CADA DÍA UN
POCO MÁS.
Amelia siempre pensó, convencida
por las muchas charlas que tuvo desde su adolescencia con su madre, que todos
los logros en la vida, tenían que ser paulatinos.
Su madre le contó mil detalles de
cómo, por ejemplo, escogió al que después sería su marido. “Era un chico muy
guapo, diligente, sincero, afable, que tenía muy buena reputación en la
familia, todos lo querían con locura”. Al parecer, era el alma de cualquier
fiesta a la que acudían junto a otros amigos y parejas. “Anda que no habían
moscas a su alrededor… las tendrías que haber visto, se morían de envidia
cuando íbamos por la calle cogidos de la mano. En dos o tres ocasiones tuve que
pelearme con alguna desvergonzada, se lo querían ligar de forma descarada
delante de mis narices”.
Amelia reía cuando oía a su madre
hablar en aquel tono, Angélica era una mujer joven que en nada desentonaba con
su hija, moderna, vistiendo a la última moda, pero toda una señora.
Eso sí que la diferenciaba de Amelia,
andaba provocativamente, se movía de manera que cualquier hombre se volvía para
mirarla, su modo de vestir y el perfume que usaba, siempre de hombre, la hacía
más atrayente si cabe. En ocasiones su madre le advertía “Mujer no salgas así,
¿es que quieres ser el centro de atención de todo el mundo?”. No contestaba, se
limitaba a darle dos besos, coger el bolso y salir a la calle para reunirse con
los amigos. Como fuera o dejara de ir no se sabe, -yo no estaba allí para
verla-, pero era evidente que en ocasiones quería impresionar a alguien.
Al día siguiente, antes de salir
para la universidad su madre le preguntó “Que tal anoche, como fue todo, no te
oí llegar”. “Pues bien, todo el tiempo estuve con Marco. Este chico es
fantástico, divertido y buena gente, te puedes creer que ni una sola vez en
tres o cuatro veces que hemos salido con el grupo, ha dirigido una mirada a mi
escote ni a mis piernas…” “Esa es una
buena señal Amelia, la gente seria pasa de esos detalles, ven más allá del
físico de una mujer”. “Eso mismo pienso
yo, y mira que… la verdad es que si me hubiera propuesto acostarnos lo hubiera
hecho, porque además de esas cualidades
que te he contado, ¡tiene un cuerpo que tira de espaldas!”.
“Poco a poco hija, si
definitivamente conoces a una persona que es de tú agrado en todos los
sentidos, debes ir poco a poco, conseguir a alguien cuesta poco, conservar a
esa persona es mucho más difícil. Es todo un reto, de momento la vida ha sido
fácil para ti, pero probablemente no sea así siempre”.
Angélica tiene una empresa de
bisutería que es muy conocida, trabaja con modistos que visten a sus modelos
con sus creaciones, sus trabajos se conocen en muchas pasarelas. Madrid,
Barcelona, Paris y Estados Unidos son algunas de ellas, viven en una gran casa
a las afueras de Madrid, en una
urbanización llamada La Moraleja, los talleres están situados en Madrid y
Valencia, pero sabe delegar en otros el trabajo, esto hace que no tenga que
estar siempre de viaje. Emilia es la persona de confianza de Angélica, es ella
la que controla la producción de los trabajos, y hasta diseña algunas joyas,
con el beneplácito de la jefa.
Angélica de esta forma, tiene
tiempo para estar en su casa y atender a su hija Amelia. Considera que estando
cerca de ella, puede ayudarla en la otra universidad, la de la vida. Ha sufrido
un desengaño muy grande y doloroso, es por eso que su propósito es, ayudar a su
hija en todo aquello que haya de menester.
Cada día un poco más la va
preparando para la realidad de la vida, ahora, Amelia vive en otra dimensión,
la universidad, sus estudios, sus amigos y poco más.
