miércoles, 24 de octubre de 2012



                                        LA HORA DE LA MÁGIA.


Voy  a teatros y cines reconvertidos, para ver a ilusionistas y magos. Por supuesto que voy solo, algunos amigos saben hacer juegos de magia, dicen que todo es un camelo, que todo tiene truco, juegos de cartas, líquidos que pasan misteriosamente de un recipiente a otro, apariciones de palomas de lugares inverosímiles… pero que quieres que te diga, a mí me encanta verlos en lo alto de un escenario, en algunos casos se hace evidente que esta magia está rodeada de cierto nivel de sugestión del público.
En otros, ya no es tan fácil decir esto, la magia es cada vez más sofisticada y los magos se ven obligados a ser cada vez más originales. Me encanta verlos utilizando maneras gráciles de tratar algunos trucos que son de lo más. Como el día en el que visitó nuestra ciudad, un gran mago muy renombrado, todo un cine abarrotado de gente por causa de su visita esperaba la hora de su actuación con impaciencia –salvo los que no creen en la magia, que iban allí a fastidiar a los demás-.
Todos mirábamos nuestros relojes con impaciencia, la actuación se retrasaba. La gente comenzó a impacientarse, hacíamos palmas al unísono, pasaba media hora justa del tiempo en que tenía que haber salido. Finalmente apareció con su frac, tenía una melena desmesurada, era relativamente joven. “Señoras y señores muy buenas noches, sean bienvenidos a esta actuación, sin embargo no entiendo porqué están tan inquietos, es la hora justa que marca el programa de hoy, seguramente esto se trata de algún error, compruébenlo ustedes en sus relojes, son las nueve y media en punto de la noche”.
Cada cual miró su reloj y comprobó luego el reloj del vecino, efectivamente, sin actuar todavía ya había conseguido el primer golpe de efecto, eran las nueve y media en punto. Que nadie me pregunte como lo hizo, no lo sé, pero aquel cine transformado ahora en teatro, enmudeció, hasta se oyó de fondo un profundo “Ohhhhhh”.
Este acontecimiento, hizo que a partir de entonces, respetara mucho más a los magos, había motivos sobrados para hacerlo. Otro de los números que me impresionó bastante fue el de las cartas, varias personas que levantaron la mano de entre el público, entre los que me encontraba yo mismo, nos ofrecimos voluntarios para subir al escenario, después de barajar tres de nosotros las cartas del mazo, las abrió en abanico boca abajo sobre la mesa, nos hizo coger a cada uno de nosotros una carta y volvimos a nuestro asiento. Recogió el resto de cartas y después de un juego rápido de manos, se dirigió  a cada unos de los ocho que teníamos cartas. Puso las cartas restantes en su mano y con la otra levantada, dijo a cada cual, que carta teníamos, el número o figura y color, si era de picas o corazones, tréboles o diamantes. Claro está que todo esto lo hizo con cierta parafarnalia, pero fue un truco estupendo.
Desde entonces, he respetado mucho a los magos, seguro que conocen otros secretos de la vida, que hacen que para ellos, los problemas sean más llevaderos, y que disfruten más de ella porque deben ver las cosas desde otra dimensión. Por lo menos eso creo yo, esta gente que sabe hacer mil y un trucos, y que a menudo conocen tanto la física como la química de las cosas, conocen también porqué se originan determinados problemas, y a donde nos pueden llevar, ¡son magos hombre…! deben de saberlo.
Algo parecido  pasa con las pitonisas –sos-, ayudan a los demás a solucionar temas espinosos, mientras que ellos están al margen del mundo, ¡que no, que no tienen problemas!, ¿porqué?, ¿porqué va a ser?, pues porque conocen el futuro. Si no  fuera así, vaya pitonisas serían… Yo me entero que una pitonisa tiene problemas, y ya me han visto el pelo. La magia es muy compleja, tiene muchas ramificaciones, y no hay que subestimarlas.
Conozco a gente, que no cogen el coche sin antes consultar a una pitonisa, ni cambiarse de ropa, tienen absoluta confianza en ellas, yo creo, que un momento determinado, deben conocer tanto a esos clientes excepcionales, que llegado el momento, esas personas les dicen lo que quieren oír. Oye me parece bien, que narices, otros se gastan la pasta en máquinas tragaperras o en alcohol, bien está que unos cuantos mantengan a estos magos de la adivinación.
Mi mujer, conoce a una señora, que a menudo, espera a que habrá su negocio la pitonisa del pueblo para comenzar el día con buen pié. Tiene la casa llena de velones de todos los colores, encendidos claro, y una habitación cuyas paredes están forradas de estampas, de santos y santas, todas ellas con poderes diferentes.
Personalmente, prefiero divertirme viendo los trucos de magia –potagia-, que se ven por televisión o en los teatros, es una pasada lo que pueden llegar a hacer esta gente. A mí me encanta, que quieres que te diga, me distraigo mucho y además me da que pensar acerca de cómo han hecho el truco –aunque a menudo no lo descubro-. Podría consultarlo en internet, ahí te lo cuentan todo, pero me niego a  descubrirlo, no señor, no quiero, prefiero quedarme con la incógnita de cómo han elaborado el truco.
Una cosa os digo, y esto es absolutamente verdad, los grandes estadistas del mundo, tienen sus propias pitonisas, para que les desvelen como va a ser el futuro, les pagan una cantidad de dinero que lo flipas, eso dice mucho a favor de los poderes ocultos, del mundo del más allá, de las cosas que normalmente los ciudadanos de a pié, no podemos hacer ni ver. ¿Cómo se llamaba aquel presidente de los Estados Unidos de América que era más borracho que el bourbon?, ha sí, el presidente Bush ese, tenía a una pitonisa en La Casa Blanca, que le ayudaba a gobernar. Alguna cosa buena haría esta señora, digo yo. Cada dos por tres le mandaba una limusina para que la llevara allí y le consultaba cosas del gobierno de la nación.
Ya veis, la magia está por todas partes, claro al ser una fuerza que se oculta tras aquellos que la saben hacen surgir a la luz, desde la oscuridad, pues no la percibimos, pero de existir… vaya si existe. Que se lo pregunten a cualquier madre que tiene que pasar el mes dando de comer a cuatro personas en la casa con trescientos euros, ya verás como hace magia, y de la buena, sin trucos ni rollos. Está claro también, que esta magia, incluye tratar de buscarse la vida para que sus hijos, tengan libros nuevos para el siguiente curso sin ser nuevos, o mochilas para llevar al cole, que ella y su marido tengan que acudir a las tiendas de segunda mano, para poder tener algo de ropa nueva, pero no le importa, está haciendo magia, y eso es lo que en definitiva cuenta.
Esas magas, cautivan a cualquiera, se pueden permitir llevar abrigos buenos, vestidos y hasta calzado por cuatro duros, para mí, es como si alguien tuviera una caja de magia Borrás, y la supiera aprovechar hasta los límites. De otra forma no se explica que vaya siempre como un pincel y además con la cara bien alta, no le cuenta a ninguna amiga como lo ha conseguido.
La magia solo tiene un modo de verse, la imaginación y la oportunidad, saber ilusionar a los demás, para que vean aquello que tú quieres que vean, sin desvelar los secretos de tus trucos.
¡¡Qué grande es la magia!!


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