lunes, 15 de octubre de 2012



                                   CADA DÍA UN POCO MÁS.


Amelia siempre pensó, convencida por las muchas charlas que tuvo desde su adolescencia con su madre, que todos los logros en la vida, tenían que ser paulatinos.
Su madre le contó mil detalles de cómo, por ejemplo, escogió al que después sería su marido. “Era un chico muy guapo, diligente, sincero, afable, que tenía muy buena reputación en la familia, todos lo querían con locura”. Al parecer, era el alma de cualquier fiesta a la que acudían junto a otros amigos y parejas. “Anda que no habían moscas a su alrededor… las tendrías que haber visto, se morían de envidia cuando íbamos por la calle cogidos de la mano. En dos o tres ocasiones tuve que pelearme con alguna desvergonzada, se lo querían ligar de forma descarada delante de mis narices”.
Amelia reía cuando oía a su madre hablar en aquel tono, Angélica era una mujer joven que en nada desentonaba con su hija, moderna, vistiendo a la última moda, pero toda una señora.
Eso sí que la diferenciaba de Amelia, andaba provocativamente, se movía de manera que cualquier hombre se volvía para mirarla, su modo de vestir y el perfume que usaba, siempre de hombre, la hacía más atrayente si cabe. En ocasiones su madre le advertía “Mujer no salgas así, ¿es que quieres ser el centro de atención de todo el mundo?”. No contestaba, se limitaba a darle dos besos, coger el bolso y salir a la calle para reunirse con los amigos. Como fuera o dejara de ir no se sabe, -yo no estaba allí para verla-, pero era evidente que en ocasiones quería impresionar a alguien.
Al día siguiente, antes de salir para la universidad su madre le preguntó “Que tal anoche, como fue todo, no te oí llegar”. “Pues bien, todo el tiempo estuve con Marco. Este chico es fantástico, divertido y buena gente, te puedes creer que ni una sola vez en tres o cuatro veces que hemos salido con el grupo, ha dirigido una mirada a mi escote ni a mis piernas…”  “Esa es una buena señal Amelia, la gente seria pasa de esos detalles, ven más allá del físico de una mujer”.  “Eso mismo pienso yo, y mira que… la verdad es que si me hubiera propuesto acostarnos lo hubiera hecho, porque  además de esas cualidades que te he contado, ¡tiene un cuerpo que tira de espaldas!”.
“Poco a poco hija, si definitivamente conoces a una persona que es de tú agrado en todos los sentidos, debes ir poco a poco, conseguir a alguien cuesta poco, conservar a esa persona es mucho más difícil. Es todo un reto, de momento la vida ha sido fácil para ti, pero probablemente no sea así siempre”.
Angélica tiene una empresa de bisutería que es muy conocida, trabaja con modistos que visten a sus modelos con sus creaciones, sus trabajos se conocen en muchas pasarelas. Madrid, Barcelona, Paris y Estados Unidos son algunas de ellas, viven en una gran casa a  las afueras de Madrid, en una urbanización llamada La Moraleja, los talleres están situados en Madrid y Valencia, pero sabe delegar en otros el trabajo, esto hace que no tenga que estar siempre de viaje. Emilia es la persona de confianza de Angélica, es ella la que controla la producción de los trabajos, y hasta diseña algunas joyas, con el beneplácito de la jefa.
Angélica de esta forma, tiene tiempo para estar en su casa y atender a su hija Amelia. Considera que estando cerca de ella, puede ayudarla en la otra universidad, la de la vida. Ha sufrido un desengaño muy grande y doloroso, es por eso que su propósito es, ayudar a su hija en todo aquello que haya de menester.
Cada día un poco más la va preparando para la realidad de la vida, ahora, Amelia vive en otra dimensión, la universidad, sus estudios, sus amigos y poco más.
“Hija recuerda que aun siendo cuidadosa a la hora de elegir una pareja, te puedes equivocar, esto no te tiene que dar miedo, muy al contrario, esos acontecimientos, son una lección práctica de cómo tienes que dirigir tú vida. Mira si no a tú padre, estuvo cuatro años presentando excusas bochornosas, todo para qué, para dejarnos a ambas, me había hecho vieja para él. Has visto con tus propios ojos la clase de vida que lleva, juntado con una colegiala a la que además de todo, no aprecia lo más mínimo”.
“No sufras mamá, yo no cometeré el mismo error. Puede gustarme algún chico, pero tengo clara mi inclinación sexual”.
