domingo, 31 de marzo de 2013



                                    “HANDMADE”


Así se lee en la puerta de su tienda, al lado de muchos complementos de moda, tanto de hombre como de mujer.
En el panel de madera arriba, se lee esta palabra, un poco mal pintada en azul oscuro, y debajo de ella, una serie de precios de los artículos que ahí se venden.
Es una tienda minúscula, ni siquiera tiene mostrador en el que poder exponer los collares, brazaletes, cinturones y otros artículos que están a la venta.
Pero la gente se acerca, en el exterior –con un permiso que pagó en el ayuntamiento-, le dejan poner una mesa, de dos metros de largo por sesenta de ancho. La sostiene un par de caballetes plegables de madera.
Rocío, abre su pequeño negocio todo el año, tiene la ventaja de que hay turismo. Está en una isla de las Pitiusas, no quiere que se diga cuál es, también me ha hecho comprometerme con cambiarle el nombre, si quería que escribiera lo que quería, acerca de su vida.
No es que sea una historia excepcional, pero me sobrecogió cuando me la contó.
Este encuentro, sucedió en Cartagena, ella de compras en la capital para abastecerse de material para su  trabajo, yo de visita con motivo de la muerte de un amigo íntimo, un hermano para mí.
Ella, alegre como unas castañuelas, sentada en una terraza  del Paseo de las Palmeras, tomándose un café americano, haciendo fotos con una vieja cámara alemana Braun, yo por mi parte con la cabeza cabizbaja, tratando de averiguar, qué mala suerte tuvo Josué a lo largo de su corta vida.
Con solo treinta y un años, ya estaba en el otro mundo. ¡Qué muerte más horrenda, ahogado dentro del coche sin posibilidad de salir!. Sus otros dos amigos, y yo, siempre le decíamos que corría demasiado, pero nada, parecía que cuanto más se lo decías más corría.
“En serio Carlos, voy a tener que determinar no subirme más contigo, ¡parece que vayas haciendo carreras…!, ¿qué prisa tienes?”. Me miraba de lado  y aceleraba el cabrón.
Se salió de una curva y se fue al mar. Esa fue su historia, un hombre que nunca había trabajado, de una familia acomodada, con un Audi último modelo y ya ves…
Supongo que tenía que pasar, su madre dijo que fue cosa del destino. Pues vaya destino de mierda.
Noté una serie de clics cuando pasé al lado de Rocío, me estaba fotografiando, para fotos estaba yo. Me dirigí a ella y me quejé, me hizo las fotos sin mi permiso.
“Lo siento, es que soy muy aficionada a la fotografía, y me han gustado los contraluces del sol en tú rostro. Si quieres, ni las revelo, o lo hago y te envío las copias donde tú me digas. ¿Quieres sentarte a tomar algo?, te invito”.
No sé porqué, acepté, en ese momento no estaba para celebraciones, pero pensé que hablar de otras cosas, quizá me aliviara un poco. Tenía un dolor inexplicable dentro del corazón. Carlos era un tipo  de los que quedan pocos, apreciaba su compañía, con un gran sentido del humor, nunca se enfadaba.
Rocío se dio cuenta inmediatamente que estaba afectado por algo gordo, pero no preguntó. Poco a poco, a través de la conversación y sin saber de qué manera, acabé contándole lo que me había traído a Cartagena.
“Lo siento mucho, te mandaré las fotos, serán solo para ti, no quiero que las tengas como recuerdo de ese triste viaje, para tú tranquilidad, te diré que no se te ve la cara, solo que el sol, le daba a tú persona un aire taciturno, casi misterioso, y eso es lo me ha gustado”.
Se alojaba en El Palomar, una pequeña pensión familiar, que para ella era como su casa, venía de la isla a menudo de compras y siempre se alojaba allí.  “Me ha gustado hablar contigo este rato Rocío, a lo mejor nos vemos en otra ocasión, ¿quieres tomar otro cubata?”. Aceptó, y nos quedamos en la terraza del bar hasta que comenzó a llenarse de guiris. No  me gustan mucho los guiris, pero a ella sí, son los que le dan para vivir.
“Me gustaría invitarte a cenar Rocío, ¿aceptas?”. Me miró de reojo, le hice esta propuesta porque no era una chiquilla, vulnerable, solo quería compañía humana, pensé que en ese instante, era la persona ideal. Fuimos a una marisquería, había bastante gente, pero parecía un local con algo de clase, por lo menos, la comida era buena, el precio no me preocupaba.
Después, cuando salimos de allí, después de haber tomado unos chupitos de orujo, paseamos por la playa, la arena estaba fría, notaba en mi interior, como si alguien o algo, me estuviera cargando las pilas. Las olas eran un poco fuertes, en un momeo determinado, ella, que andaba por la parte interior de la playa, se me echó encima, para no mojarse la falda larga de algodón de colores, tipo hippie, la blusa blanca anudada a la cintura, le daba un aire de zíngara. Olía a sándalo, a mí no se me ocurrió otra cosa, que poner las manos bajo su larga melena y cogerla por la cintura para acercarla más a mí.
Ese fue el inicio de una amistad, que me llevaría a la isla de Rocío de forma regular, a visitarla. Luego con el tiempo, a quererla, y al año siguiente, a vivir juntos allí.
Toda la gente que me conocía comenzando por mi familia, me dijeron que estaba loco  “Pero hombre, ¿cómo vas a dejar tú trabajo aquí?. Piénsalo bien Josué, que las mujeres se cansan a menudo de los hombres, ¿y si te deja y se va con otro?”. Mi padre es así, siempre temeroso, nunca ha cambiado de trabajo, desde que era aprendiz, siempre haciendo lo mismo, ahora a sus cincuenta pasados, trabaja en el mismo periódico, con muchas cosas cambiadas por supuesto, es encargado de la impresión, pero nunca ha aspirado a nada más.
Por quién más siento cambiar de ambiente, es por mi madre Rosa y mi hermana Lourdes, tienen una panadería en el barrio y les va bien. Lourdes me dijo un día que era un traidor, lo dijo en buen tono, la quiero mucho, pero ella también tiene novio y no desde hace poco precisamente, llevan cuatro años festejando. Todavía no sabe, cuándo se van a casar, y me llama a mí traidor. Lo único que nos diferencia, es la edad y que el novio duerme con ella cuando le viene en gana, y en casa.
Rocío después de nuestro tercer o cuarto encuentro, me contó que hasta que no me conoció, no había tenido relaciones con ningún hombre.  “He pasado la mitad de mi vida huyendo de ellos. Cuando tenía diez años, mi padrastro, entraba de noche en la habitación y comprobaba si estaba dormida, se acostaba delante de mí y cogía mi mano para que lo manosease, la noche que me desperté sobresaltada y lo vi en mi cama, no me atreví a gritar, a decir nada, el siguió sujetando mi mano hasta que terminó en medio de un largo gemido. Después de él, fue su hermano, un holgazán de cuidado que se pasaba el día en casa sin hacer nada. Para entonces iba al colegio muy poco, no podía, cada vez que salía a la calle. Me sentía, la peor persona del mundo”.
“¿Y tú madre nunca dijo nada?”.  “A mi madre le quise sacar la conversación una vez, y en cuanto vio por donde iban los tiros, me dio una bofetada que me marcó la cara. Recuerdo que me dijo… “No se te ocurra sacar este tema nunca más, guarra, que eso es lo que eres, una guarra”. De modo que callé, y ya sabes lo que apunta el dicho, “el que calla, otorga”.
