadie? eres la leche Oscar, espero que no te fueras porque te encontraras incómodo en nuestro hogar, porque eso es lo que pretendíamos que fuera para ti nuestra casa, tú hogar por el tiempo que hiciera falta.”   “Tuve mis razones para hacerlo, pero ninguna relacionada con vosotros directamente, sois una familia como la que siempre he deseado tener. Pero si te parece cambiemos de tema, vamos a tomarnos una birra y hablamos un poco.”   “No voy a tomar nada contigo hasta que no me expliques la razón de porqué te fuiste.”   “Joder Agustín, no me atosigues, vamos al Pierrot y te lo cuento.” Se pusieron a andar, Oscar le puso la mano sobre el hombro, mientras tanto pensaba en como contarle el porqué de su huída sin ofender a nadie y mucho menos a él, sabía de sobras que tenía confianza ciega en Oscar y que pudiera parecerle que aquello lo interpretaría como una puñalada trapera.   “Marujita, nos pones dos jarras bien frías, oye Agustín aquí tienen una de las mejores cervezas negras de Barcelona, ¿la quieres negra?”   “Venga a ver si es verdad.”   “Marujita, dos negras especiales.” Para estar viviendo en las condiciones que lo hacía iba bien arreglado, con unos buenos vaqueros, camisa a cuadros y chaqueta vaquera también, calzaba botas de piel girada de Valverde del Camino, en definitiva, hecho un pincel el tío. En la chaqueta lucía un pequeño pin de plata de un club de futbol de la ciudad.   “Oscar, ¿es que eres aficionado al futbol?”   “Que va, lo que pasa es que un amigo me ha encontrado un empleo en este club y a decir verdad no me va nada mal, tengo todos los autógrafos de los jugadores y algún que otro directivo, ¿Qué te parece?”   “Cojonudo, pero lo que no me parece tan bien es que vivas en un local tío.”   “Calla hombre que te van a oír, que la mayoría de parroquianos de aquí se creen que estoy viviendo en un piso guay.”   “¡Pues vaya manera de engañar a la gente!”   “He, que no he engañado a nadie, lo que pasa es que la gente no me pregunta porque dan por sentado que llevo una vida absolutamente normal, entre comillas, como la que llevan ellos. Llegan del curro se lavan, se ponen las zapatillas y a ver la tele con los niños y la parienta pululando por la casa. Tú sabes muy bien que ese no es mi estilo, un día de esos en los que te paras a pensar o que estás más reflexivo que otros me preguntaba, Oscar, ¿desde cuándo estás solo?, y ¿sabes que me respondí? que había perdido la cuenta, de verdad Agustín, y el caso es que no he echado de menos nada. Bueno seguramente sí, porque es ahora y todavía no dejo de pensar en el penalti que le marqué a Gloria… eso me dejó muy mal regusto de boca”   “No jodas, ¿de qué me estás hablando?”   “Pues eso, la mujer de Sico, aburrida del fantasma de su marido se lió conmigo una vez, y mira tú por dónde quedó embarazada del que ahora es su hijo mayor Martín, un tiro, pero acerté de lleno, bueno hay que decir que acerté porque se movía la diana…” rieron los dos desternillándose por un instante, Oscar levantó la pesada jarra y la chocó contra la de su visitante. Entonces de golpe se hizo un silencio sepulcral, los dos interpretaron este silencio como algo necesario, una comunicación mutua que solo se palpaba por la química que desprenden dos personas diferentes pero iguales, que saben que están en comunión en según qué pensamientos y que a la vez ese rasgo les hace que se quieran de una forma limpia con buena disposición y entrega, no en vano Oscar fue el tutor de Agustín por un tiempo.
En buena medida Oscar se veía como el maestro, su tutor, pero no siempre debe ser así, muchas personas e incluso parejas caemos en la trampa que puede ser, la diferencia de edad, status, experiencia etc, y por ello nos sentimos superiores, quizás nuestro compañero (a) no tenga la misma formación, cultura, remuneración en el trabajo, en fin una serie de conceptos que nos hace más importantes delante de la persona con la compartimos emociones y sentimientos, pero sin duda la otra persona tiene muchas cosas que enseñarnos, el hecho es que debemos estar dispuestos a aprender y no banalizar las cualidades si no explotarlas, con el fin de ser mejores personas. Agustín estaba empezando a comprender esto de un modo claro desde que salía con Lourdes y compartía con ella todos los secretos de su corazón, pudiera parecer extraño pero en el poco tiempo que hacía que andaban juntos ya habían tenido alguna que otra discusión, leve, eso sí, pero discusión al fin y al cabo.
“Agustín, me fui de vuestro hogar porque recibí una llamada sospechosa, llamó mi hijo Martín, vamos, el hijo de Sico. Me dijo que tenía que verme para un asunto de trabajo, pero conociendo a su padre no puedo fiarme ni un pelo, es mala gente, un hombre que solo vive pendiente de las apuestas y que si no le salen los números es capaz de cualquier cosa por eso… que quieres que te diga… no merece la consideración debida. Y ahora resulta que a su hijo lo ha metido en el ajo, seguro que le ha dado alguna responsabilidad de la que no tiene ni pajolera idea, no sé, no sé, me huele muy mal todo. Como comprenderás no os puedo comprometer, mis circunstancias son mis circunstancias y de nadie más. ¿Sabes que decía mi abuela referente a las decisiones que uno toma en la vida?  -Tingues cuidado fill, perque qui la fá la paga.-  Era una ampurdanesa de mucho cuidado mi abuela, se levantaba todo el año a las cinco de la mañana, y hasta los noventa y dos años cada mañana ordeñaba las vacas y luego por la tarde. Cocinó toda su vida en el fuego de leña y se bañaba con agua fría, con un par de cojones, mi abuelo decía de ella, que si hubiera sido gallina hubiera parido terneros. Queda muy poca gente así Agustín, a mí me enseñó muchas cosas en silencio solo con observarla y ver como trataba a los demás, se equivocaba a menudo, sin duda alguna, pero conforme me fui haciendo mayor me di cuenta de que era una gran conversadora, y ¿sabes por qué? pues porque escuchaba a la gente más que hablar. Puede parecer un contrasentido pero creo que en esto radicaba parte de su popularidad, siempre tenía oídos para escuchar a los demás, que es muy diferente de oír, oír oye todo el mundo, pero escuchar amigo mío…
Cuando Lourdes bajó a coger el teléfono asustada porque creía que a Agustín le había sucedido algo, cogió el auricular   “¿Qué pasa señor Damián, que le ha pasado algo a Agustín? por favor dígame la verdad si es que sí…”   “Nooo, cálmate que a Agustín no le ha pasado nada. Te llamo por otro asunto.”   “Ufff que susto, ¿entonces…?”   “Pues mira que quería pedirte un favor, si pudiera ser que fuera de inmediato. El abuelo a muerto de repente, y en casa está mi mujer sola, Agustín y yo llegaremos dentro de una hora como poco y quería pedirte, que fueras a casa y estuvieras con ella hasta que llegáramos cuando me ha llamado estaba  llorando nerviosa perdida ¿podría ser posible?”   “Desde luego; lo lamento muchísimo   -Damián era una gran persona-  . Bueno no le entretengo que tendrá mucho que hacer si ha de venir para acá, dé por hecho que estaré en su casa en cosa de quince minutos, ahora llamo a su esposa, hasta luego.”
Creo que si una persona que muere, viera por el ojo de una cerradura la que se lía en torno a él o ella, resucitaría, bueno me refiero a los casos de personas que son entrañables y buenas que luego hay otros… ¡que para qué te cuento! Aún así con esos humanos considerados despreciables también se forman buenas tanganas,  en el pueblo de mi abuela murió un individuo al que casi nadie podía ver, huraño, poco sociable y siempre acompañado de una garrota que más de un niño había probado sin venir a cuento de nada, y también algún mayor probó aquella madera, sencillamente por cruzarse en su camino cuando iba o venía del estanco o la tienda de ultramarinos, pues bien, una tarde de invierno con un palmo de nieve en las calles se pegó él solo un talegazo y se dejó el coco como una sandía abierta, al resbalar y bajar dando tumbos por una calle llena de escaleras hasta la puerta de la iglesia de San Salvador  -murió allí mismo, a lo mejor si esto le hubiera pasado a un creyente todo habría quedado en mera anécdota- nadie se enteró hasta unas horas más tarde, cuando el pobre hombre quedó casi cubierto por la nieve que estaba cayendo. Madre mía la que se formó con este accidente… unos decían que si alguien lo había empujado porque siempre discutía con él, otros que fue Octavio el vaquero porque llevaban yo que sé cuantos años discutiendo por las lindes de un campo que ambos tenían, todavía otros, que era por pura envidia, porque todos sabían que era millonario a pesar de verlo por la calle vestido siempre con la misma ropa verano e invierno… pero la mayoría… ¡como se alegraron! Solo faltó el desgraciado comentario que Octavio hizo en el Casal del pueblo  -Ya era hora que dejara de tocar los cojones aquel cabrón…- huy,huy,huy, se formó la de Cristo es dios, al final vino la guardia civil con el Nissan y se llevó a cuatro a al cuartelillo, como no hubiera manera de retenerlos allí porque estaban estos dos solos de reten y no los iban a meter a los cuatro juntos en la misma celda, los exortáron a que no pelearan más y que hicieran las paces. Pero pasó poco tiempo antes de que hubiéran más discusiones y más insultos, así que de un pueblo que tenía ciento diez habitantes, cincuenta no se hablaban con el resto. ¡Qué pena oye! Como decía mi abuela, “pocos y mal avenidos.”
Cuando llegó nerviosa al hogar de Agustín sin saber porqué las piernas le temblaban, subió la escalera porque no había forma de que el ascensor parara, imaginó que ya se habría corrido la voz entre los vecinos y todo el bloque andaba revuelto, subió las escaleras de dos en dos y efectivamente tuvo que abrirse paso entre los vecinos que se aglomeraban delante de la puerta. Una vecina decía   “Pero si no está aquí el viejo, se lo han llevado al hospital, al Clínico creo.”   Otro señor mayor que se veía reposado y tranquilo  -claro no era él el protagonista de aquella novela-  apuntó   “Pues mira yo en el fondo me alegro por la familia, ya han terminado de sufrir los pobres…”  Lourdes no se pudo callar   “¿Porqué no se va usted a hacer puñetas?”  No se le ocurrió decirle además que eso lo decía sin razón, porque a lo mejor era cierto que había pasado por la experiencia de ver morir a miembros de su propia familia, pero le hubiera gustado despacharse a gusto en esa circunstancia. Estaba viviendo aquella muerte en propia carne, era un miembro de su familia el que había fallecido y eso además de ponerla nerviosa la irritaba sobremanera, quizás suceda eso porque uno se ve impotente ante un acontecimiento así. Finalmente cuando llegó hasta el pequeño salón donde estaba Aurora la abrazó con todas sus fuerzas, la madre de Agustín correspondió del mismo modo y de modo inaudible se expresaron mutuamente el acercamiento que estaban viviendo cada día que pasaba; a pesar de la circunstancia por la que estaban pasando  -cada una a su modo-  Lourdes  sintió con el abrazo de Aurora algo que le puso la piel de gallina, no era otra cosa que la protección, el haber encontrado una ala maternal como la que buscan los pollitos cuando escuchan a su alrededor un ruido sospechoso de peligro. No tuvieron que decirse nada, aunque de reojo Lourdes vio una sábana cubriendo al abuelo, parecía como si una pequeña nube lo escondiera de las miradas curiosas, lo cubría tan bien que esta simbólica nube se desparramaba por todo su alrededor de manera que ni el sillón que lo alojaba podía verse. Acto seguido y sin que Aurora tuviera que decirle nada, se dirigió hacia la puerta de la calle y con educación y media sonrisa fue apartando a los vecinos hacia la calle, algunos de ellos ya habían asomado la cabeza a la salita en su afán de ver a Fidel, pero ella les dijo a todos que agradecían su visita y que les sería dicho al otro día cuando sería el entierro. Tuvo para ello que emplear un poco de fuerza, pero al final consiguió cerrar la puerta de la calle y quedarse sola con Aurora que no cesaba de llorar acongojada, entonces cuando se volvió a acercar a Aurora se asustó al ver en un rincón de la salita a Federado, sentado en una silla baja que parecía hecha de forma artesanal, toda  ella de madera, con las piernas cruzadas una sobre otra y los brazos del mismo modo sobre el pecho, miraba aparentemente sin ver con los ojos perdidos en un singular espacio que seguramente creó para la ocasión, pero eso no hizo que no se percatara de la presencia de Lourdes a la que saludó por su nombre   “Hola Lourdes, me alegro de verte, gracias por venir.” lo dijo de forma amable, sin asperezas pero sin florituras, hubiera podido hacer lo mismo que ella hizo con los vecinos pensó por un momento ella, pero ahí estaba, como si fuera parte de la decoración de la sala. De él fue la idea de cubrir a su amigo para apartarlo de las miradas curiosas, y fue él el que ofreció un pañuelo a Aurora para el uso que le estaba dando, enjuagar lágrimas de sufrimiento auténtico. Lourdes le correspondió acercándose a él y dándole un beso en la mejilla añadiendo    “Lo siento mucho Federado, se que se te ha ido un hermano más que un amigo.” Al poco, antes de que llegaran Damián y Agustín llamaron a la puerta, era Oscar quién completamente derrotado apareció en la salita mirando a su alrededor y que se precipitó hacia Aurora para abrazarla y decirle   “Hola Aurora, se nos ido una gran persona, por lo menos para mí en el poco tiempo que hace que le conozco siempre manifestó un carácter luchador y justo. ¿A qué dios hay que darle las gracias porque pasen estas cosas?” Esta era una pregunta que él se hizo a sí mismo pero en voz baja, parecía reflejar la frustración y el desencanto de aquellos que por no ver a dios o dioses actuar, estaba receloso y hasta cabreado con todos ellos. Después de saludar a los presentes se arrinconó junto a un aparador en la pared y cruzado de brazos con la cabeza gacha, calló.
Llegaron con el tiempo los dos otros hombres de la casa, Damián sin decir nada a nadie se acercó a su mujer consolándola   “Chissssstttt, ya está cariño ya estoy aquí, venga vamos a sentarnos y tratar de relajarnos. Ya está hecho todo lo que se podía hacer por él, esperábamos este momento, ahora que ha llegado a él le gustaría que guardáramos toda la entereza posible y eso es lo que vamos a hacer por respeto hacia el abuelo.”   “Si, tienes razón. Pero ¡lo echaré tanto de menos…! se ha vaciado una parte de mi corazón, perdona Damián, siento no haber estado con él en el último momento.” Agustín estaba parado en la entrada de la salita mirando aquello, aquel bulto cubierto, suspendido por el soporte metálico del sillón, es posible que en ese momento no quisiera creer que allí debajo estuviera Fidel, su amigo íntimo, su protector, el mejor abuelo que existía hasta la fecha. El hombre que honraba su nombre de pila como quizás pocos lo hacían, de pronto una especie de ausencia se apoderó de él, un sudor frio le comenzó a manifestar que no formaba parte de aquel acontecimiento, oía las voces desde lejos y comenzó a notar una angustia indefinida, se apoyó al quicio de la puerta de la salita y se deslizó hacia el suelo hasta que se desmayó. Cuando despertó con el rostro todavía pálido y mirando sin ver claro se encontró con el rostro de Lourdes que estaba llorando  sobre él, alguien le había envuelto la cabeza con una toalla mojada muy fría, le estaban abanicando y acertó a ver que Oscar le daba un vaso con Coca Cola que fue sorbiendo poco a poco. Al incorporarse de nuevo después de asegurarse todos de que estaba en condiciones normales, se acercó al cadáver de su abuelo, le descubrió el rostro y le besó en la frente, luego lo volvió a cubrir cogiendo el borde de la sábana con un cuidado exquisito para no dañar aquel rostro marmóreo. ¡Menuda lucha estaba librando en aquel momento! Un tanto sorprendidos los demás que estaban en casa no se atrevían a impedir ninguno de los movimientos de Agustín, parecía que durante aquellos minutos estuviera inmerso en una especie de abducción, a la que nadie estaba invitado. De hecho, cuando su novia quiso impedir que se acercara al finado, Oscar con precisión pero sin violencia le puso la mano en el pecho e impidió que se le acercara con un   “Espera un poco por favor, déjalo, lo necesita como el aire que respira.” Después de llamar al médico y estando en compás de espera Lourdes le contó a Oscar que a ella le costó años remontarse de la muerte de su madre y de su abuela, los seres más queridos de su vida   “¿Sabes, jamás podré perdonar a mi padre lo que hizo con ellas dos, las maltrató, humilló y se rió de ellas durante años, se entregó a la bebida, creo que en parte porque se sentía culpable de lo que estaba haciendo. No sabía cómo solucionar los problemas, eso hizo que durante unos cuantos años yo misma dudara de la necesidad de amar a un hombre, siempre se me aparecía este fantasma negro, la sombra de mi padre, en ocasiones después de haber bebido hasta la saciedad, nos buscaba a mi hermana y a mí con gestos obscenos y en ocasiones durmiendo se acercaba a nuestra cama con el fin de encontrar… no sé, creo que no debería estar contándote esto.”   “Bien, como quieras, pero que sepas que cuando necesites ser escuchada por alguien que no sea Agustín, aquí me tienes. Todos necesitamos ser escuchados, el problema estriba en, a quien le contamos lo que sentimos, por lo demás piensa que todos en este mundo llevamos a cuestas nuestro propio drama, pero no por eso debemos de cerrar los oídos a los problemas de los demás. En realidad los seres humanos nos pertenecemos los unos a los otros, no podemos prescindir de hablar, juntarnos, asociarnos, discutir y dicho sea de paso, amar a quien sea y como sea. Si se pierde esta perspectiva mejor estamos como el abuelo.”   “Gracias por escucharme Oscar, eres un buen hombre estoy segura de que continuaremos hablando.” Se puso de puntillas sobre los zapatos planos que llevaba y le dio un suave beso en la mejilla que a él le pareció bajado del cielo.
