EL ARTE EN LA ESCUELA
Querer saber, instruirse,
prepararse para el futuro, eso es lo que en síntesis hacemos cuando vamos a la
escuela. Es la clave para ser mejores en todo, no en establecer competencias
entre compañeros, eso no lleva a ninguna parte, aprender sí, ahí está el
secreto, pero para poder hacerlo de la forma apropiada hay que seguir
determinadas pautas. A lo mejor alguien piensa que me he roto la cabeza para
llegar a esta conclusión, quizás tenga razón, no es que haya descubierto la
sopa de ajo pero casi.
Me explico; en mi época de estudiante todos íbamos equipados
con determinadas cosas imprescindibles para estudiar, sí digo bien, para
estudiar y nada más que eso, que te descosían a deberes también es cierto pero
formaba parte de la rutina del cada día. Hoy la cosa ha cambiado
sustancialmente, en lo que se refiere a deberes por ejemplo, ¡cómo ha cambiado
todo…! Hoy si los críos no hacen los deberes y se les llama la atención por
eso, ¡la que te lían puede ser parda! Ya no solo a los padres, a los profesores
también, son las víctimas directas del pasotismo de los estudiantes, antes a
nadie se le ocurría siquiera toserle a un profesor en clase.
Hoy con la mierda de los móviles,
tablets y ordenadores, los estudiantes los esgrimen como si fueran armas, hacen
burla de los profes, los insultan sin ningún pudor, si los envían a casa con
una nota llamando la atención a los padres sobre el comportamiento de los hijos,
estos contestan que la razón es que les tienen ojeriza, que los tienen entre
ojos y no pueden estudiar con esta presión por parte de los maestros.
Hace unos días, un amigo mío que
tiene serios problemas con su hijo me cogió por banda y me enseñó unos videos
que circulaban por la red. ¡Vaya tela…! Se me caía la cara de vergüenza al
suelo, y eso que nada tenía que ver conmigo. Entre tres críos de no más de doce
años le habían bajado los pantalones al profesor y se habían cagado en la mesa
del profesor. ¡Mundo moderno…! Qué pena, al pobre padre se le caían las
lágrimas de los ojos, no de risa por la presunta broma de los golfos, entre los
que se encontraba su hijo, lloraba de impotencia.
¿Qué hacer ante esta actitud
desaforada y de falta de respeto de esos mequetrefes? No puedo hacer nada
Martín, su madre todavía lo defiende, dice que es que están sometidos a mucha
presión, que los maestros no los comprenden, que no saben imponer su autoridad.
Lo cierto es que no supe que decirle, en primer lugar creí que estaba viendo
una alucinación, le dije… No puede ser verdad eso, es imposible. No me
contestó, pasó a enseñarme otro video grabado con un móvil, dos chicas se
estaban dando una paliza en el patio de la escuela difícil de describir. A las
dos les faltaban mechones enteros de cabello, se miraban con una cara de odio
la una a la otra… con los ojos inyectados en sangre, se daban de patadas y
puñetazos tales que parecían un par de locas escapadas de un manicomio.
Pero cada día, estas bandas crean
adeptos, se ríen y se enseñorean de sus logros, y al final acababan nombrando a
una capitana, que era la que marcaba la pauta, de quién era la merecedora de
sentarse junto a ellas, de pasar por delante de ellas, de mirarlas a los ojos
incluso.
Esta clase de estudiantes han hecho
de la asistencia al instituto, un arte, un arte que ellas dominan y que hasta
los profesores deben respetar bajo la amenaza de que si no hacen lo que ellos
dicen, les queman el coche, y se quedan tan anchos. Solo son pequeñas faltas,
ellos y ellas, los que actúan así de esta forma deshumanizada, se hacen los
dueños del funcionamiento de la escuela.
Esto en mis tiempos no pasaba, sí
que es cierto que también hacíamos alguna que otra gamberrada, pero no pasaba
de ahí, y con todo, recibíamos el correspondiente castigo. Siempre tuve claro a
qué iba al colegio, y mis padres diariamente me estimulaban a que no me saliera
de mis límites. No llegué a ser banquero ni ingeniero, pero me complazco en
saber que soy una persona con sentido común, capaz todavía de diferenciar
determinados comportamientos.
La escuela es solo un edificio,
cierto, pero construido para hacer del conocimiento un arte.
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