EL SOL SE MUERE.
Cada vez se hace más patente, cada nueva generación de
sabios observadores, ven señales inequívocas de que nuestro astro Rey va en
declive. Siguiendo el curso del universo, planetas, estrellas, lunas y soles, que
se nos antojan distantes, van perdiendo su vigor, unos explotan creando
supernovas, otros se fragmentan al entrar en las órbitas de otros astros
mayores, con mayor poder de atracción, con más gravedad.
Sin embargo, aquí, en este
minúsculo lugar del espacio, nuestra Tierra, seguimos clamando porque haya más
justicia, que los prados se conserven tal cual, que los corrompidos, no traten
lo que no es de ellos, como simple moneda de cambio.
Quieren acumular, no que no van a
poder disfrutar a lo largo de su corta vida. Todo, para asegurarse el poder,
para ganarse el respeto que no les corresponde, para que sus amigos, los
valoren dependiendo del tesoro que tengan.
Poco o nada les importa, ser odiados por unos pocos, o
por la mayoría, sus riquezas, les confieren una seguridad imaginaria, los
blindan –piensan ellos-, del resto de humanos, las fortunas que poseen, los
inmunizan contra cualquier enfermedad indeseable.
Así son esos pobres diablos, esclavos
de la ostentación, del lujo de lo perecedero, de millones de papeles
timbrados en una fábrica oficial del
estado, de meros materiales, armados con motores potentes, que pudren el aire
que respiramos, que corren como demonios, perseguidos de otros que corren más y
mejor. Eso les complace, pisar a quién tienen a su lado, a quiénes vienen a su
rebufo, sonríen con sus almas podridas por el rencor y la envidia, y mientras,
no atienden a las alertas, de que el Sol se muere.
Ese gran Sol nos alimenta y da
vida a todos, también a esos holgazanes, a esos tramposos criminales, que,
aprovechando las luces del bienestar de sus bolsillos, tratan de acapararlo
todo, sin pensar en nadie más que en sus barrigas. Tratan con mafiosos,
traficantes de armas y de almas, se justifican poniendo cara de pena, haciendo
que los que estamos al resol, paguemos todos sus lujos, todos sus vicios.
Por si la justicia los atrapa,
tienen preparados mil y un argumentos, y si a la cárcel van a parar, es porque
los jueces, son unos corruptos, dicen. Hace unos días, unos ex amigos me
vinieron a visitar, mi sorpresa fue mayúscula, el motivo no era otro, que
hacerme cambiar de parecer, sobre el futuro que nos espera. “¿Qué piensas hacer
con tú vida…?” – preguntó uno de ellos-, contesté con toda la franqueza posible
“Ya estoy haciendo lo que puedo con ella, procuro vivir en paz conmigo
mismo, conservar mi buen nombre, hacer que los que se acuerden de mí, lo hagan
con respeto. Eso es todo, no ansío nada más”.
“Tendrías que aspirar a más, por
el bien de tú vida, y las de los que te rodean”. Querían convencerme de que se puede ser
mejor, tener esperanza, para después de que me muera. Ellos saben como yo, que
el Sol se muere, pero en su afán de darme esperanza, creo que pierden el norte,
ese al que todos queremos llegar. Cada cual lo busca a su manera, mira si no a
esos bastardos, que aprovechan cualquier resquicio de sombra, para esconderse
como ratas, los denuncia el brillo de sus harapos, la peste que su alrededor
dejan sus perfumes exclusivos.
Como ratas que son, saben adónde
ir a comer, a las grandes iglesia y catedrales, allí les esperan, en asientos
preferentes, para que con toda la liturgia que merece, se les de la comunión, y
se les exonere de todo lo malo que hacen.
“No está bien esto que has hecho, arrepiéntete y reza, ve con dios”. Ni
siquiera merecen la atención de la Iglesia, ellos hacen lo mismo, y nadie les
confiesa.
Y al salir a la calle, ni
siquiera se percatan, de que el Sol no calienta igual que antes. Vuelven a sus
elucubraciones, a sus planes, para ver de qué modo, pueden joder al amigo, hacerlo
de manera que, sus acciones se vean recompensadas por dios. Ese dios único,
ambiguo y solemne, que los llena de más riquezas, mientras el sol se oscurece.
Tocas las fechorías las ven bien, son los maestros del engaño, para eso han
estudiado en grandes universidades, para esto han estado años incubando el desafuero, tienen grandes
colecciones de máscaras en sus casas, les sirven, para cambiar su aspecto en
cualquier lugar y circunstancia. Las necesitan para transitar por la vida, a
menudo se les ve con aspecto circunspecto, otras, cuando no están felices, se
las cambian y se ponen alguna de las muchas que tienen, para disimular su
miedo, no se pueden permitir que se les vea así.
Y mientras, el Sol va declinando,
va cambiando de color, muda sus colores, se siente herido, no puede dejar de
salir cada día por el mismo lugar, y ponerse por donde debe, seguro que si
tuviera alas, marcharía a otra galaxia a dar su luz, a recuperarse de sus
heridas, quizás, hasta se disfrazaría, para que nadie lo echara de menos, para
que nadie desafiara su poder en otro lugar. Se encargaría de fulgurar menos, de
apagar ese calor necesario para nosotros, ¡qué vergüenza…!, tener que ir por el
universo como un embozado, como un malhechor malvado.
Y todo esto, por dar el calor
necesario, a unos cuantos humanos desalmados.
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