Se hizo un silencio entre las dos que se podía cortar con un cuchillo. Angélica se quedó mirando a su hija con cierta sorpresa, Amelia la miraba directamente a los ojos con seriedad, sin embargo sabía que este campo, su madre no podía darle demasiados consejos. Su hija no era una atolondrada, ni estúpida, lo que acababa de  decir no era fruto de algún capricho pasajero, lo notaba en sus ojos felinos, hermosos ojos almendrados que heredó de su padre, verdes como el océano cuando se pacifica después de una tempestad.
“Tengo que ir a una exposición a Barcelona, ¿quieres venir conmigo?, lo pasaremos en grande, tengo hecha una reserva en el hotel Clarís, te encantará ¿qué me dices?”. Era evidente que Angélica, quería saber más acerca de este inquietante asunto, que su hija le acababa de plantear. Quizás ese viaje le daría la oportunidad de escucharla y si cabía, darle algún consejo.
Amelia aceptó, pero anticipadamente le hizo saber a su madre que no quería hablar del asunto que le acababa de referir. Angélica levantó ambas manos “De acuerdo, no hablaremos del asunto, palabra”. El fin de semana fue total, las dos disfrutaron de lo lindo, sobre todo, aprovechando las instalaciones que ofrecía el hotel, Angélica ya estaba acostumbrada a aquella forma de disfrutes, pero Amelia no.
Incluso de forma automática se vio inmersa en aquel mundillo de la exposición y venta de joyas, su madre mirándola por el rabillo del ojo, veía como su hija hacía negocios con dos señoras propietarias de una franquicia de ropa de moda. Es más cerró el trato sola, y ese día lo celebraron por todo lo alto, con una cena especial regada de principio a fin con cava. Las dos cogieron el ascensor del hotel para retirarse a su habitación, cogidas de la mano, el botones que las acompañaba dentro del ascensor miraba de reojo, ellas se dieron cuenta y se pusieron a reír como locas, ¿qué pensaría aquel muchacho?.
De forma automática, Amelia al salir del baño envuelta en el albornoz, se puso a hablar con su madre que estaba descalza y recostada en el sofá del gran salón de la suite. “Qué lástima que todavía haya gente que vea el lesbianismo con extrañeza, por mucho que quieran aparentar que es normal, siempre encuentras a personas que nos rechazan”. “Oye, pero no habíamos quedado en que no hablaríamos del tema en este viaje?, por lo menos esa fue la condición que tú me pusiste”.  “Ya lo sé mamá, la cuestión es que me da mucha rabia que un matrimonio de heterosexuales pueda ir por la calle haciéndose arrumacos y nosotras las lesbianas tengamos que escondernos para hacerlo. La gente te mira del revés, eso jode mucho”.
Era comprensible, acababa de darse cuenta de ello, quizá el próximo ascensorista ya estuviera más acostumbrado a ello y no las hubiera mirado siquiera. Pero eso no era para poner una queja al hotel.
De vuelta del viaje, las dos continuaron con sus rutinas, Amelia pensando en ver de nuevo a Lilianne, Lily como la llamaba ella. En total habían estado separadas, cuatro días, y eso para dos personas enamoradas, es mucho tiempo. Una tarde, a eso de las seis, su madre le mandó un mensaje de texto “Si es posible, no hagas planes para esta noche, me gustaría presentarte a unas personas, creo que puede ser importante para ti, te quiero, muuuak”.  “¿De qué se trata mamá?, déjate de incógnitas”. “Tú ven, y si quieres venir acompañada, será bien recibida”. “Vale, a las ocho estaré en casa, yo también te quiero”.
Puntual como un reloj, se oyó el sonido de un auto delante del chalé. Su hija, estaba besándose con una mujer de forma apasionada, Angélica salió al encuentro de ambas “¡Hola!, ¿que no entráis?”. Se quedaron de piedra, sorprendidas, ninguna de las dos sabía hacia dónde mirar ni qué hacer. “Desde luego mamá… ¡cómo eres he!”. “Venga bajad ya las dos y entrad, vamos a cenar las cinco juntas”. ¿Las cinco juntas? Se preguntó Amelia, ¿por qué está tan contenta mi madre, se habrá dado un golpe en la cabeza?. Interrumpidas y un poco frustradas, se bajaron del coche ya aparcado un poco más arriba de la casa, y Amelia se puso a hablar en francés con Lily desde la acera “Os espero dentro, no tardéis”.
Al cabo de nos minutos entraron en la casa, en el salón de estar, aparte de su madre, habían dos mujeres más. Destacaba la elegancia de las dos a pesar de que vestían de modo completamente distinto. Angélica se levantó e hizo las presentaciones, una de ellas, resultó ser una gran diseñadora que exponía en pasarelas de medio mundo, Roxana era su nombre, era una mujer que hubiera destacado en cualquier ambiente, tal era su hermosura y distinción.
Se sentaron a la mesa del comedor, preparada especialmente para la ocasión, a los cinco minutos de estar comiendo en relativo silencio, Angélica se puso a hablar de cómo las mujeres, estaban destacando en los últimos años en el mundo de la moda y los complementos. “Ya iba siendo hora de que todo el mundo supiera, que en las mujeres hay un gran potencial escondido. Menos mal que personas valientes como tú –dirigiéndose a Roxana-, han roto con los esquemas, es de agradecer, por lo menos, y hablo en el terreno personal, nosotros tenemos más de un cincuenta por ciento de mujeres emprendedoras, que están llevando este barco a buen puerto”.  “Sí, cierto, todavía está costando un poco no creas  -ahora contestaba Roxana-, pero se está consiguiendo. Bueno ya lo ves tú cuando preparamos los desfiles entre bambalinas, hay muchas envidias y mucho espionaje, hacen daño estas cosas”.
“Amelia estudia empresariales, está a punto de terminar la carrera. Muchas veces, casi sin quererlo me da sugerencias y consejos que aplico al negocio, y la verdad, me son muy útiles”.  “Se ve que es un cielo de chica querida amiga. –Volviendo su mirada a Amelia-. Personas como vosotras sois el futuro de muchas de las cosas que ahora la cultura moderna posee, en todos los ámbitos de culturas antiguas, han sido las mujeres las que se han encargado de luchar por mantener aspectos relacionados con la moda de manera activa”.  “Si es verdad, tengo amigos que estudian antropología que dicen lo mismo. Es muy interesante, sin las mujeres el mundo no tendría color”.
La amiga de Roxana, Susana permanecía en un segundo término, parecía inexistente en la mesa, sin embargo, manejaba los cubiertos de manera exquisita, sabiendo en todo momento como usar los utensilios que estaban a mano para cada comensal.
“Mi mujer, siempre dice que sin nosotras la vida sería tediosa, un fastidio, depender de los hombres dice, sería como depender de ellos para que te sujetaran una escalera y subir a un árbol a coger la fruta que tú más deseas”. Inclinando la cabeza hacia su mujer, se dieron un beso largo y apasionado. Este detalle causó un fuerte impacto sobre las dos novatas que intuitivamente, bajaron la mirada hacia los platos, como si sintieran vergüenza ajena de asistir a aquella escena, que se suponía debería ser secreta.
Susana cobró aliento, ese beso de su mujer, la ratificaba como suya. Era relativamente temprano cuando terminaron de tomar el postre, Lily todavía un poco desconcertada, fue poco a poco soltándose, estaba entre amigas, ¡que delicia!, ningún hombre a la vista, solo la esforzada sirvienta con la piel cobriza que iba arriba y abajo, trayendo y llevando enseres propios de la ocasión. “Cuando lo metas todo en el lavavajillas puedes irte Falaya”.  “Muy bien, gracias”. La chica que no tendría más de veinticinco años, desapareció por la puerta de la cocina.  “Oye Angélica, esta muchacha con cuatro dedos más de altura sería una modelo de escándalo”.  “Lo sé, por eso a retiré de la circulación, para que mi amiga Roxana, no me la robara. En casa, a pesar de su juventud hace un trabajo magnífico”. Rieron todas, incluso Lily, mostrando su perfecta dentadura y una risa encantadora y contagiosa.
“Dentro de diez días, celebramos nuestro aniversario, queremos invitaros a las tres, será un honor teneros en nuestra fiesta. Supongo que tú vendrás Lily. Vienen unos cuantos compatriotas tuyos, vous espérez, etre d’accord avec”. Vaya aquella mujer hablaba francés, y con qué soltura… Lily se sorprendió un poco y no se pudo negar, sobre todo porque su novia había aceptado ir también. Además, quizás por el simple hecho de hablar en francés, aquella señora le había caído muy bien, es más, después de dirigirse a ella con estas palabras, estuvieron teniendo una fluida conversación sobre donde había nacido, y que la trajo a España.
La fiesta  de aniversario de Roxana y Susana fue una especie de explosión de homosexuales, en su casa, una mansión en Ciempozuelos, cerca de Madrid. Roxana compró una casa de unos indianos, que tenían en el jardín, un laberinto hecho de setos, precioso y alfombrado de césped. El jardín de por sí, invitaba a estar más fuera de la casa que dentro, con un cenador extraordinario y la selección de las más exquisitas plantas de flor que jamás hubiera visto Amelia. Aquello era de locura de espléndido. Las dimensiones de la casa eran extraordinarias, de forma que con anticipación, Roxana sugirió a Angélica que se quedaran a dormir para no tener que hacer el mismo día, el viaje de vuelta. La fiesta con un bufete libre extraordinario fue de lo más, Roxana alquiló un servicio de catering con el servicio incluido, ellos se encargaron de no dejar nada al azar. Amelia y Lily se relajaron mucho en mitad de aquel ambiente, vieron algunas caras conocidas del cine, que jamás habría imaginado encontrar allí, y que además fueran homosexuales. Eso las decidió a hacer lo que hacía todo el mundo, una vez se hubo bebido o suficiente como para deshinibirse, y soltarse la melena como se suele decir coloquialmente.
No es que aquello se convirtiera en una bacanal romana, pero ciertamente, la gente iba arriba y abajo de la casa, con más que el mero deseo de visitarla. Pero qué narices, aquel era un día especial y Amelia y Lily también tuvieron su oportunidad en el cenador del jardín equipado con unos divanes chill out magníficos, y luces de velones de colores.
“Saben vivir estas dos ¿no te parece cariño?”.  “Definitivamente sí, pero esto no es lo importante, lo mejor es que se sepan querer y puedan compartir lo que tienen, sea lo que sea”.  “Te quiero Lily, quizás más de lo que yo misma me imagino. ¡Me gustaría tanto que nuestras lazos se fueran estrechando…!”.  “Por mi parte lo estoy intentando Amelia, mi madre en Francia sabe lo nuestro y quiero que en un momento u otro, podamos visitarla, verás que familia tengo, son todos estupendos”.
Amelia pasó por alto estas palabras, aunque daba por sentado, que algún día tendría que ir con ella a Nantes a visitarlos, y ser presentada. Poco a poco a medida que pasaba el tiempo, su relación fue a más, ahora llegaban a la universidad de la mano, se despedían con un beso en los labios, y fue entonces, cuando comenzaron a fijarse en otras  muchas parejas de universitarios, que hacían lo mismo.
Es lo mismo que cuando quieres comprarte un coche de determinada marca, mientras vas en el tuyo, no ves ninguno, pero una vez estás decidido, empiezas a verlos por todas partes.
Este hecho les dio un impulso extraordinario, comenzaron a ser invitadas a fiestas en las que solamente habían chicas, la gran mayoría con pareja, otras solas, estaban decididas a encontrar a su igual en ellas, pronto se convirtieron en el blanco de otras parejitas acabadas de formar, que les pedían consejo. De manera que las circunstancias hicieron que, poco a poco se fueran conociendo un poco más. Casi se pudiera decir que vivían juntas, no eran pocas las noches en las que llegaban a casa muy tarde, hecho este que las hizo que durmieran frecuentemente juntas para evitar traslados innecesarios al otro día.
Por la mañana, se encontraban a menudo con que estaban solas en casa, Angélica ya no estaba en casa, tenía negocios que atender y salía a las ocho de la mañana. En la habitación de la buhardilla, donde tenía su dormitorio Amelia, se precisaban cambios. Compró una gran cama de matrimonio e hizo que el gran ventanal de su habitación que daba a la sierra, tuviera una cortina que por la mañana se abriera por medio de un automatismo. ¡Cuántas veces lo abrieron para ver el sol y luego la volvían a dejar entrecerrada, mientras se amaban sobre el lecho!.
Al final de la primavera, Angélica les dijo que había conocido a alguien con quién salía desde hacía algún tiempo y que se iba a vivir con esa persona al centro de Madrid. Esa fue una noticia que consternó a Amelia, si bien sabía que su madre tenía todo el derecho de ser feliz a su manera, también estaba segura de que ahora, la vería mucho menos. Es curioso, todo lo que poco a poco había ido consiguiendo, ahora, se le escapaba como el agua entre los dedos de la mano. Justamente esa era la sensación que tenía, la sensación de pérdida de su madre, le estaban robando una joya de valor inapreciable, y no podía hacer nada por evitarlo. Pero sin que Amelia lo supiera, su madre tenía la misma sensación, lo único que separaba estos dos paralelismos era que Angélica lo daba por hecho, era ley de vida, los hijos son criados por los padres para que vengan otros y te los roben.
¡A cuánta gente joven conoce Angélica, que llegan al mundo de la moda y se ven inmersas sin saber cómo en las drogas, la prostitución y la anorexia!. Muchas de ellas no van más allá de los veinte años de edad, al principio son respetadas, todavía están tuteladas por los padres, pero luego…, cuando comienzan los viajes de acá para allá, salen al extranjero a desfilar –las que valen para ello- y no hacen nada más que vivir para y por la moda, con la ambición de ser tops en este mundillo, irremediablemente caen en estos vicios, y actividades propias de la profesión que ejercen. La atracción de ver mundo y codearse  con gente importante, paga este precio.
