ESENCIAS Y SEDAS.
Adormecida, dentro de su imperio,
la lógica es olvidada. Está vestida con sus mejores galas, siempre elegante,
siempre perfumando el sentido de los hombres, pero olvidada.
Nadie quiere nada de ella, es
como una mujer vieja, que complació a grandes hombres, que les dio sentido a
sus vidas cuando era joven. Igual que siglos atrás, ella espera recostada a ser
usada por alguien que tenga aprecio.
Siempre dispuesta, vestida de gala,
recién bañada y exquisitamente perfumada, espera que algún amante se acerque a
ella. Es vieja pero nueva, siempre ha existido, forma parte de la historia del
hombre.
Cuando los ve pasar a su lado,
alarga sus brazos, con el deseo propio de que la usen, de ser apreciada por
alguien, pero ¡todo el mundo va tan aprisa, que ni se aperciben de su puerta!,
parece haber sido sustituida por alguien más joven, pero no sabe por quién ni
porqué.
En su rostro está marcada la
profunda tristeza del que sabe la ayuda que puede dar, y sin embargo se le
desprecia. Sabe por propia experiencia, que es diferente la falta de aprecio
que el desprecio.
Pero ahí la tienes, cada día más
gozosa, cuando alguien se arrime a ella, podrá darle sin prisa alguna, todo lo
que tiene dentro de sí. Quién la escuche y se aplique a su consejo, será mejor
persona.
En el mismo camino, delante de su
puerta, la razón pasea cimbreando sus caderas, vestida con lo mínimo que alguien
pudiera llevar encima, se burla a menudo de ella, la señala con el dedo, el
picaporte de su puerta está desgastado, de tantos como la visitan.
Le espeta de mala manera “¿A
quién crees que vas a engañar vieja zorra?”. Pero ella no hace caso de alguien
que quiere herirla y no puede.
La lógica siempre ha tenido este
talante, desde siempre ha sido cercana pero a la vez distante, conoce bien
hasta que punto, el mundo sórdido al que pertenece, la filosofía, le puede
traer tarde o temprano clientes.
No cobra a nadie ni un céntimo,
su trabajo es altruista, a diferencia de la razón, ella no quiere agradar a
nadie, solo aleccionar a los que legítimamente, piden respuestas más que
razonables a sus cuestiones.
A diferencia de la lógica, la
razón les dice a todos y todas “Claro, eso es razonable, tienes toda la razón.
No te dejes pisotear, haz valer tus derechos, y si conviene, revélate, la razón
está de tú lado. Si te quieren pisar, pisa tú antes, y si se te ocurre algo
para no dejarle a tú enemigo margen de maniobra, llévalo a cabo”.
La lógica, recuerda unas palabras
de René Descartes “No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón,
todo el mundo está convencido de tener suficiente”.
La razón es más popular, menos
exigente, no requiere pensar demasiado, la lógica es diferente, les pide a sus
pupilos que valoren las cosas olvidándose de la razón al principio, la casa
nunca se puede comenzar a edificar desde el tejado.
Eso es lo que ella propone,
valorar las cosas, reflexionar sobre lo que uno hace o va a hacer. Ver con
claridad, todos los frentes que tiene delante, los pros y los contras, eso nos
lleva en definitiva a ser pragmático.
La razón sin embargo, no pide
nada de eso, a menudo las más de las veces dice “Tienes razón y punto, eso es
lo que cuenta”.
La propia naturaleza de las cosas,
nos enseña que la lógica, predomina sobre todo lo demás. No por querer tener
razón, lloverá cuando nosotros queramos, y si lo hace, a menudo no lo hará en
la cantidad y modo que deseamos.
Es en esos momentos, cuando nos
damos cuenta del valor que tiene la lógica, aplicada a cualquier circunstancia
de la vida.
Aunque vieja, la lógica siempre
será joven, lozana, sabiamente engalanada y deliciosamente perfumada.
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