DE PROFESIÓN, CURRANTE.
-Vamos a ver, ¿y usted por qué
quiere trabajar para nosotros?.
-Pues porque lo necesito y porque
sé hacer este trabajo.
-Sea más explícito por favor,
cuénteme más cosas acerca de usted, de sus ambiciones, de sus objetivos en la
vida.
-Creo que no busca usted gente
para trabajar, a lo mejor quiere hacer un libro?.
-No sea impertinente hombre, lo
que necesito, es llenar un informe que sirva de orientación a la oficina de
marketing.
-Ya veo, o sea que son preguntas
obligadas que debo contestar. ¿Y si empiezo por el principio?.
-Como quiera, es usted el que
solicita el trabajo, diga lo que quiera.
-Salí del colegio a los doce
años, no quería estudiar, mi padre me dijo que vale, que si no quería estudiar
tenía que trabajar, que en casa no me daban de comer hasta que no volviera con
un trabajo.
-¿Su padre le dijo eso, permitió
que dejara los estudios con solo doce años?.
-Qué remedio le quedaba, sacaba
unas notas de pena y hacía más campanas que días de clase había. Me puso el
plato boca abajo y me dijo que no me darían de comer hasta que volviera con un
trabajo.
-Que tajante su padre ¿no?.
-Yo creo que no, era un currante
que trabajaba dieciséis horas al día pegado a un torno, haciendo rodamientos
para una empresa alemana. No admitía que nadie se columpiase sin hacer nada.
-¿Y usted que hizo, buscó
trabajo?.
-Vaya si lo busqué, y lo encontré
a un tiro de piedra de mi casa, en un taller mecánico de coches, donde se
hacían reparaciones en la calle por falta de espacio dentro.
-Volví a mi casa el mismo día por
la tarde noche, con el trabajo en el bolsillo, tenía un hambre de lobo, mi
abuela me puso de comer mientras mi madre, estaba anclada a la máquina de
coser, haciendo fajas y sujetadores.
-¿Y cuánto cobraba usted
entonces?.
-Ciento veinticinco pesetas a la
semana por diez horas de trabajo. Después de eso, tenía que barrer todo el
taller con serrín mojado, para eliminar el aceite que pudiera haber en el
suelo.
-¿Cómo se las arregló para
conseguir un certificado escolar para otros trabajos, porque sé, que entonces,
en cualquier parte te lo pedían?.
-Me apunté a la academia gratuita
del estado, sita en la Plaza España, iba cada día para estudiar y luego, en
casa, hacía los deberes que me ponían. Así me saqué el certificado de estudios
primarios.
-Oiga, lo suyo tiene miga. De
cualquier manera, se ahorró usted muchos disgustos, en mi caso, me obligaron ir
a la universidad y no fue hasta los treinta y tres años, la edad en que Cristo
murió, que no trabajé, y desde entonces ya ve, con unas almorranas que me traen
a mal traer, todo el día sentado en una silla de despacho haciendo de
consultor.
-Yo no sirvo para esto, he
trabajado de casi todo lo imaginable, aparte de mecánico, reparando barcas de
madera en la costa, de pescadores que necesitaban ayuda. De granjero, cuidando
huertas y animales, de albañil, junto a un amigo que me contrató, haciendo
anexos de garajes y modificando casas de playa. También he trabajado en una
multinacional, llevando maquinaria pesada, e instruyendo a otros recién
llegados a la empresa. Me dejo alguna cosa más, pero ya no recuerdo otros
oficios que he tocado.
-Bueno, no se puede decir que sea
usted un especialista, en el trabajo que le correspondería hacer. Pero después
de lo visto, y que ha sido franco al decirlo todo respecto a sus trabajos, creo
que lleva muy buen camino para ser contratado. ¿Sabe cuál es el trabajo que
debería hacer?.
-Creo que sí, hacer rondas
internas periódicas, por todo el perímetro de la fábrica, estar atento a
cualquier anomalía que vea, si una cerca está rota, o si alguien sospechoso
ronda por los alrededores. Vigilar fundamentalmente, y atender a las entradas y
salidas de los camiones del complejo.
-Perfecto, veo que incluso va más
allá de lo que se le solicita. Usted me gusta, voy a recomendarle.
Le dio un poco de jabón por la
presencia que tenía Antonio, un hombre alto de mirada seria, algo mayor pero de
un empaque, que lo hacía idóneo para esta labor. El consultor, también vio que,
no constaba en su registro de trabajo, ni un solo día de baja por ninguna
circunstancia, esto, hoy día, es de apreciar mucho.
-Una última cosa, ¿cómo un hombre
como usted solicita este trabajo?.
-Ya está usted como al principio,
le voy a responder. Mi casa está a cinco minutos de aquí, vivo con mis hijos, soy
viudo, debo trabajar para poder ayudarles, mi hija y su marido tienen una niña
que es una preciosidad, pero necesita cuidados especiales. Yo soy la única
persona a la que tienen cerca, de forma que necesito este trabajo.
-No se hable más señor Antonio, el
trabajo es suyo. El lunes estaré en a oficina para que firme los papeles de su
contratación. Ha sido un placer conocerlo.
-Lo mismo digo señor Ricou, y
muchas gracias, espero estar a la altura de lo que se me exige.
-Seguro que lo estará, tengo
plena confianza en usted. Después de tantos años tratando con la gente, con
usted no puedo equivocarme.
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