Los primeros instantes de la muerte son alborotados, nerviosos, a muchos les desquicia el saber que alguien ha muerto  -sobre todo si es alguien íntimo-  porque entran en juego toda una serie de reacciones inesperadas por tensas que llegan a ser. En el caso de la muerte del abuelo no iba a verse una excepción, coincidiendo con la llegada del médico y del juez para el levantamiento del cadáver, hizo acto de presencia Rosa  -hermana de Damián-  quien sin saludar a nadie y toda azorada se dirigió a su hermano en voz alta   “Pero…¿tú estás tonto o qué? ¿no podías haberme llamado antes, quienes son estos?  -señaló a algunos de los presentes-  o sea que muere mi padre y si no me doy prisa no llego ni al entierro…?”  Damián no se alteró lo más mínimo, se la quedó mirando mientras ella lanzaba estos y otros improperios contra su hermano, hasta el juez allí presente se dio la vuelta para ver qué era lo que pasaba  -a pesar de estar acostumbrado a este tipo de escenas cuando se hacía algún levantamiento-  Damián la cogió del brazo y se la llevó a la cocina, detrás Aurora rugía como una leona detrás de su presa, la conocía bien y sabía que era lo que quería. Rosa no dejaba de hablar pero de asuntos inaudibles para los que estaban en el saloncito, ella sabía que su hermano iba a replicar esa podría ser la razón de porqué no dejaba de hablar de cosas, que estaban fuera de contexto. Fue solo cuando su hermano le levantó un poco la voz que ella cayó   “Escucha, y escucha bien, en todo el tiempo que papá ha estado postrado enfermo, solo una vez, una sola vez has venido a verle. Estuviste aquí veinte minutos de reloj y ni siquiera te dignaste a traer a su nieto para que lo viera, ¿te crees con derecho de venir aquí a nuestra casa con exigencias y con insultos? mírate un momento en el espejo y dime de corazón si esto es digno de un hijo que está con su padre de cuerpo presente. Márchate de aquí, y hazlo ahora mismo antes de que te eche yo a patadas.”   “No, no me puedes echar soy tú hermana y ahí fuera está mi padre de cuerpo presente…”   “¡Que no puedo echarte…!”  La cogió con rabia por el brazo y tiró de ella, Rosa, enfundada en una falda de tubo con zapatos de tacón iba dando saltitos por el pasillo para evitar caerse al suelo,  -igual la hubiera arrastrado si callera, de Damián cuando se enfadaba podía esperarse cualquier cosa-   cuando llegó a la puerta con ella detrás vociferándo Damián le soltó   “Si tenéis huevos, venir al entierro…” La dejó en el rellano y le dio con la puerta en las narices.   “Me cago en la leche que le dieron.” cuando se dieron la vuelta, los individuos de la funeraria municipal se llevaban al abuelo en una bolsa, de hecho, los dos se tuvieron que meter nuevamente en la cocina para dar paso a la triste caravana de gente que se llevarían al abuelo al Anatómico Forense. Se oía un llanto raro dentro del piso, no era otro que el de Agustín quien consolado por Lourdes por fin había estallado a llorar, eso es bueno pensó Damián, que saque esa angustia que lleva dentro. Esa noche no durmió nadie en la casa, todos en vela reflexionaban sobre ves tú a saber qué, pero seguro que Fidel, el abuelo estaba presente en los pensamientos de todos ellos. Lourdes con permiso de Aurora se había puesto en contacto con su tía y al cabo de un par de horas apareció en la casa, ¡estaba tan desanimada! su sobrina se acercó a ella y estuvo repartiendo el tiempo entre el matrimonio, Agustín y su tía. En un momento determinado Federado sacó la conclusión de que aquella chica era un tesoro, como todos los tesoros están escondidos y son escasos, por ello entre café y café se acercó a Agustín y cogiéndolo por un hombro y atrayéndolo hacia sí dándole un achuchón le dijo   “No la pierdas chaval, esta chica es un bien precioso, cuídala bien y no tendrás mejor apoyo en la vida que ella, eso sí, lucha tenazmente para conservarla. Ya sabes el dicho  -“Cuesta más conservar que adquirir”-  bueno es algo así por el estilo, no soy una persona demasiado ilustrada, pero creo que comprendes lo que quiero decir.”   “Claro Fede, estoy de acuerdo contigo. Pienso llevar este barco a buen puerto cueste lo que cueste.”   “Así me gusta joder, que tengas resolución y estés dispuesto para la batalla, a diferencia de los soldados, la gente de a  pié no podemos dejar las armas nunca, siempre las tenemos que tener aceitadas y preparadas porque en cualquier momento nos pueden hacer falta.”   “Venga va, iros todos a casa que aquí no podemos hacer nada, necesitamos descansar un poco que mañana nos espera un día duro.”  Fue Damián quien dijo esto, no porque se les hubiera terminado el café, sino porque era bien cierto que allí ya no podían hacer nada más. Era muy entrada la madrugada, sobre las tres según marcaba el reloj de la cocina, Agustín pensó con buen criterio que era demasiado tarde para que las dos mujeres volvieran a su casa, el barrio aquellas horas era impredecible y él no tenía ánimos de meterse en una pelea con algún desaprensivo. Ya se sabe que las ratas salen a esa hora porque nadie las controla, de modo que como si fuera el dueño de la casa sugirió   “Vosotras a esta hora no vais para casa, os quedáis aquí a pasar lo que queda de noche. Tú Lourdes duermes en mi habitación y tu tía en la de invitados, ahora mismo la preparo, yo dormiré aquí.” Damián y Aurora se quedaron mirándose el uno al otro, no era cara de reprobación, ni mucho menos, solo se quedaron sorprendidos.   “Hijo, ¿dormirás en el sofá? si acaso te saco una sábana.”   “No mamá, me estiraré en la butaca del abuelo, estaré cómodo ahí, al fin de cuentas no queda demasiado tiempo para dormir.” Nuevamente se quedaron mirándose el matrimonio   “¿Qué? no pasa nada, el abuelo no estaba infectado de nada contagioso.” Su padre levantó las dos manos como queriendo decir que aceptaba su decisión, nadie dijo nada más.   “Por la mañana os acompañaré a casa para que hagáis lo que sea preciso para las dos, imagino que querréis cambiaros de ropa… ahora por lo que queda de noche creo que no es preciso nada más.” Después del uso del baño, cada cual se fue a su lugar de descanso. Agustín, cuando todos estaban durmiendo, salió a la galería y encendió un cigarrillo que aspiró profundamente, hacía mucho calor, entonces se le ocurrió llamar con los nudillos a la puerta de Lourdes y entreabrió la puerta, se había tapado con la sábana superior, Agustín le dijo entonces   “Se me ha olvidado decirte que en el techo hay una lámpara ventilador, si tienes calor tira de la cadenita, buenas noches amor.”   “Buenas noches, y gracias cariño.”
Esos detalles aunque parezca que no, hacen que la relación de dos personas se solidifique, se haga fecunda, produzca sus frutos. No es una cuestión meramente filosófica, es una realidad, para que dos personas alcancen un estado de solidez en todos los ámbitos, primero deben conocerse, ver cada uno de ellos el comportamiento que tienen dentro de la familia y con los amigos, no cansarse nunca de hablar de asuntos que aunque parezcan nimiedades son vitales para el desarrollo de una vida en común. Deben saber a qué atenerse y estar de acuerdo a asumir el riesgo que supone el lanzarse a esa nueva vida. Cierto, en determinados momentos el stress y las presiones externas darán bandazos a la pareja, pero si tienen consciencia de todo esto y están de acuerdo a asumirlo, adelante.
“A, se me olvidaba, en la habitación de invitados junto al ropero hay un ventilador de pié que se puede poner en posición fija u oscilante, tiene tres velocidades, entra y díselo a tu tía que esa habitación es muy calurosa. Solo tienes que sacarle la funda de plástico tirando hacia arriba.”   “Vaaale, ¿algo más desea el caballero?”   “Sí, a ti, contigo me conformo, todo lo demás me sobra.”   “Tonto… ¡así me tienes! loquita por ti.”   “Buenas noches, que descanses.”   “Pero ¿te quieres ir ya de una vez pesao?” le tiró un cojín a la cabeza   “Bueno señorita, no se ponga usted así, ya me voy.” La noche iba a ser muy larga a pesar de la hora que era, quedaba poco tiempo para el descanso pero de hecho ¿quién quería descansar y de qué?  La muerte trae consigo contrastes inimaginables, los vivos frecuentemente queremos morir porque nos sucede algo trágico que creemos no poder superar, sin embargo por otro lado nos aferramos a la vida porque es la única forma de combatir ese deseo. Aleksadr Isayevich Solzhenitsin dijo en una ocasión  “No me asusta morir –un día- me asusta morir hoy.” Lejos de ser un contrasentido ni una paradoja, es la pura realidad, la muerte siempre trae consigo justo antes de que acontezca el deseo de seguir vivos sin importar como y hasta cuándo. ¡Sentían tanto dolor los dos en lo más profundo de sus corazones…! cuando por fin decidieron Lourdes y Agustín que tenían que descansar, y de algún modo se obligaron a ello, Agustín en medio de la oscuridad se desnudó para quedarse en slips y ocupó el lugar de su abuelo en la gran butaca mecanizada, con los brazos hacia arriba, descolgados del respaldo y con la cabeza ladeada cerró los ojos. Cuando llevamos a cabo esta sencilla operación de cerrar los párpados, nos estamos reservando el derecho a llevar a cabo una acción que va más allá de cualquier juicio, unos llevan a cabo una acción introspectiva, otros sueñan, aún otros fantasean con futuros milagrosos disfrutando de todos los parabienes de la vida. ¿En qué fase estaría Agustín? imposible saberlo, su abuelo había fallecido aquella misma tarde y él estaba ocupando un lugar que le pertenecía a un gran hombre llamado Fidel.
Todavía se oían ruidos que venían de la calle y del propio inmueble, pensó en ese momento que toda la ciudad debería de saber que su abuelo había muerto y que nadie tenía el derecho de hacer el más mínimo ruido. Iluso de mí, ¿Cómo puedo pretender que una ciudad como esta pare cuando lo cierto es que en algún otro lugar de ella se estaba llorando a otro muerto? En algún hospital, en algún hogar de ancianos, en la propia calle fruto de algún accidente, en algún descampado donde alguien entregado a las drogas se había metido un chute de mierda pensando que era heroína de la buena. En esas estaba cuando notó unas manos que lo acariciaban por encima del respaldo de la butaca, dulcemente iba pasándole las uñas por el torso provocándole una excitación repentina que le fue imposible dominar, Lourdes estaba detrás de él desvestida, con solo la pequeña braguita que tapaba a duras penas su pubis. No hablaron ni media palabra, ella fue dando la vuelta alrededor del asiento y  se puso sobre él a horcajadas, las mínimas ropas que vestían no fueron tropiezo alguno para romper una barrera invisible que separaban sus cuerpos y para sentir una vez más todo el calor mutuo que almacenaban en su interior   “Tenemos tanto amor que darnos cariño mío…” solo eso dijo Lourdes. ¡Cuán diferente es el mundo de los muertos! Ya lo han dado todo antes, ahora solo toca pasar página y a los vivos les toca ver el futuro. De hecho es un futuro tan inmediato que no se pueden hacer planes, el futuro siempre es como un chasquido de dedos, esa fracción de tiempo que se agota casi antes de que acontezca, y eso no es filosofar, es jodidamente real y repetitivo para todo ser viviente. Así los alcanzó la mañana, otra mañana calurosa, afortunadamente los dos estaban vivos el uno junto al otro, desnudos, los sonidos de la mañana y el olor del café que su madre estaba preparando los acabó de despertar, Agustín pensó que su madre tenía que haber pasado junto a ellos para ir a la cocina y de repente sintió un escalofrío, cuando pasó por su lado él tenía que estar enseñándole el culo desnudo y se apercibió de que a su lado tenía a Lourdes, seguro. Ella echó a correr a la habitación de Agustín de puntillas sobre sus pequeños pies y Agustín se ajustó el slip, cuando estaba haciendo que el aparato mecánico del sillón subiera para quedar en posición de asiento su madre salió de la cocina secándose las manos con un paño, y le dirigió como siempre una sonrisa, la sonrisa de todos los días antes de ir al trabajo   “Anda, ven para aquí que acabo de hacer café, ¿tienes hambre? seguro que sí, estoy tostando pan, por favor saca del frigo las mermeladas y la manteca también. Coge de la caja la que va en porciones será más práctico.”   “Mamá voy al baño ahora vuelvo. ¿sabes una cosa? te quiero mucho.” Dio media vuelta y se encaminó al baño mientras su madre soltó una pequeña risita que solo ella oyó acompañada de un movimiento de cabeza, que solo ella podía interpretar. Al cabo de una hora todo el mundo estaba arreglado –incluido el desayuno- solo la señora Rosa seguía un tanto ausente de todos cuantos la rodeaban, participaba de la conversación, más bien escasa, pero se la veía como si estuviera fuera de allí en un mundo propio, quizás era que los viejos tienen un mundo aparte por lo menos en su imaginación, sí, seguramente era eso.