“Hija recuerda que aun siendo
cuidadosa a la hora de elegir una pareja, te puedes equivocar, esto no te tiene
que dar miedo, muy al contrario, esos acontecimientos, son una lección práctica
de cómo tienes que dirigir tú vida. Mira si no a tú padre, estuvo cuatro años presentando
excusas bochornosas, todo para qué, para dejarnos a ambas, me había hecho vieja
para él. Has visto con tus propios ojos la clase de vida que lleva, juntado con
una colegiala a la que además de todo, no aprecia lo más mínimo”.
“No sufras mamá, yo no cometeré
el mismo error. Puede gustarme algún chico, pero tengo clara mi inclinación
sexual”.
Se hizo un silencio entre las dos
que se podía cortar con un cuchillo. Angélica se quedó mirando a su hija con
cierta sorpresa, Amelia la miraba directamente a los ojos con seriedad, sin
embargo sabía que este campo, su madre no podía darle demasiados consejos. Su
hija no era una atolondrada, ni estúpida, lo que acababa de decir no era fruto de algún capricho
pasajero, lo notaba en sus ojos felinos, hermosos ojos almendrados que heredó
de su padre, verdes como el océano cuando se pacifica después de una tempestad.
“Tengo que ir a una exposición a
Barcelona, ¿quieres venir conmigo?, lo pasaremos en grande, tengo hecha una
reserva en el hotel Clarís, te encantará ¿qué me dices?”. Era evidente que
Angélica, quería saber más acerca de este inquietante asunto, que su hija le
acababa de plantear. Quizás ese viaje le daría la oportunidad de escucharla y
si cabía, darle algún consejo.
Amelia aceptó, pero
anticipadamente le hizo saber a su madre que no quería hablar del asunto que le
acababa de referir. Angélica levantó ambas manos “De acuerdo, no hablaremos del
asunto, palabra”. El fin de semana fue total, las dos disfrutaron de lo lindo,
sobre todo, aprovechando las instalaciones que ofrecía el hotel, Angélica ya
estaba acostumbrada a aquella forma de disfrutes, pero Amelia no.
Incluso de forma automática se
vio inmersa en aquel mundillo de la exposición y venta de joyas, su madre
mirándola por el rabillo del ojo, veía como su hija hacía negocios con dos
señoras propietarias de una franquicia de ropa de moda. Es más cerró el trato
sola, y ese día lo celebraron por todo lo alto, con una cena especial regada de
principio a fin con cava. Las dos cogieron el ascensor del hotel para retirarse
a su habitación, cogidas de la mano, el botones que las acompañaba dentro del
ascensor miraba de reojo, ellas se dieron cuenta y se pusieron a reír como
locas, ¿qué pensaría aquel muchacho?.
De forma automática, Amelia al
salir del baño envuelta en el albornoz, se puso a hablar con su madre que
estaba descalza y recostada en el sofá del gran salón de la suite. “Qué lástima
que todavía haya gente que vea el lesbianismo con extrañeza, por mucho que
quieran aparentar que es normal, siempre encuentras a personas que nos
rechazan”. “Oye, pero no habíamos quedado en que no hablaríamos del tema en
este viaje?, por lo menos esa fue la condición que tú me pusiste”. “Ya lo sé mamá, la cuestión es que me da
mucha rabia que un matrimonio de heterosexuales pueda ir por la calle
haciéndose arrumacos y nosotras las lesbianas tengamos que escondernos para
hacerlo. La gente te mira del revés, eso jode mucho”.
Era comprensible, acababa de
darse cuenta de ello, quizá el próximo ascensorista ya estuviera más
acostumbrado a ello y no las hubiera mirado siquiera. Pero eso no era para
poner una queja al hotel.
De vuelta del viaje, las dos
continuaron con sus rutinas, Amelia pensando en ver de nuevo a Lilianne, Lily
como la llamaba ella. En total habían estado separadas, cuatro días, y eso para
dos personas enamoradas, es mucho tiempo. Una tarde, a eso de las seis, su
madre le mandó un mensaje de texto “Si es posible, no hagas planes para esta
noche, me gustaría presentarte a unas personas, creo que puede ser importante
para ti, te quiero, muuuak”. “¿De qué se
trata mamá?, déjate de incógnitas”. “Tú ven, y si quieres venir acompañada,
será bien recibida”. “Vale, a las ocho estaré en casa, yo también te quiero”.
