Y descendieron a los infiernos,
toda clase de vida, humanos y animales, casas con sus pertenencias, todo
desapareció bajo las aguas. No es del diluvio de lo que hablo, por lo menos del
que habla a Biblia, hablo del año en que las “tormentas”, arrasaron casi todo
el globo terráqueo.
Fue el año, en que todo quedó
destruido, merced a unos cuantos que se empecinaron, en que ese año todo quedara
patas arriba, desgobierno, enseñanza, políticas sociales, todo, no quedó en pie
piedra sobre piedra. Lo peor de todo es, que los responsables del ocaso de la
humanidad, señalaban hacia otros, nadie quiso asumir responsabilidades, todos
se desentendían dentro de la seguridad de sus guaridas.
Nadie quiso llamar a sus
secretarios, para que tomaran nota de aquella debacle histórica, y dejaran
constancia de lo sucedido. El año de las aguas movidas, donde la gente se ahogó
con el agua llegándoles a la altura de los talones, aguas especialmente turbias
que derribaron ciudades enteras merced a la contaminación, tan malas eran que
pudrían los cimientos de los grandes edificios, se filtraron en todos los
suministros de agua del que bebíamos las personas, creó en consecuencia
monstruos, nacieron niños con deformaciones de toda índole.
Estos, asesinaron a sus
progenitores, no había lugar para la misericordia, para el perdón, ni los
gritos de compasión antes de ser degollados o defenestrados fueron oídos por
aquellos seres, a los que ya no se les podía llamar hijos. Y todo por las
aguas, aguas que se contaminaron hasta el punto, que salía mezclada con heces
de todo tipo de las fuentes. Inmensas caravanas de gentes llegadas de todas
partes, se acercaban a los manantiales, esperaban días enteros para poder llenar
unos cuantos utensilios para ese fin, pero muchos de ellos murieron en la
espera, los asesinaban durante la noche tanto los que estaban delante de ellos
como los que estaban detrás esperando.
Todo esto ocurría sin conciencia
alguna de que estaban haciendo algo malo. Los gritos de la gente era ya una
música habitual en esos lugares, los que no murieron de ese cruel modo, lo
hicieron siendo aplastados por los que venían detrás empujando, sin paciencia,
aplastaron a los primeros, hasta convertirse aquellos pequeños manantiales, en
ríos de sangre que llenaban los recipientes de los más afortunados.
Miles de personas cuando volvían
a sus casas, habían desaparecido en medio de la debacle, de manera que se iban
a vivir a las alcantarillas, terminando por beber aquellas aguas infectas. El
resultado era obvio, deambularon por las calles, millones personas infectadas,
ser un portador del VIH era como tener un mal resfriado, algo pasajero que se
podía curar con cuatro cápsulas, pero lo que terminó padeciendo la humanidad
era otra cosa.
Las mujeres no quedaban preñadas,
imposible después de la ingestión prolongada de aquellas aguas contaminadas, ni
los hombres eran capaces ya de darles satisfacción alguna, en su mente solo
estaba el asesinato, de modo que las ciudades se quedaron abandonadas, todo
comenzó a ser pasto del agua en mitad de un ambiente irrespirable, putrefacto,
mortal. Las religiones anunciaban el fin del mundo, El Apocalipsis, sin dar
remedio alguno, sin posibilidades de redención de esa plaga mortífera.
Ni siquiera los políticos
afectados de algún modo por el problema, buscaban soluciones en sus parlamentos,
todo estaba perdido. Algunos de ellos, los que tenían algo de conciencia, se
suicidaban tirándose desde lo alto de los edificios oficiales, otros
sencillamente se colgaban, la sinrazón de tantos años hablando sobre el
problema del agua, resonaban en sus oídos como una voz atormentadora.
Los gobiernos se han disuelto, se
han disuelto las familias, no hay valoración aluna entre padres e hijos, las
generaciones no existen. Esto crea el caos y la anarquía, la guerra, una guerra
por las aguas movidas que causa estragos en la humanidad que ha dejado de serlo.
Todos los patrones normales de conducta, no son más una codena de muerte. Ha
llegado el momento de portarse mal, al que hace lo contrario, al que pretende
comportarse de manera correcta se le aniquila.
Esto es lo que ha producido la
gran batalla por el agua, ya no hay hielo, ni el ártico ni en la Antártida, en
un cajón de zapatos, un hombre moribundo tiene pruebas, de lo que fue el mundo
hace cincuenta años atrás. Todavía era un mundo relativamente feliz, había
animales salvajes, había hielo en las partes oportunas del mundo, la gente
convivía con mascotas. Ahora no, todo se ha terminado, no hay, más que mucha
agua en los océanos, agua salada que no es potable.
El resto del agua que queda en la
Tierra, son aguas movidas, pútridas, inservibles, de la que la humanidad se
sirve, para morir.
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