Bajó la cabeza, como si le hubieran dado con un mazo, yo me quedé atónito, no supe que decirle, no me atrevía a decirle ninguna palabra de consuelo, estábamos frente a frente, en su pequeño apartamento sobre la tienda. Pasaron unos largos segundos, suspiró en silencio, luego forzando una sonrisa, ya no quiso hablar más del tema.
Esa noche la abracé contra mi cuerpo, nos quedamos dormidos, a eso de las cuatro de la mañana, comprobé que no estaba en la cama, me levanté para buscarla, no estaba en casa.
A toda prisa me vestí y salí del apartamento, pero ¿dónde buscarla?. Me acerqué a los sitios donde íbamos frecuentemente, allí no estaba, pregunté en algunos sitios que eran sus preferidos, nada  “Por aquí yo no la he visto… -a otro barman- niño ¿has visto a Rocío la bisutera?, nada tío”.
Una isla como aquella, por la mañana es muy pequeña, pero por la noche es grandísima. Con poca iluminación y mucho ruido, todo queda confuso, un ambiente lleno de brumas de mar y olor a alcohol. Me volví para casa, desanimado por un lado, por el otro, alentado en pensar que no tenía donde ir, que volvería a casa a una hora u otra.
Al llegar a casa, me la encontré sentada en la cocina, tenía una taza de té, que abrazaba con las dos manos, ¿para entrar en calor…?, le acaricié el cabello en mitad de la penumbra, lo tenía completamente mojado, el resto de la ropa estaba húmeda  “¿Dónde has estado Rocío, te he estado buscando por todas partes?”.  “Pues no has buscado bien, he estado bañándome en el mar, desnuda, libre, como una sirena, sin pensar en nada ni nadie”.  “Entiendo…”.  “Qué coño vas a entender…”.
No estaba enfadada conmigo, más bien era consigo misma, manifestaba una rabia interior que se sentía impotente de dominar. Se dio una ducha y se acostó de nuevo, no me atreví a cogerla, ni siquiera mirarla, no por falta de ganas, pero deduje que no era el momento, probablemente, todavía permanecía en estado de alerta.
Por la mañana, al despertar, ella ya estaba abajo, no tenía la tienda abierta, pero estaba trabajando en una nueva colección de piezas con perlitas pequeñas, coralinas, y cadenas de plata para ensamblar.  “¿Has desayunado Rocío?, no he visto nada sucio en la pica, he pensado que antes de abrir nos iría bien dar un bocado”.  “Hay personas, que tendrían que reventar antes de ponerse el sol. Si hubiera alguien que tuviera misericordia ahí arriba, los fulminaría con un rayo”.  “¡Venga mujer…!”.  “No, óyeme tú a mí, no pretendas interpretar mis sentimientos, no me consueles, no lo necesito”.
Dejó lo que estaba haciendo y salimos a tomar algo, a una pequeña granja que hay en la esquina de la calle. Mariló la recibió con un par de sonoros besos, ella también se alegró de verla. Por mi parte, pensé que solo habíamos caminado cincuenta metros, y la muchacha la recibía, como si hubiera vuelto de un viaje a la luna, concluí que salía poco o nada, que su vida se resumía al trabajo y la casa. Nada de diversión, ni de salidas a discotecas, nada de nada.
Me presentó como el amigo que estaba con ella, estuve de acuerdo con la definición que dio de mí. Nada más cierto ni más vago, simplemente acertado, tampoco es que esperes que te presenten con la  banda municipal detrás, a  bombo y platillo. Ya se sabe como son estas cosas, no son el ideal del amor romántico, casto, puro, eso ya pasó a los anales de la historia como uno de los fallos más grandes de la sociedad.
Mariló se sentó con nosotros, ¡vaya coñazo!, estoy seguro, que a quién primero le sobraba hablar, era a Rocío, y la otra, dale que te dale a la manivela. A veces  me pregunto, si no captan el mensaje algunas personas, Mariló desde luego, no quería verlo. Una voz masculina, la reclamó desde detrás de la barra, se despidió de nosotros y se fue, no sin antes, invitar a Rocío a que viniera más por allí.
Rocío en esos momentos, era como una barca mecida por las olas, no hablaba, ni siquiera sé si escuchaba lo que yo le decía, no era importante, pero de cualquier modo, podría haberla hecho participar más, de la conversación que yo trataba de establecer. Le estaba proponiendo hacer un viaje, al pueblo de mis padres. Cambiar de ritmo de vida unos cuantos días, en un entorno, que era poco menos que el paraíso.
“Piénsalo Rocío, solo cuatro días, a lo sumo cinco, me gustaría enseñarte como es todo aquello. Lleno de agua por todas partes, pequeñas cascadas que caen desde lo alto de las rocas, senderos donde casi le avergüenza a uno hablar, por no estorbar el canto de los pájaros. Sería una experiencia única para ti, estoy seguro. ¿Has estado en algún sitio de alta montaña? –ella negó con la cabeza-, pues ya va siendo hora de que conozcas Trablanca, te encantará, ¿qué dices?”.
Levantó la cabeza del café con leche y me miró  “Te quiero Josué, llévame donde tú quieras”. Me resultó un poco extraño que no pusiera condición alguna de días, desde hacía años, no había dejado de abrir la tienda. En cuanto a mí, no se puede describir lo que sentí en ese instante. Mi alma entera se llenó de gozo, creo que es diferente a alegría, el gozo, es un sentimiento más profundo. Terminamos el desayuno y cuando fui a pagar, el chico de la barra, me dijo que ya estaba pagado, le di las gracias a Mariló que estaba atendiendo a otra gente, y nos fuimos.
Cuando llegamos a casa de nuevo, Rocío habló de nuevo, me cogió por la pechera de la camisa y me dijo  “Por favor, nunca me pidas que haga el amor contigo, yo te lo diré, ¿aceptas esa condición?”. Levanté los brazos como si fuera un asaltado por la calle  “Lo que tú digas, acepto”. Me besó como nunca antes me había besado nadie, de forma tranquila al principio, después, obligándome a abrir la boca e introducir su lengua en la mía, me estremecí, luego tirando de mí, me tiró sobre el pequeño sofá de la casa, y practicamos el sexo hasta la extenuación.
“Es justamente así como yo imagino las relaciones, sin miedo y sin presiones, sin obligación, y cuando tengo ganas de él apasionadamente, pero sin compromiso alguno”. ¿Quién no puede estar de acuerdo con un argumento como ese?. Comencé a hacer arreglos para ir Trablanca, al móvil, durante media hora, no le di descanso. Hablé con Mercedes, una vecina medio francesa que se cuida de la casa en Trablanca. Mis padres le regalaron una vaca hacía años, ahora tenía cuatro, vivía de los productos que estas le daban.
“¡Aló, bonjour monsieur, ¿qui sé?”. Comence a hablar con ella, y en la conversación después de preguntar por su familia y demás, le dije si podía tener la casa dispuesta para el sábado próximo.  “Me ouí muiseur, sans doute, on se verá le samedí alors”. Las gentes de montaña, son muy parcas en palabras, pero Mercedes, se quedaría en pelotas, con tal de que yo no pasara frio, estoy seguro. No hablan mucho, son más de acciones, de pruebas que manifiestan su talante. En Trablanca, todo el mundo depende de los vecinos, y no te digo nada cuando llega el invierno, entonces se defienden unos a otros con uñas y dientes. A algunos vecinos que no habitan en el núcleo del pueblo, durante esas fechas, les va la vida, si no tienen el auxilio de los demás.
Hablamos por el camino, en el coche, sobre esta circunstancia con Rocío, la quería meter en materia, para que no se asustase cuando viera el camino, y el destino, el paraíso, Trablanca.
