jueves, 4 de julio de 2013

ESTE SERÁ MI PUEBLO.


                                 ESTE SERÁ MI PUEBLO.


El lugar donde cada mañana me despierta el canto del gallo. El sitio que está tomado por los pájaros y las flores, un enclave con el que sueñan todos aquellos que quieren libertad y paz.
No es un lugar cualquiera, está bien escondido, entre montañas, entre senderos difíciles y angostos, que siguen el sonido del rio, que acompaña con su rumor, a todos aquellos que deseamos estar cerca del cielo.
Por la noche, las estrellas son más grandes, brillan con esplendor, pintan el cielo con toda clase de matices.
Ese es el lugar donde deseo envejecer, sin ruidos extravagantes, sin gente que esté pendiente de mis defectos, sin nadie que esté continuamente juzgándote, con estaciones bien definidas, los fríos vientos del invierno, las primaveras floridas con plantas y flores que cada año pueda descubrir.
Veranos que implantando su ley natural, me inviten a refrescarme en el rio, con otoños que me permitan observar, la caída de las hojas muertas, muertas solo en parte, pues ellas sirven de abono natural, a los fértiles suelos que en primavera darán nuevo empuje a otras plantas y flores.
Este será mi pueblo, el lugar donde habite, hasta que la infatigable muerte llegue a mi puerta.
Ahí la espero, con serenidad, con calma, sin angustia alguna, aprendo de cuanto me rodea para ver con claridad meridiana, que yo puedo ser el próximo destinatario de su canto. Me dicen que no es bueno pensar en la muerte, puede ser que esté equivocado, pero… ¿porqué debería ser yo, más que todo lo que me rodea?.
Es todo un privilegio estar confinado en mi pueblo, no me falta de nada, me rio de los que no pueden pasar sin una opípara comida, un  tomate, un trozo de queso, y un pellizco de pan, son suficientes para mi subsistencia, ¿para qué más?.
La buena vida, no es tener más o menos, si no disfrutar de lo que la naturaleza pone a nuestro alcance. Esa es mi ley, esa es la bandera con la que me paseo por el mundo. Marco Aurelio decía que “La perfección de las costumbres consiste en vivir cada día como si fuera el último”.
Y cuando nace un nuevo día, mi alma se hincha de satisfacción, de júbilo, de alegría. Para que más que eso?. “Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”, estas palabras de Jea Paul Sartre, definen con claridad lo que yo espero de mi mismo, ser feliz, aunque esto pueda parecer un paradigma.
No quiero ser pobre, de hecho creo que no lo soy, Platón decía que “La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”. Solo me vale el deseo de seguir vivo, todo lo demás, lo material, sea lo que sea, es vanidad, esfuerzo dañino, veneno mortal. En mi pueblo no habrá mentiras, ni odios, ni causas en las que se vea envuelta la justicia, tampoco hace falta policía, ese es el lugar donde deseo vivir, y en el que quiero morir.
Hay parlanchines como en todas partes, pero viven muchos poetas, gente que sabe elogiar a la naturaleza, que la venera, que forma parte de sus vidas, dependen de ella para todo. Esta es la gente con la que quiero vivir.
No me valen los que se ríen de las ideas de los demás, de su forma de expresar el cariño por todo aquello que los rodea, no me gusta la gente que de continuo se mofan de los márgenes de inteligencia del resto, que maltratan al poeta sea bueno o malo, se exprese mejor o peor.
Aquí no existe la envidia, la infamia ni el descrédito. Todos los que estamos aquí tenemos nuestro espacio, los que saben trabajar la tierra, son bienaventurados, lo mismo que los pastores, igual que los queseros los albañiles o los barrenderos.
¿Quién no querría vivir en un lugar así?. No cambio este lugar por un palacio lleno de sirvientes, ni el rio, por esas piscinas escandalosamente grandes que decoran las grandes mansiones. Llego de vuelta a casa y veo en mi cocina, la mesa de la cocina con dos sillas,  en una de ellas, la bota de vino colgada en el respaldo, sobre la mesa, un  pequeño búcaro con tomillo y romero, soy la persona más feliz del mundo.
Entra en mi casa quién yo quiero, y sale cuando le apetece, mientras, comemos las viandas que tengo en la alacena, y bebemos buen vino tinto. Dormimos y nos levantamos de la cama cuando nos apetece, sin presión alguna, sin nadie que nos diga lo que debemos hacer, sin que nadie nos señale con un despertador, cual debe ser nuestro trabajo.
Esa es para mí, la vida que deseo, lejos de los ruidos, lejos de la gente que me vería obligado a saludar sin quererlo. Mi pueblo es una pequeña joya por descubrir, que por pequeña es grande, que por escasa es doblemente valiosa.
Muchos de mis conocidos, están locos por que lleguen las vacaciones, y habitar con sus familias en lugares como este, dicen que somos privilegiados por estar aquí viviendo. Yo les contesto, que no somos privilegiados, que ellos también lo pueden hacer, niegan con la cabeza, no no, esto sería imposible, ¿y nuestras obligaciones, y el futuro de nuestros hijos?. Necios, las obligaciones y el futuro, los marcan la clase de vida que llevas, no lo que posees. En el pueblo, las ambiciones son pocas, tienes lo necesario para vivir, tu vida, un lugar donde alojarte, productos que la tierra te regala aunque se  le da tan mal trato, y todo un horizonte para descubrir en forma de naturaleza viva.
Las obligaciones y el futuro quedan contenidas en esto, el resto es discurso vacio, demagogia, interpretación interesada, política cargada intención maligna. Consumismo y contracultura es lo que nos da la ciudad, ¡y a qué precio!.
Mi pueblo está lleno de gente mayor, de pensadores innatos que han pasado por todos estos estadios, guerras, tribulaciones y pesares, lo mismo que te encuentras en las grandes urbes, pero con más ligereza de ánimo, con más solera, la vida en el pueblo ha cuajado dentro de sus entrañas.
Aquí quiero vivir, hasta que desde la otra orilla venga a buscarme la parca, entonces, obligadamente diré adiós a todos y a todo, pero con una sonrisa en los labios.





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