jueves, 18 de julio de 2013

ME GUSTA EL AMARILLO.


Es una preferencia como otra cualquiera, no para todo por supuesto, hay prendas de ropa, que en amarillo, no lucen, lo mismo que en los zapatos. Para mujeres es diferente, a ellas les está bien todo y de cualquier color, pero soy hombre y a pesar de gustarme otros colores, el amarillo es mi preferido.
Cuando comenzaron a hacerse estas extrañas mezclas de color en las flores, más concretamente en las rosas, me alegré de saber que ya existían rosas de color rosas de manera corriente, o combinadas con otros colores, ¡que bonitas, como lucen!. Las primeras flores que he regalado en mi vida, fueron tulipanes amarillos, la florista de una calle cercana a mi casa me preparó un ramo para llevárselas a una amiga que acababan de operar de apendicitis.
Recuerdo que cuando llamé a la puerta de la habitación y entré, tenía visita de un par de amigas y sus padres. Entré sonriente con el ramo de flores en la mano derecha, oye, que ni siquiera me miró a mí, miró el ramo de tulipanes y exclamó  “¡Qué bonito Felipe, es la primera vez que me regalan flores!”. “No puede ser –contesté-, a la más hermosa flor del mundo hay que honrarla con los frutos de estas, ese ramo no es nada Eva, es inmerecido, solo han venido a hacerte tributo”.
Que nadie piense que esto lo llevaba preparado, palabra, fue espontáneo, Eva te puede inspirar cualquier cosa, por eso reservé para ella mi color favorito, el amarillo. Su madre dijo que se lo llevaría a casa, allí las conservaría mejor, pero Eva contestó que de eso ni hablar, saldrían con ella por la puerta al cabo de dos o tres días más, cuando le dieran el alta médica.
Eva me gustaba mucho, tenía unos cabellos y unos ojos negros que embrujaban a cualquiera. Siempre que nos veíamos, procuraba ponerme algo amarillo, era como una obsesión, no sé, esas cosas no te las inculcan, nadie te las enseña, está en la naturaleza, ves los colores y te gustan o no. A ella le gustaba verme con un pullover amarillo de rombos amarillos y azules, decía que me sentaba muy bien a mi color de piel, mi piel es más bien de color morena, por naturaleza.
Un día, nos pilló una de esas tormentas inesperadas de verano, de camino a su casa, regresábamos de cenar en una hamburguesería, de pronto, rugió en el cielo un par de truenos y ella se agarró a mí, llevaba una camisa amarilla, nos pusimos como sopas antes de llegar a guarecernos dentro de un portal. Le quité algunos cabellos mojados que tenía pegados en el rostro y no pudimos evitar besarnos, no fue un beso, fue una fusión, calculo que estuvimos algunos minutos con nuestras bocas pegadas la una contra la otra.
Respiramos profundamente solo, para volver al ataque, quisiera poder explicar lo que te sucede en un momento así, pero no puedo, fue electrizante, como la tormenta que pasaba sobre nuestras cabezas. En poco más de cinco minutos todo pasó, la tormenta y nuestro abrazo, me preguntó si estábamos locos, no supe que decirle, ella tenía novio, aunque trabajaba en Canarias en esos momentos.
Se veían de vez en cuando, a veces una vez al mes, pero era raro, no tenían medios para viajar a menudo para verse, si cabía, en vacaciones pasaban la mitad del tiempo en Canarias y la otra mitad en la península. Pero siendo franco, yo diría que Borja no estaba muy enamorado de Eva, siempre que salía con ella, la obligaba a decorarse como si fuera una maniquí de boutique. Quería que se comprara vestidos, zapatos de tacones imposibles, vestidos o faldas súper cortas, que quieres, a mí particularmente, no me gustaba verla así, ante todo, porque dejaba de ser ella. Yo en cambio, el maniático del amarillo, me gustaba de cualquier manera, estaba guapa con cualquier cosa  que se pusiera.
Poco después de salir del hospital, me llamó para que fuera a cenar a su casa, con sus padres, acepté. Entre las dos prepararon una cena propia de príncipes. Cuando llegué a su casa, llevaba tres rosas rojas para su madre, y un ramo de claveles magníficos, amarillos con los bordes rojos, para su padre traje un par de puros, sabía que le gustaban.
Ella iba vestida con una camisa de hombre arremangada, sujeta a la cintura con un cinturón de trenzas de piel. Le llegaba bastante arriba de los muslos, nos sentamos en la mesa de la terraza, colocaron una lámpara de aceite en el centro, ¡qué ambiente, me sentía en la gloria!. El padre tenía mucha conversación, había sido en su tiempo conductor de trenes de carga, era un hombre culto, la madre no hacía más que hacer viajes a la cocina con platos vacios y trayendo otros.
Le llamé la atención y le dije que porqué no se sentaba con nosotros, me dolía verla medio cojeando a causa  de una operación de cadera que le hicieron años atrás. Sin embargo Eva, no hacía más que mirar el reloj, eran las diez y media, sabía que más allá de las once sus padres se irían a dormir. Parecía  inquieta, pero no menos de lo que lo estaba yo, lo cierto es, que me subía por las paredes de ganas de abrazarla y besarla. Después del postre, a eso de las once, su padre se despidió del resto, los ojos se le cerraban, no hacía más que ponerse la mano delante de la boca para evitar ser visto bostezando.
