jueves, 24 de diciembre de 2015

TOMA ESTE REGALO ES PARA TI

                                                      TOMA ESTE REGALO ES PARA TI

Para llegar donde están curando a mi amigo Alfredo hay que salir de casa al amanecer, tengo que coger un bus que tarda una eternidad en llegar, eso de los horarios de la periferia, los del ayuntamiento lo tienen mal  mirado; luego debo coger el metro y hacer dos trasbordos para llegar a la estación del tren de cercanías que me lleva al hospital a ver a mi amigo. Bueno eso y… que desde la estación del tren hasta el hospital hay que patear lo que no quieras saber, pero hacía mucho tiempo que se lo tenía prometido y al final lo he conseguido. Voy con una ilusión máxima para verlo, últimamente no se pone al teléfono, tiene pocas ganas de hablar porque se cansa mucho, ¿ha, que porqué se cansa…? Tiene silicosis, como yo, pero mucho más avanzada, imagínate, fue él quien me enseñó a picar y barrenar en la mina, le debo lo que soy a él en cuanto al oficio se refiere, minero de primera.
Desde hace años su pasión siempre han sido los trenes, no las locomotoras modernas, no, las máquinas de vapor con todos sus aparejos complejos y en buena medida estudiadísimos, como por ejemplo, los contrapesos de las ruedas que tienen que ser perfectos en su rotación, para que la tremenda máquina, sea impulsada hacia adelante o atrás según convenga. Pues bien, esta pasión lo llevó casi a la ceguera además de la silicosis, con la lupa en una mano y dos dedos sujetando una diminuta alicate, colocaba una tras otra las piezas.  Cuando terminó con la máxima ayuda que le pude prestar a acabar aquella pieza, me puso la mano sobre el hombro y miró una fotografía que ya estaba comenzando a estar afectada por la humedad, colgaba de la pared y sin decir nada, me invito a una cerveza.
Aquella maldita máquina se le resistía… ¿Qué cual era? La máquina a vapor FCM-40 de México, que nadie me pregunte porque, no lo sé, pero se ve que lo traía de cabeza esa locomotora. Pues bien, yo se la llevaba como regalo debajo del brazo, sí señor, embalada en una caja de cartón a medida, porque debo advertiros que esa máquina la hice yo con mis propias manos. También debo confesar, que no soy un sesudo que sabe hacer escalas ni nada parecido, la hice a ojo de buen cubero como se suele decir. En cambio, cuando fui a encargar la caja de cartón para que la metiera dentro, todo andaba como si fuera de verdad, las ruedas con sus bielas, por supuesto que el carbón troceadito era de verdad, ¡faltaría más! Hasta los dos operarios que manejaban aquella mole estaban hechos expreso, a la medida de aquella fabulosa máquina de vapor FCM-40 mejicana.   Oiga buen hombre, siempre me han gustado estas cosas, ¿la ha hecho usted…?   Sí señor, contesté orgulloso,   Se la compro póngale precio.   Ni hablar… es un regalo para un amigo mío.   ¿Está seguro de que no la quiere vender…?   Segurísimo.   Bien, pues vamos a buscar una buena caja de cartón cuero a esta preciosidad.
Mientras me secaba el sudor del rostro con el pañuelo que saqué del bolsillo, miré a un lado y al otro de los dos pasillos, llevaban a una especie de claustro desde el cual se accedía a las habitaciones, llamé a la dieciséis con los nudillos de una mano.   Pase, se escuchó al otro lado de la puerta y a renglón seguido tos y más tos, el pobre Alfredo debía de tener los pulmones hechos fosfatina.  ¿Qué tal estás compañero?, te veo muy bien, no sé si decirte que mejor que la última vez que vine a verte.   No seas cínico chaval, se te da muy mal mentir, ¿Qué traes ahí una caja de bombones?   No contesté, solo arrimé la caja a sus débiles brazos y le dije… Este regalo es para ti.
Lo abrió con prisa, rompió el papel del envoltorio y pasó a abrir la caja que estaba decorada con máquinas de tren de juguete, fue lo más parecido a lo que quería.   ¡Maldita sea cabrón…! ¿La has hecho tú…? Joer es preciosa, gracias Fidel, de todo corazón gracias.  No te digo, comenzó a hacer pucheros como los niños chicos, iba a romper a llorar. Al final me abrazó fuertemente con todo lo que significaba para él eso, ponerse a toser media hora sin parar y se puso a reír.    ¡Venga capataz vamos pa la mina que ya es la hora… ja, ja, ja!

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