jueves, 22 de agosto de 2013

UN DÍA TRANQUILO.

Es miércoles por la mañana, como siempre a eso de las ocho salgo a la calle, hace un día espléndido, es otoño pero en la costa todavía parece que sea verano, donde vivo, un pequeño pueblo de pescadores, se crea una especie de microclima, es como si viviéramos en otro planeta a veces.
Me dirijo a la lonja, haber sido pescador, produce una especie de imán con la gente del mar. Desde lejos me saluda alzando el bastón Germán, es el mejor amigo que he tenido jamás, nos debemos la vida mutuamente, el me salvó de morir ahogado hace ya de eso muchos años, se tiró al mar a rescatarme, cuando faenábamos juntos en la misma embarcación, por mi parte, le hice el boca a boca en una ocasión que lo acercaron a la orilla, cuando ya todo el mundo lo daba por muerto.
“¿Qué tal chico como estás, se ha solucionado el problema en tu casa con tu hijo y su mujer?.
“Ahí andan discutiendo el asunto, es mala cosa meterse en problemas de pareja. Pero si de mí dependiera, ya la habría dejado, han sido dos años los que ha estado entendiéndose con ese canalla del banco…
“Hombre si no la deja será porque la quiere todavía Germán, a veces cuesta dios y ayuda tomar una decisión.
“Ya, si yo lo entiendo, pero el asunto es el niño, que ni siquiera está seguro mi hijo que sea de él.
“Si señor esto es más jodido, es una putada, oye ¿tú crees que se parece el crío a ese mostrenco del banco?.
“No te podría decir, lo que si te digo, es que yo le sacaba a ese cabrón la verdad a bastonazos.
“Que no sea dicho Germán, si quieres yo te acompaño. Por vosotros hago lo que haga falta, ya lo sabes.
“Gracias Sebastián pero eso creo que sería asunto de mi hijo, o de su mujer que es la que debe saberlo de verdad, digo yo. Para el tiempo que se quedó en estado, Justino estaba embarcado en el Martín Pueyo, y estuvo tres meses, o sea que… ya me dirás.
“A lo mejor fue un polvo exprés, perdona esta broma esta fuera de lugar.
“No si no me ofendo, ¡anda que no hemos hablado de este asunto Bernardina y yo!, lo que pasa, es que mi mujer está chocha perdida con el crío, no lo puede evitar. La otra se viste por la mañana, coge el coche y se va hasta el mediodía, hasta la hora de comer. Más le valdría dar de mamar a Jorjito, teta no le falta, pero se puso no sé qué inyección porque dice que no quería estropeárselas dando de mamar, ¡la madre que la parió…!.
“¡Que diferentes eran nuestros tiempos he Germán!, bueno, tú tienes tres años más que yo, deberías acordarte de cuando yo mamaba no?.
“Y tanto chaval, además, que tu madre era una fuente, tenía que ponerse una nube de algodones en las tetas para no regarse toda entera cuando tenía las subidas de leche. Así saliste tú de templado, que a los tres años andabas dando de hostias a todos los críos del pueblo de tu edad. No sé de donde sacaste tan mala leche, porque tu padre aseguraba que era buenísima, ¡el mamón…!, que dios lo tenga en su gloria, vaya pedazo de buen hombre ese…, en mi casa lo adoraban. ¿Sabías que mi  padre le pidió una chalupa que casi no usaba, y que se la regaló para que se pudiera establecer por cuenta propia?.
“No, no sabía nada, joder ¿es que era un secreto o qué?, a buenas horas me entero yo de esto.
“Casi, mi padre dijo que si alguien preguntaba, que dijéramos que trabajaba para él. “Al que diga otra cosa le parto el alma”, así de grande tenía el corazón don Zeferino. Un día volvió a la playa con la barca llena de merluzas pescadas a palangre, tu padre mandó llamar al fotógrafo para que le hiciera una foto, anda que no estaba orgulloso mi padre al lado de la barca con toda la pesca a la vista.
“Hay que joderse que uno se tenga que enterarse de esas cosas, a esta edad. De lo que si me acuerdo, es de que muchas veces, pagaba en las tiendas con pescado, de eso si que me acuerdo.
“Ya te digo, un gran hombre era tu padre, con un corazón, que no le cabía en el pecho.
“Cuando fui un poco mayor, con ocho o nueve años recuerdo, que me hacía subirme a la cabina de mando, para lustrar a la virgen del Carmen que llevaba allí, sujeta en un soporte metálico.
“Pues no es que fuera demasiado religioso el hombre, cuando veía al párroco del pueblo siempre lo evitaba. En una ocasión, con motivo del santo de la virgen, se acercó don Marcial a bendecir a las barcas que salían a la mar, pasó al lado del barco de tu padre para bendecirlo con el hisopo de agua bendita, lo cogió del brazo y por lo bajo le dijo: “Déjese de memeces que soy íntimo amigo de Neptuno, haber si va a meterse en problemas”. No veas, don Marcial salió por pies de delante del barco de tu padre, a los demás les dio solo un saludo y se fue, creo que le metió el miedo en el cuerpo.
Los dos rieron a gusto con esta anécdota, apuraron la barrecha que tenían delante y se pidieron otra. A la mesa se acercó Matías, otro pescador retirado alto como un pino  “Que de cachondeo como cada día no?. Germán más te valdría devolverme el dinero que mi padre le prestó a tuyo, andamos en tiempos de crisis.
“Mira, como no te vayas de aquí ahora mismo te rompo el bastón en la capirota esta que tienes por cabeza cabrón, sabes de sobras y de restos que este asunto quedó zanjado hace años, ahora bien, si vienes aquí a molestar porque eres un amargado de la vida, te lo puedo solucionar en un instante. Venga largo de aquí que estamos de fiesta.
“¿A qué viene esto Germán, porqué dejas que te hable así delante de todo el mundo?.
“Pues porque este es un gallo sin plumas hombre, mira que rápido se ha largado. Algún día te contaré lo que pasó, te quedarás de piedra.
“Oye, ¿vamos a ir a hablar con el banquero o no?, le tengo unas ganas…
Cuando iban los dos por la calle, se erguían como palos, con ayuda del bastón, pero derechitos como velas cuando sopla levante. Parecían soldados recién licenciados, y vaya si lo estaban. Llegaron a la puerta del banco y a través de la cristalera, vieron a Adolfo el amante de la nuera de Germán en su mesa, con el ordenador, haciendo algo, entraron. Cando Adolfo los vio se levantó de inmediato para meterse dentro de las dependencias.
“He tú, ven para acá que tengo que hablar contigo.
Adolfo se señaló a sí mismo como preguntando si era con él con quién querían hablar.
“Si hombre tú, estirado que eso es lo que eres, un estirado con traje y corbata. –Habían dos personas solo en el banco-. Vamos a ver, ¿tú aprecias la cabeza que llevas sobre los hombros?, porque si así es, quiero que sepas, que los encuentros que tienes con mi nuera se han terminado, ¿lo has entendido cara de culo?. Soy viejo pero no soy idiota, ni mi amigo tampoco, ¿lo conoces verdad?, vale, pues a partir de ahora te estaremos vigilando, de noche y de día, la vez que os cacemos ya estás listo, el mar es muy grande y todavía tenemos barcos a nuestro servicio.
Adolfo con la voz trémula: “Oiga, que yo no he hecho nada que su nuera no quisiera señor Germán.
“¿Has oído Sebastián? sabe mi nombre. Pues si lo sabes sabrás también que somos capaces de hacerte desaparecer con chasquido de dedos, así, -ilustró con los recios dedos de marinero lo que quería decir-, este problema lo doy por zanjado ¿sí o sí?.
“Claro, lo que usted diga señor Germán, este asunto está solucionado, palabra de honor.
“Más te vale chaval –apuntó Sebastián-, no sabes quién es este hombre cuando se cabrea. Hazle caso o serás pasto de los peces, te lo aseguro.
“Cuando salieron del banco, con la palabra de que no habría más encuentros entre Bernardina y él, se fueron a comer un escabeche de sardinas a la taberna de El Asturiano. Para cuando Germán volvió a casa y Sebastián a la suya, las cosas habían cobrado otro cariz, Bernardina se había ido de casa, en un par de horas hizo las maletas y dejó a Jorjito con los abuelos “Ya tendrás noticias de mis abogados”, fue lo último que dijo al marcharse de casa con Justino –el marido-, rogándole que no lo hiciera.
Aquel asunto pintaba muy mal, de manera que contra la voluntad de la abuela, Germán salió de la casa con el niño en brazos, gritaba por la calle llamando la atención de los pobladores, “¡He tú que te dejas a tu hijo!, no lo abandones mala mujer, por lo menos ten un poco de dignidad y llévatelo contigo, eres tú quién lo has parido, ¿quieres que se crie sin madre, es eso lo que quieres?. Luego cuando te salga de la almeja vendrás a llevártelo ¿no?”.
Así fueron hasta la parada del autobús, finalmente Bernardina cogió al crío y se lo llevó consigo. Al volver a su casa, Germán se encontró con un panorama conmovedor pero a la vez hostil. Los dos madre e hijo lo miraban como si él fuera el culpable de aquella situación.
“Dar gracias a que hecho esto por vosotros, más tarde o más temprano, Bernardina hubiera vuelto por el niño, no os quiero ni contar lo que hubiera supuesto esto para todos. Las madres son las madres, y ante eso cualquier juez habría fallado a favor de Bernardina, lo siento pero, creo que he hecho lo correcto. No te merece esta chica Justino, pronto encontrarás a una mujer que te quiera de verdad, ¡si la vida es muy larga…!
En cuanto se corrió la voz por el pueblo, Sebastián se reunió con su amigo.
“Chico que desastre, he venido para ver en qué puedo ayudar, si es que puedo. ¿Cómo está Justino?.
“Pues mal, ¡cómo va a estar!, pero es lo que yo le digo, dentro de cuatro días esta se presenta otra vez aquí, o lamentando todo lo que ha hecho, o reclamando al niño si se hubiera quedado con nosotros. Yo creo, y sabes que en estas cosas no suelo equivocarme, que esta muchacha ha sido siempre una casquivana, quiere probar cosas nuevas, una vida nueva.
“Ya te entiendo, quieres decir que en cuanto se cansara de andorrear por ahí volvería pidiendo perdón, y tu hijo como es un santo, se lo perdonaría todo. Mientras, los abuelos a apechugar con la crianza de Jorjito.
“Pues eso, justamente lo que les he dicho yo a los dos, porque Conchita no me habla tampoco, pero se le pasará en cuanto pasen dos días. Ay que entender que ha sido ella hasta ahora la que lo ha estado criando y cuidando de él.
Ambos se cogieron por el hombro en el porche de la casa, como cuando regresaban de un duro día de pesca. Se miraron y se sonrieron mutuamente, se reconocían como hijos del mar que eran. Por un impulso mutuo, se alejaron de la casa y se sentaron en un banco del paseo frente al mar.
“Que día más tranquilo hace hoy, me gustaría salir a la mar a faenar.
“Y que lo digas Germán, daría lo que me queda de vida, por unas cuantas salidas y lanzar las redes por la popa, esperando, oliendo la brisa marina y esperando a que la sardina apareciera dentro de las redes.
“Joder tío, ¡qué tiempos aquellos!, ya no volverán, pero ya los hemos vivido, que hostias.






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