NIDOS DE AGUA
Mi marido y yo estuvimos proyectando
este nido durante un par de años, es poco tiempo dependiendo de la persona y
las circunstancias que los rodean. Para nosotros fue difícil decidir porque
estábamos con muchas dudas en la cabeza, que es mucho tiempo para edificar el
nido, que las vamos a pasar putas cuando nos veamos en mitad de todo el lio… en
fin, cosas que al principio de pensarlas dan
miedo la verdad, te enfrentas a lo desconocido a lo invisible.
¿Y si no sale bien la jugada? ¿Y si
por la razón que fuera decidiéramos cambiar de opinión? Hay que pensar en que
ya no se está a tiempo de coger todos los planes y quemarlos, en esta circunstancia
o se toma o se deja, ahora bien a medias tintas, no se hace nada. Llegó el
tiempo debido, y como era de esperar, mi mujer quedó embarazada, no se puede
esperar que al principio suceda nada destacable, ni en sentido físico ni en el
emocional, salvo la sorpresa que produjo este hecho en la familia, pasaron las
semanas, y fue entonces, cuando nos dimos cuenta de que estábamos montando un
nido para el recién llegado que acontecería al cabo de unos meses. Esta
prolongada espera y las consecuencias que tuvo el embarazo en mi mujer me hizo
pensar en muchas cosas a la vez.
A primera y más destacada fue cómo
decoraríamos la habitación para el futuro bebé que se dejaba notar con
movimientos furtivos, dando patadas o cambiando de postura en el nido acuoso
donde se estaba formando. El embarazo no fue de los que alegran a la madre, se
pasó los nueve meses quejándose y hasta a veces maldiciendo, a ese pequeño
príncipe o princesa, que se desarrollaba dentro del saco amniótico, un espacio
en el que podía nadar con toda libertad mientras se alimentaba de lo que la
madre consumía, ¡qué suerte oye!, nosotros preocupados en lo mejor para el
zagal y él pasando de todo, chupándose el dedo, que no es más que un entrenamiento
intensivo de lo que le esperaba cuando saliera su madre de cuentas. Nos lo
enseñaron en el consultorio del ginecólogo en una ecografía en tres
dimensiones, yo personalmente rezaba para que la criatura cupiera en el nido
que le habíamos preparado, el médico le dijo a mi mujer que era un niño enorme,
dios mío, que no sufra mucho a la hora de parir, pensaba para mi interior.
El nido acuoso se rompió de golpe,
una tarde en la disfrutábamos de una película en un cine próximo a casa, menudo
susto nos llevamos los dos, ella creía que se había orinado encima pero de eso
nada, estaba dilatando por momentos porque el niño comenzaba a empujar con
fuerza, parece que ya no estaba a gusto dentro de aquel ambiente. Pedazo de
niño oye… cuatro kilos trescientos, madre del amor hermoso, los gritos de mi
mujer se oían desde la otra punta del barrio, parió en un centro próximo, como
quién dice a la vuelta de la esquina, luego me dijeron algunos vecinos que se
la oía gritar desde allí. Lo cierto es que mi mujer de gritona tiene un rato,
con una voz de soprano que sorprendía a más de uno. Bueno, a fin de cuentas el
parto fue bien y a los dos días ya íbamos de vuelta a casa, el pequeño Manuel
aun con los ojos cerrados ya mostraba que quería algo más. Era de esperar lo
que quería, teta, mira se agarró con una fuerza inusitada al pezón de mi mujer,
a los dos minutos tenía los labios morados de la fuerza que hacía el mamón de
él, en cuanto a la madre, aquello parecía un surtidor de gasolina, le salía la
leche por todos lados.
Afortunadamente se está criando con
una salud de hierro, como a ese ritmo a mí me parece que vamos a tener que
cambiar de nido, esta vez me aseguraré que sea más grande y mejor equipado, ¿Qué
porqué digo eso? Fácil, me ha dicho al oído mi mujer, que quiere tener un par
de patitos más. ¡Como salgan al pequeño Manuel vamos listos!
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