LA LUNA
NO SE ESCONDIÓ ESE VERANO.
Verano desapacible cierto, lleno
de tormentas, incertidumbres, falsas alarmas que surcan todos los pliegues de
mi cerebro.
Mis neuronas deben alegrarse de
tenerme en este estado de inopia, en esta actitud de inoperancia.
Me gustaría pensar además de con
claridad, en positivo, ser una persona que alegrara la vida de la gente, sin
embargo pienso que el mundo a oscuras está mejor para mí.
Madrugo mucho cada día, y la
compañía que tengo, es siempre la misma a esta hora, la compañía de la luna.
¡Como echo de menos el sol y sus
resultados vivificantes!, pero me he acostumbrado a esta especie de luz, a este
reflejo del sol en forma de esfera celestial.
Cuanta quietud y serenidad da, la
constante luz de la luna. Es una aliada, una confidente, un mágico planeta que
me sugiere todo aquello que deseo.
Y después de un aciago día, a
veces sale antes de tiempo para ofrecerme la seguridad que necesito.
Para mí, la noche no es tal, es
un día acariciado por la suave luz de la luna. Este verano pasado me ha dado
todo su apoyo, siempre, cada día ha estado ahí para calmarme.
Me ha iluminado más que el sol, éste
quema, hiere, mientras ella me refresca y dulcifica mis pensamientos.
En ocasiones no se dejado ver,
entonces pienso que muchas más personas que la necesitan, desean verla tanto
como yo, y que está atendiéndoles.
No puedo ver a la luna de otro
modo, me quiero acercar a ella de forma simbólica, con ánimos renovados, cojo
mis antiguos prismáticos y apunto hacia ella, es hermosa sin duda alguna,
parece que tenga algunas heridas, no se sabe a ciencia cierta que las ha causado,
pero aun así ¡que hermosa es!.
Pensar que los científicos están
haciendo planes continuamente para abordarla, para arrojar basuras sobre ella,
me estremece.
¡Cuando esto suceda no nos dará
su esplendidez!, ¿no se dan cuenta estos lunáticos?.
La necesitamos todos, pero la
necesitamos tal cual, sin más máculas que la que le pudieran causar otros
cuerpos que navegan sin rumbo por el cosmos.
A estos no los puede evitar, ella
se mantiene dentro de sus límites, de su órbita, es una esclava del complejo
mundo de la matemática estelar, no puede escapar, huir a otro lugar.
Lo mismo me pasa a mí, a todos
los habitantes de este infecto planeta, estamos prisioneros, somos penados, que
cumplimos condena por determinados crímenes que nadie sabe.
El sol es para disfrutarlo, sobre
todo en verano, cuando todo el mundo lo busca con vehemencia para adornar sus
cuerpos con él.
A cambio, cuando llega la noche,
la luna nos llena de quietud y calma, hasta hablamos más bajo, por lo menos yo
quiero absorber de ella todas sus cualidades.
La primera vez que me enamoré,
esperaba con ansia la aparición de la luna, era verano, ella me ayudó a pensar,
los ruidos del día habían dejado de oírse, la luna es la dueña de la noche.
A partir de ese día, durante se
verano, la luna no se escondió para mí. Desde entonces la he deseado, diría que
la he venerado como si fuera un dios.
Si dejas que esto te suceda, si
permites que su luz te arrope, que acaricie tu rostro con su benéfica luz, puedes tener el éxito garantizado. El
éxito que te permite ver todo lo que te rodea como un pequeño milagro, ella te
lo descubre con su poderosa luz pálida.
Si puedo en cuanto aparece en el
cielo, me despido de ella momentáneamente, madrugo de nuevo para poder
despedirme de la luna, antes que el astro rey, el sol, la opaque.
Soy feliz cuando veo el sol de
nuevo, pero cuando veo a la luna… es otra historia. Este verano, ha sido el
primero en toda mi vida –y tengo ya unos cuantos años a cuestas-, en el que la
luna no se ha puesto ni un solo día en mi vida.
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