“Saca los pies de la guantera loca, si nos para la poli, nos va a meter un puro. En los todoterreno vamos más altos se nos ve desde lejos, y esos fliks están en todo”. Paramos a comprar en un almacén, algo de ropa para estar bien abrigados allí arriba, mil novecientos metros de altitud, no son para tomarlo a broma ni en pleno verano. Cuando llegamos a destino, después de muchos “hay, hay, cuidado”, la carretera en algunos momentos no estaba para bromas, a golpe de claxon en cada curva, nos teníamos que hacer oír, en algunos tramos, no cabía más que un solo coche.
En la entrada de la aldea más que pueblo, paramos, teníamos que seguir a pie hasta la casa. Rocío se acercó a la balconada de piedra y madera, extendió los brazos, el viento movía su cabeza, la espesa melena casi pelirroja, le obligaba a hacer fuerza con el cuello.  “¡Estamos en el cielo Josué…!”.  “Así es, ¿qué te parece este panorama?”.  “Es perfecto, como tú decías, el paraíso”. Mercedes estaba al tanto de su llegada, para entonces, se había encargado ya, de hacer traer leña, para el hogar de fuego de la sala cocina. Ese espacio que ocupaba casi toda la planta baja, tenía solo dos habitaciones, un baño modesto pero muy bien instalado, y una alacena, donde estaban las mermeladas, las legumbres, el aceite, azúcar y otros complementos de cocina.
Rocío despojándose del chaquetón que llevaba, se acercó al fuego que crepitaba, la puerta de acero del kit de calefacción estaba abierta, Josué fue a cerrarla, pero Rocío detuvo su mano  “Espera un poco, no recuerdo haber visto un fuego tan hermoso”.  “Piensa que con la puerta abierta, no se calienta la parte alta de la casa…”.  “Lo tendré presente, descuida”.
Se la veía tremendamente feliz, pero demostrando cautela, de cualquier modo yo, sabía que había acertado con la elección de pasar allí unos días. A mí también me iría bien después del zarpazo que sufrí. No era grave, son cosas que pasan a diario, mi prometida, después de haber hecho los arreglos para la boda, me dejó sin decirme nada. No pude sacar nada en claro de nadie de su familia, parecía una confabulación a la que hubieran llegado de mutuo acuerdo. En mi casa, todo el mundo estaba derrotado, comenzaron a correr, mil y un latifundios diferentes sobre la causa de la suspensión de la boda. Esto me dejó muy tocado, mi negocio de informática comenzó a declinar, aunque mi socio David, me dijo que no me preocupara, que él se encargaría de todo con la ayuda de Baltasar, un ayudante que está con nosotros.
Sentía ahora, que tenía que echarle una mano al futuro de Rocío y en consecuencia, al mío. Estar unos cuantos días en mi pueblo, nos podría dar esa oportunidad, los dos, lejos de nuestro entorno. Mi trabajo estaba en Palma de Mallorca, y por el momento, en buenas manos, David es un tío responsable, si cabe, más que yo mismo, quien fue el que puso el dinero para que se abriera la tienda.
En Trablanca, difícilmente tienes cobertura telefónica, y de internet, ya ni te cuento. Pero es un buen lugar para pasear, reflexionar, hablar, el monte invita a esto. Después de haber comido opíparamente, con platos de cocina de montaña que Mercedes nos preparó previamente, nos quedamos dormidos delante del fuego, sobre una gran colcha de piel de cabra cosida, estábamos en el cielo.
“Te quiero decir una cosa Josué”.  “Te escucho”.  “Durante dos años tuve una relación homosexual con una chica alemana que vino de vacaciones a la isla, no sé cómo nos enamoramos, tenía que marcharse de vuelta a Alemania, la convencí para que se quedara en España, hablaba muy bien español, siguió sus estudios aquí, fuimos muy  felices, pero de golpe, comprendí, que no estaba segura de continuar con esa relación, ella se dio cuenta de que mi interés por ella estaba menguando, y sin saber cómo, se marchó. No me dejó ni una nota, pero en el fondo se lo agradecí”.
“Bueno, tienes que tener la conciencia tranquila, no fuiste tú la que la echaste de casa…”.  “No, pero lo hubiera hecho, porque al mismo tiempo de estar con ella, me veía con un chico argentino, en fin, que follábamos”.  “Ya, bueno esta es una cuestión muy generalizada. ¡Si fuéramos a mirar con lupa a la gente que es fiel a su pareja, me da la impresión que se podrían contar con los dedos de las manos, es un decir claro”.
“¿Me serías fiel si te comprometieras conmigo”.  “¿Y tú”.  “Odio que me contesten con otra pregunta, no estamos hablando de mí sino de ti”.  “Rocío creo que es una cuestión bilateral…”.  “De eso nada, Josué, estamos hablando de aspectos concretos, para ver si podemos ser una pareja, de modo que esta pregunta que me haces, parece más una evasiva que otra cosa”.
Paramos la discusión, y Rocío, desnuda, se desperezó sentada sobre la piel de cabra.  “Ves, ahora me daría un baño en la playa”.  “Si quieres, podemos darnos un baño en el rio, conozco un par de lugares cerca de aquí, en la hay unas pozas divinas para nadar, y sin olas”.  “Vamos, venga”. Nos acercamos al rio por un sendero, allí las aguas bajaban bastante bravas, seguimos hacia arriba, el sol no da a esa hora en esta parte del rio. Después de vadear un par de rocas grandes nos encontramos con las hermosas piscinas de aguas color turquesa. Rocío se desnudó, bajo los vaqueros no llevaba ropa interior, metió los pies en el agua y aulló  “¡Me cago en todo, nos vamos a congelar…!”.  “Nada de eso mujer, tírate de cabeza y comienza a nadar, ya verás cómo no sientes el frio…”. Eso hizo, sin pensarlo dos veces se zambulló, incluso buceó debajo del agua hasta llegar al final, cuando salió, se le veía cara como de terror. Yo me reí, entonces, haciéndome un gesto con la mano sin dejar de moverse en aquella agua gélida, me invitó a que me tirara yo también. Al entrar en el agua pareció que me lavaran miles de agujas por todo el cuerpo, pero puse cara de póker y nadando me acerqué a ella, buscamos un lugar donde hiciéramos pie y nos abrazamos, fue un abrazo indescriptible. El frio de nuestros cuerpos, junto al deseo, hizo que estuviéramos frotándonos de ese modo unos minutos.
Después, pasó algo que no terminé de entender, estuvo empujándome hacia atrás con todas sus fuerzas, al principio creí que formaba parte de algún tipo de juego, pero no era así. Al no querer soltarla, se puso a darme de bofetadas de manera que la tuve que soltar, se acercó a la orilla jadeando por el esfuerzo y probablemente por el frio, rompió a llorar. La tapé de inmediato con una manta de viaje que  previamente saqué del coche, no quería mirarme, a pesar de que yo, con una mano, dirigía su mandíbula hacia mis ojos con delicadeza.
Relacioné este asunto, con algún tipo de trauma que le dejó, la experiencia amarga que me contó de cuando era joven, y su padrastro la visitaba por las noches. Si ese era el problema, tenía una labor dura por delante, para lograr algún éxito.
Volvimos para casa, era la gloria bendita entrar en ella, y encontrarte caliente, recogido, seguro. Yo creo, que en mitad de la montaña, donde tienes espacios abiertos, al entrar en tú casa te sientes diferente a cuando lo haces en la ciudad, viviendo en medio de multitudes. A mí, siempre me sobrecogía ver desde lejos el pueblo, con las chimeneas de las casas echando humo, visto desde diferentes perspectivas, cada vista era una postal diferente.