Agustín quería  decir algo importante pero le pareció oportuno esperar a que pasara todo aquello para hablar, esperó a que su padre llamara al Anatómico Forense para saber cuando les entregarían el cuerpo del abuelo, a su vez él tenía que habar con la compañía de seguros para arreglar el entierro con el fin de sincronizar el aparato que llevaría al descanso del cuerpo del abuelo Fidel. Era evidente según dijo Damián, que habría incineración del cadáver, así lo dejó dicho el abuelo a la familia  -se entiende que con quién convivía-  pues su voluntad era esa, al margen de Rosa su hermana que poco o nada hizo mientras el abuelo estuvo viviendo con ellos. Su familia era el hogar de los Solana del que él fue desde que vivía con ellos un puntal importante, poco o nada tenía que decir Rosa, aunque lo dejó dicho, no lo dejó escrito, de manera que Damián sabía  -conociendo a su hermana-  que solo por llevar la contraria habría discusión asegurada con ella. Y llegó, vaya que si llegó, cuando todo estuviera preparado para la ceremonia en el tanatorio hizo su aparición Rosa con el lelo de su marido Cristoval, rigurosamente vestida de negro, con medias y todo a pesar del calor sofocante que hacía se presentó al acontecimiento llorando desconsolada, acompañada de dos mujeres que nadie conocía vestidas de la misma guisa, la sostenían para que no cayera al suelo  -tal era su dolor-  se acercaron al sencillo féretro y con una mano sobre él Rosa exclamaba   “¿Porque nos has dejado papá…?  ¡te queríamos tanto…!” Damián cerró los puños para contenerse de darle un puñetazo a la hipócrita de su hermana, tuvo que contenerse por las personas que estaban en el sepelio de manera que cayó y esperó a todo hubiera terminado. Su hermana se acercó a él y le dijo casi en silencio para que nadie la oyera   “¿No se te ocurrirá quemarlo no?”   “Sí, esa era su voluntad y le pese a quién le pese así se hará, porque… ¿tú no le lo querrás llevar a casa tal como está verdad?”   “Eres un cínico, una mala persona.”    “Mira, ahora me recuerdas a una tía de la tele que siempre va del mismo palo, malmetiendo a todo el mundo y considerándose ella una santa, creyente en dios y bla,bla,bla… joder Rosa, creo que ves demasiada tele y follas poco, mira el pobrecillo de Cristoval, la cara que hace… está descolorido, alégrale la vida un poco coño y deja tranquilos a los demás.” Aurora que estaba junto a ellos no pudo por menos que sonreír ante aquel comentario de su marido, estaba realmente cabreado de otro modo no hablaría de esta manera.   “Me he encargado de que abran el nicho de mamá para que descanse con ella, y eso es lo que va a pasar.” La cosa pintaba muy mal, ella era hija del finado y en consecuencia tenía sobre el papel los mismos derechos que Damián a la hora de decidir de qué forma se enterraría a su padre. Es más había anulado la petición de su hermano y lo tenía todo bien atado, así pues, después del pésame de las personas que se acercaron al tanatorio, la comitiva partió hacia el lugar del entierro. Un sinfín de sentimientos se acumularon en el corazón de Damián, como viera Agustín que el asunto podía complicarse se acercó a su padre y poniéndose a su lado… “Papá déjalo correr, lo que importa es que tendremos el recuerdo de él, ellos son una pobre gente que no tienen nada a pesar de creer que lo tienen todo, incluso la razón. ¿Tienen acaso algo de él? no, y nosotros hemos tenido su cariño y afecto. Y si después del entierro quieren algo de lo él tenía, entonces ya hablaremos.”
Después de un viaje de diez días, Gloria llegó al aeropuerto, allí le estaba esperando Sico quién después de recibirla fríamente se puso junto a la cinta de equipajes para recoger sus maletas, cuando hubieron subido al coche justo después de ajustarse el cinturón de seguridad Gloria le dijo   “Sico, voy a presentar la demanda de divorcio mañana mismo, se me hace insoportable esta situación, todavía soy joven y quiero vivir sin las presiones a las que estoy sometida por tu culpa. He conocido a un hombre que lo es de verdad, y estoy determinada a irme a vivir con él, no tengo tiempo para perderlo  contigo.” Sico continuó conduciendo por la autovía, se le notaba una especie de crispación que iba “in crescendo” y parecía que su cabeza empezaba a dar vueltas alrededor de esta nueva situación que se le presentaba, ¿qué sería ahora de su economía? ¿en qué se había equivocado para que su mujer lo odiara tanto? Interpretó que era odio pero no era así, sencillamente sentía por él desde hacía años una indiferencia total que no se tiene que  confundir con el odio. Para Sico lo que fue un insulto fue que le dijera que había conocido a un hombre de verdad, ¿Qué era él un travestido? Eso le fue empujando poco a poco a una furia interior que resolvió apretando el acelerador de su Mercedes hasta ver Gloria como subía a los 180 kms a la hora.   “Oye inútil, ¿quieres que nos matemos? si te quieres matar tú, vale, pero a mí no me metas en esta locura, mejor paras y me bajo, ya encontraré manera de volver a casa.” El siguió acelerando contando con que los radares se irían disparando a su paso, pero en este instante no le importaban los radares. El coche es una extensión de nuestra personalidad, por lo menos eso es lo que los estudioso han comprobado, si en ese caso se aplicaba adecuadamente, la de Sico estaba alterada a tope, el caso es que él era consciente de este hecho y no le importaba ni su seguridad ni la del resto de automovilistas que circulaban en su dirección. Entonces se le ocurrió una idea de lo más descabellada, disminuyó la velocidad para sorpresa de su esposa, echó de golpe el freno de mano y giró 180 grados al mismo tiempo que comenzaba a acelerar de nuevo y meter las marchas automáticas, ahora circulaba a 150 pero en sentido contrario, de perdidos al rio, bloqueó las puertas del coche y se convirtió de golpe en un kamikaze que reía sin parar y sin casi mirar los carriles por los que avanzaba. Gloria se puso a gritar de miedo y empezó a tirar de la manga de su camisa mientras soltaba por su boca toda clase de insultos que por supuesto él no oía, de pronto se encontraron en un cruce con semáforo, una barrera de vehículos al otro lado del cruce esperaban que cambiara el color, del rojo al verde para arrancar, ese fue el fin de esta carrera, un furgón frigorífico que comenzaba a pasar del otro lado junto a otros coches recibió el primer impacto para salir arrastrado hasta los que esperaban en fila de cuatro. No sintieron el dolor del impacto, pero fue brutal, por instinto natural Sico dio un golpe de volante que hizo que el Mercedes diera el golpe lateralmente, los airbags saltaron a su debido tiempo pero Gloria recibió un tremendo golpe en la cabeza que hizo que la herida que tuviera empezara a sangrar abundantemente.
Sico casi inmóvil volvió la cabeza hacia Gloria que permanecía con los ojos abiertos completamente inerte   “Ya tienes el divorcio cariño mío.” La policía llegó pronto, en la central habían recibido la alerta de un conductor que circulaba de forma irregular así que dos motoristas se pusieron los chalecos reflectantes para empezar a normalizar la circulación de algún modo, era hora punta y el tráfico crecía por momentos. Las asistencias sanitarias y los bomberos rescataron a la mujer de entre los hierros retorcidos comprobando que había fallecido, Sico se había fracturado ambas piernas y varias vértebras lumbares, no podía mover las piernas. A ella la pusieron en un saco después de tenerla sobre el asfalto media hora tapada con una manta térmica, cuando a Sico selo llevaban en la ambulancia con un collarín puesto miró de soslayo el cuerpo de su mujer y sonrió levemente. Cuando la maldad se arraiga en el corazón de alguien, se pudren los sentimientos y desaparece la compasión y el sentido de la culpa, eso es bien cierto.
Llegaron a casa de Rosa los tres, Agustín se sentó en la salita y como si se desplomara, los brazos cayeron a los lados de su cuerpo, Rosa también estaba cansada, muy cansada, le dijo a su sobrina que iba a echarse un rato pero a los dos minutos ya se había dormido. Lourdes se acercó a Agustín   “¿Quieres que te prepare un café, o una hiervas?”   “No, gracias cariño, ¿sabes? no sé si me apetece dormir, pasear o hacer el amor contigo.”   “No es extraño que te encuentres así, vamos digo yo, a mí me pasaría lo mismo, de hecho siento lo mismo que tú, parece que me hayas robado la idea.”   “Pues no soy profeta… así que se siente.”   “Decididamente practicar sexo ahora no es la idea que tengo, pero sí que haría lo que está haciendo tú tía pero contigo a mi lado. Me acostaría junto a ti y te abrazaría por detrás dejando que el corazón me llevara.”   “Ven conmigo” Lourdes lo cogió de la mano y lo llevó a la habitación, se desnudó completamente y le apuntó   “Sea, hagamos lo que tú has dicho, no creas que me he desnudado para tentarte, ni provocarte, es porque hace un calor del demonio y si tenemos que estar juntos…” Sonrió poniéndose las manos sobre las caderas y haciendo movimientos propios de una danzarina de velos con una pierna adelantada.   “Eres la alegría de mi vida Lourdes, espero que seamos muy felices y que con el tiempo, seamos capaces de ver nuestras vidas como un claro ejemplo de cómo el amor puede superar cualquier barrera.”   “Así sea, amen.” A renglón seguido empezó a desnudarlo hasta quitarle los calcetines y besar sus pies. Cuando se echaron sobre la cama aquellos dos imanes empezaron la reacción propia de, primero besarse, luego atarse con las piernas el uno al otro y terminar  fundiéndose la una sobre el otro vibrando, como si fueran las cuerdas de una guitarra tocada por un artista experto.   “Espero  -dijo Lourdes-  que nunca desfallezcamos en ese intento.” Se quedaron dormidos uno junto al otro, después de darse esa nueva clase del complemento que debería ayudarles a hacer que sus vidas fueran más soportables, y que podía dar paso a un núcleo nuevo de familia, una familia normal, con sus aciertos en este camino, sus discrepancias, sus razones y la aplicación de la lógica, con el fin de hacer que esa andadura fuera lo más feliz posible. Era perfectamente comprensible que al principio de ese conocimiento mutuo, el desenfreno en la práctica del sexo formara la parte capitular más desarrollada, debían conocerse en toda su extensión de modo que al margen de las circunstancias, la fijación que tuvieran fuera el verse vestidos y desnudos, eso sí, dentro del orden que debe presidir el decoro, porque había otro elemento a considerar y ese era que en principio se planteaban vivir tres personas juntas, una de las cuales probablemente tenía un entendimiento de la pareja o de la vida en común que distaba mucho de lo que  -en este caso Rosa-  entendiera o hubiera aplicado en su propia vida.
