viernes, 17 de junio de 2011

EL ARMARIO

                            EL ARMARIO.

Todavía recuerdo como si fuera hoy mismo, el día que aquella simpática pareja de recién casados, vinieron a la tienda donde yo, junto a otros compañeros estábamos expuestos en línea perfectamente iluminados con nuestras lunas exteriores bien pulidas y nuestros interiores oliendo a madera todavía sin estrenar.
A decir verdad no era del todo así pues alguno que otro era utilizado para guardar en su interior catálogos y fotografías de modelos diferentes que los que estábamos ahí y eso era motivo de risas entre nosotros, “Que, como no te compran sirves de almacén ¿no chaval?”, contestaba enviándonos al quinto cuerno pero las cosas no iban a mayores porque… ¿Qué puede hacer un elemento de madera que no puede caminar? De manera que no abusábamos de los demás, no fuera caso que fuéramos nosotros los siguientes en pasar por esa triste experiencia.
Pues bien, como os digo, junto al vendedor pasaban revista a aquellos soldados de madera que impertérritos contemplábamos las frecuentes visitas que diariamente nos hacían toda clase de personas. Pero cuando esa parejita pasaron junto a mí… saqué pecho con el propósito de que me poseyeran, tenía que lograr que me sacaran de allí, quería contemplar el mundo exterior y para eso tenía que hacer méritos, abrieron mis puertas y me esforcé para que no chirriara ninguna de ellas, del mismo modo que cuando él golpeó ligeramente los estantes interiores no solté ni una sola queja de dolor, “Va, eso es una simple colleja”, pensé para mí, “Pero que guapa es ella…”, y es cierto, no me equivocaba, con el cabello rubio y largo casi hasta la cintura me cautivó. Cuando empezó a mirarse ante mí, me quedé boquiabierto, se miró de frente y luego de lado apretando su busto y su cintura delante de esos grandes ojos que tengo. Se acercó a mí tan cerca… para verse los labios y sus ojos, adornados con rímel.
¡¡Que quieres!! Los armarios también tenemos sensibilidad, estamos hechos de materia orgánica y en ocasiones algunos de nosotros rezumamos resinas y sabias, muestra inequívoca de que nos manipularon antes de lo previsto pero también de que tenemos alma, especial eso sí, pero alma al fin y al cabo. Ya me gustaría a mí saber lo que sentirían los humanos si los pillaran por las raíces y los pasaran por una sierra para sacarles la corteza, ¡entonces es probable que se pusieran en nuestro lugar y nos tratarían con más mimo!  Esta es una de las cosas que me saca de quicio,  “A no se preocupe, le sacamos este estante y aquí le ponemos unos cajones si le hace falta, y si me apura le diré más, quitamos este otro de aquí y le hacemos más espacioso ese hueco para que pueda colgar abrigos”.
Claro el vendedor está para vender y por cada pieza que vende, cobra comisiones, ¿Qué más le da lo nos parezca a nosotros?  Pero lo cierto es que somos nosotros los que debemos vivir en esta casa determinado tiempo, años a veces, que un bisabuelo mío a pesar de los achaques, porque por tener tiene de todo el pobre, cruje por todos lados, lo sostienen en algunos lugares con alambres… pero mira oye, ahí lo tienes aguantando, y digo aguantando porque el pobrecillo como no se puede quejar a los humanos…¡hombre claro que no puede, el usa el lenguaje de los muebles…! Y está visto que cuando se pone a chirriar alguna de sus piezas, no entienden que es una queja de dolor, sencillamente lo apedazan y punto. Como si le hicieran algún bien al pobre, clavándole clavos y tornillos con trozos de madera para que aguante.
No hay derecho, los muebles no tenemos ni voz ni voto. Un hermano mío, (porque lo hicieron del mismo árbol) se transformó en cómoda y el pobrecillo está pasando las de Caín. El artesano lo fabricó tan bien que después de muchos años ha pasado por no sé cuantas manos, ¡como si fuera un esclavo oye! Le puso unas incrustaciones de marfil y unas incrustaciones de marquetería tan bien puestas y tan bonitas que con el paso de los años fue de subasta en subasta hasta que lo compró una familia bien que vive en Marbella, son alemanes y ahora solo lo tienen de adorno con un par de candelabros raros encima. Pero lo que tuvo que pasar el pobre mientras lo fabricaban… cincelando la madera y después metiéndole cosas extrañas en ella que no pudo expulsar, ¡es madera, que quieres!.
