INIMAGINABLE
Me he pasado dos días viendo
televisión, si llego a quedarme otro día más delante de la caja tonta, por
razón de que he estado un poco jodido, acabo cazando mariposas. He procurado
ser lo más ecuánime posible mientras desfilaban ante mí, seriales, películas y
anuncios. ¡Para volverse loco vamos…! Comprendo que la televisión sea, como lo
han expresado algunos, el elemento más democrático y libre que el hombre pueda
haber inventado, lo malo es lo que el hombre entiende por democracia, este
aspecto da mucho que hablar en todos los ambientes, la televisión abarca todas
las facetas humanas. Nos hemos quedado sin alternativas, si pretendemos seguir
con determinado interés programas que nos gustan, nos los censuran a base de
cortes de anuncios que distraen la atención, de los que de forma más o menos
apasionadamente, queremos ver en que termina lo que quiera que sea que estemos
viendo.
Al final y sin remedio me duermo,
cabeceo mejor dicho, y creo que eso es fruto del propio aburrimiento. A nuestros
hijos les acaba pasando lo mismo, fíjate si son listos que saben en qué instante
pueden abandonar su sofá o silla de la salita de la tele y hacer una parada
para merendar u ocuparse de otras cosas, tienen medido el tiempo de estas
pausas de manera exacta. Al punto de continuar viendo su programa preferido, ya
todos están colocados en sus respectivos asientos para seguir viendo sus
dibujos o seriales.
Jamás pensé que las cosas pudieran
llegar a estos extremos, yo, espectador de todo el conjunto de cosas que
suceden a mí alrededor, me he dado cuenta que la tele no es mala de por sí, lo
malo es lo que elegimos como programas predilectos. Todavía recuerdo durante la
infancia de mis hijos, cómo disfrutaban con los dibujos de Los Pitufos,
Gargamel y compañía, hasta yo me reía con ellos, con unas gominolas o en su defecto unas bolsas
de palomitas de maíz pasábamos unos cuantos minutos, que nadie en la familia
hubiera cambiado por nada del mundo.
¡Dos días enteros en cama por
motivo de un resfriado mal curado han despertado mis sentidos…! Como saben los
publicistas lo que les gusta a la gente… son listos del copón. Te meten un
bloque de diez minutos de anuncios de cosméticos, coches que no tienes que
ocuparte en comenzar a pagar hasta dentro de un año a unos intereses bajísimos,
¿serán bribones estos tíos…? Pero nosotros los padres somos los principales responsables
de que esto sea así. Al cabo de unas cuantas semanas ya estamos visitando concesionarios
de coches, “No mujer si es solo para ver las ofertas que hacen, ahora no vamos
a comprar un coche, no está el horno para bollos” Al principio de verano ya
está el coche aparcado en el garaje o en la calle, pero lo hemos comprado.
Para eso está hecha la propaganda,
a menudo engañosa, que tiene mucha letra menuda que leer en el dorso del
contrato, pero que casi nunca leemos. Ha amigo mío se siente… ya has firmado,
ahora apechuga y cuando te das cuenta y te llega el último recibo, has pagado
dos coches y medio. No creí jamás que nosotros, fuéramos los esclavos de este
plan tan bien urdido. Somos en una gran mayoría zopencos de un trozo de plasma
que nos ametralla con propaganda y encima estamos la mar de contentos. “Le he
sacado al vendedor unas moquetas de más calidad, cristales tintados, ruedas de
mejor calidad, y hasta me ha regalado un llavero y un pino de cartón que es un
ambientador” ¡Idiota, más que idiota…! Con todos estos extras que te ofrecen
porque eres tú, te la han clavado hasta las ingles y tú sin darte cuenta.
Sí, de todo esto me he dado cuenta
ahora, que me he tirado dos días enteros viendo televisión. Durante este tiempo
he reflexionado acerca del poder que ejerce este medio sin el cual, seamos
realistas, no podríamos vivir. Entre esto y la telefonía móvil, mensajes de
texto y chats telefónicos, nos hemos convertido en peces que no hacemos más que
nadar dentro de una pecera acerca de la cual vamos dando vueltas lanzando
oxígeno de nuestros frágiles pulmones.
Después de estos dos días de cama
me he levantado de muy mal humor, estoy cabreado conmigo mismo, en casa hay
cinco móviles, una tele que terminaremos de pagar dentro de tres años con intereses y un coche
que es cosa fina, lleno de polvo en el garaje tapado con una lona. No nos hacía
falta el coche la verdad, pero era una oferta que no podíamos rechazar. Desde
mi casa al trabajo tardo a pie doce minutos, eso haciendo mal tiempo, si llueve
o hay alguna emergencia saco la lona de sobre el coche y entonces llego tarde
al trabajo.
Lo que te digo, inimaginable, pero
ya no hay tiempo para cambios, lo hecho, no se puede deshacer tan fácilmente.
Interiormente me he propuesto hacer un cambio radical a mis planes, pero hay un
problema y gordo, que ya llevo firmadas muchas firmas y cada mes llegan los
pagos.
¡Maldita televisión de los cojones…!
Alguien tiene que cargar con la culpa, y como la tele ni el coche, ni los
móviles no protestan… pues a tragar quina.
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