Puntual como un reloj, se oyó el
sonido de un auto delante del chalé. Su hija, estaba besándose con una mujer de
forma apasionada, Angélica salió al encuentro de ambas “¡Hola!, ¿que no
entráis?”. Se quedaron de piedra, sorprendidas, ninguna de las dos sabía hacia
dónde mirar ni qué hacer. “Desde luego mamá… ¡cómo eres he!”. “Venga bajad ya
las dos y entrad, vamos a cenar las cinco juntas”. ¿Las cinco juntas? Se
preguntó Amelia, ¿por qué está tan contenta mi madre, se habrá dado un golpe en
la cabeza?. Interrumpidas y un poco frustradas, se bajaron del coche ya
aparcado un poco más arriba de la casa, y Amelia se puso a hablar en francés
con Lily desde la acera “Os espero dentro, no tardéis”.
Al cabo de nos minutos entraron
en la casa, en el salón de estar, aparte de su madre, habían dos mujeres más.
Destacaba la elegancia de las dos a pesar de que vestían de modo completamente
distinto. Angélica se levantó e hizo las presentaciones, una de ellas, resultó
ser una gran diseñadora que exponía en pasarelas de medio mundo, Roxana era su
nombre, era una mujer que hubiera destacado en cualquier ambiente, tal era su
hermosura y distinción.
Se sentaron a la mesa del
comedor, preparada especialmente para la ocasión, a los cinco minutos de estar
comiendo en relativo silencio, Angélica se puso a hablar de cómo las mujeres,
estaban destacando en los últimos años en el mundo de la moda y los
complementos. “Ya iba siendo hora de que todo el mundo supiera, que en las
mujeres hay un gran potencial escondido. Menos mal que personas valientes como
tú –dirigiéndose a Roxana-, han roto con los esquemas, es de agradecer, por lo
menos, y hablo en el terreno personal, nosotros tenemos más de un cincuenta por
ciento de mujeres emprendedoras, que están llevando este barco a buen
puerto”. “Sí, cierto, todavía está
costando un poco no creas -ahora
contestaba Roxana-, pero se está consiguiendo. Bueno ya lo ves tú cuando
preparamos los desfiles entre bambalinas, hay muchas envidias y mucho
espionaje, hacen daño estas cosas”.
“Amelia estudia empresariales,
está a punto de terminar la carrera. Muchas veces, casi sin quererlo me da
sugerencias y consejos que aplico al negocio, y la verdad, me son muy útiles”. “Se ve que es un cielo de chica querida
amiga. –Volviendo su mirada a Amelia-. Personas como vosotras sois el futuro de
muchas de las cosas que ahora la cultura moderna posee, en todos los ámbitos de
culturas antiguas, han sido las mujeres las que se han encargado de luchar por
mantener aspectos relacionados con la moda de manera activa”. “Si es verdad, tengo amigos que estudian
antropología que dicen lo mismo. Es muy interesante, sin las mujeres el mundo
no tendría color”.
La amiga de Roxana, Susana
permanecía en un segundo término, parecía inexistente en la mesa, sin embargo,
manejaba los cubiertos de manera exquisita, sabiendo en todo momento como usar
los utensilios que estaban a mano para cada comensal.
“Mi mujer, siempre dice que sin
nosotras la vida sería tediosa, un fastidio, depender de los hombres dice, sería
como depender de ellos para que te sujetaran una escalera y subir a un árbol a
coger la fruta que tú más deseas”. Inclinando la cabeza hacia su mujer, se
dieron un beso largo y apasionado. Este detalle causó un fuerte impacto sobre
las dos novatas que intuitivamente, bajaron la mirada hacia los platos, como si
sintieran vergüenza ajena de asistir a aquella escena, que se suponía debería
ser secreta.
