ES MÁS ALTO DE LO QUE IMAGINABA
No me pierdo ninguna de sus
películas, ni en el cine, ni en televisión, ¿qué quieres?, es uno de esos tíos
carismáticos y guapos. Objeto de deseo de muchas mujeres, y por qué no, de
muchos hombres también.
No me voy a poner a describir sus
rasgos ni ademanes, característicos de G. A. Una noche, era invierno, junto a
unos amigos, nos fuimos a cenar a una archiconocida bodega de la ciudad. En
cuanto entramos en ella, nos dimos cuenta de que algo pasaba, Había más gente
de lo normal, así que tuvimos que hacernos sitio entre la gente, menos mal que
teníamos reservada mesa, conforme entrábamos en el lugar, la masa de gente era
más densa, tardamos unos buenos minutos para seguir al camarero a nuestro
lugar.
Hasta las personas que estaban
cenando en las mesas circundantes, comían con las cabezas vueltas hacia una
gran mesa dispuesta en forma de L, en una parte estratégica del sitio, cuando
nos despojamos de nuestras prendas de abrigo y tomamos asiento, nos dimos cuenta
del fenómeno que ocurría. Allí estaba, sentado y riendo, comiendo y hablando en
inglés con los acompañantes G. A, precisamente a mí me correspondió el lugar
que daba justo frente a él.
Claudia hizo una especie de
aullido cuando lo vio, y Belén no pudo reprimir un largo suspiro que dejó a su
marido preocupado, es muy celoso y su mujer está muy buena, así que a miró con
cara circunspecta aunque sabía que era por mera admiración que su mujer hizo
esto.
Se acercó el camarero para
dejarnos una carta a cada uno, y tardé solo un par de minutos en escoger lo que
iba a cenar. Mientras, las dos mujeres, cuchicheaban y sonreían, daban
respingos en el asiento, daba la impresión de que ya estuvieran disfrutando de
una colosal cena con solo viéndole comer a él, a G. A, el hombre.
Belén no pudo reprimirse y se puso
las manos en la entrepierna dando pequeños taconeos con los pies. ¡Madre mía, a
lo que llega la admiración por alguien!. Cuando llegó de nuevo el camarero,
Isaías y yo pedimos la cena, mientras que las dos mujeres todavía no habían
pedido nada. Al traer los platos con la comida, Isaías y yo nos pusimos al
tema, a cenar, mientras, las dos féminas ya cenaban artista de Hollywood.
Después de un largo rato, las dos
mujeres perdieron algo de interés en G. A, y volvieron sus miradas a la mesa.
“Pero como, ¿ya estáis cenando sin nosotras?, que mal educados sois chicos,
como se nota que fuisteis a un colegio público”. Nosotros por nuestra parte, a
lo nuestro, no dimos respuesta alguna a esa increpación.
“¡Que delicia esta ensalada!,
deben de tener un personal de cocina de excepción, que rico he Rodolfo?”. “Si chico, venir aquí a comer es tiro seguro,
además te ponen unos platos que difícilmente te los terminas”.
“He vosotros, ¿Qué no existimos o
qué?, estamos aquí sentadas en la misma mesa, nosotras no hemos pedido nada
aun”. “Pues no será por falta de tiempo,
llevamos aquí más de media hora, y en la calle hay mucha gente que espera para
entrar”. “¿Y por eso tenemos que
engullir la comida como los pavos?, para algo se paga en un restaurante, para
comer hablar, tomar café y hablar un rato”.
“Cierto, pero si además de todo
eso te tienes que poner a admirar a un artista más de media hora sin pestañear,
la cosa no mola”. Isaías y yo íbamos intercambiando razonamientos con aquellas
dos mujeres que además, parecía que ya estuvieran haciendo la digestión mirando
al artista”. “Mira ¿sabes qué?, que
nosotras no vamos a pedir nada -dijo
Belén-, esa no es manera de ir a los sitios Isaías. ¡Vaya forma de hacer el
ridículo que tienes!”. “Vale pues estoy
haciendo el ridículo, pero para cuando me la acabes de montar, por lo menos me
pillarás con la barriga llena”.
El asunto no llegó a mayores,
pidieron la comida cuando nosotros dos estábamos en los postres. Aquella larga
mesa del Bodegón, levantó el vuelo, de pronto todos los presentes, artistas y
otra gente de producción imagino, comenzaron a levantarse, sin saber de dónde,
salieron cuatro tíos más grandes que un ropero que hicieron paso para que toda
aquella gente, salieran a la calle sin ser molestados. No pudieron evitar que
unas cuantas personas, alargaran sus brazos para obtener autógrafos, dos o tres
tuvieron suerte. Pero el protagonista G.A, desapareció entre la muchedumbre.
Eso creía yo por lo menos. No era
así, el caso es que era tan pequeño, que era difícil adivinar donde estaba. Fue
entonces cuando hablando con Isaías le dije
“Pues mira lo que te digo, lo cierto, es que es mucho más alto de lo que
yo pensaba”. Los dos nos echamos a reír mientras que Belén y Sofía nos miraban
de forma odiosa.
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