sábado, 6 de julio de 2013

TABACO DE VERDAD.


                          TABACO DE VERDAD.



A cuatro nos pillaron ese día por la noche un par de padres, estábamos tan tranquilos fumándonos unos cigarrillos de hierba de anís en la esquina de la farmacia de Fernando, y van y aparecen mi padre y el de Pepe “El cigüeña”.   “¿Qué pasa chavalines, que hacéis?”. Al volver la cabeza –yo cagado de miedo, porque identifiqué la voz de mi padre al instante-, los vimos a los dos de pié sujetándose las chaquetas, hacía un frio de huevos, y un aire gélido que no te dejaba pensar.
Verlos y apagar los cigarrillos contra el suelo pisándolos fue todo uno, pero claro, no estábamos acostumbrados a estos sustos en nuestro rincón secreto, -hoy se diría, fumadero oficial, o patio de humos, no lo sé-. Nos quemamos el uno al otro tratando de esconder los cigarrillos, El cigüeña nos daba golpes a todos en las manos para que los soltáramos, pero un par de ellos se guardaron los restos en el bolsillo del pantalón, tontos del culo, eso fue peor todavía.
A dos se los llevó El Facha, así lo llamaban porque había estado en la División Azul cuando la guerra, a los otros dos, mi padre nos cogió del brazo y nos arrastro hasta la escalera donde vivíamos, Luis mi amigo, vivía en el entresuelo con su madre, y su hermana puta. Como quiera que fuese, que Gloria,  estaba haciendo esquinas en el barrio chino, se tuvo que levantar de la cama para abrir la puerta Gertrudis, la madre de Luís. Mi padre la puso al corriente del asunto, y la mujer, que tenía las piernas hinchadas como botas y caminaba con bastón, solo dijo  “Anda pasa hijo, tómate un Cola Cao caliente y vete a la cama, mañana hablaremos”.
¡Qué suerte tener una madre tan comprensiva oye!, a mí me habría gustado tener un padre así, yo sabía lo que me esperaba.
Pues bien, me equivoqué, mi padre no me puso la mano encima, al contrario, se me quedó mirando, me dio un cachete en la cara y me elogió  “Vaya vaya, así que ya tenemos un hombrecito en casa ¿no es eso?”.  “Si papá, mira que bola tengo –doblando el brazo derecho y sacando bíceps-.”  “Vaya, ¡pero si es verdad!, Blas estás hecho un hombre, cada día que pasa me doy más cuenta, ¡como creces hijo!. Pues nada vamos a celebrarlo, nos tomamos una copita de brandy y nos fumamos unos cigarritos”.
Cuidado señoras y señores, mi padre fumaba ideales sin filtro en unas cajetillas que llevaban dos líneas de diez cigarros. Aquello era la leche en vinagre, un día tiempo atrás, le robé uno y no pude casi ni encenderlo, con la primera bocanada me parecía que me moriría, casi salgo pidiendo socorro del “tancat”, un espacio que teníamos los del barrio entre dos casas que estaba bloqueado con una pared de obra, para guardar la madera de la hoguera de San Juan.
Pues nada, que allí nos tienes a los dos en el comedor de casa, con dos copazos de Terry y una cajetilla de tabaco.  “Venga hombre fuma sin miedo, no nos vamos a la cama hasta que nos acabemos el paquete, así que empieza”.  “Pero… papá yo nunca he fumado…”.  “¿Cómo que no?, bien te he visto con tus amigos escondiéndote, fumando ¿o me vasa decir que es mentira?”.
Encendí uno cumpliendo órdenes, me parecía que iba a sacar el primer Pelargón. Hasta mi madre se levantó de la cama para ver qué pasaba, así me encontró en la mesa dando golpes sobre el contrachapado  “¿Qué fas Ricard?, aixó es una bestiesa”.  “Deixa dona així apendrá a ser un home de debó”.
Me lo hizo terminar del todo con penas y fatigas, no quería defraudar a mi padre. El brandy si que me lo terminé, me fui a la cama con una torta de mucho cuidado, todo me daba vueltas, tardé no sé cuánto en dormirme dando vueltas en la cama.

Al día siguiente por la noche después de cenar, más de lo mismo. Creí que de esa noche no pasaría, entonces le dije a mi padre muy seriamente  “Papá ya he captado el mensaje, no te preocupes, no me verás fumar jamás. Si acaso cuando sea mayor y ya no viva aquí, pero mientras tanto, puedes estar seguro que no deseo cuestionar tu autoridad, con ese botón de muestra me basta y me sobra”.

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