sábado, 31 de agosto de 2013

ESPACIOS VACÍOS.

Dicen que cuando la mente deja de recordar, de sentir placer, de acelerarse por las cosas buenas que te suceden, el corazón se endurece. Los pensadores –muchos de ellos-, dicen que es un sinsentido. El corazón late más aprisa, se acelera, cuando los ojos, y el resto de sentidos del hombre, están más sensibles. De manera que, lo contrario a esto, también es cierto.
Si esto es así, que creo que lo es, mi corazón se muere poco a poco, estoy desde bastante tiempo perdiendo la razón, la pierdo en todos los sentidos, en el diálogo, y en el pensamiento que cada vez se vuelve más susceptible, más disparatado y menos preciso.
Quisiera pensar que este problema es pasajero, ya sabéis, como un mal resfriado que cuesta de curar, pero no es así. El cerebro es un órgano complejo, todavía desconocido para los galenos, salvo cuatro cosas que pueden diagnosticar con precisión. Leo bastantes cosas, referente al asunto de la mente, pero ni entre los médicos hay acuerdos definitivos, saben cómo funciona el cerebro pero no porqué deja de hacerlo en determinadas circunstancias.
Es entonces cuando se crean en alguna parte de esa masa gris, espacios vacios, incongruencias, desatinos que son difíciles de ponderar. ¿Quién es capaz de medir estas circunstancias?, los médicos van a ciegas en ese campo. Opinan, discuten entre ellos para llegar al fondo del asunto, y cuando llegas a su visita, te recetan medicamentos, que hacen a menudo más difícil la vida del enfermo.
Los medicamentos no están personalizados, son manufacturados sobre la base de meros estándares, de lo último que se ha deducido de estudios farmacéuticos probados en otros humanos, antes de eso, en ratones de laboratorio o primates.
Mientras, mi corazón va muriendo de forma acelerada porque la mente no le da tregua. Confusión, falta de memoria, de emociones, de sentimientos, lo elemental para seguir  realmente vivo. En cuanto a la falta de memoria, mi familia en ocasiones me dice: “Si tú supieras, eso mismo me pasa a mí así de veces”. Pero ¿de qué coño me estás hablando, acaso te quieres comparar conmigo?, pues venga, te cambio mi alternador que no funciona, por el tuyo que funciona a medias.
No hay nada más estúpido que esto. Pretenden –con buena intención claro está-, que lleves una vida normal, cuando el caso es que no te quedan recuerdos claros de las cosas, cuando entremezclas acontecimientos, cuando contestas de manera automática a preguntas que para mí no tienen sentido alguno. No entienden como me siento cuando entro en un hospital, aunque sea para acompañar a alguien, cuando tratas de dominar ese nerviosismo inexplicable, que te hace vibrar por dentro, como la cuerda de una guitarra tensada.
No hay compasión, nadie más que el que lo sufre en silencio, puede explicar eso, haces cosas que para cualquier persona es pura rutina, pero que sin embargo, para uno representa un gran esfuerzo. Mucho de lo que lees o ves por televisión, no tiene sentido alguno, confundes el día con la noche, vives una realidad soñada o ¿es un sueño real?.
La vista distorsiona las realidades, para mí, viajar en auto es un suplicio las más de las veces, me parece en ocasiones que vamos por la carretera, a trescientos por hora, cuando la realidad es, que no pasamos de ochenta. ¿Quién puede comprender este fenómeno?, pocos, los más allegados a ti, los que sufren también de algún modo, las mermas que el cerebro produce en la vida diaria. El año pasado, lo pasé sin poder salir de casa, ¡todo el año!. Cogí agorafobia, quería a toda costa evitar que la gente me hablara, la ansiedad que este acto me producía era una ansiedad fuera de todo límite. Es mucho más comprensible la –nomofobia-, miedo a salir de casa sin el móvil en el bolsillo.
Maldito castigo esta enfermedad, que te causa daltonismo, momentos de susto permanente en ocasiones, y otros pequeños trastornos que hacen de tu vida una causa perdida. Anoche, mi mujer me dijo sin presión alguna, sin enfadarse, con todo el tacto posible, cuando me iba a afeitar, le contesté que no podía estar afeitándome cada día, tengo la piel bastante sensible de modo que me afeito día sí y día no. Hoy me he mirado al espejo, hace una semana que no me afeito, por lo menos, así que me he rasurado bien la barba.
Cuando salgo a la calle a pasear a mi perro Cody, los vecinos me saludan naturalmente, pero si hace más de dos o tres días que no los veo, son desconocidos para mí, les pregunto quienes son y cómo es que saben mi nombre. Gran parte de mi vecindario, son unos perfectos desconocidos. Sin embargo, hace cuatro días, hemos estado tomando café juntos.
Espacios vacios, espacios de mi mente que podría llenar con mil cosas diferentes, me gusta el dibujo, bueno, me gustaba, también la lectura, pero ahora cuando dejo de leer un libro en determinada página, cuando lo vuelvo a coger, tengo que comenzar por el principio, de manera que no me vale la pena leer.
Sé adónde va a ir a parar todo esto, no me quejo, preferiría no enterarme de estas cosas. El neurólogo me dice que hay dos tipos de demencia, los que de pronto no se enteran de nada, y los que si lo hacemos. En mala hora sufrí las fracturas de cráneo por accidentes de tráfico, la caída que supuso perder líquido cefalorraquídeo, eso fue la puntilla que hace que esté en esta situación. Las consecuencias de esta lesión, hacen que esté ahora así, pero bueno, más se perdió en la guerra de Cuba, hay que tomarlo con un poco de ironía, de otro modo, ya habría abandonado este mundo, de momento me gusta vivir, me gusta mi familia, los amo, y quiero seguir haciéndolo, ellos hacen que mi vida sea feliz.
Una última sugerencia para los que tienen la cabeza sobre los hombros, aprovechad cada momento de vuestra existencia, tratad de labraros un buen nombre, que la gente hable de vosotros como personas íntegras, no hay nada mejor que eso, tener un buen nombre.


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