SALGO, LLEGO Y ME VOY.
El fin de semana, cada fin de
semana, se me antoja como una conquista. Un premio al trabajo, un aliento de
vida más, que me impulsa a seguir adelante. ¡Con qué poca cosa nos conformamos
los humanos!.
Siempre busco lugares nuevos,
locales donde encontrar a gente de mi mismo modo de pensar, seguro que las hay,
pero todos hablan entre sí, se conoce que ya son habituales a estos sitios
donde me parece siempre, que soy un recién llegado. Mi madre dice que esto se
debe a que soy retraído, que soy tímido, demasiado tímido.
Pero soy profesor, si fuera así,
no enseñaría a universitarios. Algunas universitarias vienen al aula con unos
modos… que asustarían a cualquiera, yo no me asusto. De otro modo ya no habría comenzado
a estudiar magisterio cuando acabé el bachillerato. Además, sabía todo lo que
hay que saber al respecto al haber
pasado por esta experiencia antes, pero los tiempos cambian, en la universidad
ahora se fuma marihuana, los estudiantes se drogan, es más, conozco a algunos
de ellos que son los encargados de pasar los estupefacientes.
Total, una desgracia, las chicas
te provocan con el fin de que no lleves a cabo tú trabajo de ciencias, esa es
mi especialidad. De vez en cuando ves a los chicos como les meten mano, para
satisfacción de ellas.
Creo que esto me ha convertido en
una especie de ser extraño, no digo un marciano por supuesto, pero si una
persona desengañada. A menudo me ausentaría de clase como hacen algunos, haría
novillos, quizás eso me liberaría de esa situación tensa con la que me presento
a las clases. De forma que pienso, que debo de salir más, y lo hago, solo para
salir, llegar a algún sitio de ocio y volverme enseguida a casa.
Es penoso, aun recuerdo las
palabras de mi abuelo en lo que tiene que ver con las relaciones sociales, él
siempre decía que se puede ser dos clases de persona, la que observa a los
demás y aprende de ellos, o el que sirve de referencia para el observador.
Pedazo de sabio mi abuelo, murió haciendo lo que él siempre había deseado, de
un infarto, en pelota picada debajo de una viuda que lo visitaba habitualmente,
y que cuidaba de la abuela enferma. Se conoce que tanta presión que tenía el
hombre por la enfermedad de su mujer, lo mató.
Puede que parezca un chiste malo,
pero es la verdad. Para entonces tuvieron a la pobre viuda mareándola arriba y
abajo un mes entero, declaraciones con todo lujo de detalles, que hizo que se
quitaran las ganas de cuidar a ningún anciano más. Cogió las maletas y se
volvió a Galicia, de donde vino.
Oye pero la mujer, sin complejos,
salía, llegaba y cuando se iba, se llevaba sus buenos cuartos. Una mujer sin
complejos de ningún tipo, sí señor, ¡si yo pudiera tener este mismo carácter!,
lo malo es que lo deseo pero no puedo, supongo que para ser así hay que nacer,
o a lo mejor no, puede que sea solo una cuestión de entreno, de práctica quiero
decir. Hay que ser decidido, pasar de
todos estos complejos que hacen que uno se quede como un paralítico, ¿qué cómo
hacerlo?, esto ya es más jodido ves, para esto aun no tengo la respuesta.
Hoy al salir de clase, me ha
parado Miguel Ángel, profesor de matemáticas, me ha dicho que estaría
agradecido, si lo acompañara a pasar un fin de semana, a una casa de campo que
tiene un amigo cerca de Burgos. Me la ha mostrado en su tablet, es una pasada,
no solo por lo grande, si no por lo bonita que es. “Acompáñame por favor, se que a lo mejor no
es lo que desearás hacer, pero me harías un favor grande, estoy empezando a
conocer a la profe de química, ya sabes esa chica que es italiana, y quiero
aprovechar este fin de semana para poder hablar un poco más con ella”. “¿La conozco?”. “Si hombre se llama Zola, es esa chica tan
simpática que siempre va con falditas de cuero, morena ella, con los ojos
verdes…”. “Ha ya sé quién me dices, yo
creía que estaba comprometida, porque he visto un montón de veces que la venía
a buscar un hombre con un coche sport”.
