¿DE QUÉ JUEGO ME HABLAS?
Recién llegado al corrillo, donde unos cuantos amigos están
sentados en el banco de madera del parque, con su bastón en la mano a manera de
pretexto de una cojera inexistente, saluda a los colegas y como siempre, tira
de los tirantes de su viejo amigo Elías, para dejar que reboten en su espalda,
no sin cierto enfado por parte del paciente amigo al que siempre sorprende por
la espalda.
¿Qué pasa colegas de qué va hoy el tema…? ¡Huy que caras…!
Parece que se os deba algo y no os hayan pagado. Julio contesta que es más o
menos lo que Paco acaba de insinuar. Fíjate cómo juegan estos niños en el
parque, arguye Julio, ajenos a todo lo que pasa a su alrededor, se columpian,
juegan al balón, hasta forman pequeñas bandas que se defienden unos a otros. ¿Y
de eso hablabais…?
Lo cierto es que Julio está pensando en los juegos de estos niños
a manera de ilustración, unos caen al suelo empujados por otros más mayores,
dos que salen de los columpios y saltan al suelo de salto van en su ayuda,
tiene unas raspaduras en los codos y una rodilla, el suelo es de gravilla,
parece como si el ayuntamiento hubiera rellenado este espacio, que antes era de
tierra para que cuando algún niño callera al suelo se hiciera daño de verdad.
A los niños no les importa demasiado el haber caído, a los dos
minutos ya están juntos de nuevo, jugando como antes. ¿Te has fijado…? Lo toman
como un juego natural que exige algún accidente obligado, este argumento
sencillo y lógico lo hace Julio, el risueño, le pusieron este apodo porque muy
pocas veces lo han visto enfadado, él como los demás de los compañeros que están
calentando el banco, han sido jóvenes y saben cómo terminan estos juegos, en nada, nada para ser
recordado hasta que mañana se vuelvan a encontrar de nuevo en el mismo parque.
¡Hay que ver como son los niños…! No tienen malicia alguna,
estos juegos forman parte de sus vidas, el recreo propio de la edad que tienen.
Hasta ahora todo son risas, divertimento, jolgorio, ilusión… Manu, el último de
los compañeros de vejez de los allí presentes masculla entre dientes… Ojalá los
mayores supiéramos jugar como ellos, pero chico… parece que se nos ha olvidado
ser felices, ¡lo que daría yo por volver a tener el mismo punto de vista en
todo lo que hacemos, como esos niños hacen ahora mismo!
Se ha perdido parte de esta inocencia colectiva que teníamos
cuando éramos niños, y jugábamos al escondite, o saltando a la comba, hasta que
nos llegó el tiempo de ir detrás de las niñas de nuestra edad, ¿recordáis…?
Como no, yo todavía estoy casado con Maribel, ¡y han pasado casi cincuenta años!
Ja, ja, ja, si, lo tuyo tiene miga Manu, oye, y que sea por muchos años.
Elías apunta… ojalá a medida que nos hacemos mayores no perdiéramos
el punto de vista de lo que realmente significa el jugar. Tienes razón
apostilla Paco, a medida que nos hacemos mayores nos volvemos más cínicos, creo
que eso se debe a que la vida nos enseña a mentir apara sobrevivir. Llega a ser
para mucha gente una extensión de los juegos de infancia. ¡Va déjate de
pamplinas, el que es malicioso lo es y punto! Manu el pragmático suelta una máxima
según él. Mira los políticos, seguro que cuando eran niños jugaban como estos
críos que están ahora en el parque, pero mira por donde con los años unos han
tomado diferentes caminos, unos a la derecha, otros a la izquierda y aun otros
pasan de todo como yo por ejemplo, en lo
que a mí se refiere… que les den, ya no saben jugar, son como vampiros que se
tiran a la yugular del amigo íntimo.
Elías, tirándose él mismo de los tirantes y estirando a su vez
las piernas, Maldito juego este al que están jugando esta gentuza, no les
interesa si alguno cae bajo sus pies, acaban pisoteándolos con el propósito de
hacerse ver ellos. Si te pisan y se ponen en lo alto de tu espalda, lo lógico
es que ellos estén unos cuantos centímetros más altos que el que ha caído.
Cierto, ya no saben lo que es jugar, y menos jugar limpio, el porqué está claro
para mí, cuantos menos seamos en el tablero más posibilidades tendremos de
triunfar, y si por lo que sea se caen… se dan un morrón de aquí te espero, he
que hay quién ya no se puede recuperar del trompazo, eso se ve cada día.
Julio el risueño añade… ¡que dios me de salud para poder venir
siempre que pueda a este parque a ver jugar a estos niños como ahora estoy
haciendo, me rejuvenece, me hace olvidar rencores de colores partidistas y
banderas manchadas de sangre! Pobres desgraciados…
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