Mira en este sentido yo lo he pasado mejor, unos cuantos taladros por aquí y por allá y como por ensalmo, un armario ropero. En fin, que me desmontaron de la tienda porque si me llevaban a casa les salía más económico, al ser de exposición les rebajaron el precio, y me vi después de unas cuantas vueltas montado en una habitación recién empapelada, acompañado de una cama de metal y unas mesitas de noche que parecía haber sido restauradas, con unas pátinas de color blanco y de fondo verde claro. Mira tú, al fin y al cabo hacíamos conjunto, porque no veas el armario que soy, casi tres metros de largo y dos veinticinco de alto, cuatro cuerpos, los dos centrales espejos de arriba abajo, y unas patas poderosas y anchas, bien trabajadas, de nogal auténtico.
Empezaron a llenar el armario la parejita y para ello se cambiaron de vestimenta, yo pensaba…”¿Qué hacen ahora este par? Y abrieron una caja que al parecer contenía lo que iban a poner, pues no se pusieron nada, porque estaba acostumbrado a ver gente, pero nunca sin ropa alguna, él llevaba un pantaloncito corto y ella unas bragas, lo sé porque el uno al otro se preguntaban donde estaban encajadas esas piezas, y bueno… se ponen a la labor, ella le decía    -No, que estas camisetas no van ahí, van en este otro estante.-    -Vale pues entonces colgaré los abrigos chaquetas y camisas ¿te parece bien amor mío?-    -Bueno… y hoye no me mires tanto el culo que te veo por el espejo del armario.-
Esta chica no era tonta, nada tonta, empezaba a ver las utilidades del armario, me estaba utilizando como punto de referencia y eso… me encantaba, lo malo es que no podía aplaudirla ni darle la enhorabuena porque no tengo manos como ellos y si me hubiera puesto a aplaudir, pues abría roto las puertas, entonces quizás hubieran pensado que había espíritus o algo parecido en la casa y no era el caso de asustarlos pobrecillos, tan jóvenes y tan casados. Poco a poco iban quedando menos huecos en mí interior, estaban por decirlo de algún modo vaciando mis tripas, pero que quieres, para eso está uno, no para discutir sino para aceptar y servir.  “¡Cuánto me acuerdo de mi hermano… pobrecillo, convertido en una cómoda!”
En estos momentos en los que se utiliza de forma adecuada es cuando realmente te sientes útil y hasta dispuesto, a hacer todo lo posible por poder colaborar con tus nuevos dueños. Si hubiera podido hubiera abierto mis puertas de forma automática cada vez que llegaba ella con ropa recién planchada con olor a suavizante y la depositaba, cuidadosamente doblada dentro del estante correspondiente, era como una liturgia que yo agradecía, porque después de ver su cara y sus movimientos graciosos, cada vez que se acercaba a mí se alegraban todos los componentes de mi estructura fuerte pero frágil a la vez, firme y a la vez débil, combustible y pasajera.
Una noche en mitad del silencio que caracteriza a esas horas de descanso… empecé a oír ruidos nuevos para esos oídos míos, nada débiles pero discretos por la inmovilidad que caracteriza a los muebles; eran gemidos que al principio me asustaron un poco, parecía como si alguien estuviera tratando de causar un dolor extraño, unos sonidos quedos que terminaban en pequeños gritos ahogados… pensé que probablemente los sueños de la noche estaban trayendo algún recuerdo a alguno de mis dos dueños. Pero de sueños nada… me fijé por medio del aprovechamiento de luz que me permitían las dos sendas lunas de mis puertas, que de algún modo captaban tanto alguna luz exterior y la poca interior que estaba dominada por una de las mesitas de noche, donde permanecía iluminada un lámpara de estilo rústico con pié metálico oxidado y pantalla de pergamino, y pude observar que se revolvían el uno sobre el otro y se besaban, abrían las piernas y se atenazaban como si de uno solo se tratara, los dos mostraban ¡¡una actitud tan rara!! que no pude por menos que cerrar nuevamente los ojos de mis ventanas y haciendo un bostezo de armario quedarme dormido de nuevo.