Susana cobró aliento, ese beso de
su mujer, la ratificaba como suya. Era relativamente temprano cuando terminaron
de tomar el postre, Lily todavía un poco desconcertada, fue poco a poco
soltándose, estaba entre amigas, ¡que delicia!, ningún hombre a la vista, solo
la esforzada sirvienta con la piel cobriza que iba arriba y abajo, trayendo y
llevando enseres propios de la ocasión. “Cuando lo metas todo en el
lavavajillas puedes irte Falaya”. “Muy
bien, gracias”. La chica que no tendría más de veinticinco años, desapareció
por la puerta de la cocina. “Oye
Angélica, esta muchacha con cuatro dedos más de altura sería una modelo de
escándalo”. “Lo sé, por eso a retiré de
la circulación, para que mi amiga Roxana, no me la robara. En casa, a pesar de
su juventud hace un trabajo magnífico”. Rieron todas, incluso Lily, mostrando
su perfecta dentadura y una risa encantadora y contagiosa.
“Dentro de diez días, celebramos
nuestro aniversario, queremos invitaros a las tres, será un honor teneros en
nuestra fiesta. Supongo que tú vendrás Lily. Vienen unos cuantos compatriotas
tuyos, vous espérez, etre d’accord avec”. Vaya aquella mujer hablaba francés, y
con qué soltura… Lily se sorprendió un poco y no se pudo negar, sobre todo
porque su novia había aceptado ir también. Además, quizás por el simple hecho
de hablar en francés, aquella señora le había caído muy bien, es más, después
de dirigirse a ella con estas palabras, estuvieron teniendo una fluida
conversación sobre donde había nacido, y que la trajo a España.
La fiesta de aniversario de Roxana y Susana fue una
especie de explosión de homosexuales, en su casa, una mansión en Ciempozuelos, cerca
de Madrid. Roxana compró una casa de unos indianos, que tenían en el jardín, un
laberinto hecho de setos, precioso y alfombrado de césped. El jardín de por sí,
invitaba a estar más fuera de la casa que dentro, con un cenador extraordinario
y la selección de las más exquisitas plantas de flor que jamás hubiera visto
Amelia. Aquello era de locura de espléndido. Las dimensiones de la casa eran
extraordinarias, de forma que con anticipación, Roxana sugirió a Angélica que
se quedaran a dormir para no tener que hacer el mismo día, el viaje de vuelta.
La fiesta con un bufete libre extraordinario fue de lo más, Roxana alquiló un
servicio de catering con el servicio incluido, ellos se encargaron de no dejar
nada al azar. Amelia y Lily se relajaron mucho en mitad de aquel ambiente,
vieron algunas caras conocidas del cine, que jamás habría imaginado encontrar
allí, y que además fueran homosexuales. Eso las decidió a hacer lo que hacía
todo el mundo, una vez se hubo bebido o suficiente como para deshinibirse, y
soltarse la melena como se suele decir coloquialmente.
No es que aquello se convirtiera
en una bacanal romana, pero ciertamente, la gente iba arriba y abajo de la
casa, con más que el mero deseo de visitarla. Pero qué narices, aquel era un
día especial y Amelia y Lily también tuvieron su oportunidad en el cenador del
jardín equipado con unos divanes chill out magníficos, y luces de velones de
colores.
“Saben vivir estas dos ¿no te
parece cariño?”. “Definitivamente sí,
pero esto no es lo importante, lo mejor es que se sepan querer y puedan
compartir lo que tienen, sea lo que sea”.
“Te quiero Lily, quizás más de lo que yo misma me imagino. ¡Me gustaría
tanto que nuestras lazos se fueran estrechando…!”. “Por mi parte lo estoy intentando Amelia, mi
madre en Francia sabe lo nuestro y quiero que en un momento u otro, podamos
visitarla, verás que familia tengo, son todos estupendos”.
