EL MANANTIAL ESCONDIDO
Fue costoso el descubrimiento de
esa fuente maravillosa que despedía pureza y luz. Imposible pensé al principio
que una fuente de agua además de agua de luz. Tuve que hacer grandes esfuerzos
para lograr encaramarme hasta el nacimiento de la fuente, no había modo de
saber la procedencia de tanta vitalidad y alegría como desprendía aquel pequeño
hilo de agua, que formaba un estanque frio, y a la vez vivificante al llegar a
su destino. He bebido de sus aguas y tanto el paladar como mis dientes se han
paralizado, tal ha sido el efecto de esas aguas sobre mi persona.
Razón de más para indagar de donde
procedían esas maravillosas aguas, el camino no fue fácil, la piel de mis manos
quedaron en carne viva, sí, me he dejado las uñas con tal de poder encontrar es
manantial, llegado a un punto escondido y recóndito, veo una pequeña humedad
que gotea por entre líquenes que bien pudieran no tener edad, estoy cansado, no
puedo más hoy, mañana continuaré la búsqueda de ese manantial que se me hace
imposible.
Al abrigo de los helechos gigantes
me duermo, escucho murmullos, ¿animales del bosque quizás? Enfundadas mis manos
en unos rústicos guantes de piel, busco con fuerzas renovadas. Ya ha llegado el
momento de pararse a pensar, no vaya a ser que buscando pierda el juicio, mi propósito
es descubrir el manantial, no volverme loco.
Ya está, ¡tanto secreto para esto…!
Al otro lado de un gran prado descubro el manantial, me quedo extasiado,
pretendía encontrar un manantial de agua y lo que encontré fue a una
muchedumbre de personas que intercambiaban sentires y pensamientos,
filosofaban, discutían amablemente y no había distinciones de edades ni de
formaciones, todos a su debido tiempo dialogaban y exponían sus ideas, de ahí
destilaba ese manantial mixto y a la vez peculiar que enriquecía a cualquiera
que quisiera participar en aquel evento de por lo que supe más tarde, se
repetía día tras día.
Se me hizo raro andar tanto tiempo
buscando un manantial de agua, cuando lo que debería haber estado buscando era
la sabiduría de los demás para poder contrastarla con mis propios
conocimientos. No soy profesor, no soy filósofo, solo y especialmente durante
aquel tiempo, me califiqué a mí mismo como un mero aprendiz de todo aquello que
hasta ahora había despreciado.
¡Si lo hubiera sabido de antemano,
seguro que no hubiera hecho el esfuerzo por conseguir saber que era lo que
significaba ese manantial tan peculiar! Ha sido desde este hallazgo que me he
abierto a discutir, departir, opinar sobre cosas que sé que otros ignoran.
Estúpida holgazanería la nuestra cuando nos paramos a dar por sentado, que
nuestras ideas y convicciones, son lo más importante.
No nos paramos a pensar que nuestro
futuro es la muerte, y que mientras esta llega, es un deber el hacer saber a
los demás, quienes somos y como pensamos. Los pensamientos y el sentir nuestro,
alimenta grandes pantanos de conocimiento del que muchos otros seguramente echarán
mano, aun cuando hayamos desaparecido. Si es esa nuestra inquietud, es seguro
que nos estaremos preguntando en que cosas estamos equivocados y cómo podemos
rectificarlas, al fin y al cabo, todos merecemos poder refrescarnos de las
aguas de vida que nos brindan esas búsquedas que pueden parecer al principio
infructuosas.
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