“Ya está el lavavajillas lleno Eva, mañana lo pondré en marcha, deja el resto y ve a descansar”. La madre siguió al hombre cinco minutos más tarde.  “Es curioso, siempre, desde que tengo uso de razón, se han ido a la cama al mismo tiempo, vaya pareja”. A Eva, parecía complacerle ese detalle de sus padres, decía que se entendían muy bien.
“Tengo que bajar al coche Eva, ¿me abres la puerta del piso, pero sin hacer ruido vale?”. Me acompañó a la puerta un tanto sorprendida y esperó a que volviera. Traía un regalo para ella, una pequeña caja empaquetada, con un bonito papel jaspeado de color amarillo, nos fuimos a la terraza de nuevo sin hacer ruido, parecíamos dos cacos que entraban a robar, caminábamos de puntillas sobre el parquet.  “¿Qué es eso?”.  “Un regalo para ti con todo mi cariño”. Un perfume que sabía que a ella le gustaba y que estaba entre sus preferidos, alguna vez me había hecho saber que le encantaba, pero que no se lo podía permitir por lo caro que era.
Deshizo el envoltorio, sacó el frasco de su caja y se quedó boquiabierta, no buscaba esa reacción de su parte, solo pensé al comprarlo, en lo mucho que le agradaría tener un frasco de aquella fragancia. Se levantó de la silla de la terraza y me dio un beso, a renglón seguido, se sentó a horcajadas sobre mis piernas, no pude evitar una excitación que iba más allá de la simple amistad. No pensé en que estaba comprometida, ni en las consecuencias de aquel acto.
Sencillamente, a la luz de un par de velas que dudaban con apagarse, nos unimos carnalmente. Ese instante no se puede describir, es uno de estos momentos, en los que no piensas que crimen y castigo, están estrechamente unidos de la mano. Sin embargo, a pesar del peligro que entrañaba aquella situación, nos juramos amor eterno. Ella sin pensar en el novio que tenía en Canarias, yo sin remordimientos, estaba libre de todo compromiso, no tenía novia, y en ese instante de mi vida, no quería tenerla.
Otra cosa es que Eva, me gustara con locura, tenía motivos sobrados para que me gustara, y encima, va y me dice un día, que vaya a recogerla al concesionario de autos donde trabajaba. Tenía que cambiarme el coche, el pobre no me daba más que problemas, como los humanos cuando nos hacemos viejos, tenía artrosis por todos lados, tosía el motor, que pensaba que uno de esos días me dejará tirado en cualquier semáforo, el traje que llevaba ya n se podía parchear por lado alguno.
Le comenté un día a Eva, que acabaría como los Picapiedra, haciéndolo andar con los pies. Se rió de lo lindo, pro parece que tomo nota del asunto. La fui a recoger a su trabajo, estaba contenta, vendió ese día tres coches nuevos, me recibió con un beso en los labios y me llevó de la mano al fondo del taller.
Creí morirme cuando me enseñó el coche que tenía preparado para mí. Un cupé amarillo selectivo, grande y prácticamente nuevo, los interiores eran de piel marrón y el volante de madera.  “¿Será una broma, no Eva?”.  “De eso nada cariño, lo  he reservado para ti si lo quieres, tiene un precio muy asequible, con pocos kilómetros, full equip, lo tiene todo como puedes comprobar, ¿te gusta?”.  “¿Qué si me gusta?, gustarme es poco, es un sueño, una pasada”.
En su oficina estuvimos ultimando los detalles, dando un pellizco de dinero en mano, me quedaba a pagar muy poco cada mes durante tres años. Estuve echando cuentas en un papel y sin dejar esquilmada la cuenta del banco, tenía lo suficiente para poder hacerme el dueño del coche.  “Dentro de dos días ya lo tendrás en la puerta preparado, revisado y con las llaves puestas en el contacto”.
Al día siguiente, un amigo me llevó al polígono donde trabajaba Eva, ella se hizo acompañar por una amiga, que trabajaba en el servicio de limpieza. Salimos los dos de su trabajo con mi nuevo coche, me pareció que todo el mundo miraba el coche, no era extraño pensé para mí, era el coche más bonito que circulaba por la pequeña ciudad. Fuimos a cenar y luego terminamos en mi casa brindando con cava. Hacía calor, nos desnudamos y salimos al balcón con las luces apagadas, allí abrí la botella. Llevaba la ropa interior amarilla, aquello era una locura, no pude menos que excitarme con todo lo sucedido en las tres últimas horas.
Nos casamos al final de año, antes de fiestas, ella llevaba un vestido amarillo pálido de alta costura, yo solo la corbata con un jaspeado azul como el traje. Sus padres, nos regalaron el viaje de novios a Paris, diez días estuvimos allí, Eva habla el francés de manera correcta. ¡Qué hermoso es el color amarillo…, me encanta, es sin duda, mi color favorito!.










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