Esas escenas se prodigaron a través de los días cada vez más a menudo hasta que un día pasados unos meses ella le dijo a él que estaba embarazada, se lo había dicho en la habitación, fui testigo del acontecimiento y él de forma inesperada comenzó a abrazarla y a reír de una forma escandalosa. Está claro que un armario no puede reaccionar de ningún modo a una situación como la que os cuento, un armario no sabe qué es eso de estar embarazado, pero la alegría que se dibujaba en sus rostros me decía que eran muy, pero que muy felices, y me alegré con ellos a mi modo, dejando que se entreabrieran las puertas laterales. No se dieron cuenta de ello y pensé que la próxima alegría que compartiera con ellos sería de la misma manera, quizás fuera que aceptaran mí presencia como un ser más de la familia.
Pasado un poco más de tiempo lamenté mucho que cayera enferma, se encontraba mal y devolvía casi continuamente mientras que sus formas perfectas empezaron a perderse tras una enorme barriga que crecía y crecía. Un día casi al despuntar el sol, cuando él ya había marchado al trabajo, se oyó un pequeño ruido por los alrededores de la habitación y llamándola continuamente vino a parar ahí una señora regordeta y bajita que se hecho sobre la cama llorando, abrazándola y pasándole la mano por la cara se lamentaba… “Pobrecilla mía ¿Qué te ha hecho este salvaje?”.  Francamente me asusté mucho, ¿Sería verdad que ese hombre fuera capaz  de hacerle algo malo a esta mujer que manifestaba quererlo tanto? Nada más lejos de la verdad, siguiendo la conversación de las dos con atención, te podías dar cuenta que lo que le pasaba era fruto de esas escenas tórridas que los dos pasaban juntos tanto tiempo.
¡Claro! Ahora que lo pienso una vez vino a la tienda una señora en las mismas circunstancias, con una barriga difícil de transportar, estaba realmente deformada y el vendedor le preguntó con mucha cortesía que para cuando esperaba el bebé a lo que contestó… “Dentro de una semana salgo de cuentas”,  “Mí enhorabuena señora y que cuando llegue el momento tenga una hora bien corta”.  ¡Qué difícil es el idioma de los humanos…!  Nosotros  que nos comunicamos en el bosque por medio de sonidos de nuestras ramas y raíces o usando a la fauna de nuestro alrededor que sabe a qué árbol tiene que acudir y a cual no. Por eso no nos hace falta escritura ni gramática alguna, y si te fijas todo el mundo habla de nosotros y se nos investiga con el fin de que no desaparezcamos… “No hay derecho, los arboles son el pulmón de la tierra, hay que castigar a los que los cortan indiscriminadamente” ¿Cuántas veces no hemos oído slogans parecidos? , pero, además en todas partes del mundo.
Pero quita, el ser humano con tal de tener un mueble de calidad excepcional, se va a talar árboles a la Amazonía si hace falta, con tal de presumir delante de los amigos diciéndoles que esa es una madera rarísima que solo se hace en el Orinoco, pero en solo un lugar que tiene ochocientas hectáreas. Las cosas como son. Si es por el puro placer de presumir y molar, hubiera preferido ser una máquina del millón que también están buscadas y son en su mayor parte metálicas, que idiota es la gente que gasta el dinero en muebles con ese único fin. Ahora bien, que a uno lo usen con el fin de ser útil y si me apuras hasta necesario en una casa oye, pues muy bien, que lo talen y lo conviertan a uno hasta en palillos para los dientes, bien va, sea por hacer un servicio a los humanos. Lo demás es pura mierda (con perdón de la expresión).
La señora aquella, la regordeta, atendió durante bastante tiempo a mi dueña, le entraba el desayuno y la comida y traía amigos a la casa para que la visitaran.  “Van a venir la familia Gómez, ¿sabes, ella tiene mucha experiencia en dar a luz? Cinco hijos tienen, y cada uno ha venido de diferente manera, ya verás que bien te irá, las personas que tienen tanta experiencia son un pozo de sabiduría para las primerizas. No te preocupes por nada yo me encargo de la merienda y de hacer los arreglos para que pasemos todos un buen rato. ¡ha!, vendrán mañana.”  No entiendo de temas humanos pero me da la impresión que no estaba para rollos aquella mujer de la barriga, imagina teniendo que llevar todo ese peso encima, encontrarse mal y además tener visitas, todo un papelón vamos. En estas ocasiones prefieres ser un mueble oye, porque como no participas de los temas de conversación te dejan en paz y nadie te pregunta, ni te piden opinión, eres… eso un mueble, un espacio ocupado para determinadas funciones y punto.