Rocío, enfundada en un grueso jersey mío, que le cubría hasta mitad de los muslos, estaba calentándose delante de la chimenea, con las piernas encogidas sentada sobre la piel del suelo, tenía las piernas tapadas con el jersey, con la mirada fija en el fuego que no paraba de quemar. En el cobertizo de la entrada de la casa, tenía una buena provisión de leña, de modo que no faltaba comida para aquel mágico complemento de la casa.
Me senté a su lado, me había preparado un café con leche muy caliente en una taza con asa.  “¿Quieres?”. Le ofrecí la taza, ella negó con la cabeza.  “Te iría bien hablar Rocío”. Se lo dije como una súplica, sin asperezas, con la mayor dulzura que era capaz de expresar.  “No sé si me lo merezco, debes pensar que estoy loca o algo por el estilo”.  “Para nada, estamos los dos solos aquí, lo que sentimos, y hasta lo que nos pudiera atormentar, podemos compartirlo para seguir adelante ¿no crees?”.  “Ahora mismo no sé qué decir, me siento fatal, te e echo  partícipe de mis frustraciones, y eso… no es de justicia”.  “Son cosas que pasan… no debes sentirte mal por esto, reacciones que debemos esperar, cuando dos personas se están conociendo, no digo que debieras haber estallado de ese modo, no es recomendable bajo ningún aspecto, pero bueno, si sucede algo así, se habla y si cabe dar algún tipo de ayuda, se da. En ese caso concreto, aquí me tienes, para lo que haga falta, te quiero, y te quiero como eres”.
Después de tomar cada uno su bebida, Rocío dijo que no le apetecía subir a dormir arriba, que quería quedarse delante del fuego.  “Tú sube arriba y duerme Josué, por favor déjame sola aquí esta noche”. La miré con extrañeza, pero  me seguía con la vista, e iba acompañándome con la mirada, todo el recorrido hasta la escalera, con el rostro medio sonriente y los ojos como perdidos, sin mirar a ningún lugar en concreto. Lo cierto  es, que me asustó un  poco, aquella noche, la pasaría en vela, vigilándola por entre los barrotes de la escalera de vez en cuando, asistiendo a su descanso, procurando que nada la despertara, era evidente que estaba cansada. Entonces de pronto pensé en sus ojos , esos que me miraban  cuando subía a nuestra habitación, ¡eso es!, eran los ojos de una persona que de golpe había gastado toda su fuerza, como cuando un juguete que abre los ojos a fuerza del impulso de las pilas se quedan a medio abrir, o medio cerrar según se mire.
Al cabo de dos horas de estar completamente a oscuras, me asomé por entre los barrotes al salón, debía ir con cuidado, el suelo de la casa es de madera, de manera que como si fuera un ladrón, saqué la cabeza por la esquina de la baranda, no estaba allí, me sobresalté. Hoy ruido en la cocina, al cabo de dos minutos apareció con el jersey, estaba medio dormida, se volvió a acurrucar delante del fuego y al parecer se volvió a dormir. ¡Me habría gustado tanto ser pintor para poder retratarla como estaba…!. No podía tener frio donde estaba, a solo un metro del cristal del kit de la estufa, permanecía acurrucada, solo se le veía tapado medio cuerpo y las rodillas, el trasero desnudo y las piernas dobladas, le daban un aspecto que jamás había contemplado en una mujer. Estaba preciosa, medio hundida, en medio del pelo de la gruesa colcha de piel.
Así estuve contemplándola largo rato, mientas mi mente imaginaba, solucionaba teóricamente aspectos de su personalidad. Si poder evitarlo, me quedé dormido allí, con la cabeza apoyada en el antebrazo. Llegaron los sonidos de la mañana, con ellos la luz matutina, que se colaba por entre cortinas y ventanas. Me desperté sobresaltado, no sabía bien donde estaba, pero percibí el olor de café recién hecho. Retrocedí como si fuera un indio apache que estuviera vigilando a una presa, golpeé la puerta de la habitación, como para que se apercibiera de que salía de ella. Me metí en el cuarto de baño, y tomé una ducha sin jabón, cuando salí del baño ella se estaba vistiendo, había usado el baño de abajo.
“¿Qué gallito mío, has dormido a gusto en la escalera?, debes estar baldado, seguro que tienes las marcas de las tablas en el cuerpo”.  “Oye, ¿y tú cómo sabes…”. No terminé de hacer la pregunta, porque era evidente que me había visto, quizás cuando estaba dormido, subiera  arriba para algo y no quiso despertarme.  “Oye Rocío, al fin y al cabo he obedecido ¿no?”.  “Si claro, en esto no cabe discusión alguna, pero me pregunto por qué”.  “Pues porque te quiero y quería vigilar tú sueño”.  “Pues mira tú por dónde, he vigilado yo el tuyo”.  “Tú qué crees que significa esto”.  “¿Qué me quieres igual que yo te quiero a ti?”.  “Eso es, creo que has dado en el clavo”.  Trablanca ha sido una especie de misterio para mucha gente. Hay algunos vecinos que son jóvenes, se han instalado en el pueblo, para dar un golpe de timón a sus vidas, desafortunadamente, yo no puedo hacer lo mismo con mi negocio, no puedo estar ausente de forma indefinida.
“¿Qué pasaría si viniéramos a vivir aquí Josué?, podrías cambiar de oficio, a lo mejor resultaría en beneficio mutuo para ambos”.  “No estás hablando en serio”.  “Claro que sí, yo puedo vender mi local y la vivienda en un abrir y cerrar de ojos, podrías hacer tú lo mismo. Vendes la parte del negocio que te corresponde y comenzamos de cero aquí. No creas que es un capricho mío, ni algo que se me ha ocurrido a voz de pronto”.  “No sé, ¿y de qué viviríamos aquí?”.  “Pues de hacer cosas a mano, como las que hago en la isla, con otros materiales quizás, pero básicamente lo mismo. Tengo algunos contactos bastante importantes, a los que no les importaría que cambiara el catálogo de piezas”.
Ese día, comí mal, e hice la digestión peor aun. Me estaba hablando en serio, ella podría seguir poniendo su rótulo de handmade a los paquetes que enviaría por correo a los clientes, pero ¿y yo, que iba a hacer?.
“El trabajo que yo hago, también lo puedes hacer tú. Nos podemos complementar para que salga mejor y más rápido. Créeme, es cuestión de atención e imaginación, nada más”.  “No sé si serías capaz de soportar los inviernos que se pasan aquí, las gentes de montaña son como las propias cabras montesas, se adaptan a todo. Nosotros somos recién llegados, no podemos pretender ser como ellos de la noche a la mañana”.  “Pues nos adaptamos, no es imposible, es cuestión de establecer prioridades en la vida. Si nos lo proponemos, seguro que podremos”.
Estuve de acuerdo con ella, la quiero, eso significa en mi caso, que quiero terminar mis días a su lado, si las circunstancias lo permiten, siempre hay  peros, impedimentos, imponderables, cosas que surgen en la vida, pero que pueden surgir aquí o en la isla.
Era consciente, de que a quién me costaría explicar todo este asunto era a mi padre Gonzalo, un hombre, que siempre nos había hecho andar como una vela, tanto a mi hermana Lourdes como a mí. Con ella era más condescendiente, la niña de sus ojos, que ya de pequeñita, le tiraba de la nariz, le cantaba canciones que había aprendido en el colegio, en fin, esas cosas, que a menudo hace que los padres establezcan preferencias de forma natural.
A la vuelta de esas mini vacaciones, con quién primero hable fue con él. Cuando se enteró de los pormenores del paso que iba a dar, no se le ocurrió más que decir  “Tú estás loco Josué, te has bebido el entendimiento, esto que me cuentas es demencial. ¿Cómo puedes pensar que este asunto te va a salir bien?. Si esperas que te dé mi beneplácito, estás equivocado. ¿Quién te ha metido una cosa así en la cabeza?, seguro que alguna mujer por la que has perdido el sentido, ¡santo dios…!”.
Por otra parte, Rocío dejó los cabos atados al cabo de un par de semanas. Apalabró la venta de su casa con una inmobiliaria, y me dijo que en un mes más, lo tendría todo dispuesto. Con la operación de la venta, ganaría del orden de trescientos mil euros limpios. Hay que ver como se cotizan las casitas de la isla. Y porque tenía algo de prisa en vender, si no, habría sacado más.
Me ha llamado por teléfono, me dice que ya lo tiene todo empaquetado, y me pregunta si a la casa de Trablanca, puede llevar un halcón que era de sus abuelos y un par de cosas más, le he contestado que sí, que no hay problema, espacio hay de sobras. Las negociaciones con David mi socio, son un poco más lentas, no tengo que vender una casa, tengo que vender un negocio, un negocio que arroja buenos dividendos, pero que por el momento David no tiene. Bueno, no tiene todo el dinero, en mis cuentas, me tiene que dar medio millón de euros, comprendo que esa es mucha pasta.
Quedamos en que me haría una transferencia bancaria por una cifra inicial, luego haría pagos sucesivos cada trimestre, dependiendo de la facturación que se hiciera, llegamos a un acuerdo. No era mucha presión para él, y a mí, me satisfacía el arreglo, por el momento dinero no me faltaba, podía permitirme pasar una buena temporada, ensayando con Rocío, mis habilidades, fabricando los complementos que ella hacía a mano.
Por fin estábamos iniciando nuestra nueva aventura, una vez instalados en la casa, cabía buscar un lugar donde poder estar tranquilos con todas las piezas de fabricación, y unas cuantas herramientas muy rudimentarias, que servían para ensartar las piedrecitas, asegurar los cierres, y luego colgarlas por medidas, en unos alambres de acero, que distinguían los largos y los colores. Rocío trabajaba deprisa, tanto, que me era difícil aprender. Yo miraba la mesa improvisada donde estaba el material, y me volvía loco. Miles de pequeñas piezas taladradas por el centro que ella cogía con ayuda de una aguja, con una destreza increíble, parecía una máquina. Estaba alucinado, trataba de seguirla en esa maniobra, pero solo conseguía irritarme.
“No te compares conmigo Josué, yo tengo práctica desde hace muchos años. No desesperes, fíjate la meta en perfeccionar una maniobra, las demás llegarán solas, hazme caso”. Me hablaba sin levantar la vista de lo que estaba haciendo, y yo me desesperaba más todavía. Al cabo de un par de meses, comencé a ver el provecho de este trabajo manual, comenzaba a respirar más tranquilo, las agujetas de las dorsales y los glúteos comenzaron a amortiguarse, entonces me di cuenta de la tensión con que había estado trabajando.
Sin recordar lo que en el principio me dejó claro acerca de las relaciones sexuales, esa noche la busqué apasionadamente, la necesitaba, quería sentir su calor en toda la dimensión posible. Me llevé un susto de muerte, se puso de pie sobre la cama, saltó como un muelle, se cuadró delante de mí como si fuera un sargento, con los brazos en jarras, los ojos inyectados en sangre  “¿Pero tú que te has creído…?. Eres un patán de mierda, no me mires más a la cara, y haz el favor de largarte ajora mismo de la habitación”.
Tenía buenos motivos para pedirle perdón, y así lo hice, no me contestó, solo saltó de la cama y comenzó a tirarme lo que pilló a la cabeza. Fue un momento difícil, contarlo es una cosa, vivir una circunstancia así, es otra bien diferente. No se me ocurrió decirle nada en ese momento, ¿qué iba a hacer, pedirle perdón?, comenzaba a conocerla bien, y eso, habría estado de más. Cogí una manta del altillo del armario y me fui abajo delante del fuego, traté de imaginar cómo sería el día de trabajo siguiente, pero me lo quité de la cabeza, no valía la pena darle vueltas, así que me dormí escuchando música con los auriculares puestos.
“Tú y yo tenemos que hablar”. Ese fue mi despertar, sentada en el sofá, me miró fijamente. Cuando te pasa algo así, te coge a contrapié todo, en mis oídos todavía escuchaba la música de los auriculares, me los quité.  “Tienes razón Rocío, sé lo que me vas a decir, he metido la gamba hasta la rodilla…”. Se abalanzó sobre mí, y no paró hasta que reaccioné a sus deseos. Hicimos el amor durante un par de horas, besándonos y acariciándonos por  todo el cuerpo, ella quería más caricias, ofrecía su cuello para que lo besara, sus pechos para que los masajeara, una entrega completa. Al terminar, solo se me ocurrió decirle  “Rocío, sinceramente, no entiendo nada”.  “No hay nada que entender, así debe ser nuestra relación, ni más ni menos, te lo dije al principio y tú estuviste de acuerdo”.  “Si, ya, pero es que…”.  “No hay pero que valga, si no estás de acuerdo en cumplir lo que me prometiste, me lo dices y punto”. Viviendo en el culo del mundo, no me planteé que fuera a visitarla algún siquiatra, en primer lugar, porque no lo había, en segundo lugar, porque hubiera hecho falta su consentimiento para hacerlo.
Si nuestra relación tenía que basarse en el mando de uno de los dos, iríamos mal. Por eso con toda franqueza le hice saber mi parecer.  “No me puedo imaginar por lo que has pasado, debe de haber sido muy duro, pero por otra parte, pienso, que la relación de dos personas que se quieren, pasa por el respeto mutuo, es decir, por la consideración de ambos, de la tolerancia que dos personas deben de tener. En definitiva, pongo como ejemplo lo que acaba de pasar, ayer por la noche, si hubieras podido, me habrías trinchado, y sin embargo esta mañana, hemos ofrecido lo mejor de nosotros mismos en el plano sexual. Me parece un poco kafkiano”.
Sentada a horcajadas sobre mi torso…  “No hay nada de raro ni extraño Josué. En ocasiones, en mi interior, se encienden unas alarmas difíciles de explicar, se me hacen ingobernables, luego recapacito, y me doy cuenta de que he sido una estúpida. Sí, que me he portado como una niña pequeña, ten paciencia, trato de dominar ese comportamiento”.
No podía decirle que no, en el fondo, trataba de comprenderla, de asumir el sentimiento que sentía de que alguien la tocara sin quererlo ella.
Han pasado desde entonces, cinco años, a veces voy a visitarla, paga un alquiler por la casa, vive con una mujer algo mayor que ella, cuando me vuelvo a Palma, la hago algunos encargos que me pide, le hago llegar pedidos a clientes, que tiene en las islas desde hace años. La quiero con toda mi alma, jamás he podido salir con otra mujer, no sé si ella está estabilizada, yo no, a veces pienso, que me ha destrozado la vida. Pero no puedo evitar ir a verla a Trablanca, son mis vacaciones particulares.


