TOBÍAS EL LABRADOR.
A Tobías no le preocupa el
tiempo, cada día va a su campo, haga frío o calor, no importa, tampoco si
llueve, sale de su casa, con un gran paraguas que conserva de su padre, lo abre
con cuidado y se va camino de su parcela. No es pequeña, dista de su casa tres
kilómetros exactos, pero para él, que desde pequeño iba a ayudar a su padre,
representa un corto paseo, cuando sale de su casa, tiene los planes hechos, de
cuál será la labor para este día.
De modo que… ya lo ves como todos
los días, chino chano, con un andar entre vigoroso y cansino, sale de casa con
su boina sus alpargatas, y un saco vacío, colgado al hombro, asegurado por la
azada que lleva sobre él, a veces he pensado que es de locos salir en invierno de
casa, sin un calzado adecuado, tozudos que no aceptan el cambio del tiempo. Él
es uno de estos, Tobías dice ser amigo de la tierra, me contaba un día a la
vuelta del tajo, que la tierra no castiga a quién la ama.
“Si vieras como responde a los
golpes de la azada…, ella, te dice donde quiere ser cavada. En mi parcela,
tengo algunos espacios baldíos, hay quién me pregunta el porqué de esos caros. Yo
les respondo que la tierra, necesita descansar. Me tratan de loco, pero
¿sabes?, produzco el doble algunos de ellos con el doble de terreno”.
Al final me convence de forma
práctica, de que no es necesario tener mucho para poder vivir, solo hay que
saber respetar, los medios que tienes a tú alcance. Explotarlos con sabiduría,
sin prisas, la tierra no requiere que la tengas. No salen tomates de forma
inmediata, cuando emerge de la tierra la semilla que él mismo selecciona, cuida
de que a su alrededor, no se críen otras plantas que la devoren, riego y
paciencia es lo que necesitan a partir de entonces.
Las manos de Tobías, son azadas
naturales, mucho del trabajo que lleva a cabo, lo hace con ellas, acaricia la
tierra y va sacando piedras, las usa, para mantener firme el camino de acceso, al
entramado de senderos, que recorren la feliz tierra que tiene a su cargo,
desmenuzando terrones de barro endurecido, hablando con las plantas, llevándose
a la boca de vez en cuando, brotes de hinojo que le refrescan la saliva.
En el rincón de la entrada del
campo, la caseta que protege del sol, otros aperos del campo, junto a ella, la
balsa de agua, con la que riega cada tarde antes de volver a casa, los tomates,
calabacines, pepinos, y otras especies de hortalizas que llenan su despensa. El
borrico Zacarías lleva un rato dando vueltas a la noria, con sus orejeras
puestas, la cabeza mirando, el circular camino, que no para de recorrer una y
otra vez. Sin queja alguna, da vueltas alrededor del corto círculo que hace que
el agua salga de las entrañas del pozo artesiano. Las rústicas vasijas de barro
duro, cocidas a fuego lento, sueltan a cada vuelta su delicioso tesoro, el
agua, la alberca recupera su nivel, Tobías le hace una sonora señal a Zacarías,
y este deja de andar.
Acaricia a Zacarías, le saca las
orejeras y le da una palmada en el lomo, y un beso en la frente.
“Esta conducta no es propia de
una persona cuerda…”, dicen algunos de sus vecinos de labranza, “Claro, como el
hombre vive solo…, besa al burro por besar algo”. ¡Cuán equivocados están…!, en
casa le espera alguien, siempre entra por la puerta de atrás de la casa, que da
a dos calles, Todos en el pueblo la conocen, pero nadie la relaciona con Tobías,
cruje la puerta de madera de atrás, da a una acequia, de manera que es casi
imposible que la vean, entra en la casa, eso sí, siempre sabiendo que Tobías
está en ella.
Con ese fin, Tobías cuando llega
a casa, sube al piso de arriba, y cuelga del balcón alguna prenda con pinzas,
esta es la señal convenida, para que ella vaya a su casa. Adoración, es una
mujer joven, de no más de treinta y cinco años, se la ve una mujer ruda,
fuerte, con un carácter más bien dócil, pero a su vez, madura emocionalmente,
casada y con dos hijos. Su marido trabaja en una fábrica próxima, es muy buena
persona, amable y atento con su familia.
Lo único que no sabe, es que Tobías
es su suegro, Adoración jamás fue capaz de decirle que él era su padre. Fue a
petición del propio Tobías que ella no le dijo nada, la familia de Blas, esposo
de Adoración, tienen desde hace varias generaciones, un frente abierto con
Tobías por causa de unas tierras de labranza. Han pasado casi cincuenta años, y
el odio hacia Tobías sigue presente, como el primer día.
Tobías mientras, se ha negado
desde que tiene las tierras heredadas de sus abuelos, a venderlas, a no ser que
sea, para que otros las usen, para plantar y alimentar a otros. Pero esta no es
la idea que tiene el padre de Blas, concejal del ayuntamiento está haciendo lo
imposible, para que Tobías le venda las tierras a cuatro reales, y hacer en
ellas una urbanización.
“De eso nada –dijo en su día
Tobías-, tenemos el agua justa para nosotros, y queréis explotar el acuífero
para suministrar agua a gentes que vengan aquí a veranear. De eso nada, la
tierra es para labrarla, si os proponéis hacer otra cosa, no hay tierras”.
Pero en este tránsito, Adoración
y Blas se enamoraron, luego se casaron, aunque él no pudo ir a la boda, estaba
feliz al ver a su hija feliz. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. De
manera, que desde aquel día, se tienen que ver a hurtadillas, como ladrones que
actúan en la oscuridad de la noche.
Quizás sea por esta razón que
Tobías está tan encariñado con el terreno que posee, la tierra le comprende
aunque no hable el idioma de los humanos. Habla a su modo, siendo fructífera y dándole,
en este caso a Tobías, todo aquello que necesita. Sin saberlo, por esta
determinación suya, de no dejar construir apareadas en sus tierras, es todo un
héroe, la gente de manera silenciosa le agradece que haya tomado esta
determinación.
Está pagando un precio alto por
ello, pero insiste en, que si por alguna razón, un día, su hija se pone en
contra de él, lo aceptará. “La tierra es para aquel que cuida ella. No es del
que la destruye y la trata como un estorbo en su vida, o quiere aprovecharla
para intereses propios”.
Ese es Tobías, así es él, un
labrador como ya quedan pocos. Un hombre que demuestra día a día, que venimos
de la tierra y a ella volvemos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.--.-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario