domingo, 28 de octubre de 2012



           ES MÁS ALTO DE LO QUE IMAGINABA


No me pierdo ninguna de sus películas, ni en el cine, ni en televisión, ¿qué quieres?, es uno de esos tíos carismáticos y guapos. Objeto de deseo de muchas mujeres, y por qué no, de muchos hombres también.
No me voy a poner a describir sus rasgos ni ademanes, característicos de G. A. Una noche, era invierno, junto a unos amigos, nos fuimos a cenar a una archiconocida bodega de la ciudad. En cuanto entramos en ella, nos dimos cuenta de que algo pasaba, Había más gente de lo normal, así que tuvimos que hacernos sitio entre la gente, menos mal que teníamos reservada mesa, conforme entrábamos en el lugar, la masa de gente era más densa, tardamos unos buenos minutos para seguir al camarero a nuestro lugar.
Hasta las personas que estaban cenando en las mesas circundantes, comían con las cabezas vueltas hacia una gran mesa dispuesta en forma de L, en una parte estratégica del sitio, cuando nos despojamos de nuestras prendas de abrigo y tomamos asiento, nos dimos cuenta del fenómeno que ocurría. Allí estaba, sentado y riendo, comiendo y hablando en inglés con los acompañantes G. A, precisamente a mí me correspondió el lugar que daba justo frente a él.
Claudia hizo una especie de aullido cuando lo vio, y Belén no pudo reprimir un largo suspiro que dejó a su marido preocupado, es muy celoso y su mujer está muy buena, así que a miró con cara circunspecta aunque sabía que era por mera admiración que su mujer hizo esto.
Se acercó el camarero para dejarnos una carta a cada uno, y tardé solo un par de minutos en escoger lo que iba a cenar. Mientras, las dos mujeres, cuchicheaban y sonreían, daban respingos en el asiento, daba la impresión de que ya estuvieran disfrutando de una colosal cena con solo viéndole comer a él, a G. A, el hombre.
Belén no pudo reprimirse y se puso las manos en la entrepierna dando pequeños taconeos con los pies. ¡Madre mía, a lo que llega la admiración por alguien!. Cuando llegó de nuevo el camarero, Isaías y yo pedimos la cena, mientras que las dos mujeres todavía no habían pedido nada. Al traer los platos con la comida, Isaías y yo nos pusimos al tema, a cenar, mientras, las dos féminas ya cenaban artista de Hollywood.
Después de un largo rato, las dos mujeres perdieron algo de interés en G. A, y volvieron sus miradas a la mesa. “Pero como, ¿ya estáis cenando sin nosotras?, que mal educados sois chicos, como se nota que fuisteis a un colegio público”. Nosotros por nuestra parte, a lo nuestro, no dimos respuesta alguna a esa increpación.
“¡Que delicia esta ensalada!, deben de tener un personal de cocina de excepción, que rico he Rodolfo?”.  “Si chico, venir aquí a comer es tiro seguro, además te ponen unos platos que difícilmente te los terminas”.
“He vosotros, ¿Qué no existimos o qué?, estamos aquí sentadas en la misma mesa, nosotras no hemos pedido nada aun”.  “Pues no será por falta de tiempo, llevamos aquí más de media hora, y en la calle hay mucha gente que espera para entrar”.  “¿Y por eso tenemos que engullir la comida como los pavos?, para algo se paga en un restaurante, para comer hablar, tomar café y hablar un rato”.
“Cierto, pero si además de todo eso te tienes que poner a admirar a un artista más de media hora sin pestañear, la cosa no mola”. Isaías y yo íbamos intercambiando razonamientos con aquellas dos mujeres que además, parecía que ya estuvieran haciendo la digestión mirando al artista”.  “Mira ¿sabes qué?, que nosotras no vamos a pedir nada  -dijo Belén-, esa no es manera de ir a los sitios Isaías. ¡Vaya forma de hacer el ridículo que tienes!”.  “Vale pues estoy haciendo el ridículo, pero para cuando me la acabes de montar, por lo menos me pillarás con la barriga llena”.
El asunto no llegó a mayores, pidieron la comida cuando nosotros dos estábamos en los postres. Aquella larga mesa del Bodegón, levantó el vuelo, de pronto todos los presentes, artistas y otra gente de producción imagino, comenzaron a levantarse, sin saber de dónde, salieron cuatro tíos más grandes que un ropero que hicieron paso para que toda aquella gente, salieran a la calle sin ser molestados. No pudieron evitar que unas cuantas personas, alargaran sus brazos para obtener autógrafos, dos o tres tuvieron suerte. Pero el protagonista G.A, desapareció entre la muchedumbre.
Eso creía yo por lo menos. No era así, el caso es que era tan pequeño, que era difícil adivinar donde estaba. Fue entonces cuando hablando con Isaías le dije  “Pues mira lo que te digo, lo cierto, es que es mucho más alto de lo que yo pensaba”. Los dos nos echamos a reír mientras que Belén y Sofía nos miraban de forma odiosa.


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