sábado, 2 de febrero de 2013



                     TUS OJOS NO ENGAÑAN.


Son la lámpara de mi camino, cuando estoy cerca de ellos, me siento el más afortunado de los mortales.
Cálidos, profundos y entregados los siento. Son la distancia entre el cielo y la tierra lo que en ellos veo.
Azarosos, trabajadores, ufanos son, el principio de la sabiduría que tanto he ambicionado.
Estoy más que enamorado de ellos, tengo razón para ello, no podría ser de otro modo, hasta siento cuando me acerco a ti, que suspiran, y eso me adormece, como cuando en los brazos de mi madre estaba, cuando era pequeño.
¡Qué dulce sensación, que desespero!, a todas horas estaría copiando todo cuanto ven, ¡es tan grande la ilusión que tienen por estar vivos!, cuéntame de una vez por todas, que fuerza usas para que cuando me miras, quebrantes todos mis huesos.
En que espejo te miras, para logar ese brillo especial que conservan. Dios como te quiero, no es solo por tus ojos, eso de sobra lo sabes, pero es que ellos denuncian lo que eres, todo para mí.
Encerrados en este lindísimo cuerpo tuyo, pesan más que todo el oro del mundo, lo más valioso, no tiene el color del dinero, no tienen precio esos ojos tuyos, tampoco aquello que miran sea lo que sea, o a quienquiera que sea.
Veo en ellos, a todas las estrellas el cielo, ¿para qué quiero por tanto, salir por la noche al balcón para contemplar el cielo?. Tú eres mi cielo, abrazarte y contemplar estos ojos tuyos, es viajar  por el cosmos.
Amada esposa mía, tus ojos representan para mí, aquello a lo único que se puede ansiar llegar, a un corazón puro, cargado de esperanza y objetivos por cumplir. Déjame ser tú acompañante en ese largo viaje, y cuando por las noches, llenas de sueños malos, siga a tú lado, mi vida seguirá siendo dichosa.
Cuando sujetes mi cuerpo en medio del espasmo, trataré de sentir esos ojos llenos de encanto.



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