“Agustín, el abuelo desde que eras bien pequeño, pensó en ti siempre, queremos que sepas esto tú madre y yo.  –Damián aprovechó a decirle esto a su hijo en el transcurso de una cena que tuvieron en el bar de Rafa, El Chancho, este les preparó una cena informal a base de tapas que no contenían fritos salvo la tortilla de patata, el jamón con pan y tomate, aceitunas y algún que otro pequeño requisito lo cocinó por deseo expreso de Damián, este ya tenía en mente desde hacía unos días después de la muerte de su padre esta pequeña celebración-  el abuelo dejó para ti abierta una cuenta en el banco que ahora asciende a dieciocho mil ochocientos euros, tú madre y yo esperamos que sepas administrarlos bien, o más bien dicho, que sepáis administrarlos.” Agustín que en ese instante iba a darle un bocado al jamón con pan se quedó con la boca abierta mirando a su padre, este sonriente se lo quedó mirando complacido al ver el efecto de la sorpresa, lo mismo que su madre, que miraba al uno y a la otra con cara de curiosidad. Rosa no pudo estar en ese acontecimiento, llevaba unos cuantos días muy pensativa, se diría que ajena a lo que pasaba a su alrededor en el transcurso de muchos días. Lógico, el calor que hacía ese verano no daba tregua a nadie, ¡Cuánto menos a personas con una salud un tanto frágil por razón de la edad!    “No sé qué decir, ahora mismo estoy desconcertado, el abuelo…  -se puso a llorar de forma entrecortada pero un tanto silenciosa, y no era ni mucho menos porque hubiera pensado en su nieto dejándole ese dinero, fue por los recuerdos que afloraban cuando se hablaba de su abuelo, alguien por quien desde que él recordaba había sentido adoración-  si os parece hablamos de este asunto más tarde.” Abrazando a Lourdes levantó un vaso de vino y brindó   “Para que nuestros muertos vivan siempre en nuestro corazón y así nos den ganas de vivir.” Lourdes lo cogió por la barbilla acercándolo a ella y le dio un beso en la boca   “Si soy abuela algún día, desearé con todas mis fuerzas tener un nieto como tú, será una de las cosas más importantes que me hayan sucedido.”   “Bueno, bueno, no nos pongamos melancólicos que vamos a terminar por llorar todos en lugar de cenar, venga a terminarlo todo que Rafa todavía tiene cosas en la cocina.”   “Yo ya no puedo más Damián, no estoy acostumbrada a comer así de noche, me voy a pasar la noche en vela…”   “Bueno esto estará bien Agustín te lo agradecerá… ja,ja,ja,”   “Hostias papá como eres, mira que me voy a sonrojar he?”   “Vaya, a estas alturas el niño se pone colorao.” Se notaba que el vinito de buena factura empezaba a hacer sus efectos   “Me parece que a tu madre no la voy a dejar dormir tampoco…”   “Oye chico, haber si te mando a dormir al sofá, viejo verde.”   “Venga ya, que lo estás deseando igual que yo.” Aurora le dio un codazo a su marido que este recibió con placer e imitando a su futura nuera, la cogió de la barbilla y le estampó un sonoro beso en los labios.
En el hospital, Sico recibió la visita de sus hijos, se les veía destruidos, quizás más de lo que quedó el Mercedes después del accidente. Sico estaba sedado, en una cama especial de una clínica privada, las escayolas junto con tornillos que se adivinaban a través de ellas y los contrapesos que lo mantenían inmovilizado, ofrecían un espectáculo un tanto sórdido, sabían a estas alturas como se había desarrollado el accidente, de haber estado en otras condiciones Martín y Paula lo habrían abofeteado si no algo peor. Asesinó a su madre, lo veían de este modo, pero por otro lado ahí estaba hecho una piltrafa humana que cuando se restableciera tendría de por vida que ir de acá para allá sentado en una silla de ruedas, lo que les preocupaba ahora era saber hasta qué punto estaba arrepentido de lo que había hecho, saber si le quedaba algo de conciencia, de sensibilidad humana,  en ocasiones después de algo como lo sucedido cambia la perspectiva de la gente y querían saber, necesitaban saber si en su caso su padre tenía algún sentimiento de culpabilidad.
Sico al cabo de tres días despertó sorprendido, no recordaba nada y si lo recordaba probablemente lo disfrazaría todo apelando a una amnesia que lo tenía anclado al momento justo antes del suceso. Sea como fuere, las primeras palabras que oyó de su hija Paula fueron   “Eres un maldito hijo de puta, has matado a mamá.” Las de su hijo no fueron muy diferentes    “Estarás contento no?  ¿te has preguntado que va a ser de ti? Con nosotros no cuentes para nada, si tan mala vida te estaba dando mamá ¿porqué no te tiraste a la vía del tren? eres un ser despreciable Sico.” Ya ni sus propios hijos le llamaban por su nombre auténtico Gumersindo, jugador de apuestas ilegales, antiguo proxeneta y marcador de cartas en partidas de póker, últimamente se dedicó también a organizar carreras de coches trucados en circuitos abandonados o polígonos a medio construir. Todo un recital de delitos que lo señalaban como a un individuo que abría causado este accidente de forma premeditada, aunque en este último concepto se equivocaban todos, fue un calentón, pero no de esos que se sufre en la entrepierna sino más bien la acumulación de circunstancias que hicieron que perdiera el norte en un momento determinado.
Oscar fue al entierro de Gloria y en el velatorio pudo ver a Sico escoltado por dos policías nacionales. El cuerpo de Gloria tardó del orden de un mes en ser entregado a la familia, Sico entró en el velatorio y la vio dentro del ataúd precintado cubierta con un sudario blanco, evidentemente maquillada para disfrazar las heridas que sufrió en la cara, por un momento pensó en la tanatopráxia y como eran capaces de cambiar el aspecto de un cadáver fuera cual fuere el estado de su muerte o de su autopsia, sin afán de ser morboso, Oscar pensó por un instante que es lo que habían puesto bajo el sudario que aparentaba realmente el cuerpo de una persona, le constaba a estas alturas que era lo que había pasado y como quedó la pobre Gloria. Vio a Gumersindo sentado en la silla de ruedas junto a los policías que trataban de pasar desapercibidos sentados en unas sillas próximas y descubiertos con las gorras de plato bajo el brazo, por la naturaleza de su oficio seguían con la mirada a todo aquel que pasaba próximo al detenido. Se acercó a Martín, lo saludó expresándole su pésame, a su lado Paula vestida más apropiadamente para ir a la discoteca que para un entierro se lo quedó mirando llena de curiosidad mientras se comía las uñas de las manos nerviosamente, Oscar hizo lo mismo que con Martín   “Yo a ti te conozco…”   “Si has ido al gimnasio alguna vez seguro, yo no recuerdo haberte visto por allí, y me precio de ser buen fisonomista además una chica guapa como tú no me habría pasado desapercibida, no me hagas mucho caso son cosas de la edad, no creas que voy por ahí buscando a chavalinas a base de piropos baratos…”   “Entonces ¿Cuáles son los caros? Imagino que una persona como tú que se ve que tiene mundo corrido tendrá un buen repertorio de todo, estoy segura que para dar y vender.” ¿Eran imaginaciones suyas o ésta criatura le estaba tirando los tejos? Bueno no es que estuviera de mal ver Oscar, pero de eso a que una cría que podía ser casi su nieta le estuviera hablando de ese modo… “Así que tú eras el socio de mi padre, vaya vaya”   “No, te equivocas de persona, yo fui empleado de tú padre, nada más. Lo que pasa es que conocí a tu madre hace ya mucho tiempo y siento de veras que haya tenido que terminar así a manos de un inconsciente.”   “¿Un inconsciente dices? Yo diría más bien que mi padre es un malnacido.” Le cambió la expresión cuando dijo esto, hasta los músculos de la cara se le tensaron de tal manera, que su expresión se volvió como la de un guerrero antes de entrar en el choque de armas con el enemigo, esos guerreros que dependían de la espada y la lanza para vencer o morir, para ganar la batalla. Aprovechando el momento en el que vio a un cliente asiduo del gimnasio se despidió de Paula y buscó la mano del boxeador retirado ya, que le correspondió al saludo sorprendiéndose de verlo en el velatorio   “Coño Oscar te creía desaparecido, de un día para otro dejé de verte y pensé que te había pasado algo…”   “Desaparecí porque me echaron sin explicación ninguna, de hecho creo que la pasta que me deben ya no la voy a cobrar nunca, esta gente son de mala catadura Esteban, ¡muy mala gente! Te lo digo porque lo estoy viviendo en carne propia, aunque en honor a la verdad me la repanpimfla lo que hagan con el dinero, que se lo metan por el culo.”   “Es verdad, tienes razón, ¿sabes que nos han subido la cuota doce euros de golpe cada mes? dice el hijo de Sico, Martín, que es porque ahora tienen muchos más gastos, han tenido que cambiar parte de la instalación del agua y puesto duchas nuevas, como si fuéramos idiotas y no supiéramos lo que ha costado todo esto. Llamaron al “Cabra” para que lo hiciera todo después de pasarles el presupuesto y ahora resulta que el pobre chaval, confiando que tendría algo de trabajo, van y le dejan a deber cuatro mil quinientos euros en material aparte de su trabajo. No se tío, yo creo que alguien les parará los pies de mala manera a esos facinerosos, y lo sentiré por los críos, ellos no son responsables de lo que hace su padre pero… ya se sabe “de tal palo tal astilla. Que palo lo de Gloria Oscar, todavía me parece verla hace ocho años atrás en Orta cuando gané el título del campeonato de España de los semipesados enfrentándome a De la Cruz, ¿recuerdas que fiestón organizamos en el gimnasio? Y ella, ¡qué guapa estaba!”   “Todavía lo era Esteban, todavía lo era, ha sido una pena que por culpa de ese comemierdas estemos aquí hoy.”   “Si chico, tienes razón, pero mira, uno no puede estar tirando piedras eternamente sin que el tejado se le venga encima un día u otro. Ya ves, ahí solo y cabizbajo, sin poder andar y sin que nadie le dirija la palabra.”
Aurora hablaba últimamente mucho con su marido, le preocupaba  -quizás excesivamente-  Agustín, todo y sabiendo que Lourdes era una buena chica no dejaba de preocuparle la diferencia de edad  -seis años más-  ella con casi los treinta, no dejaba de pensar en si podrían estar a tiempo de darle nietos y dicho sea de paso en su interior, se preguntaba cómo sería la vida de los tres en la misma casa. Un domingo por la mañana bastante temprano a Agustín le despertó el olor del chocolate a la taza que su madre estaba haciendo, con solo el pantalón del pijama salió de la habitación bostezando y rascándose la cabeza camino del baño, tenía el cabello ensortijado y muy corto de los lados, Aurora pensó… ¡Que poquito me queda para disfrutarlo! Las madres siempre con la misma historia, les duele un huevo que los hijos marchen de casa y se busquen la vida, y sabía que Agustín para eso era muy capaz, tenía madera de luchador, era incansable a la hora de conseguir objetivos que previamente se hubiera trazado, de manera que por ese lado tenía la batalla perdida. Por otro, el ver que se querían de la manera que lo manifestaban la llenaba de consuelo y alegría, pues se veía a sí misma reflejada en Lourdes, una chica enamorada que bebía los vientos por él y que a ellos los respetaba sobremanera, era evidente que había tenido una buena formación, y que ella de manera natural era una persona íntegra, sin dobleces. No había medias tintas en Lourdes, eso lo sabía porque en una ocasión en la que los dos vinieron a cenar, llegaron con la cara un poco larga aunque Lourdes trató de disimularlo,  -seguro que estos dos han discutido por algo-  pero la cena transcurrió con toda normalidad, ayudó a la hora de poner la mesa y como siempre el primer plato y cubierto que puso fue el de Damián, en eso era muy cumplida, también cuando había que recoger y ponerlo todo en el lavaplatos aunque Aurora insistiera que no hacía falta.  Cuando terminó la sobremesa que fue temprano porque al otro día tenían que madrugar para ir a una obra bastante lejos, se despidió y junto con Agustín se despidió con dos besos y marcharon los dos. Aurora se asomó al balcón y los vio que discutían, en mitad del silencio de la noche ella le decía   “Cariño, si ves que no podemos seguir adelante dímelo por favor, no te quiero ningún mal al contrario, te amo, y a tú familia también. Tratemos de solucionar las cosas como humanos que somos ¿quieres? Se dio cuenta que Lourdes le tenía cogida la cara entre sus manos, se la levantó y estuvieron un instante mirándose, luego Agustín se abrazó a ella y se quedaron parados unos minutos, después se dieron un beso y continuaron calle abajo. Una persona que toma esta iniciativa y que se preocupa en pasar a la acción es porque ama a la otra. Esto le recordaba su juventud cuando empezó a salir con Damián ¡anda que no habían tenido follones de este tipo…! Pero es cierto que casi siempre era ella la que tenía que ponerle la guinda al pastel porque lo que era Damián… se subía a las ramas más rápido que un chimpancé, ¡qué hombre este! Oye y que no me deja ni a sol ni a sombra siempre buscándome los bajos, se sentaban en un banco en la Exposición… venga a meter mano por donde podía, Damián que hay gente, pues que se jodan para eso lo hago para darles envidia del cacho de mujer que tengo. Tú estás loco, ¿Qué no ves que enseño el liguero? Joder que piernas más bonitas tienes prenda mía, y así continuamente, llegó el momento que los días de fiesta cuando salían al cine y se sentaban en una de las filas de atrás ella temblaba. Ya verás como este en los anuncios de Movierecord ya me está metiendo mano, efectivamente así era, luego con una traza impresionante aprendió a desabrocharle el sujetador con solo tres dedos. Ella mientras tanto le contaba cosas para distraerlo, ¿sabías que la sintonía de esta cabecera de anuncios la hizo un catalán que se llama Josep Llobet?  Que le contabas a él? estaba en su mundo, y… ¡cuántas veces no le cogía la mano a ella y se la ponía encima de la bragueta y le decía “mira cariño como estoy”. Haciéndose la inocente Aurora se dejaba pero cuando notaba aquello dentro del calzoncillo… “huy tú estás loco, pero ¿dónde vas con esto?” pues a todas partes, formaba parte del lote que había aceptado.
Oscar volvió a casa de los Solana, y desde hacía unas semanas después del entierro de Fidel ocupó por invitación de la familia aquel espacio que valga la redundancia, era suficientemente espacioso. Incluso compró en el rastrillo de Las Glorias un escritorio muy bonito con una puerta curvada de persiana que llegó a envidiar Agustín, por la noche casi recién llegados a casa los dos hombres después del trabajo, Oscar estaba en la cocina con Aurora con su delantal gris anudado delante en la cocina, se encargaba de freír unas pescadillas que compró en el mercado, perfectamente rebozadas en harina les estaba dando vuelta y vuelta. Damián y Agustín saludaron y este último se acercó al frigorífico para servirse un vaso de Coca-Cola   “Mira que apañadita mi nueva cocinera…”   “Mira que hostia se está rifando…” no pudieron evitar reírse todos   “Voy a ponerme el pijama, nos hemos duchado en la base pero como si nada, en esta puñetera ciudad hace un bochorno…” Agustín se fue para su habitación y cuando abrió la puerta exclamó   “¡Hostia que guapo! Pero ¿por qué has hecho esto Oscar?” El escritorio había cambiado de manos, Oscar se lo había regalado a Agustín y le dejó una nota a manera de libro abierto sobre él   -la amistad no se compra, se cultiva, gracias amigo por ayudarme a usar la azada Oscar-  Agustín no pudo por menos que soltar unas sentidas lágrimas que manifestaban el agradecimiento, ya no del mueble en sí, que era para su gusto muy bonito, sino por la nota y la espectacular caligrafía hecha con tinta y plumilla de las que se usaban hace casi cien años. Junto a la nota, un tintero de cerámica lleno de tinta china y un mango de plumillas intercambiables que estaban guardadas en una caja de madera, al lado, dentro de la caja, un pequeño paño que sin duda era para limpiar las plumillas. Agustín, salió de su cuarto y fue hacia la cocina, Oscar ya no estaba allí, había terminado su labor entonces se dirigió a su habitación y llamó con los nudillos   “Quienquiera que sea pase.”   “Oscar muchas gracias… no sé qué decir…” Sonriendo Oscar   “Pues no digas nada chaval, tú ya sabes que cuando una persona hace algo que le sale del corazón la hace como si se estuviera haciendo un regalo a sí mismo, es así como lo veo yo.”   “Es que además de por el secreter te quiero agradecer la nota que me has dejado, me ha llegado al alma, te agradezco que me consideres tú amigo.”   “Va, eso lo he escrito por compromiso, porque si o eres capaz de malmeter para echarme de tú casa, como mi habitación es más grande que la tuya…”   “Que capullo, no te creo, de veras, muchas gracias amigo.” Se dieron un fuerte abrazo, Oscar le dijo entonces que ese mueble servía para enviar correspondencia y recibirla, así que le dijo que esperaba que de vez en cuando escribiera cartas a Lourdes   “En ocasiones se escriben mejor determinados sentimientos que hablando de viva voz con las personas, y ahora tú tienes motivos más que sobrados para hacerlo, ambas cosas se conjugan de tal modo que pueden llegar a formar una red impenetrable, piénsalo y da un primer paso en esa dirección verás cómo funciona. Una vez, hace de eso unos cuantos años, yo tenía un amor, cuando nos veíamos nos comíamos el uno al otro, quedábamos saciados de amor y como casi todo el tiempo que pasábamos juntos lo dedicábamos a mirarnos, más que a mirarnos a contemplarnos y decirnos cosas bonitas de forma mutua, no hablábamos de nuestras inquietudes más profundas. Creo que eso es falta de comunicación, porque la comunicación que teníamos cuando estábamos juntos era… como te diría… electrizante, toda mi persona se convertía en un acumulador que necesitaba echar esa energía fuera de cualquier modo posible, pero lo hacía de manera equivocada, de modo que daba por sentado que la relación de una pareja se fundamentaba básicamente en eso, en besar y en tocar, ¡que equivocado estaba…! Otra persona ansiosa por lo mismo pero con otras teclas que tocar se la llevó, y no la culpo hizo las cosas mejor que yo y además le escribía sentidos  versos que le llegaban al alma, la llenaban, la colmaban de felicidad. Ya sabes Agustín, aplícate la lección y se diligente, nunca des nada por sentado, procura mantener aquello que has conseguido.”   “No permitiré que una cosa así me pase a mí, gracias de nuevo Oscar.” Se dio media vuelta y cuando estaba a punto de salir del cuarto   “¿Me podrías ayudar a escribir con ese tipo de escritura que tú haces?”   “Si hombre, no faltaba más. Eso a cambio de que de vez en cuando me dejes echar un polvete ja,ja,ja,”   “¿Serás cabrón? Mi novia es mía, ¿te enteras?”   “No si me refería a echar un polvo contigo ja,ja,ja,” Cogió un montón de toallas que había plegado Oscar sobre una turca y se las tiró en la cabeza.   “Joder tío que mal genio, yo creía que te iba eso del mariconeo.”   “Chicos a cenar, Oscar las pescadillas te han quedado de cine.”   “No me digas que las has probado sin estar en la mesa…”   “Pues claro que si, ¿tú no conoces el dicho de quién parte y reparte se queda con la mejor parte? pues eso.” Todos se sentaron a la mesa y como siempre Oscar con la bota de vino colgada en el respaldo de la silla comenzaron a comer y beber. Las cenas eran especialmente largas en comparación con otras comidas del día, hay que contar con el hecho de que no se veían durante el día de manera que Aurora siempre preguntaba acerca del trabajo que habían hecho, donde estaban trabajando actualmente y sobre todo cuando terminarían por el afán de tenerlos cerca lo más pronto posible. Era muy diferente preparar unos bocadillos que preparar dos sendas comidas, el asunto no tenía comparación, Oscar por su lado con su trabajo estaba contento hasta que surgiera otra cosa mejor, no se apresuraba, daba voces entre sus amigos y conocidos para ver que le salía, y en dos ocasiones le llamaron, la última para trabajar en el mercado central Mercabarna, solo tenía un inconveniente, que no tenía transporte propio, lo que hacía inviable este y otros trabajos que le surgían. Dicen que en una gran ciudad puedes prescindir del transporte particular, vamos que puedes pasar de tú mula para ir a cualquier sitio, eso es solo relativamente cierto, ¡cuántas personas dependen de sus propios medios para ir a sitios a los que puntualmente no llega este tipo de transporte! nada, que lo de ir en bus y en metro no siempre es posible, sin contar que estos transportes se han encarecido un montón de manera que ves preparando el bolsillo para sacarte los abonos, se te va un pastón.