Todo esto llega poco a poco, como casi todo en la vida, sin darse cuenta, solo te apercibes de todo ello cuando acabas viviendo una vida olvidada, pero con unos vicios que son difíciles de dejar de lado.
A no, Amelia y Lily tienen otros objetivos, llegarán a ser algo en el mundo de ciencias que no se aprenden de este modo, saben donde están sus límites, sin embargo, a los ocho meses de vivir juntas, los celos –probablemente infundados-, las alejan y las acercan, cual si se tratara de olas que llegan a la playa, siempre viejas, aunque a la vez, siempre nuevas, traídas y llevadas por el mismo mar, pero a menudo con efectos diferentes, con más espuma unas veces, otras con más fiereza, pero siempre las mismas.
Cuando se ama, a menudo afloran del corazón, un inexplicable sistema de sentimientos complejos, que todavía son motivo de estudio de parte de doctores, una enmarañada red de reacciones que forma parte de ensayos, con los cuales se pretende saber, el porqué de diferentes reacciones humanas, que pueden llevar al suicidio, a la infidelidad, al abandono de uno mismo, y a la negación también, del derecho a la vida. ¡Qué complejos somos!, afortunadamente son los menos, somos complejos eso sí es cierto, pero las más de las veces, tenemos un éxito relativo, sabemos que la vida no se debe tomar a la ligera, que todo tiene un porqué, un orden lógico, heredado dicen, de nuestros parientes lejanos, los primates.
Amelia tiene la cabeza bien amueblada, sin que su madre lo sepa, ha tenido un desengaño importante –o quizás lo tuvo la otra mujer con la que mantuvo una esporádica relación corta pero intensa-, estas cosas no dejan señales físicas afortunadamente, ni señal externa alguna, es en el corazón, donde se queda retenido frecuentemente, un sentimiento de frustración. En lo más profundo del alma, a menudo quedan cicatrices, que cuestan de curar, durante mucho tiempo. Desde que comenzó su amistad con Roxana, esta le contó que en su juventud, había tenido un par de experiencias, que hasta en una ocasión la llevaron a pensar en el suicidio.
“Tristemente, esto pasa también en el caso de las parejas heterosexuales, pero son las menos, ya no hay gente como Romeo y Julieta, ni como Liu Guojiang y Xu Chaoquin”.  “¿Quiénes eran estos dos últimos, no he leído nada sobre ellos”.  “Yo sí, incluso en un viaje a China me acerqué al lugar donde vivían, en la cima de una montaña al sur de China, en el condado de Jianglin. Fui allí por motivos de trabajo en uno de mis viajes, y alguien me habló de esta historia, no pude resistir la tentación de ir a visitarlo. Este monumento al amor es algo colosal, tardó cincuenta años en terminarla para que ella pudiera bajar por ella, salir de la soledad en la que hallaba, sola con él, trabajando en la construcción de lámparas de queroseno, y criando a los hijos que juntos tuvieron. ¿Te imaginas algo así, el amor que este hombre le profesaba a su esposa?”.  “Es una historia de amor emocionante Roxana, me alegro mucho de tenerte como amiga, seguro que a lo largo de la vida, te habrás encontrado en situaciones complicadas, tú experiencia es de gran ayuda para cualquier persona, sea quien sea, Susana tiene una gran suerte de tenerte a su lado”.  “Y yo de tenerla a ella, en esto la suerte no cuenta para nada, solo el cultivar el cariño, eso es todo lo que se necesita”.
Poco a poco, Amelia depositaba todo esto en su corazón, haciendo una despensa de todo ello, de lo que veía, de lo que le contaban los demás y de sus propias vivencias, un gran bagaje para poder pisar con seguridad en la vida. Al cabo de un año aproximadamente, Roxana y Susana, recibieron una invitación de boda, Amelia y Lily se casaban y eran invitadas a la boda. Ambas las escogieron para que fueran las testigos al acontecimiento, en un encuentro que tuvieron ambas en una tienda de Madrid, Amelia le confesó  “En buena parte, nuestras charlas y meriendas nos han decidido a dar este paso, de manera que, simplemente gracias amiga mía”.
Y poco a poco el tiempo ha ido pasando, dejando tras de sí señales inequívocas de un amor que ha fructificado, que ha resultado ser una herramienta útil, para todas las adversidades que la propia vida trae consigo. Y siguen amándose cada día un poco más.


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