Aquel día la abuela, (así le llamaba mi dueño) se  lió la manta a la cabeza y se puso a abrir mis puertas para empezar a meter cosas por un lado y sacar por otro. Su hija le llamaba la atención y le decía…”¿Pero qué estás haciendo mamá, se puede saber porque me cambias las cosas de sitio?”   “Deja hija que te lo estoy ordenando todo para que tengas las cosas más a mano. No te quejes, luego me lo agradecerás.”  Y venga a abrir y cerrar puertas, yo que no soy de piedra me preguntaba cuándo iba a terminar esa especie de locura colectiva porque uno no es de piedra. Me hubiera gustado poder gritar pero opté solo por hacer chirriar mis componentes con el fin de dar avisos de que esa situación tenía que terminar, ¡que suplicio!.  Estoy seguro que si el fabricante hubiera visto estas escenas también abría intervenido para dar más de una sugerencia acerca de cómo tenían que disponerse las cosas dentro de mí, al fin y al cabo tenía la experiencia necesaria para hacerlo ya que era el cerebro pensante del armario (o sea yo).
Llegó el día del alumbramiento y todos marcharon al hospital, ufff que tranquilidad…  mientras tanto comencé a darme cuenta que mis ojos ya no veían tan bien, las lunas se habían descuidado tanto en lo referente a limpieza que se me hacían sombras por todas partes. Otra desventaja que tenemos respecto a los humanos, ellos van a un señor que se llama oculista y les corrigen la visión de manera que si deben llevar unas lentes de cristal delante de los ojos, van se las ponen y vuelven a ver bien de nuevo. Nosotros no, si no se nos limpia frecuentemente vamos perdiendo el brillo y la uniformidad de visión. No es que a mí me importe demasiado pero ¿les importaría a ellos o no?.
Al volver del hospital con el bebé me vi con la habitación llena de gente casi cada día por espacio de dos semanas, me daban golpes y ensuciaban más mis ojos de manera que solo veía por la parte de arriba, menos mal que se le ocurrió a mi dueña limpiarme con un paño y un liquido que lejos de parecer desagradable fue desde entonces un buen amigo.
Pasado casi un mes, una noche hablaban mis dueños de ir a visitar a la familia del pueblo y él le dijo a ella que era imposible para él pedir vacaciones para la ocasión. Total que se arreglaron de modo que el viaje lo hiciera ella con el pequeñín y su madre, el abuelo conduciría el auto, era prudente y paciente, cualidad esa última que en estas circunstancias siempre se pone a prueba. Como no estoy en disposición de pensar no puedo valorar si eso sería bueno o malo, pero lo cierto es que cuando marcharon la casa se sumió en el más profundo silencio, demasiado diría yo después de la vida ajetreada que se vivía en el piso.
Por la noche todo cambió, con la sola presencia de mi dueño cambió el panorama por completo. Después de oír voces, risas, el sonido de la televisión, brindis y más cosas, las luces se fueron apagando y mi dueño entró en la habitación acompañado de una señora que aparentaba algunos años más que él, como mueble que soy no saqué ninguna conclusión, yo estoy ahí para servir y de paso ese servicio incluye mirar, que para eso tengo ojos ¡Y bien grandes! Gracias al carpintero. Pues oye que sacó de mí interior una bolsa de papel decorado y le dijo a la señora “Hay tienes, un regalo para ti pero para que te lo pongas ahora”.  La señora dio un salto de la cama y se dirigió al baño, se oía el agua correr, después cesó el sonido y al poco salió con una especie de vestido transparente muy cortito con unas braguitas y un sujetador mínimos a juego con esa prenda exterior. ¡Qué bonito!, si hubierais visto la de arrumacos que se propinaron el uno al otro… una delicia vamos, ¡como se querían!, seguramente eran familia porque se decían, te quiero, tengo muchas ganas de ti, ya era hora que nos viésemos y cosas por el estilo.
Que se querían era indudable, porque al poco, ya estaban retozando sobre el lecho teniéndonos como testigos a las mesitas de noche y a mí. Se oía una música de fondo bonita, y como viera una mesita que no acertara a saber que instrumento era, me dijo que era un saxofón, que ella estaba cansada de oírla de otras muchas veces. Añadió que no eran familia sino una vecina del bloque de al lado que se comunicaba con él a través del patio de luces que había en la casa y por lo que se ve se tenían ganas desde hacía tiempo, porque él estuvo un año antes en el piso, pintando y reparando cosas para habitarlo. Todo esto me lo dijo con una voz chillona propia de una mesita de noche, porque la mía es mucho más grave, ¡como soy más grande, tengo más resonancia! Bueno los otros dos que estaban a lo suyo no nos oían porque nosotros hablamos en el idioma de la madera, en cambio la otra mesita no hacía más que bostezar como si alguien la hubiera despertado del sueño.