Pues bien, Oscar  -que estas alturas ya se había hecho con unos cuantos conocidos con los que habitualmente leía el periódico en una plaza cercana a casa-  tenía de vez en cuando alguna que otra discusión por esa razón. Un hombre de su edad cuya presencia era omnipresente a cualquier hora del día que te ocurriera estar allí, le dijo un día que él no pensaba trabajar hasta que no encontrara un lugar que estuviera a cinco minutos de su casa a pié, que él tenía otras obligaciones y nadie le impondría donde o no tenía que trabajar, di que sí, así es como se piensa, con la cabeza. Un menda que salía a discutir de cualquier asunto que te ocurriera después de beberse una caja de quintos de cerveza, la mujer trabajando como una auténtica esclava limpiando casas por una miseria y cobrando una pequeña ayuda que no daba ni para comprar media docena de huevos, el resto de lo que se necesitaba en casa, este hombretón  -que no dejaba de buscar trabajo-  se lo fundía en el bar y luego cuando salía a la calle se peleaba con quien fuera preciso con tal de tener razón, vamos, un hombre de pies a cabeza. Casi cada día había en su casa zafarranchos de mucho cuidado, la hija mayor de once años se encargaba de la casa y de dos hermanos pequeños a los que vestía daba de comer y llevaba al colegio, para después ella ir al suyo, en mitad de una clase, un día por la mañana, le vino la regla, la niña se asustó mucho, fue hasta el baño del colegio y empezó a taponarse con papel higiénico, llorando se acercó hasta el despacho de la tutora con las piernecitas cerradas, creía que iba a salirle algo raro por entre las piernas. La tutora después de escucharla distraídamente y sin levantar la vista de expedientes e informes que tenía sobre la mesa, le dijo que marchara para casa, no había razón para alarmarse, eso les pasaba a todas las mujeres cuando entraban en la fase de cambio de niña a mujer   “Pero… si solo tengo once años señorita.”   “No importa, esto depende de la fisiología de cada persona, no te preocupes. Ve para tú casa y mañana de vuelta aquí entendido?” Carla sin saber todavía a que venía todo se marchó para su casa, su padre la vio pasar por delante de la puerta del bar y la llamó   “He tú, ¿Dónde vas?”   “A casa papá, es que sangro por debajo y la tutora me ha enviado para casa, dice que eso es normal, que a todas las mujeres les pasa en el cambio de niña a mujer…”   “¿No habrás estado haciendo porquerías con algún niño no?”   “No, que va, te prometo que no he hecho nada con nadie, lo que pasa es que no sé qué hacer porque sangro bastante, ¿tengo que ponerme algo?”   “Mira, en el armario de la derecha de nuestra habitación, abajo del todo, verás unas toallas viejas, troceas una para que te quepan entre las piernas y luego cuando venga tú madre ya te dirá que hacer. ¡¡Venga, para casa, que yo tengo trabajo que hacer!! Acuérdate de tus hermanos ¿vale?”
¿Quién querría un padre así? Pues Carla lo quería, su padre no pegaba a su madre  -todavía-  y con ella y sus hermanos, cuando las circunstancias y su estado lo permitía, jugaban y reían juntos, que para ella era más que suficiente. En realidad eran como un tren que marchaba por una vía segura, eso sí, con ruedas cuadradas lo que lo hacía vulnerable a cualquier anomalía en el sistema de conducción, y ella toda contenta partió para su casa con la entrepierna pegajosa porque su padre le había dado una solución al problema que tenía en ese momento, poco importaba que no la hubiera acompañado él a casa, tenía trabajo que hacer  -por lo menos eso le había dicho-   y Carla lo creía a pié juntillas. Con lo joven que era, ya se había discutido más de una vez con un par de vecinas del bloque porque las oyó criticar a su padre tratándolo de golfo y gandul    “Pero ¿ustedes se han creído, que pueden hablar así porque si de la gente sin apenas conocerla…? Mi padre no es ningún gandul, trabaja y trabaja mucho, hace negocios en el bar porque es allí donde más acude la gente a plantear negocios ¿se enteran?”
Oscar, incansable, logró un empleo en una planta de reciclaje de neumáticos, tenía que coger un autobús hasta el final de la línea y todavía andar quince minutos hasta llegar al trabajo, pero estaba bien pagado y dicho sea de paso acallaba las habladurías que pudieran hacer los vecinos sobre el tiempo que se pasaba a solas con Aurora. Era legal, eso es cierto, porque el trabajo que tenía en el club de futbol no era delimitado por determinadas horas, en ocasiones antes y después de los partidos tenía que trabajar más, pero luego era compensado con tiempo libre que le permitía tener en algunas ocasiones más de medio día libre, este tiempo lo dedicaba a estar en casa metido en su cuarto o ayudando en tareas domésticas, otras veces se metía en su habitación para ordenar su ropa o escribir, casi nadie sabía de esa afición que se manifestó de muy joven en el colegio, primero estudiando caligrafías de letra gótica y de redondilla, lo que le hizo que le dieran menciones especiales, tanto había mejorado estas técnicas que se dedicó durante algún tiempo a hacer manuscritos con técnicas antiguas en pergamino, e incluso amigos le encargaban pequeñas poesías para días destacados como aniversarios de boda, bodas propiamente dichas, bautizos y comuniones. Aunque no lo aparentase, Oscar era un crac, pero él no se daba así mismo ninguna importancia, humilde donde los haya, siempre decía   “Esto lo puede hacer cualquiera…”. Por supuesto que cualquiera, cualquiera que tenga interés y el mínimo de cualidades necesarias para estos trabajos artesanales. Comenzó a trabajar en la planta de reciclaje y pronto se dio cuenta que aquello era como tirar de una noria para sacar agua de un pozo, se trabajaba sin descanso y siempre supervisado por un  capataz que le respiraba en el cogote observando muy de cerca todo lo que hacía   “Vamos, vamos que parecéis tortugas poniendo huevos, ya tendríais que haber terminado esta pila de gomas estáis dejando la cinta vacía, y a estos también se les paga para que trabajen no para que estén ahí tocándose los huevos.” Era pura retórica. aunque los más veteranos no lo tenían en cuenta, Oscar que era entregado,  con algo más de edad que la mayoría, no le parecía para nada correcto que estuvieran azuzándolo de aquel modo como si se tratara un buey trabajando en tierra nueva, estaba haciendo su trabajo de modo razonable. Fue entonces cuando se dio cuenta que estaba un poco trasnochado para trabajar a destajo  -cosa que no le resultaba económicamente bien-  y se esforzó con su vestimenta para esa labor, pero no dio resultados útiles, estaba viejo para esto y su cuerpo no respondía. Terminada la jornada se dirigió a la caseta prefabricada del encargado y se lo hizo saber, empleó el mejor tono posible, incluso se negó a cobrar el estipendio de ese día, el encargado lo comprendió y saco de una pequeña caja fuerte los euros que correspondían al trabajo de ese día.   “Es usted un buen tío Oscar, ¡si viera la gente que ha pasado por aquí dándoselas de machos…! se agradece que sea franco y que sepa reconocer sus límites,  si algún día podemos hacer algo por usted  -le alargó una tarjeta de empresa-  me lo dice, llevamos aquí establecidos hace quince años y no pensamos mudarnos.” Así terminó esa corta etapa de trabajo en la planta de reciclaje y cuando volvió a casa su cara reflejaba el estado de ánimo que tenía, era la primera vez desde que lo conocía Agustín que se mostró irascible y de mal humor. Llegada la noche se hizo una tortilla a la francesa la puso sobre un trozo de pan y dijo a todos que lo dispensaran, entró en su cuarto y puso en su tocadiscos un vinilo de Miles Davis, una leyenda del jazz, muerto a consecuencia de una neumonía. Durante la cena Agustín miró a su padre en varias ocasiones sin decir nada y este a su vez hizo lo propio con su hijo, terminada la sobremesa Damián llamó a la puerta de Oscar, se sorprendió al ver a Damián al otro lado y le invitó a pasar. Desde luego, pensó Damián que este hombre era alguien peculiar, tenía la habitación en perfecto estado de limpieza, incluso el metal de la cama resaltaba como si lo hubiesen bruñido con algún producto especial, los libros perfectamente colocados en el doble estante colgado en la pared, el par de zapatos del que disponía justo asomando por el pié de la cama, ésta a su vez perfectamente arreglada sin una sola arruga en la colcha, se respiraba limpieza, orden y a la vez calidez dentro de aquel espacio, quizás se lograba gracias a una alfombra que no era más que un recorte de moqueta, recorría la habitación desde debajo de la mesilla de noche y estaba recortada de tal modo, que daba la impresión que fuera un gran cubo de pintura verde claro que se hubiese derramado por el suelo, la terminación de cada punta estaba recortada de forma roma librando solo la obertura de la puerta. Así mismo una de las puertas del armario que era una luna de arriba abajo estaba limpia sin una sola mota de polvo, ¿Cómo estaría arreglado el armario? Le vino a la cabeza esta pregunta a Damián como si se tratara de una mujer curiosa, quizá adivinó su curiosidad Oscar porque le dijo   “Abre el armario Damián.”   “Disculpa no es mi intención…”   “Eso ya lo sé hombre, quiero que lo abras porque quiero mostrarte algo.”   “¿Cuál de las puertas?”   “La que tienes a tú derecha junto a la pared.” Damián obedeció y abrió la puerta, dos pequeños tornillitos sujetaban una cinta blanca en la que había dispuestas diferentes corbatas.   “¿Ves esa chaqueta azul dentro del saco de plástico? es para ti, no la he estrenado porque tengo otras. Me gustaría que para cuando llegue el invierno la uses tú, abriga mucho y es impermeable, además lleva una capucha escondida en el cuello con una cremallera te será muy útil.”   “No he entrado aquí para fisgonear Oscar, solo quiero hablar contigo un instante. Verás he estado pensando que probablemente podrías venir a trabajar con nosotros… -Oscar levantó la vista de golpe y esperó con interés lo que tenía que decirle Damián-  trataría de colocarte en algún lugar de la empresa donde no tengas que trabajar muy duro físicamente hablando, y ganarías un buen sueldo, ¿tienes carné de conducir?.”   “Sí, lo que pasa es que con los años he perdido la práctica, nunca se me presentó la oportunidad de comprar un coche por mis circunstancias anteriores y en consecuencia con el paso del tiempo he perdido interés…”   “Pues si quieres este trabajo tendrás que ponerte al día. ¡Chofer,ya ves! ojalá me lo hubieran ofrecido a mí. En cuanto a volver a conducir no hay el menor problema, en los próximos días volveremos del trabajo con uno de los  Land-Rover de la empresa y haremos prácticas los tres, digo los tres porque Agustín no querrá perderse esa experiencia. Se partirá el culo más de una vez cuando te vea conducir ese camión ja,ja,ja, ¿Qué te parece Oscar?”   “Me parece de cuento de hadas, pero… dime Damián ¿porque hacéis tanto por mí?”   “¿No lo harías tú por nosotros si estuviera en tú mano?” Tuvo que agachar la cabeza y callar, era más que evidente que conocía el argumento y su respuesta. Sonriendo contestó   “Me jode mucho que me contesten con una pregunta.”   “Pues a joderse toca amigo mío, el lunes empezamos las prácticas en el polígono de Cienfuentes, está a medio construir y allí tendremos tranquilidad y sitios para subirnos por las paredes, cuanto antes nos pongamos en marcha antes podremos dar los pasos siguientes, eso sí… no te cagues los pantalones cuando empecemos a trepar por las paredes, ja,ja,ja. Gracias por el chaquetón Oscar, se ve de categoría, en cuanto comience el frio me lo pongo, aunque supongo que tendrá que hacer mucho frio para cargar con esto.” Se probó la prenda que parecía hecha a su medida, volvió a mirarse en el espejo del armario   “Coño, eres más presumido que yo, que ya es decir…”   “También quería expresarte nuestro agradecimiento por ser como eres, Agustín te tiene como un héroe de leyenda, después de la muerte de su abuelo lo ha pasado muy mal pero el tenerte cerca ha sido todo un lujo para él, bueno, y para nosotros.”   “Anda por favor, que me estás enterneciendo… tú familia si me permites decirlo, es mi familia y por eso mismo soy yo quién debe daros las gracias, estoy tan a gusto con vosotros que poco a poco se me hace difícil imaginar lejos de aquí, de vuestro hogar.” Damián hizo entonces un gesto que Oscar no había visto más que en las películas, levantó el puño cerrado de su brazo derecho y se golpeó el corazón, Oscar contestó a ese gesto tan peculiar que le pareció más íntimo que un apretón de manos, los dos, serios esta vez se desearon buenas noches y Damián salió del cuarto de Oscar con la bolsa colgando del brazo junto a su percha para meter el chaquetón en su armario.