Resultó que ese hombre era su
padre, tiene un negocio cerca de la universidad y cuando coinciden con los
horarios él la pasa a recoger.
Bueno, por un amigo hay que hacer
lo que haga falta, de manera que acepté, me recogió el viernes a las cinco de
la tarde y nos fuimos para el lugar. Flipé cuando vi la de gente que estaba
invitada, en la era de la casa había aparcados no menos de diez coches, ¿cuánta
gente habría allí dentro?. Al entrar empecé a notar en mis entrañas, el
cosquilleo típico de otras veces, no sé si llamarlo vergüenza o qué, pero solo
el ver que diez o doce personas nos miraron al entrar, me hizo retraerme, como
cuando interrumpes la carrera de una tortuga tocándole e hocico.
Pero me protegí tras Miguel Ángel
y Zola, se pusieron a hablar animadamente y yo con ellos, pero, sabía que no
iba a estar todo el día con ellos haciendo de carabina. ¿Por qué coño acepté la
invitación? me preguntaba, ¿Qué iba a hacer solo la mayor parte del tiempo,
deambulando como un fantasma por aquella inmensa propiedad?. Si fuera un
botánico sería más sencillo, con una cámara de fotografiar y un cuaderno, los
paseos estarían más que justificados, ¿pero yo que enseñaba ciencias…?.
Pasaron dos o tres horas y se
echó encima la noche, comenzaba una
curiosa conversación con un chico joven, cuyo padre era dueño de un laboratorio
farmacéutico, me abordó él mientras curioseaba entre los CD de música, que
estaban dispuestos en estantes, dijo ser un gran aficionado a la música de jass,
evidentemente había escuchado mucha, y asistido a festivales internacionales,
pero de pronto una voz desde lejos nos anunció que íbamos a cenar.
Se sentó a mi lado, este detalle
me incomodó un poco y todavía no sé muy bien porqué. También había gente que
permaneció de pié, comiendo de pequeños platos que se dispusieron en una
especie de bufete libre, pero ya me había sentado, de haberlo sabido habría
acompañado a aquellos. Una hermosa joven llegó donde estábamos sentados y le
dio un beso en la mejilla al joven, algo mayor que él, miró los alimentos, y
cogió del plato de mi acompañante una croqueta que se llevó a la boca “Hummm, están riquísimas, esto sí que son croquetas
de verdad, ya ves, si todo está igual de bueno me voy a echar un par de kilos
encima, jajajaja”.
¡Qué risa más maravillosa tenía
esta mujer!, y que envidia sentí de quien pudiera estar a su lado!. Aunque bien
pensado, hay mucha gente por ahí que sabe reír muy bien y luego, cuando los
conoces un poco más, te das cuenta que son unos canallas. Francamente, ella no
me lo parecía, eso a veces pasa con personas que te caen bien y te niegas a
pensar, que son algo más allá de lo que simplemente ves.
En la experiencia de la
enseñanza, aprendes mucho, ¡tratas con tanta gente distinta, movidas por tantos
intereses invisibles!, no puedes ir más allá de lo que ves, y eso es una pena. Pero
estaba en una circunstancia nueva, quería saber más acerca de esta chica, e
manera que le pregunté a mi acompañante de mesa si era su novia, se
desternillaba de risa “No, es mi
hermana, ¿es guapa he?”. “Mucho, su
pareja debe de estar muy satisfecho de tener a una mujer así a su lado”. “Quita hombre, Lina no tiene pareja, es una
mujer libre como un gorrión, ¡qué más quisiera ella!. Los hombres le huyen como
si tuviera la peste, algunos porque saben quién es, otros porque la ven tan
bonita que creen que van a ser rechazados, pero nada, todo es por la apariencia
que tiene”.