                                                          -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
  







miércoles, 27 de marzo de 2013



                              LOS LIBROS.


Algunos amigos, me dicen cuando vienen a casa, que como puedo tener tantos libros y si me los he leído todos. Les contesto, que yo solo compro y en ocasiones me regalan, libros de mi interés.
No es que tenga una gran colección de enciclopedias, de diccionarios o libros de los que se ofertan en colección, con la compra de los periódicos del fin de semana. No, nada de eso, aunque respeto que otros lo hagan, pienso que mientras uno compra un libro, compra un trocito de conocimiento, que de ponerlo en práctica, nos ayuda a ser un poquito más felices.
Ahora, las plataformas digitales, han ayudado en buena medida, a diversificar el parecer de  filósofos, ensayistas, poetas y otros literatos.
Pero en honor a la  verdad, los ordenadores, se usan para cien mil prácticas, diferentes a esa.
Por supuesto que todo el mundo es libre de usar su ordenador de la manera que le plazca, internet se ha convertido, en una fuente de información ilimitada para todo el mundo. Pero si os he de ser franco, nada como tener un buen libro entre las manos, sentir el olor del papel, pasar las hojas, hasta tomar notas marginales cuando uno va recabando la información que en él se presenta, contrastarla, si se puede estudiarlos.
Esto es un placer, que no quiero que nadie me quite. Incluso si abres un libro que no es de tú máximo interés, sacas provecho de él, enriqueces el vocabulario, aprendes, desde palabras nuevas, a formas diferentes, de hacer frases de un modo equilibrado. Esto solo se aprende a base de leer, de leer notas marginales del mismo autor.
En mis estantes, tengo verdaderas joyas de la literatura, El Quijote, Guerra y Paz de L. Tolstoi, los Cuentos de E. A. Poe, Leviatán de Paul Auster, El Extranjero A. Camus, El corazón de las Tinieblas de Joseph Conrad, ¡tantos otros, que considero lectura imprescindible…!. Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.
Hay otro muchos libros que son una pura delicia, claro está que a muchos, cuando les mencionas a los clásicos griegos, te sueltan  “Vaya rollo oye, cualquiera sabe lo que querían decir esos tíos…”. Pues para saberlo, solo tienes que abrir uno de ellos, de ese modo puedes juzgar, antes no.
Es como decir tajantemente que no te gusta determinada comida sin antes probarla, no te puedes orientar por su aspecto, a menudo, ni siquiera por el olor que desprende, el olor y el sabor, son dos cosas distintas. Hace ya muchos años, -no recuerdo quién- me recomendó que leyera “Juan Salvador Gaviota”, de Richard Bach, es un libro fácil de leer, no es un adoquín de esos que impresiona nada más verlos, muy al contrario, es delgado, hasta diría que frágil por su aspecto, pero… cuantas cosas aprendí de este libro. Los libros que uno lee, partiendo de la base de algunos que nos puedan impactar más que otros, llenan de significado nuestras vidas.
Personalmente creo, que las circunstancias de la vida, cuando tienes los cimientos del conocimiento que te dan los libros, te la tomas de otra manera. Es posible que te identifiques con los personajes, que tengas actitudes parecidas. Hay que saber diferenciar, nunca me han gustado las narraciones de matanzas, aunque hay libros, que describen con detalle asuntos históricos que han sucedido. Me gustan los libros instructivos, aquellos donde se te invita a la reflexión, a poner en práctica determinado conocimiento.
Envidio a los escritores que manifiestan sin recato alguno lo que piensan, lo que sienten, esto es lo que nos fertiliza continuamente como humanos. Si alguien os regala un libro, o sencillamente se os ocurre comprarlo, no dejéis que coja polvo en una estantería antes de leerlo. No tiréis jamás un libro, regalarlo antes de eso. A alguien que no conocemos le puede ser muy útil.
Los libros son de alguna manera, los espejos de nuestra historia.


