QUEJAS
Y MÁS QUEJAS.
Creo que cada día que pasa soy
más necio, -quiero decir ignorante-, a pesar de lo mucho que leo y de todas las
cualidades propias de una persona que sabe reflexionar, que se esfuerza por catalogar
las cosas, –no juzgarlas-.
Eso es irremediable me dice un
amigo mío, esto pasa cuando uno sabe distinguir comportamientos y maneras de
decir y hacer las cosas. Pues voy fino, he intervenido en montones de
conversaciones, y solo me han llevado, a que piensen de mí que soy un
presuntuoso.
No es que quiera cambiar la vida
de la gente, siquiera que se comporten de forma diferente, solo que razonen
bien. Pero supongo, que en muchos casos eso es pedir demasiado. Lo comprendo,
ha llegado una época, en que las personas nos volvemos cada vez más
desconfiadas, ha pasado la época en que nos dejamos aconsejar por los demás.
Está claro que la gente que te
conoce, pueden deducir que no es necesario ser tan remilgado para vivir. Puede
que tengan razón, me quejo del modo de pensar de los demás, y ellos pueden
quejarse de mi manera de obrar, no sé chico, esto es como estar metido en una
gran espiral que no te lleva a ningún lugar.
¿No os pasa a vosotros, que
algunas veces después de decir determinadas cosas –quiero decir hacer
razonamientos-, luego preferiríais haberos mordido la lengua?. Estoy seguro de
que sí, pero no se puede evitar. Puñetas, quieres a tú familia, a tus amigos, a
la gente que está más próxima a ti, y eso exige de uno, que sea constructivo a
la hora de dar ayuda del tipo que sea.
Pues nada, siempre hay quejas,
quejas por el modo de decir las cosas,
no todos hemos hecho una carrera diplomática, otros, especialmente de la
familia, no están complacidos por nuestras decisiones. Siempre hay un pero para
todo, seguramente tienen razón y estoy equivocado.
Y ya está, sin desearlo, te
encuentras en un fuego cruzado de acusaciones, de veladas insinuaciones que te
ponen de mal talante. Sea lo que sea lo que se discuta, siempre sale alguien
mal parado.
Ahora, ya con cierta edad, me
apercibo de que muchos consejos y sugerencias sobraban, de cualquier forma
hacen lo que les viene en gana… ¡Que frustrante es sentirse así!, esta actitud
de disimular escuchar haciendo caso omiso de lo que dices por experiencia, es
terrible.
Termino pensando, que es mejor
permanecer cayado, y que cada cual haga lo que quiera. Afortunadamente en mi
casa, se me da la oportunidad de ser quien soy, así, natural y espontaneo,
lógico y comedido a la hora de hacer razonamientos, por lo menos eso creo.
Si no es así, peor para ellos.
Uno no puede cambiar sistemáticamente de carácter, imposible, eso hace que en según
qué casos, las amistades de mis hijos me vean como un dinosaurio. Bueno, es una
forma de expresión, los jóvenes llaman dinosaurios a los que somos de otra
época, es lógico, como la vida cambia tan aprisa…
Muchas veces cuando ha venido
alguien a casa y hemos comido juntos, con mis hijos, conversado durante su
visita, al marchar de casa, alguno de mis hijos –sin mala intención-, me aborda
“Papá no deberías haber hecho tal comentario, ella no sabe nada de todo esto.
La próxima vez que venga, no digas nada sobre esto, ni aquello, ni lo demás
allá”.
Te censuran unas cuantas cosas,
que tú debes poner en una lista aparte. Pero entonces… ¿qué se supone que debo
hacer, estar allí como un jarrón, sonriendo y haciendo bonito?. De eso nada, es
entonces cuando comienzan las quejas y los desencantos. La próxima vez, no se reúnen
contigo, o sea en casa, buscan el modo de excusarse para invitarse en cualquier
otro domicilio.
Lo que para uno pueda ser
necesario saber, para ellos sobra, quieren vivir la vida intensamente y punto.
A los jóvenes no se les puede privar del botellón, de la discoteca, de los
preservativos –quién los usa-, o de la píldora del día después, de algún que
otra pastilla como el éxtasis o cosas parecidas, su paquetito de tabaco y otras
cosas.
No debo ni quiero generalizar,
hay por ahí una juventud realmente ejemplar, pero… estos han bebido aceite,
están apartados de los que hablábamos antes, son apestados para muchos de
ellos. Mientras, ellos, se apartan de todos los posibles problemas propios de
esa juventud loca, para formar barrera contra los que quisieran destruir su
sistema de vida.
Y aun estos, tienen quejas,
quejas de que sus padres no los comprenden, que necesitan un trato más
afectuoso que los lleve al éxito de su misión, que no es otra que ser buenos
médicos, abogados o gente de letras. Viven para y por ello, los padres juegan
en este caso un papel importante.
Estamos inmersos en un sistema
lleno de escollos, nuestros hijos lo merecen “todo”, al margen de las quejas
que puedan tener, los hemos de cuidar mucho, son nuestro mñas preciado tesoro.
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