Tú eres el fruto maduro, en mi árbol creciste, bajo mi
sombra maduraste, de las tormentas te protegí, y también de la sequía.
Así has llegado a ser fruto maduro, pero no me puedo
atribuir mérito alguno a pesar de lo que he dicho, aunque mi árbol hubiera dado
un solo fruto, a ti te hubiera querido criar, desde que fuiste una pequeña
flor, tu encanto me sedujo.
La fuerza de mi sabia la concentré en ti, el primer perfume
que dejaste a mi alrededor, fue el que atrajo a todos hacia nuestro árbol.
Ni más grande ni más pequeño, tienes la medida justa, para
ser apreciado por el más exquisito paladar, si cualquier gourmet estaría de
acuerdo conmigo.
Durante tu crecimiento, supe que
tendrías éxito en todo aquello que te propusieras, que podrías representar mi pabellón
con un porte excepcional. Tus colores y tu aroma dan fe de que no me equivocaba,
por eso estás aquí, presente en nuestras vidas.
Tu esplendidez es tal, que has
movido escenarios para dejar que se te vea. Sí, aunque tú no lo creas, gentes
venidas de diferentes lugares, te ensalzan, y hasta algunos de estos, te veneran.
Creación única de un viejo árbol,
que pronto será convertido en candela, y no lo lamento, el tiempo siempre
decide, de tus semillas han salido otros frutos incomparables, aunque están
subiendo en otros árboles a los que envidio, los quiero, son tú creación,
llevan tus genes.
¡Cuánto te quiero oh fruto divino!,
ver que todos quieren apoderarse de ti me alaga. ¿Quién puja más alto?, o se
vio jamás un fruto tan dulce y amargo a la vez, de tan difícil enumeración
entre los frutos del campo.
Otros árboles del mismo campo, me
preguntan qué es lo que deben hacer para producir frutos así. Les contesto que
te lo pregunten a ti, tú tienes el secreto, yo solo te di la forma que corresponde
a mi especie.
Pero has sido tú, medio manzana,
medio melocotón, medio ciruela, el que has combinado estos sabores en tu larga
elaboración.
Fruto maduro, que al ser
recogido, has iluminado el rostro del labrador, que en ese árbol ha confiado.
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