lunes, 19 de diciembre de 2016

LUCES DE COLORES

                                                     LUCES DE COLORES

Aparecen de un día para otro, a fuerza de los años, con la llegada de las fiestas navideñas, las ciudades grandes o pequeñas, se engalanan con bombillas y formas de diseños rebuscados. Hay quién hasta compiten entre sí en el caso de las grandes superficies, para que la gente, más predispuesta a gastar por el motivo antes mencionado, se queden embobados y gasten todavía más de lo conveniente, porque con las luces y el acompañamiento de campanillas y villancicos nos transformamos, los padres recobran el espíritu de la navidad.
Conozco a padres a quienes les gustaría transformarse en gnomos y acompañar a sus hijos entonando canciones propias de la época, todos de la mano recorriendo los pisos y pasillos de los cientos de comercios que te invitan a pasar y comprar los regalos. Inexcusables por otro lado, no van a ir tus hijos con las manos vacías a  visitar a sus primos de brazos cruzados. No nos quejamos cuando para llegar al parquin de uno de los cinco pisos bajo tierra, tienes que esperar con alegría a diferencia de cualquier otro día laborable, una plaza lo suficientemente espaciosa para aparcar tu automóvil.
Te bajas del coche, seguramente tarareando interiormente la música que se escucha por todas partes del local, hechas mano al bolsillo de la chaqueta donde llevas el dinerito de plástico para pagar las compras, no sabes cuantas cosas van a querer los niños que ya desde que han cerrado las puertas del coche, bajan  tirando de la mano del padre y la madre, como si el mundo fuera a terminarse y desapareciera todo como por ensalmo.
Las luces de todo tipo y composición, les llama la atención a este hecho. En principio, lo quieren todo, saben, porque de tontos no tienen ni un pelo, que mañana o pasado llegarán más cosas a su casa, regalos de abuelos, tíos, hermanos mayores y amigos.

Mientras suceden estos acontecimientos, en otros lugares para la mayoría desconocidos, se dejan ver en los cielos otras luces. Son las luces que caen del cielo como si fuera un regalo para ellos, esas otras luces que pretenden fomentar el miedo, el pánico, la desolación y con todo ello la muerte. Esas otras luces no tienen forma de regalo dichoso, orientadas desde grandes aviones, encienden el cielo y queman la tierra, matan indiscriminadamente a todo aquel que está a su alcance, mueren muchos padres y madres, en un instante, desaparecen como si algún ser maligno tuviera sed o hambre de matar.
Estos niños junto con sus familias se vaporizan, desaparecen el mundo está mejor sin unos cuantos seres humanos menos, no importa si son unos miles de una sola tacada, o cientos de miles cuando se trata de hacer estadísticas de a cuantos se han podido eliminar. Es muy probable, dependiendo de donde se desarrollen estos acontecimientos, que sea algo pasajero, un simple escarmiento para quién ose pisar unos metros más allá lo que marcan las fronteras de determinado país. De pronto… te enseñan por televisión, las manecitas vacías de unos niños que hace unos instantes estaban bien sujetas por los padres, que con temor, los llevaban cogidos para que no se extraviaran en mitad de un camino que lleva a ninguna parte. Solo tienen como referencia… una linterna que les indica que no salgan de la vereda por la que transitan, una advertencia savia si es que supieran donde se van a poder detener, cuando podrán sentarse aunque sea sobre el frío lodo, para mordisquear algo que alivie su fatiga, les de fuerzas para poder continuar.
No es que seamos insensibles a estos problemas que están alcanzando proporciones globales, nuestros hijos y hasta nosotros mismos, merecemos disfrutar de los regalos y atenciones que otros puedan tener con nosotros. El asunto va más allá de todo esto, sin embargo hay que reconocer, que entre la gran mayoría de los que abordamos las tiendas con el fin de hacer feliz a alguien, pocas veces pensamos en esa gran masa de personas que como nosotros, merecemos sentirnos más solidarios y hasta afectados en lo más profundo de nuestro ser, por lo que pasa a nuestro alrededor.
A diario se nos dan muestras de lo catastrófica que es para todos estos desalojados de las manos divinas, si es que las hay, de estos pobres desahuciados que a diario se ven flotando en el océano, porque no saben nadar, y el mar los engulle, lo mismo que las bombas que caen desde el cielo señalando con luces de colores, pero sin músicas ni parafarnalias que acaban de morir injustamente, cientos de refugiados que no quieren más que llegar a un lugar seguro.


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