A Guillermo se le encendieron las
alarmas, esta podía ser su oportunidad, pero ¿oportunidad para qué, para
ponerse él mismo a prueba?, su mente comenzó a trabajar a marchas forzadas,
¿qué era lo que pretendía?, ya había salido, llegado y vuelto demasiadas veces,
el mundo se le antojó caprichoso y cruel, ¿porqué él y no otro esa indecisión
suya, y ese complejo que lo tenía aprisionado?, se quitó el tema de la cabeza,
después de la cena la fiesta continuó hasta las tantas, entre la gente, se
acercó a Miguel Ángel que estaba divirtiéndose de lo lindo bailando con Zola “¿Dónde vamos a dormir?, tengo dolor de cabeza
y me quiero retirar”. “No lo sé
Guillermo, tendrás que preguntarle a Pol, el joven que ha estado cenando
contigo, es su casa, o a Lina su hermana, la fiesta la han preparado ellos”.
Guillermo se quedó parado, más
que parado petrificado, ¡qué cosas tiene la vida! se dijo para sí. Bueno, era
cuestión de preguntar a uno o la otra sobre la cuestión. Pol sentado en un
diván con dos preciosas chicas, no era cuestión de molestarlo para preguntarle,
Lina por su parte, bailaba sin control en medio de la maraña de gente, que cual
si fuera una discoteca improvisada, estaba toda ocupada con gente, la mayoría
con copas en la mano.
Hay que esperar Guillermo, busca
un lugar tranquilo y espera a que se apacigüen los ánimos, eso fue lo que
pensó, pero al parecer el destino tiene golpes maestros, o es caprichoso como
se quiera ver. De pié mirando un cuadro magnífico de cartografía marina, Lina
se le acercó por detrás “Es bonito no te
parece?”. “Ah sí mucho, ¿quién lo hizo?,
porque parece hecho a mano”. “Sí, lo
hizo mi abuelo que en paz descanse, era un gran navegador, tenía un velero que
se llamaba Volare, había viajado mucho con él, era un velero de tres palos,
veintidós metros de eslora, no está nada mal para un barco de su época. Ven te
enseñaré fotografías”.
Lo cogió de la mano y se lo llevó
a una sala contigua, era una magnífica biblioteca con una mesa de caoba
inmensa, sobre ella dos pisapapeles que no eran más que réplicas de barcos en
bronce y que soportaban cuatro libros viejos con las cubiertas forradas en piel
repujada. “Ven siéntate aquí, tengo un par de álbumes de fotos, todas ellas en
blanco y negro y la mayoría en color sepia, me encantan estas fotografías,
algunas no me traen buenos recuerdos”. Dijo esto con pesadumbre, desalentada,
como si algo en su interior se hubiese desvanecido. “¿Y eso porqué Lina?, quizás confundas malos
recuerdos con melancolía, a veces sucede, a menudo nos cuesta distinguir una cosa
de la otra”. “Puede, recuerdo cuando mi
padre tuvo que vender el barco de mi abuelo, el hombre con noventa y dos años
no podía hacer nada por evitarlo, y mi padre decidió venderlo, porque le estaba
costando bastante dinero mantenerlo. Fue uno de los días más amargos de mi
infancia, ¿puedes creer que estuve varios días sin comer por esto?”. “No creo que fuera solo por eso, seguramente
lo que te sucedió fue que te dio pena el ver a tú abuelo en este trance, y tú
sin poder hacer nada por evitarlo. Seguro que si de ti hubiera dependido, lo
hubieras subido a aquel barco y te hubieses puesto a navegar con él”. “¿Y tú
como sabes eso?, es justamente lo que quería haber hecho, lloré mucho cuando
sucedió todo, más que nada porque después de vender el barco, pasó poco más de
un mes, y mi abuelo murió. Lo más triste de todo es que no estaba enfermo, solo
que era mayor, vamos, viejo quiero decir”.
Se pusieron los dos como dos
chiquillos a ver fotografías, las había muy interesantes, muchas de ellas
tenían referencias del porqué de determinada foto. Por ejemplo varias de ellas
estaban hechas en la isla de Gran Canaria. Allí se le rompió un mástil y se
veía a varios hombres junto a él, cepillando la madera que lo sustituiría. Sin
duda alguna esos recuerdos conformaban la vida del abuelo.
