martes, 20 de septiembre de 2016

EL MAYORDOMO

                                                      EL MAYORDOMO

A Sebastián le preguntó un día un vecino de la escalera donde regentaba una casa grande como un castillo, cuanto tiempo llevaba trabajando para la familia Espinosa.   Va, ni lo recuerdo amigo mío, sé que al morir mi madre y mi padre marchar al pueblo de donde era originario en la provincia de Murcia, l señor Espinosa me contrató como mayordomo, ya ves, por aquellos tiempos me pagaban ciento veinticinco pesetas, incluidas las comidas y el alojamiento. Con el tiempo al hacerlo director del banco de Zaragoza, me ascendieron el sueldo y con él las responsabilidades, piensa que en este momento me encargo de más de diez personas.
Lo cierto, es que ya he perdido la cuenta de los años que llevo sirviendo aquí. La habitación que ahora ocupo es un poco más grande que la que tenía en la buhardilla, no me puedo quejar, uno se acostumbra a las rutinas de la vida. Alguna que otra vez, involuntariamente, asisto a alguna de las trifulcas que se forman a la hora de comer o en las cenas. Pero me da la impresión, que cuanto más discreto soy en estos y otros asuntos de la casa, más me valoran, ya me gustaría que me jubilaran, ceo que lo tengo merecido.
Pues ya es hora de que pidas lo que te corresponda, al fin y al cabo te conviertes en una especie de esclavo de esas gentes.   No, prefiero que con los años, ellos mismos se den cuenta de mi trabajo y las cualidades que son necesarias para llevar a cabo esta labor, que por otra parte es un servicio de veinticuatro horas, la mitad del tiempo que llevo a cabo para la familia, como mayordomo lo hago vestido, atento a cualquier demanda de cualquiera de ellos, es duro no creas.
Esta clase de personas son muy exigentes, has de ser cauto y sigiloso, a menudo, escondiendo los trapos sucios que se ventilan dentro de la casa. Por ponerte un ejemplo… una madrugada, a eso de las tres de la mañana, recibí una llamada de Beatriz la hija mayor de la familia. Alguien me llamó por teléfono diciéndome que la fuera a recoger a las afueras de un polígono industrial en el que había una discoteca.   ¿Sebastián…? Sí contesté, el mismo, venga usted a recoger a la señorita Beatriz, es imposible llevarla a ningún lugar, solo nos ha pedido que lo llamáramos a usted y eso es lo que hemos hecho.   ¿Ha pasado algo grave, algún accidente…?  No, nada de eso, es solo que está de alcohol y pastillas hasta las cejas, casi no puede moverse. Venga usted por favor, no se va a ir con nadie que no sea usted.  Ahora mismo voy para allí, dadme la dirección exacta que salgo de casa ahora mismo.
Cuando la recogí, distaba mucho de ser aquella niña que en su etapa de niñez, se había dormido en mis brazos. En ese instante era como una muñeca de trapo descosida por todas partes, con la ayuda de dos amigos de ella, la colocamos en el asiento del Mercedes de su padre, tenía acceso a ese coche para todo aquello que necesitara, la sujeté como buenamente pude y regresamos a casa. La desnudé y la arropé en su cama, le faltaba la parte inferior de la ropa interior que seguramente llevaría puesta, pues la vestí con otra prenda que encontré en la cómoda donde yo sabía que guardaba su ropa interior y allí se quedó, dormida con la sola compañía de una luz piloto que se usaba para no caer o tropezar con la luz de la habitación encendida. Esa noche no pegué ojo, todo el tiempo hasta que salió el sol me mantuve despierto con el  fin de no tener algún sobresalto. ¡A saber que llevaba en su cuerpo esa pobre muchacha!
Creo que este sentido, he cumplido con mi labor de mayordomo de forma impecable. ¿Debería haber avisado a su padre de lo acontecido la madrugada anterior? No sé si debería haberlo hecho en virtud de mi trabajo estrictamente, pero son cuestiones que una vez pasadas, no sabes cómo tienes que actuar, que hacer. Y como este acontecimiento, podría contarte mil historias que te dejarían asombrado.
Este mayordomo ha hecho las cosas tal y como su conciencia le ha dictado, no quiero medallas ni busco recompensa alguna, pero he de decirte, que me costó aclimatarme a ver las cosas como las debe ver un mayordomo, no es nada fácil te lo aseguro. A mí se me puso a prueba en diferentes ocasiones, supongo que esto hizo, que mi vida dentro de esas paredes, haya sido todos los días de mi vida sirviendo a esta familia, ejemplar.
Es lo que se requiere dentro de cualquier trabajo que  uno se le encomiende, cumplir con los compromisos adquiridos y sobe todo, ser una persona honrada.


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