Amelia pasó por alto estas
palabras, aunque daba por sentado, que algún día tendría que ir con ella a
Nantes a visitarlos, y ser presentada. Poco a poco a medida que pasaba el
tiempo, su relación fue a más, ahora llegaban a la universidad de la mano, se
despedían con un beso en los labios, y fue entonces, cuando comenzaron a
fijarse en otras muchas parejas de
universitarios, que hacían lo mismo.
Es lo mismo que cuando quieres
comprarte un coche de determinada marca, mientras vas en el tuyo, no ves
ninguno, pero una vez estás decidido, empiezas a verlos por todas partes.
Este hecho les dio un impulso
extraordinario, comenzaron a ser invitadas a fiestas en las que solamente
habían chicas, la gran mayoría con pareja, otras solas, estaban decididas a
encontrar a su igual en ellas, pronto se convirtieron en el blanco de otras
parejitas acabadas de formar, que les pedían consejo. De manera que las
circunstancias hicieron que, poco a poco se fueran conociendo un poco más. Casi
se pudiera decir que vivían juntas, no eran pocas las noches en las que
llegaban a casa muy tarde, hecho este que las hizo que durmieran frecuentemente
juntas para evitar traslados innecesarios al otro día.
Por la mañana, se encontraban a
menudo con que estaban solas en casa, Angélica ya no estaba en casa, tenía
negocios que atender y salía a las ocho de la mañana. En la habitación de la
buhardilla, donde tenía su dormitorio Amelia, se precisaban cambios. Compró una
gran cama de matrimonio e hizo que el gran ventanal de su habitación que daba a
la sierra, tuviera una cortina que por la mañana se abriera por medio de un
automatismo. ¡Cuántas veces lo abrieron para ver el sol y luego la volvían a
dejar entrecerrada, mientras se amaban sobre el lecho!.
Al final de la primavera,
Angélica les dijo que había conocido a alguien con quién salía desde hacía
algún tiempo y que se iba a vivir con esa persona al centro de Madrid. Esa fue
una noticia que consternó a Amelia, si bien sabía que su madre tenía todo el
derecho de ser feliz a su manera, también estaba segura de que ahora, la vería
mucho menos. Es curioso, todo lo que poco a poco había ido consiguiendo, ahora,
se le escapaba como el agua entre los dedos de la mano. Justamente esa era la
sensación que tenía, la sensación de pérdida de su madre, le estaban robando
una joya de valor inapreciable, y no podía hacer nada por evitarlo. Pero sin
que Amelia lo supiera, su madre tenía la misma sensación, lo único que separaba
estos dos paralelismos era que Angélica lo daba por hecho, era ley de vida, los
hijos son criados por los padres para que vengan otros y te los roben.
¡A cuánta gente joven conoce
Angélica, que llegan al mundo de la moda y se ven inmersas sin saber cómo en
las drogas, la prostitución y la anorexia!. Muchas de ellas no van más allá de
los veinte años de edad, al principio son respetadas, todavía están tuteladas
por los padres, pero luego…, cuando comienzan los viajes de acá para allá,
salen al extranjero a desfilar –las que valen para ello- y no hacen nada más
que vivir para y por la moda, con la ambición de ser tops en este mundillo,
irremediablemente caen en estos vicios, y actividades propias de la profesión
que ejercen. La atracción de ver mundo y codearse con gente importante, paga este precio.
Todo esto llega poco a poco, como
casi todo en la vida, sin darse cuenta, solo te apercibes de todo ello cuando
acabas viviendo una vida olvidada, pero con unos vicios que son difíciles de
dejar de lado.
A no, Amelia y Lily tienen otros
objetivos, llegarán a ser algo en el mundo de ciencias que no se aprenden de
este modo, saben donde están sus límites, sin embargo, a los ocho meses de
vivir juntas, los celos –probablemente infundados-, las alejan y las acercan,
cual si se tratara de olas que llegan a la playa, siempre viejas, aunque a la
vez, siempre nuevas, traídas y llevadas por el mismo mar, pero a menudo con
efectos diferentes, con más espuma unas veces, otras con más fiereza, pero
siempre las mismas.
