domingo, 7 de octubre de 2012



                                        QUEJAS Y MÁS QUEJAS.


Creo que cada día que pasa soy más necio, -quiero decir ignorante-, a pesar de lo mucho que leo y de todas las cualidades propias de una persona que sabe reflexionar, que se esfuerza por catalogar las cosas, –no juzgarlas-.
Eso es irremediable me dice un amigo mío, esto pasa cuando uno sabe distinguir comportamientos y maneras de decir y hacer las cosas. Pues voy fino, he intervenido en montones de conversaciones, y solo me han llevado, a que piensen de mí que soy un presuntuoso.
No es que quiera cambiar la vida de la gente, siquiera que se comporten de forma diferente, solo que razonen bien. Pero supongo, que en muchos casos eso es pedir demasiado. Lo comprendo, ha llegado una época, en que las personas nos volvemos cada vez más desconfiadas, ha pasado la época en que nos dejamos aconsejar por los demás.
Está claro que la gente que te conoce, pueden deducir que no es necesario ser tan remilgado para vivir. Puede que tengan razón, me quejo del modo de pensar de los demás, y ellos pueden quejarse de mi manera de obrar, no sé chico, esto es como estar metido en una gran espiral que no te lleva a ningún lugar.
¿No os pasa a vosotros, que algunas veces después de decir determinadas cosas –quiero decir hacer razonamientos-, luego preferiríais haberos mordido la lengua?. Estoy seguro de que sí, pero no se puede evitar. Puñetas, quieres a tú familia, a tus amigos, a la gente que está más próxima a ti, y eso exige de uno, que sea constructivo a la hora de dar ayuda del tipo que sea.
Pues nada, siempre hay quejas, quejas por  el modo de decir las cosas, no todos hemos hecho una carrera diplomática, otros, especialmente de la familia, no están complacidos por nuestras decisiones. Siempre hay un pero para todo, seguramente tienen razón y estoy equivocado.
Y ya está, sin desearlo, te encuentras en un fuego cruzado de acusaciones, de veladas insinuaciones que te ponen de mal talante. Sea lo que sea lo que se discuta, siempre sale alguien mal parado.
Ahora, ya con cierta edad, me apercibo de que muchos consejos y sugerencias sobraban, de cualquier forma hacen lo que les viene en gana… ¡Que frustrante es sentirse así!, esta actitud de disimular escuchar haciendo caso omiso de lo que dices por experiencia, es terrible.
Termino pensando, que es mejor permanecer cayado, y que cada cual haga lo que quiera. Afortunadamente en mi casa, se me da la oportunidad de ser quien soy, así, natural y espontaneo, lógico y comedido a la hora de hacer razonamientos, por lo menos eso creo.
Si no es así, peor para ellos. Uno no puede cambiar sistemáticamente de carácter, imposible, eso hace que en según qué casos, las amistades de mis hijos me vean como un dinosaurio. Bueno, es una forma de expresión, los jóvenes llaman dinosaurios a los que somos de otra época, es lógico, como la vida cambia tan aprisa…
Muchas veces cuando ha venido alguien a casa y hemos comido juntos, con mis hijos, conversado durante su visita, al marchar de casa, alguno de mis hijos –sin mala intención-, me aborda “Papá no deberías haber hecho tal comentario, ella no sabe nada de todo esto. La próxima vez que venga, no digas nada sobre esto, ni aquello, ni lo demás allá”.
Te censuran unas cuantas cosas, que tú debes poner en una lista aparte. Pero entonces… ¿qué se supone que debo hacer, estar allí como un jarrón, sonriendo y haciendo bonito?. De eso nada, es entonces cuando comienzan las quejas y los desencantos. La próxima vez, no se reúnen contigo, o sea en casa, buscan el modo de excusarse para invitarse en cualquier otro domicilio.
Lo que para uno pueda ser necesario saber, para ellos sobra, quieren vivir la vida intensamente y punto. A los jóvenes no se les puede privar del botellón, de la discoteca, de los preservativos –quién los usa-, o de la píldora del día después, de algún que otra pastilla como el éxtasis o cosas parecidas, su paquetito de tabaco y otras cosas.
No debo ni quiero generalizar, hay por ahí una juventud realmente ejemplar, pero… estos han bebido aceite, están apartados de los que hablábamos antes, son apestados para muchos de ellos. Mientras, ellos, se apartan de todos los posibles problemas propios de esa juventud loca, para formar barrera contra los que quisieran destruir su sistema de vida.
Y aun estos, tienen quejas, quejas de que sus padres no los comprenden, que necesitan un trato más afectuoso que los lleve al éxito de su misión, que no es otra que ser buenos médicos, abogados o gente de letras. Viven para y por ello, los padres juegan en este caso un papel importante.
Estamos inmersos en un sistema lleno de escollos, nuestros hijos lo merecen “todo”, al margen de las quejas que puedan tener, los hemos de cuidar mucho, son nuestro mñas preciado tesoro.


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