“¿Dónde estaba tú abuela para
entonces?”. “Muerta -dijo Lina con una profunda cara de
tristeza-, murió al dar a luz a mi padre en Oporto. ¿Puedes creer que jamás he
tenido esta conversación con nadie?. No me conozco Guillermo, tú eres la
primera persona con la que hablo de este asunto, ya ves, con un desconocido,
hablando de cosas privadísimas”. “Lo
siento, no quería ser indiscreto, y mucho menos hacerte revivir estos
sentimientos”. “No pasa nada, creo que
lo necesitaba, a veces el tener esto dentro del corazón te hace comportarte de
un modo diferente, a lo mejor lo necesitaba”.
Tomaron una copa de armagnac
francés de una licorera que estaba muy bien camuflada en una portezuela al lado
de la librería, que hubiera pasado desapercibida a cualquiera que no conociera
aquel rincón. “Debes de ser un gran
profesor Guillermo, al conocer a personas como tú, me doy cuenta de que la
sensibilidad humana no ha desaparecido del todo. No sé porqué te digo esto,
pero es que me muevo en un ambiente lleno de banalidades y ambiciones, la
verdad es que estoy un poco harta de este juego. No es que te pida consejo, no
lo confundas, pero necesito contárselo a alguien, y creo que tú me comprendes”.
En lo último que pensaba
Guillermo, es en dar lecciones a nadie este fin de semana, sin embargo vio en
Lina a una mujer que tenía muchos valores que todavía no había tenido la
oportunidad de desarrollar. Se veía dibujado en ella en cierto sentido.
Guillermo es el eterno visitante que llega, ve y se va. De algún modo ella era
así, la única diferencia era, que tenía oportunidades, lugares esparcidos por diferentes lugares,
salía, llegaba y si le placía, se iba. Pero es que yo, me tenía que ir de allí,
de donde fuera que estuviese, me faltaba el aire como si mi mundo estuviera en
el mar, todo mi ser se ponía a temblar como una hoja seca a punto de caer de un
árbol.
Sin embargo, mientras estuve con
ella, manteniendo aquella conversación y tomando una copa en la intimidad, me
pareció que era un hombre diferente, un pez fuera del agua que fuera capaz de
respirar con pulmones. “Bueno, mañana podemos seguir hablando, si quieres, es
que todo esto resulta muy nuevo para mí, lo cierto es, que estoy cansado”. “¿Qué te parece seguir esta conversación en
mi cuarto, sería mucho pedir?”.
En ese instante Guillermo estaba
contemplando el fondo de la espléndida copa casi apurada, y de golpe comenzó a
verlo todo borroso. No era porque Lina la hubiera puesto alguna clase de droga
en el armagnac, fue sencillamente que nadie lo había reclamado jamás de forma
tan directa. “Mejor no Lina, si he de serte
sincero ya que tú lo has sido conmigo, tengo miedo”. “Venga ya, ¿miedo a qué?, no voy por ahí
comiéndome a la gente, sin embargo, a ti te me comería vivo, en el buen sentido
de la expresión claro está”.
Dos pequeños ejércitos entraban
en combate, la fuerza del deseo contra la costumbre natural de tener invitados
y acostarse con ellos. Eso fue lo que pensó Guillermo delante de aquella
imponente mujer, su decisión podía apartarla de él, acercarla o solo salir,
llegar e irse. Asuntos ambos asumibles como personas mayores, pero que podrían
dejar, delicadas cicatrices, todo en la vida tiene consecuencias, cualquier pequeña
decisión, conlleva el tener que pensar, ¡canto más esta invitación a hacerse o
decirse determinadas cosas en la intimidad!.
Es a eso a lo que teme Guillermo,
hasta ahora, todo cuanto ha tenido que pensar y decidir ha estado relacionado
con su carrera, y si acaso, elegir su vestuario, nada más. No es extraño pues
que a sus veintiocho años, le tiemblen los intestinos cuando Lina le ha hecho esta
proposición.