Cuando se ama, a menudo afloran
del corazón, un inexplicable sistema de sentimientos complejos, que todavía son
motivo de estudio de parte de doctores, una enmarañada red de reacciones que forma
parte de ensayos, con los cuales se pretende saber, el porqué de diferentes
reacciones humanas, que pueden llevar al suicidio, a la infidelidad, al
abandono de uno mismo, y a la negación también, del derecho a la vida. ¡Qué
complejos somos!, afortunadamente son los menos, somos complejos eso sí es
cierto, pero las más de las veces, tenemos un éxito relativo, sabemos que la
vida no se debe tomar a la ligera, que todo tiene un porqué, un orden lógico,
heredado dicen, de nuestros parientes lejanos, los primates.
Amelia tiene la cabeza bien
amueblada, sin que su madre lo sepa, ha tenido un desengaño importante –o quizás
lo tuvo la otra mujer con la que mantuvo una esporádica relación corta pero
intensa-, estas cosas no dejan señales físicas afortunadamente, ni señal
externa alguna, es en el corazón, donde se queda retenido frecuentemente, un
sentimiento de frustración. En lo más profundo del alma, a menudo quedan
cicatrices, que cuestan de curar, durante mucho tiempo. Desde que comenzó su
amistad con Roxana, esta le contó que en su juventud, había tenido un par de
experiencias, que hasta en una ocasión la llevaron a pensar en el suicidio.
“Tristemente, esto pasa también
en el caso de las parejas heterosexuales, pero son las menos, ya no hay gente
como Romeo y Julieta, ni como Liu Guojiang y Xu Chaoquin”. “¿Quiénes eran estos dos últimos, no he leído
nada sobre ellos”. “Yo sí, incluso en un
viaje a China me acerqué al lugar donde vivían, en la cima de una montaña al sur
de China, en el condado de Jianglin. Fui allí por motivos de trabajo en uno de
mis viajes, y alguien me habló de esta historia, no pude resistir la tentación
de ir a visitarlo. Este monumento al amor es algo colosal, tardó cincuenta años
en terminarla para que ella pudiera bajar por ella, salir de la soledad en la
que hallaba, sola con él, trabajando en la construcción de lámparas de
queroseno, y criando a los hijos que juntos tuvieron. ¿Te imaginas algo así, el
amor que este hombre le profesaba a su esposa?”. “Es una historia de amor emocionante Roxana,
me alegro mucho de tenerte como amiga, seguro que a lo largo de la vida, te habrás
encontrado en situaciones complicadas, tú experiencia es de gran ayuda para
cualquier persona, sea quien sea, Susana tiene una gran suerte de tenerte a su
lado”. “Y yo de tenerla a ella, en esto
la suerte no cuenta para nada, solo el cultivar el cariño, eso es todo lo que
se necesita”.
Poco a poco, Amelia depositaba
todo esto en su corazón, haciendo una despensa de todo ello, de lo que veía, de
lo que le contaban los demás y de sus propias vivencias, un gran bagaje para
poder pisar con seguridad en la vida. Al cabo de un año aproximadamente, Roxana
y Susana, recibieron una invitación de boda, Amelia y Lily se casaban y eran
invitadas a la boda. Ambas las escogieron para que fueran las testigos al
acontecimiento, en un encuentro que tuvieron ambas en una tienda de Madrid,
Amelia le confesó “En buena parte,
nuestras charlas y meriendas nos han decidido a dar este paso, de manera que,
simplemente gracias amiga mía”.
Y poco a poco el tiempo ha ido
pasando, dejando tras de sí señales inequívocas de un amor que ha fructificado,
que ha resultado ser una herramienta útil, para todas las adversidades que la
propia vida trae consigo. Y siguen amándose cada día un poco más.
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