                                                           -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

martes, 26 de marzo de 2013



                EL CONCIERTO AL AIRE LIBRE.


Una noche inolvidable, de estas que hacen época, jamás olvidaré ese concierto. En casa de la familia Töpfer, unos amigos alemanes, que veraneaban en España.
No paraban de insistir que fuéramos a visitarlos a Alemania, ni mi esposa ni yo hablamos alemán, sin embargo, el matrimonio hablaba bastante bien español, correctísimo inglés, y francés.
Es el único idioma que domino algo, por causa de los antecedentes franceses de mi primera mujer. De forma que ya teníamos un buen comienzo, y dicho sea de paso, ninguna excusa para no acepar su invitación.
En avión, nos dirigimos a Estrasburgo, ellos nos estaban esperando en el aeropuerto. El viaje no fue pesado, se nos hizo corto. Mi esposa se pasó casi todo el tiempo cogida a mi brazo, eso de no tocar tierra firme no la complace mucho.
Al llegar, allí estaban, en la puerta de desembarque, cuatro meses sin vernos era bastante tiempo, acostumbraban a pasar en España gran parte del año. Pero curiosamente, cuando llegaba el verano, huían del calor.
Desde Estrasburgo nos dirigimos a su casa, ya en territorio alemán. Aquel territorio es completamente frondoso, selvático, verde. No hicimos más que tomar una carretera secundaria que llevaba a su casa, cuando comenzó a sonar en nuestros oídos una música celestial.
Los pájaros, que despertaban al grito de la primavera, se hacían notar por todas partes. Al final de una calle sin salida en una especie de urbanización, pero muy cerca del pueblo, está su casa.
¡Qué hermosura de lugar!, es como un pequeño paraíso concentrado en mitad de una propiedad de unos tres mil metros cuadrados. Nos instalaron en una habitación, que tenía delante un balcón, de seis metros de largo, dos grandes tumbonas de madera, cubiertas con sendos colchones forrados con tela rústica de algodón, invitaban a recibir el sol de la mañana.
La primera noche, caímos rendidos en la cama, después de cenar a las seis y media, intuía que se nos haría difícil acostumbrarnos a esos horarios. Pero no fue así, en medio de la algarabía de los pajarillos que ya se recogían en sus nidos, llego otra familia con la que habíamos tenido contacto, también tenían casa muy cerca de la suya en España, en la Costa Dorada, donde nosotros vivimos.
Con la familia Steiner, estuvimos tomando un té y unas pastas caseras en la glorieta que había en el exterior del jardín.
En un determinado momento, volví la cabeza, alertado por un ruido que se oía muy cerca de nosotros, ellos no le dieron importancia, una cierva y su cría comían tranquilamente a solo diez pasos nuestros.
Fue impresionante para nosotros. Para ellos no, cada día tenían un espectáculo parecido. Los pajarillos, andaban en derredor nuestro buscando alguna migaja de las sabrosas pastas que cocinaba Elen.
Nos tenían preparadas excursiones, visitas a castillos, paseos por el rio, encuentros con amigos y familia. Se pasó el tiempo de vacaciones, en un suspiro. Uno de los últimos días que estuvimos en Alemania, nos invitaron al concierto al aire libre, que se celebra en la ciudad de Bayreuth. A una hora en  coche por las fantásticas autopistas alemanas, llegamos a esta ciudad, más que una ciudad parece un gran jardín.
Todo cuidadísimo, limpio, que digo limpio, impoluto. Ninguna casa más alta de dos pisos, con una distribución magnífica, un mercado que nada tiene que ver con los mercados ambulantes que estamos acostumbrados a ver en nuestro país.
No me gustaría que se entendiera que allí viven mejor que nosotros, en términos generales. Pero si que es cierto, que tienen una calidad de vida, mejor que la nuestra. Fuimos a comer, éramos diez en total, ese día fue total, después de la comida salimos de la ciudad y plantaron unas mantas sobre la hierba, dormimos la siesta. El concierto de los pájaros, junto a la fragancia de las flores de la región, te envuelven en un poema bucólico.
Teócrito, el creador de esta poesía, y Virgilio el más claro exponente de este lenguaje, se reflejaban en el ambiente en el que estábamos.
El olor de la verbena, la salvia y lavanda, lo inundan todo con su perfume. A las cuatro tomamos te y pastas, luego camino del escenario que servía de auditorio para el concierto que se iba a dar. Mucha de la gente que conocía este acontecimiento, traían sus sillas plegables, otros como nosotros, nos reclinamos en el suelo sobre mantas, personas de toda condición acudían para escuchar el repertorio de música que esa tarde se iba a dar.
Música de El Anillo de los Nibelungos de Richard Wagner, piezas del concierto Spirit de Schubert, La Flauta Mágica de Mozart. Os puedo asegurar, que aquella música, me mantuvo con la piel de gallina, todo el tiempo.
La calidad de la música, la perfecta percepción de los instrumentos, el conjunto de todo ello, hacía que uno quisiera más y más. Al final, con un bis de una porción de la ópera Carmen, se terminó todo, estuvimos aplaudiendo cinco minutos, no había para menos.
Jamás he tenido una experiencia parecida, mi esposa me miraba con cara de estupor, tampoco ella estaba acostumbrada a escuchar música clásica en mitad de un ambiente como aquel. Tan solo por oír aquel concierto entre tanta gente echada en la hierba del auditorio, valía la pena hacer ese viaje. A pesar de haber en el auditorio miles de personas, no se oyó en el transcurso del concierto, ni una sola voz. Mientras escuchaba, me fijaba en los muchos niños pequeños que allí había, ni uno solo de ellos levantaba la voz, se movían de forma silenciosa, algunos muy pequeños cogían la cara de sus padres reclamando su atención, pero todo, en silencio.
Terminados los días de estancia en casa de la familia Topfer, cuando nos disponíamos a ir al aeropuerto, no paramos de darles las gracias, todo fue fenomenal, pero el concierto al  aire libre, fue lo mejor. No me preguntéis el porqué, pero esas dos horas, dentro de aquel auditorio informal y perfecto a la vez, me quedaron grabados en la memoria. Estoy deseando volver, mi esposa me quiere persuadir, por eso de no hacernos pesados.
Yo le contesto, que esa, es una experiencia que llena el corazón y la mente de armonía, de placer sano, de alivio al alma. ¡Ojalá tuviéramos aquí, acontecimientos de ese tipo, quizá nuestras vidas serían más ricas!.