Pero él no ha pasado jamás por
esta experiencia, y al ser algo que siempre le ha atormentado, le cuesta decir
sí o no, cualquiera de estos vocablos se le hacen una montaña inexpugnable,
piensa que dar un sí, es como si invitaran a un novato a subir al Everest. ¿Cómo voy a hacer algo así, es imposible?. Su
mente acomplejada comienza a hacer cálculos, a sacar conclusiones, a estudiar
los motivos de porqué Lina lo ha elegido a él, por lo menos para pasar con ella
esta noche.
Finalmente se aventura, se
decide, le dice que bien, que está de acuerdo. A una invitación como esta no se
le puede poner condiciones, sabe a lo que va, y conoce muy bien las
consecuencias. Discretamente a las tres de la mañana, suben por la escalera que
lleva a la parte superior de la casa. Pasan por un salón decorado al estilo hindú,
amplio y precioso, se le antoja que no ha sido ningún arquitecto el que lo ha
decorado, todos los detalles parecen personales y están colocados de manera
informal, pero es muy bonito. En un rincón especial, una especie de pequeña
capilla está presidida por Ganesha, deidad de la sabiduría, las artes y las
ciencias, es una imagen de bronce, preciosa, sobre un pedestal de mármol.
Guillermo le pregunta a Lina por aquella cautivadora imagen, ella le contesta
que su madre era hindú, que tenía debilidad por esta deidad. La compró en una
subasta en Paris, fue ella la que se encargó de buscarle este lugar en la casa.
Después de esta breve parada en
aquel rincón, Lina lo coge de la mano y lo atrae para sí, se pone de puntillas sobre los dedos de
los pies y le da un beso profundo y perfumado por algún tipo de perfume que
contiene canela y vainilla, sutil y atractivo. Le sujeta la cabeza contra ella,
haciéndole un breve masaje en la parte posterior de la cabeza, él se abandona,
se deja, de momento ha llegado y está ahí, luego verá si se va o no. Absurda
pretensión esta, de momento, su barca ha echado el ancla en aquella habitación,
ya verá que hace luego, siempre está a tiempo de una retirada.
Cuando pasan a la habitación, ya
tiene la mene ofuscada, ahora, es el deseo lo que le impide dar un paso atrás.
Toda la habitación es como un loft, se ve el baño con un yacuzzi, el WC está
discretamente en un segundo término, bien camuflado por una columna de madera
que hace las veces de soporte del tejado, una mesa secreter con un ordenador
sobre una alfombra que destaca por su calidad queda a un lado de la habitación
iluminada por un flexo antiguo. En la otra parte de la habitación, en primer
término, un armario ropero grandísimo, de madera de palosanto, a su lado un
tocador del mismo material, y junto a él la gran cama a la que hay que
encaramarse, es alta y muy espaciosa. Solo una mesita de noche, hecha de una
sola pieza de alguna viña vieja pero muy grande y barnizada, da vida al rincón
opuesto al tocador, sobre ella, en un mármol una lámpara Tiffany, justo a medida
de la mesa, es un pequeño detalle, pero de una elegancia singular, el pié
representa a una mujer y un hombre que están abrazados besándose desnudos, destaca
como en todos los legítimos productos de esta marca, su espectacular tulipa, pues
esta, trata de esconder parcialmente, los cuerpos de los dos amantes metálicos.
Ante todo el encanto y sencillez
a la vez, del dormitorio, Guillermo ha puesto la directa, siente el corazón palpitándole
en las sienes con fuerza, este acelerado, está desbocado, ya no es dueño de lo
que pueda pasar. Lina está tomando una ducha, él se desnuda y se le une, los
dos son ahora, el pié de esa lámpara, son el cumplimiento de una especie de
profecía, que ya había escrito el diseñador de la lámpara. Por ahora no hay
arrepentimientos, solo carne y deseo mutuo.
Lina estira su cuello dentro del
habitáculo de ducha, reclamando los besos de Guillermo. Más que Lina y
Guillermo, son Adán y Eva en el paraíso, y no conviene contradecir lo que ya
está escrito. Mojados, salen de la ducha sin saber muy bien donde están, caen
sobre el lecho y comienza la huída de Guillermo.
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