A veces me gustaría ser humano para sentir como ellos sienten, a lo peor estoy equivocado porque enferman y tienen que estar en manos de médicos o ser internados en hospitales en los que todo o casi todo es metálico con el fin de no coger infecciones a través de la madera. No, no, prefiero estar aquí tranquilito en casa y pasar de sorpresas desagradables, se de muebles que han tenido que contemplar la muerte de sus dueños cuando los han dado por imposibles en el hospital y dicen que es horrible verlo. Otros sin embargo se han acostado tranquilamente y por la mañana han aparecido más secos que la mojama, eso… hay de todo, pero los muebles casi siempre quedamos de testigos oye, nos trasladan, cambian nuestro contenido, hasta nos sobrecargan con mil y un cacharros inútiles pero ahí estamos, en nuestro sitio hasta que quedamos hechos astillas con un par de h…
Que no, que no, que prefiero ser lo que soy y como dicen los humanos, que es un dicho al parecer muy popular, ver los toros desde la barrera, no sé a qué se refieren pero hablando con las mesillas hemos deducido que debe ser estar plantados en un lugar y contemplar lo que los demás hacen. Si lo miras fríamente esa es nuestra vida, ¡¡y resistir!! Que cuando dejas de hacerlo te sustituyen por cualquier mierda del Leroy Merlín. Pues eso, a medida que pasaban los días, la vecina iba y venía a la casa, unas veces, con unas cajas de cartón que al parecer contenían comida, eran como unas tortas grandes llenas de cosas por encima, se metían en la habitación, encendían un aparato que iluminaba y daba sonidos e imágenes, se pasaban allí un buen rato comiendo y bebiendo luego, le decía ella  “¿Follamos un rato?” Mi dueño la agarraba de la cabellera y la tumbaba de cualquier forma mientras la vecina reía y reía,  “Te voy a echar tres polvos sin sacarla.”
Tuvo que pasar muy poco tiempo hasta que llegó el día del regreso de mi dueña, cuando entraron en casa ya entraban discutiendo porque según decía ella casi no la había llamado por teléfono y eso no le gustó.  “¿Es que no te interesa mi estado de salud ni el de tu hijo?...”   “Ha, pero ¿llevas un niño?, que alegría.”  “Desde luego… eres tonto del culo tío. No quiero decir un niño, ¡como si quiere ser un dinosaurio, pelotudo!”  Bueno… la que se lió, y con toda esta jarana un golpe de maleta en mis bajos que me crujieron hasta las patas que me sostenían. ¡Pues sí que empezamos bien el regreso del pueblo!
Y menos mal que los muebles no entendemos de expresiones como opinión, circunstancia, cariño, comprensión y otras muchas. ¡Hombre, somos muebles! Bastante tenemos con tratar de subsistir del mejor modo posible sin muchas alteraciones exteriores porque depende de a quién esto no le complace mucho y acaban cambiándote por otro presuntamente mejor. Mira, sin ir más lejos a un primo mío lo desguazaron y lo dejaron en la calle junto a los contenedores de la basura, pues tú, vinieron unos y se llevaron las puertas, al rato otros se llevaron los laterales, después unos chavales se pusieron a pisotear las hojas traseras que servían de fondo, total, que lo diseccionaron como si fuera un puzle que cada cual le dio su uso. Es muy jodido terminar así, es  como un descuartizamiento insensible y cruel, porque… todos hemos salido de la madre naturaleza ¿o no?
No os quiero entretener con el posparto que tuvo mi dueña, aquello fue de escándalo, porque la señora regordeta se las traía, vaya genio que tenía, nada, que al poco de estar allí con su nieto en brazos se hizo dueña de la situación al completo. Mi dueño ahora me utilizaba de tienda, a menudo lo veías con una botella de whisky y latas de mejillones, chipirones, navajas, otra botella de vermuth y bolsas de chips y cosas por el estilo. La regordeta le llamó la atención de que no quería que nadie metiera mano en la alacena sin verlo ella antes. ¡Valla con la genio! Hasta alguna vez entraba a la habitación y amenazaba a mi dueña que si aquello seguía así ella se iba de casa y allí se las compusiera sola. Su hija entonces se le ponía a llorar y le decía que tenía carta blanca para lo que hubiera de menester.
