LA HORA
DE LA MÁGIA.
Voy a teatros y cines reconvertidos, para ver a
ilusionistas y magos. Por supuesto que voy solo, algunos amigos saben hacer
juegos de magia, dicen que todo es un camelo, que todo tiene truco, juegos de
cartas, líquidos que pasan misteriosamente de un recipiente a otro, apariciones
de palomas de lugares inverosímiles… pero que quieres que te diga, a mí me
encanta verlos en lo alto de un escenario, en algunos casos se hace evidente
que esta magia está rodeada de cierto nivel de sugestión del público.
En otros, ya no es tan fácil
decir esto, la magia es cada vez más sofisticada y los magos se ven obligados a
ser cada vez más originales. Me encanta verlos utilizando maneras gráciles de
tratar algunos trucos que son de lo más. Como el día en el que visitó nuestra
ciudad, un gran mago muy renombrado, todo un cine abarrotado de gente por causa
de su visita esperaba la hora de su actuación con impaciencia –salvo los que no
creen en la magia, que iban allí a fastidiar a los demás-.
Todos mirábamos nuestros relojes
con impaciencia, la actuación se retrasaba. La gente comenzó a impacientarse,
hacíamos palmas al unísono, pasaba media hora justa del tiempo en que tenía que
haber salido. Finalmente apareció con su frac, tenía una melena desmesurada,
era relativamente joven. “Señoras y señores muy buenas noches, sean bienvenidos
a esta actuación, sin embargo no entiendo porqué están tan inquietos, es la
hora justa que marca el programa de hoy, seguramente esto se trata de algún
error, compruébenlo ustedes en sus relojes, son las nueve y media en punto de
la noche”.
Cada cual miró su reloj y
comprobó luego el reloj del vecino, efectivamente, sin actuar todavía ya había
conseguido el primer golpe de efecto, eran las nueve y media en punto. Que
nadie me pregunte como lo hizo, no lo sé, pero aquel cine transformado ahora en
teatro, enmudeció, hasta se oyó de fondo un profundo “Ohhhhhh”.
Este acontecimiento, hizo que a
partir de entonces, respetara mucho más a los magos, había motivos sobrados
para hacerlo. Otro de los números que me impresionó bastante fue el de las
cartas, varias personas que levantaron la mano de entre el público, entre los
que me encontraba yo mismo, nos ofrecimos voluntarios para subir al escenario,
después de barajar tres de nosotros las cartas del mazo, las abrió en abanico
boca abajo sobre la mesa, nos hizo coger a cada uno de nosotros una carta y
volvimos a nuestro asiento. Recogió el resto de cartas y después de un juego
rápido de manos, se dirigió a cada unos
de los ocho que teníamos cartas. Puso las cartas restantes en su mano y con la
otra levantada, dijo a cada cual, que carta teníamos, el número o figura y
color, si era de picas o corazones, tréboles o diamantes. Claro está que todo
esto lo hizo con cierta parafarnalia, pero fue un truco estupendo.
Desde entonces, he respetado
mucho a los magos, seguro que conocen otros secretos de la vida, que hacen que
para ellos, los problemas sean más llevaderos, y que disfruten más de ella
porque deben ver las cosas desde otra dimensión. Por lo menos eso creo yo, esta
gente que sabe hacer mil y un trucos, y que a menudo conocen tanto la física
como la química de las cosas, conocen también porqué se originan determinados
problemas, y a donde nos pueden llevar, ¡son magos hombre…! deben de saberlo.
Algo parecido pasa con las pitonisas –sos-, ayudan a los
demás a solucionar temas espinosos, mientras que ellos están al margen del
mundo, ¡que no, que no tienen problemas!, ¿porqué?, ¿porqué va a ser?, pues
porque conocen el futuro. Si no fuera
así, vaya pitonisas serían… Yo me entero que una pitonisa tiene problemas, y ya
me han visto el pelo. La magia es muy compleja, tiene muchas ramificaciones, y
no hay que subestimarlas.
Conozco a gente, que no cogen el
coche sin antes consultar a una pitonisa, ni cambiarse de ropa, tienen absoluta
confianza en ellas, yo creo, que un momento determinado, deben conocer tanto a
esos clientes excepcionales, que llegado el momento, esas personas les dicen lo
que quieren oír. Oye me parece bien, que narices, otros se gastan la pasta en
máquinas tragaperras o en alcohol, bien está que unos cuantos mantengan a estos
magos de la adivinación.
Mi mujer, conoce a una señora,
que a menudo, espera a que habrá su negocio la pitonisa del pueblo para
comenzar el día con buen pié. Tiene la casa llena de velones de todos los
colores, encendidos claro, y una habitación cuyas paredes están forradas de
estampas, de santos y santas, todas ellas con poderes diferentes.
Personalmente, prefiero
divertirme viendo los trucos de magia –potagia-, que se ven por televisión o en
los teatros, es una pasada lo que pueden llegar a hacer esta gente. A mí me
encanta, que quieres que te diga, me distraigo mucho y además me da que pensar
acerca de cómo han hecho el truco –aunque a menudo no lo descubro-. Podría
consultarlo en internet, ahí te lo cuentan todo, pero me niego a descubrirlo, no señor, no quiero, prefiero
quedarme con la incógnita de cómo han elaborado el truco.
Una cosa os digo, y esto es absolutamente
verdad, los grandes estadistas del mundo, tienen sus propias pitonisas, para
que les desvelen como va a ser el futuro, les pagan una cantidad de dinero que
lo flipas, eso dice mucho a favor de los poderes ocultos, del mundo del más
allá, de las cosas que normalmente los ciudadanos de a pié, no podemos hacer ni
ver. ¿Cómo se llamaba aquel presidente de los Estados Unidos de América que era
más borracho que el bourbon?, ha sí, el presidente Bush ese, tenía a una
pitonisa en La Casa Blanca, que le ayudaba a gobernar. Alguna cosa buena haría
esta señora, digo yo. Cada dos por tres le mandaba una limusina para que la
llevara allí y le consultaba cosas del gobierno de la nación.
Ya veis, la magia está por todas
partes, claro al ser una fuerza que se oculta tras aquellos que la saben hacen
surgir a la luz, desde la oscuridad, pues no la percibimos, pero de existir…
vaya si existe. Que se lo pregunten a cualquier madre que tiene que pasar el
mes dando de comer a cuatro personas en la casa con trescientos euros, ya verás
como hace magia, y de la buena, sin trucos ni rollos. Está claro también, que
esta magia, incluye tratar de buscarse la vida para que sus hijos, tengan
libros nuevos para el siguiente curso sin ser nuevos, o mochilas para llevar al
cole, que ella y su marido tengan que acudir a las tiendas de segunda mano,
para poder tener algo de ropa nueva, pero no le importa, está haciendo magia, y
eso es lo que en definitiva cuenta.
Esas magas, cautivan a
cualquiera, se pueden permitir llevar abrigos buenos, vestidos y hasta calzado
por cuatro duros, para mí, es como si alguien tuviera una caja de magia Borrás,
y la supiera aprovechar hasta los límites. De otra forma no se explica que vaya
siempre como un pincel y además con la cara bien alta, no le cuenta a ninguna
amiga como lo ha conseguido.
La magia solo tiene un modo de
verse, la imaginación y la oportunidad, saber ilusionar a los demás, para que
vean aquello que tú quieres que vean, sin desvelar los secretos de tus trucos.
¡¡Qué grande es la magia!!
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