NO
ME CUENTES CUENTOS.
“Había una vez un león, que es el
rey de la selva…” “Venga hombre, no
empieces con tonterías, que siempre estás igual…. Te van a llamar el cuentista,
siempre con rollos y historias”.
“Haber si te enteras, muchos
grandes hombres sabios, han usado ilustraciones, para que la gente sepa lo que
se quiere decir”.
“Claro, eso en el caso de que
sean ignorantes, capullos que no saben leer, pero ese no es el caso campeón,
que uno también ha hecho sus pinitos con la lectura”.
“Oye si te sabe mal lo dejo
correr…”
“No, pero dime las cosas claras,
sabes que siempre he admirado la franqueza de la gente. Cuanto más la tuya, que
te tengo por un buen amigo. Ve al grano, no le des vueltas al asunto, dime lo
que tengas que decirme”.
“Bueno si lo quieres así. Lo que
te quería decir es, que me estoy trabajando a tú mujer desde hace un año poco
más o menos”.
“¡Serás borde…!, ¿y para decirme
esto tanta ilustración?”.
“No, la ilustración era para
justificar el porqué de esto. Por eso he comenzado a decirte lo del león, el
rey de la selva”.
“Pero ¿Qué tiene que ver una cosa
con la otra mamón?”.
“Mucho, sabrás que se considera
rey de la selva al león, sin embargo, otros consideran rey de la selva al
elefante. Pues bien, tú eres el león y yo el elefante”.
“Tú lo que eres es un cabrón como
la copa de un pino. ¿Se puede ser más falso?”.
“No te lo tomes así Tomás, que
jamás he violado a tú mujer, todos nuestros encuentros han sido de mutuo
acuerdo. Además me anticipo a lo que te pueda contar ella, quiero ser franco
contigo, que no tengas una mala imagen mía. Te lo tenía que decir, amigo mío”.
“Me cago en todo…, todo este
tiempo engañándome…, amigo mío, tú lo que eres es un traidor y no un amigo”.
“Creo que en esto te equivocas,
habría podido seguir así, es decir engañándote, mucho más tiempo. Pero nuestra
amistad vale más que todo esto, te quiero tío, eres como mi hermano”.
“Pues menos mal que soy un
hermano, que si llego a ser un primo… me la sigues metiendo doblada. Estoy muy
decepcionado contigo Sabino, yo también te tengo en muy alta estima”.
“¿Aunque me tire a tú mujer?”.
“Hombre supongo que, si uno no
quiere dos no se pelean”.
“Esto te lo he recordado yo
muchas veces, ¿ves como siempre se aprende algo de las frases hechas y de las
ilustraciones?”.
“Es verdad, pero es que el
enterarme de esto me ha dejado con la moral por los suelos. ¿Y qué crees que me
va a contar ella que es la otra parte implicada?”.
“Pues creo que lo mismo que yo te
estoy diciendo, ya la he convencido de que no vale la pena que te siga
engañando. Sois una familia feliz, con un hijo, que vais todos los fines de
semana juntos donde sea, que vais al cine, en fin, que sois felices”.
“¿Sabes que me dijo la última vez
que nos vimos?”.
“¿El qué te dijo?, porque esta
mujer mía por decir… y más si le has comido la cabeza tú…”.
“No, eso salió de ella, es más,
creo que lo dijo desde el corazón. Me dijo textualmente “Estoy cansada de la
vida que llevo Sabino, empiezo a estar un poco desesperada”, eso fue lo que me
dijo”.
“Las mujeres se desesperan por
cualquier cosa nene, cambian de humor como tú o yo nos cambiamos la camisa”.
“Que no tío, que sabe lo que hay
entre tú y la pescadera de la tienda Peix Blau. No sé si tiene razón en eso,
pero me da que tiene pruebas”.
“Pruebas, pruebas, a cualquier
cosa se le pueden llamar pruebas. Si me hubiera cogido in fraganti con Elvira
tendría una prueba de verdad, pero de otra manera me parece que sus sospechas
están infundadas”.
“Ya, ¿incluso cuando a abierto tú
portátil y haya visto los mensajes que os dejáis mutuamente?”.
“No me jodas que ha abierto mi
ordenador…, me cago en la leche, cuando llegue a casa, se va a enterar esta de
lo peligroso que es meterse en el correo de los demás, ¡que huevos…!”.
“Amigo, donde las dan las toman,
la mentira tiene las patas muy cortas, ¿qué le vas a decir?. Pues si oye, tengo
un rollo con la pescadera, y tú no tienes nada que hacer sobre esto, ¿eso le
dirás?”.
“Eres lo que no hay Sabino, no es
eso, es que no tiene ningún derecho a fisgonear en el ordenador… es un asunto
personal, es algo parecido a alguien que te abre el correo que llega a tú
nombre. Eso es amoral, denunciable, ¿te gustaría a ti que te metieran mano en
el ordenador, sin tú saberlo?, pues ya está”.
“Cierto, no me gustaría, pero el
hecho es, que yo no tengo a nadie en casa que haga esto. Mi madre, pobrecilla,
no sabe ni abrir la tapa del portátil. ¡Hay que ser prudente amigo mío…!”.
“Oye, te estás repitiendo mucho
con eso de amigo mío, tú ya no eres mi amigo”.
“¿Entonces qué haces hablando
conmigo, quieres que te lo diga?, porque no tienes a nadie a quién contarle tus
milongas. Sin embargo, sabes que en mí, siempre tendrás a una persona que te
escuche y te comprenda”.
“Pero pago cara esa amistad
¿vale?, ya sabes lo que quiero decir. A cambio de nuestras conversaciones y
opiniones sobre todo lo que se nos ocurra hablar juntos, te tengo que pagar,
dejando que te tires a mi mujer, ¡pues vaya amistad de mierda!”.
“Pues fíjate una cosa, yo estoy
dispuesto a dejar nuestra amistad colgada si tanto me odias, pero claro, como
todas las cosas en este mundo, tiene sus consecuencias. Si me odias, como tú dices,
no tengo porqué escucharte, ni tú, escuchar los cuentos que te suelto. He, una
cosa, que todo esto te lo digo de buen rollo, yo no estoy resentido contigo”.
“¡No, si encima voy a ser el
culpable de que te cepilles a mi mujer, serás cínico!”.
“Yo tampoco soy culpable de que
tú te repases a Elvira. ¿No te das cuenta de que estamos empatados a un gol
capullo?. Creo por lo que me ha dicho, que está dispuesta a olvidar este asunto
tuyo, es una buena mujer, otra en su posición, cogería el ordenador y se lo
llevaría como prueba para pedir la separación. ¡Imagínate lo que eso supondría
para ti, quedarse con el niño y exigirte una pensión para ella y otra para el
crio!. No me gustaría estar en tú pellejo Tomás”.
“Lo tenéis todo pensado he, vaya
par, pero una cosa te digo, no me pienso cabrear, tengo la cabeza fría, a mí
nadie me saca de mis casillas así, de
buenas a primeras”.
“Me alegra oír esto, ¿ve como si
que has aprendido cosas de las largas conversaciones ilustrativas que hemos
tenido a lo largo de los años?.
Todo quedó igual durante mucho
tiempo después. Hasta que Sabino y Marta se cansaron el uno del otro, y hasta
que Sabino cambió de amante.
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