Un día me quedé horrorizado, por la noche se pusieron a hablar mis dueños que necesitaban más espacio para poner la cunita del niño, al parecer él ya traía un esquema de lo que iban a hacer y eso era cambiarme por un armario que hiciera rinconera y así se pudiera aprovechar mejor el hueco tras la puerta. Me puse a temblar, a mí manera claro está. Ella le decía que ahora no podía ser que tenían muchos gastos y él  “Pues que nos ayude tú madre, ¿no quiere tanto al niño?”  “Bueno… se lo comentaré y haber que es lo que me dice, pero es que me sabe mal, al fin y al cabo, ¿Cuánto tiempo hace que lo tenemos? Muy poco, está nuevo, todavía cuando lo abres hace olor a madera nueva…”   “Sí pero cuando hace falta una cosa hace falta y punto, no te encabezones con esto que no nos va a llevar a ningún sitio.”  Bueno, te prometo que mañana cuando vuelvas del trabajo te doy una respuesta ¿vale?. 
Yo no sé lo que hablaron las dos porque parece que lo discutieron en la cocina o el comedor, no lo sé, pero al parecer ya había un principio de acuerdo que faltaba transmitir al padre de la criatura. Después del madrugón el hombre tenía ganas de echarse un rato así que comió y cuando entró en la habitación su mujer entró tras él.  “Ya sé lo que vamos a hacer, creo que será la mejor solución, la más barata y la más práctica.”  “Venga, te escucho, mira, la habitación de mamá es casi igual de grande que la nuestra así que montamos la cunita allí y nosotros tendremos más espacio y más tranquilidad, ¿Qué te parece?”  “Pues que me parece mal, al final esta mujer va a tener el control de nuestras vidas, ¿no te das cuenta?”
Sí señor, tenía razón en este asunto, la regordeta lo quería controlar todo y a todos, que eso era lo peor.  “¿Y cuando le toque mamar al chaval?”  “Pues nada entrará y me lo dará para que lo amamante, es solo cada tres o cuatro horas hombre.”  “Ni hombre ni cojones, que no, se acabó.”  Si hubiera podido hablar le hubiera dado la razón a él, no es normal, por lo menos me lo parece a mí. A veces después de eso que le llaman la cuarentena se ponían los dos ¡con unos subidones que para qué!  Imagínate que entra la abuela en mitad de todo el pastel… “Venga niña deja eso que ahora le toca mamar al niño.”  Vamos hombre para colgarla de un gancho, que no se pueden hacer las cosas así, estaba de su parte.
Claro que por la otra significaba que me cambiaran por otro armario lo que quizás significaría mi desguace y destrucción total, ¡¡con lo joven que era como elemento de utilidad!! Solo cabía una solución y esta pasaba por hacer que las dos mesitas de noche me echaran una mano. Tenía que convencerlas para que poco a poco se fueran desplazando hacia mi izquierda con el fin de dejarles entrever que moviendo las mesitas de noche y a su vez desplazando la cama fueran creando un hueco junto a la ventana. Espacio había, lo que hacía falta era apercibirse de él y aprovecharlo, incluso con esta maniobra se creaba un pequeño pasillo entre la cama y la cuna para que la madre o el padre pudieran transitar sin peligro alguno.
Estuvieron de acuerdo las mesillas, por aquello de hoy por ti mañana por mí, así se lo hice entender, como mi voz es más acústica y grave se pusieron a la labor después de aceptar el trato. Venga, unos milímetros cada día serían suficientes para desplazarlo todo aunque eso significaba que los interruptores de la luz quedaran a su vez un poco fuera de lugar, pero ese era un mal menor. Nada que con unos taladros nuevos no se pudiera arreglar. Me pareció mentira ver el resultado y sin que nadie se apercibiera, porque la cama es para dormir y para lo otro… las mesitas de noche muy frecuentemente se provechan mas como elemento decorativo que otra cosa y si acaso para guardar cuatro cosas de poco valor, que ya se sabe que en los tiempos que corremos, los cacos miran en cualquier otro lugar menos en ese.
Ahora bien, servidor, el armario es el alma de todo hogar, por eso tenemos que luchar siempre por prevalecer como dignos funcionarios de la labor de la casa. Guardamos de todo, sus secretos, sus vestidos, zapatos, complementos sin los cuales nuestros dueños serían seres desnudos, almas en pena sin razón para vivir vidas dignas las más de las veces. Estoy orgullosísimo de ser un armario aunque sea un armario sencillo.

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