miércoles, 25 de enero de 2012

LA GRANJA DE MIS AMIGOS.



              LA GRANJA DE MIS AMIGOS.


Salgo del garaje del edificio donde vivo a la calle… y justo a la izquierda, la primera puerta, es el negocio de mi amigo Manolo. Que salero tiene el tío, a base de simpatía y buen humor se le va llenando el negocio, digo esto, porque a menudo, un negocio (y más como este), precisa del buen carácter de los que están ahí, detrás de la barra, atendiendo a los clientes a base de sonrisas y saber hacer, a los clientes que, a menudo son foráneos, mientras que otros son lo que se dice, clientes fijos.
Por las mañanas, a eso de las nueve y diez, empiezan a llegar las madres, justo delante hay un colegio, a las nueve menos diez, todo ese espacio se llena de padres y madres, que traen a sus hijos a la escuela, menuda algarabía se forma, entre coches aparcados en doble fila, niños que cruzan por un espacioso paso de peatones, y los silbatos de los guardias, que en todo momento están anuentes al paso alternativo de niños y coches, este espacio se transforma, parece que estés en un mini mundo hecho para la ocasión.
Y ahí, esperando la pequeña invasión de su comercio, están Toñi y Manolo, la cafetera preparada, las pastas en su aparador, listas para ser servidas, y las mesas ordenadas y limpias como la patena, con sus dosificadores de servilletas de papel, listas para ser ocupadas por las madres que poco a poco o en tropel entran y ocupan los lugares que habitualmente usan, unas para ver pasar por la calle a determinada persona y ponerse a hablar de ella.
Ya se sabe que ese es un momento de asueto, del despelleje de alguien (normalmente otras mujeres y madres), que a su vez, sabiendo que están ahí dentro, pasan de largo porque ellas usan el bar de la competencia, un pequeño bar cuatro números más abajo, donde dicen que los precios son más baratos o el trato es mejor. Aquí es apropiada la ley de Murphy, “si algo ha de salir mal, saldrá mal”.  “toda solución genera otros problemas”. O, “si te sientes bien, no te preocupes, se te pasará”. En la granja de Manolo y Toñi, todo transcurre con una relativa inmediatez, al fin y al cabo, todos estos negocios que trabajan de cara al público están expuestos a las inclemencias de crisis, o caprichos personales de las personas, a excepción del día de mercado que se celebra los martes a cien metros de la granja, en un gran aparcamiento que el resto de la semana se utiliza como parking público. Ese día Manolo tienen que echar mano del ingenio, para poder servir a todos los clientes adicionales, que se añaden a los que normalmente usan los servicios de la granja para disponer de bocadillos, cafés con leche para llevar junto a bebidas alcohólicas o no.
En todo caso, ese día hay que estar al pié del cañón, estés o no de buen humor, al margen de circunstancias más o menos penosas que sucedieron ayer o esta misma mañana. Una discusión, un punto de vista diferente respecto a cualquier asunto puede sembrar la discordia entre dos personas, dos personas que se conocen y aman desde tiempos casi inmemoriales.
Mi amigo Manolo, sin embargo, tiene mucha mano izquierda, como se suele decir de las personas que están acostumbradas a tratar con el público, es cocinero desde hace muchiiisimos años, y eso le convierte de forma automática en un buen sicólogo de la gente. Conoce los puntos débiles y fuertes de los clientes, y eso le da cierta ventaja, analiza casi sin querer a las personas, en cuanto entran por la puerta, ya sabe cómo debe dirigirse a ellas, y eso le da muchos enteros a su favor. ¡¡Como para enseñarle a hacer unas lentejas, vamos!!. En eso lo envidio.
Pero en lo que lo envidio más, es en esa socia suya, su mujer Toñi, va a arriba y abajo como si fuera, no una persona, si no, una bocanada de aire fresco, sutil y moreno, andaluz, musical, encantadora y sonriente siempre. Como en todas las familias, hay momentos de subida y otros de bajada, hasta que llega el terreno plano, por donde todos caminan de manera sincronizada, está claro que su lucha (la de ellos dos), es más valerosa y tenaz, la familia, los hijos y el negocio… son compatibles, pero cuesta más sobrellevarlo. Sin embargo, ahí están luchando, donde a lo mejor, otros, ya se hubieran rendido, derrumbado.
Luego está el encanto, de la gente que viene a tomar café, “¡Oye, sabes que fulanita se ha separado?”  “qué me dices, ¿porqué?”  “Se conoce que él, es un prenda de cuidado, ¡le pegaba palizas! Como lo oyes, y ella por no denunciarlo a causa de los hijos y porque aprecia a la familia de él, lo ha dejado correr”.   “Ya me estrañaba a mí, que en verano fuera con camisas de manga larga…”.   “Pues sí, era por eso, iba toda señalada, ya ves tú los pobres críos tener que ver este espectáculo…”.   Quién dice eso, otras charlas, que no pasan desapercibidas para personas que están sirviendo las mesas   “Hace tres semanas que mi marido no me toca, estoy loca por pillarlo, pero nada, antes me besaba, ahora pasa de mí como de la mierda. ¡Como me gustaría que me volviera a comer el conejo, hummm que bueno…!. Entonces las otras entran al trapo y comienzan a dar versiones más o menos ciertas de cómo es su vida sexual, de lo mucho que las quieren sus maridos, que seguramente eso le pasa a Ramona porque no se arregla, o quizás sea porque él ha encontrado una amante. Una de ellas le dice entonces, que el marido de una amiga que era comercial de una casa de materiales de la construcción, se iba a trabajar, pero que era mentira, entraba en el ascensor y picaba dos pisos más arriba, y se tiraba a una soltera que rondaba los cuarenta pasando casi todo el día con ella en el piso.
Toñi y Manolo se quedan con la copla, con esta y con muchas más, que imagino, que les deben hacer reír por dentro, hay que ver como es la vida de la gente, somos todos ¡tan diferentes y iguales a la vez!. Pero en la granja de mis amigos, nos retratamos todos con una foto a medida. Las venturas y desventuras de todos y cada uno de nosotros, si acudimos con mayor o menor regularidad a un lugar como la granja de Toñi y Manolo, tenemos que saber, que se paga un precio, aparte de las consumiciones que hacemos. Ellos cumplen con su deber, y a veces… ¡¡como les calentamos la cabeza con nuestros problemas!!, como si ellos no tuvieran ,vamos… Su granja es buena sombra en verano para los sentimientos, en invierno, cuando llueve y hace frio, calor que se agradece más que un buen trago, se que pasan apuros con su negocio, ¿quién no con la que está cayendo?, pero la valentía de estos espíritus combativos y recios, hace de lugares como la granja de mis amigos un refugio inapreciable.

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