lunes, 12 de septiembre de 2016

NIDO DE AGUA

                                                            NIDOS DE AGUA

Mi marido y yo estuvimos proyectando este nido durante un par de años, es poco tiempo dependiendo de la persona y las circunstancias que los rodean. Para nosotros fue difícil decidir porque estábamos con muchas dudas en la cabeza, que es mucho tiempo para edificar el nido, que las vamos a pasar putas cuando nos veamos en mitad de todo el lio… en fin, cosas que al principio de pensarlas dan  miedo la verdad, te enfrentas a lo desconocido a lo invisible.
¿Y si no sale bien la jugada? ¿Y si por la razón que fuera decidiéramos cambiar de opinión? Hay que pensar en que ya no se está a tiempo de coger todos los planes y quemarlos, en esta circunstancia o se toma o se deja, ahora bien a medias tintas, no se hace nada. Llegó el tiempo debido, y como era de esperar, mi mujer quedó embarazada, no se puede esperar que al principio suceda nada destacable, ni en sentido físico ni en el emocional, salvo la sorpresa que produjo este hecho en la familia, pasaron las semanas, y fue entonces, cuando nos dimos cuenta de que estábamos montando un nido para el recién llegado que acontecería al cabo de unos meses. Esta prolongada espera y las consecuencias que tuvo el embarazo en mi mujer me hizo pensar en muchas cosas a la vez.
A primera y más destacada fue cómo decoraríamos la habitación para el futuro bebé que se dejaba notar con movimientos furtivos, dando patadas o cambiando de postura en el nido acuoso donde se estaba formando. El embarazo no fue de los que alegran a la madre, se pasó los nueve meses quejándose y hasta a veces maldiciendo, a ese pequeño príncipe o princesa, que se desarrollaba dentro del saco amniótico, un espacio en el que podía nadar con toda libertad mientras se alimentaba de lo que la madre consumía, ¡qué suerte oye!, nosotros preocupados en lo mejor para el zagal y él pasando de todo, chupándose el dedo, que no es más que un entrenamiento intensivo de lo que le esperaba cuando saliera su madre de cuentas. Nos lo enseñaron en el consultorio del ginecólogo en una ecografía en tres dimensiones, yo personalmente rezaba para que la criatura cupiera en el nido que le habíamos preparado, el médico le dijo a mi mujer que era un niño enorme, dios mío, que no sufra mucho a la hora de parir, pensaba para mi interior.
El nido acuoso se rompió de golpe, una tarde en la disfrutábamos de una película en un cine próximo a casa, menudo susto nos llevamos los dos, ella creía que se había orinado encima pero de eso nada, estaba dilatando por momentos porque el niño comenzaba a empujar con fuerza, parece que ya no estaba a gusto dentro de aquel ambiente. Pedazo de niño oye… cuatro kilos trescientos, madre del amor hermoso, los gritos de mi mujer se oían desde la otra punta del barrio, parió en un centro próximo, como quién dice a la vuelta de la esquina, luego me dijeron algunos vecinos que se la oía gritar desde allí. Lo cierto es que mi mujer de gritona tiene un rato, con una voz de soprano que sorprendía a más de uno. Bueno, a fin de cuentas el parto fue bien y a los dos días ya íbamos de vuelta a casa, el pequeño Manuel aun con los ojos cerrados ya mostraba que quería algo más. Era de esperar lo que quería, teta, mira se agarró con una fuerza inusitada al pezón de mi mujer, a los dos minutos tenía los labios morados de la fuerza que hacía el mamón de él, en cuanto a la madre, aquello parecía un surtidor de gasolina, le salía la leche por todos lados.
Afortunadamente se está criando con una salud de hierro, como a ese ritmo a mí me parece que vamos a tener que cambiar de nido, esta vez me aseguraré que sea más grande y mejor equipado, ¿Qué porqué digo eso? Fácil, me ha dicho al oído mi mujer, que quiere tener un par de patitos más. ¡Como salgan al pequeño Manuel vamos listos!


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