Después de la muerte de Gloria las cosas para la familia Orozco se complicaban por momentos, Sico era consciente que una vez recuperado del todo del accidente provocado la aceptación por parte de sus hijos y de la propia familia de Gloria sería nula, fue esa razón y no otra, la que lo llevó a vivir sin arreglar ningún papel ni documento escrito a un pueblo de la provincia de Badajoz, en la Extremadura más profunda, en una casa medio construida o medio derruida según se mire, acompañado de una señora a la que acabó convenciendo de que era un hombre de negocios que tenía una pequeña fortuna. La verdad es que la tenía, pues se hizo con parte del montante del seguro de vida  -en este caso de muerte-  de su fallecida esposa, asunto este que obvió a su acompañante, él, con todavía causa pendiente ante la justicia, se las manejó para comprar a su nombre un todoterreno de gama media con el que poder andar por aquellos lares buscando algún tipo de negocio, uno que fuera original y que diera dinero. Finalmente encontró un lugar en el pueblo de Berlanga de Duero, allí empezaría con un furgón a distribuir pan y otros víveres a los pueblos circundantes,  -soy un genio, a nadie se le hubiera ocurrido algo así-  efectivamente la idea cuajó, compró unas máquinas de segunda mano en la misma capital y comenzó, primero contrató a dos obreros que trabajaban por cuatro duros, padre e hijo este último separado y que necesitaba ingresos de algún tipo, luego a una mujer de Berlanga de treinta y pocos años de edad que tenía una madre enferma y que era soltera, no tenía muy buena reputación pero para el trabajo no se necesita ser ni monja ni puta, solo hay que tener compromiso de trabajo, y ella lo tenía. El trabajo distaba a pocos kilómetros de su casa y eso le permitía buscar clientes en hoteles y casas rurales, incluso en un castillo de Berlanga que se alquilaba de vez en cuando. Tuvo éxito por lo menos en sus comienzos, pero como en todos los negocios  -el ojo del amo engorda al caballo-  y Gumersindo pensaría que todo el mundo era como Oscar que defendía el gimnasio como si fuera suyo. Se equivocaba de medio a medio, un día en el que el obrador ya había cerrado pero que las cámaras todavía andaban, se acercó a la panificadora y se encontró a Roque sobre el obrador desnudo de cintura para abajo y a Sabina trotando sobre él como si estuviera poseída, zigzagueando y balanceando su cuerpo sobre el de Roque.   “¿Pero qué os habéis pensado que es esto, el chingadero municipal? a la puta calle los dos, ¡jamás he visto cosa igual en mi vida! marchar de aquí y marchar bien lejos antes de que haga una barbaridad. En el fondo se reía, sería porque quizás en su caso habría hecho lo mismo, pero la ventaja la tenía él en esta ocasión y no la pensaba malbaratar, la pareja salió huyendo como dos conejillos huyendo de los galgos, Sabina olvidó las bragas sobre la mesa que él retiró con dos dedos   “Ya vendrás a buscarlas, ya.”
No dijo nada a nadie, ni a Sofía su acompañante. Sofía era una mujer muy curiosa, tan pronto se pasaba una semana entera pidiéndole marcha, como estaba un mes tratando de rehuirle, pero a esas alturas Sico ya no esperaba gran cosa del amor, ni del cariño para ser sinceros. Los grandes pechos de Sofía y su  buen estado de conservación para la edad que tenía la abría hecho apetecible al ser más asexual existente. En una ocasión siendo yo todavía muy joven  -16 años-  mi padre me dijo que tuviera cuidado en precipitarme a la hora de tener relaciones sexuales con otra persona porque podía caer en una trampa de la que fuera difícil salir, o sea que fuera un sexodependiente, ¡si hubiera sabido que hacía un año que un amigo mío y yo ya nos lo montábamos con una viuda del barrio! claro íbamos dos porque con uno y de esa edad no tenía ni para empezar aquella leona, imagínate, una viuda de veintinueve años con un crio de quince, ¡ya me contarás…! y algún otro más que hubiera venido, que habría sido bien recibido.
Al cabo de siete meses Sofía se fue a vivir con una chica que era maestra rural, un primor de muchacha, menuda pero de porte muy masculino con el cabello cortado muy corto pero también muy guapa. Era la primogénita de un matrimonio que tenían una finca de escándalo, grandísima, tenían en nómina a doce trabajadores y unas bodegas con unos caldos de alucine, de hecho Sico empezó a frecuentar la propiedad con el propósito de comprar vino que luego él revendía a buen precio, y dicho sea de paso pasaba el día entre aquella gente hospitalaria que no dejaban que se fuera de allí sin haber comido o cenado con ellos. Cuando se recrudeció el invierno, con nevadas y fríos fuera de toda comprensión, llegó un día la policía y se llevaron a Sico sin darle siquiera tiempo de dejar instrucciones sobre el negocio, hubiera tenido que presentarse en comisaría cada mes para dejar constancia de que estaba consciente que sobre él pesaba un cargo de homicidio imprudente, llevaba meses incumpliendo esa orden con la confianza de que donde vivía no le encontrarían. Lo encerraron sin posibilidad de fianza ninguna, pasaría todo el tiempo en la cárcel hasta que se llevara a cabo el juicio, no se sabía cuando se iba a celebrar. Un mes, ese fue el tiempo que pasó en prisión, lo encontraron colgado de una cañería de los lavabos de la cárcel, sin ninguna clase de sorpresa, un preso que entró por la mañana a lavarse los dientes lo vio tras de sí por el espejo del lavabo, avisó a los funcionarios   “Joder, el mamón este ya me ha dejado mal gusto de boca para todo el puto día  -exclamó el preso-.”
Cuando llegó el día de la boda, Agustín estaba hecho un flan, Lourdes por su parte no podía estar más radiante, después de la boda pasarían un par de semanas en Asturias, regalo de sus padres. Vino bastante gente a la boda, después de darse el sí quiero mutuo e intercambiarse los anillos, se dieron un beso que casi escandaliza al señor cura, largo, apasionado en el que sus lenguas rebuscaban algún lugar que todavía no hubieran descubierto, entonces cuando se dieron la vuelta para salir de la iglesia una voz masculina susurró a Lourdes   “Que guapa estás chica, se me ha puesto dura solo con verte entrar antes.” se volvió y se puso roja como un tomate, un hombre de su edad con jeans y cazadora de cuero la miraba sonriente   “Supongo que te podré compartir ¿no? como en los viejos tiempos…” al salir a la calle con los invitados sacando fotografías o filmando el acontecimiento Lourdes sonrió y durante la comida y el baile rió y todo, pero una especie de carcoma le quitaba el aliento, en algún que otro instante le pareció ser observada de cerca por aquel mal bicho al que tenía aparcado en su memoria y que ya creía muerto, por lo menos para ella. Agustín casi no se apercibió del asunto, pero conocía bastante bien a Lourdes y sabía que no estaba normal   “¿Qué es lo que te pasa amor, te encuentras bien?”   “No, la verdad es que no, luego te cuento vale?”   “Si quieres nos podemos retirar, hasta resultará divertido y todo que nos busquen y no nos encuentren.”   “Mira mi tía Agustín no le podemos hacer esto, ni a tus padres, ¡que felices están! Mira a tú padre repartiendo puros entre los invitados, ¡qué gozada! además tenemos que recoger los eurillos que nos están dando que nos harán buena falta.”   “Oye cariño ¿tú has visto a Oscar?”   “Pues… no, tenía que venir con tus padres ¿no?”   “No lo sé, voy a preguntarles.” No lo habían visto, a la hora de salir de casa les dijo que él llegaría por sus medios que no se preocuparan.
El mismo día de la boda, dos hombres se presentaron en el cuartel de los Mossos con un pequeño paquete envuelto en papel de periódico, entraron cogidos del hombro, uno era especialmente alto, como de metro noventa y muy mayor, el otro bastante más joven, entraron sonriendo y hasta parecía que estaban contándose algún chiste entre ellos, el más mayor dijo   “Mira joven venimos de la boda de unos amigos, había allí un indeseable mafioso que me ha dado este escrito, no lo he leído del todo pero al parecer declara lo que es, después yo le he pegado dos tiros en la cabeza con esta pistola que te entrego.”
El mosso no salía de su asombro, preguntó dónde estaba el cadáver y Federado le dijo donde lo podían localizar, dentro de un BMW gris claro en la calle adyacente a la iglesia   “Si hace falta les acompaño…” era sorprendente, insólita la sangre fría que tenía aquel abuelo. Justo antes de que salieran más guardias para llevarlo al interior le dijo a Oscar   “Te paso el testigo amigo mío…”


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