                                                        -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


lunes, 25 de marzo de 2013



                                        UN AMARILLO DISTINTO.


En eso de los colores, cada cual los ve de modo diferente. No creas, los colores tienen determinada influencia en las personas, cada cual dice cosas diferentes, por ejemplo en el ámbito de la decoración.
Se dice que el rojo excita, mientras que el verde pálido tranquiliza, no sé yo, esto de los colores es un poco como la música, hay gente que se excita escuchando a Mozart, y otros se tranquilizan escuchando a Beethoven, o al revés, hay quién necesita música bien alta para estudiar o escribir, y otros, el más absoluto silencio. Nada es reprochable en este sentido.
Hace bastantes años atrás, mi abuelo me llevaba a una bodega que todavía existe hoy, cerca del barrio chino de Barcelona, es una peña taurina. Se tomaba un par o tres de barrechas o vermuts y volvíamos para casa. Para eso, cruzábamos el barrio chino, siempre me decía, que no contara a mis padres por donde habíamos vuelto a casa.
“No te preocupes abuelo, soy una tumba”, le decía yo. Pero pensándolo bien, luego me puse a deducir, el porqué le llamaban “barrio chino” si allí, nunca había visto a ningún chino. ¿Raro no?.
Bueno, el caso es que parece que como son bajitos la mayoría, deberían andar entre la gente sin ser vistos. Mira tú si era gilipollas.
Mi padre por otra parte, un republicano convencido como mi propio abuelo, que fue capitán, me contó un día, que este barrio se llamaba así, porque allí estaba todo el negocio de las putas de Barcelona, o la mayoría. Otro follón para mi cabeza, ¿qué tenían que ver los chinos con las putas?.
A medida que han pasado los años, me he apercibido que los chinos no son tan amarillos como yo creía, ni tienen todos, los ojos tan rasgados como pensaba. Chico, yo no sé qué ha pasado, pero creo, que en el fondo, es lo que yo pensaba al principio. Como son chiquitos, pasan desapercibidos, y como quién no quiere la cosa, han construido todo un imperio fuera de China.
¡Ándales detrás con los negocios que tienen…!, es para flipar, ¡unos bazares!, ¡unos almacenes de miles de metros cuadrados, donde venden de todo…!. Acompañé una vez a un amigo a Madrid, para cagarse, naves y naves llenas de todo lo imaginable. Mi amigo compra bolsos de imitación de marcas buenas, sobre todo, Louis Buitton, desde carteras y monederos hasta bolsos.
Todo imitado de los modelos de la última temporada, ahora los chinos me parecen diferentes, no solo por el aspecto del color, que no son tan amarillos como yo creía al principio, ni tan pobres, ¡menudo tinglado tienen montado en Europa!. Manejan la pasta a carros, si, es verdad que tienen sus mafias, pero ¿acaso no las hay entre los europeos?.
Hablo de gente importante, no cualquier pringado, no, gente de peso en la sociedad. Pero los chinos si conviene, los torean como les sale de allí, esta raza tan peculiar ha echado raíces en los lugares que más les conviene. Al principio eran los restaurantes, pero ahora… es que son los reyes del mambo.
Como ahora los chinos son diferentes, estoy por operarme un poco la geta y parecerme a ellos, a ver si así, salgo de la pobreza. ¡Hostias con los chinos…!. Nada oye, gente digna de admirar.


                                                         -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-




                             EL PATÍBULO.

Llámese patíbulo o bien cadalso, lo que está claro es que se usaba para dar muerte a un reo.
Sin embargo, a pesar de estas precisiones, millones de personas que no se suben a lugares alzados como los patíbulos, estamos condenados a muerte, por ser criminales, eso sí, sin saberlo.
Para nadie resulta extraño, saber que somos  prisioneros, de la sociedad que nos rodea, y que sin duda alguna, nos expone sin contemplación alguna a ser aupados en cualquier momento, a esta tarima condenatoria. Ser expuestos a una decapitación o a un ahorcamiento, sin ni siquiera darse cuenta los espectadores, que cualquiera de ellos puede ser la próxima víctima.
Las caras de horror de los condenados, definen con bastante autenticidad, que no saben por qué están ahí. No quieren morir, lo ven injusto, ellos no han hecho nada.
¿Pero es que no sabemos, que el simple hecho de ser personas, de quienes los órganos más variopintos de la sociedad, tengan nuestros datos, ya nos condena?. Por lo menos a estar controlados, a que todos sin excepción llevemos un chip, como los animales que tienen determinado dueño.
Nada se puede hacer por evitarlo. Los únicos que no están controlados de ese modo, son los millones de personas que a lo largo de una semana, mueren de hambre, o por causa de la guerra. Estos viven en países tercermundistas, ellos no importan, el sistema tiene ideado, un sistema preciso, que hace que sin necesidad de patíbulos –algo que sería muy costoso para matar a tantos cientos de miles de personas-, mueran nada más nacer.
Los cadalsos, hoy en día,  están construidos no de madera o de metal, están fabricados a base de armas biológicas, de elementos de simulación, que luego se nos explica como muertes por infecciones.
Los entes de comunicación, forman parte del vehículo ideal para convencer a todos, que una viruela, o el V.I.H, ha infectado a millones en determinado lugar, y alertan que esto se puede esparcir. ¡Qué burda forma de tratar de engañar a la gente!.
Millones de personas sumidas en la más triste de las pobrezas… y en la capital del mismo país, conferencias y tratados, comprometiéndose, a que todo, esto sea eliminado. Jefes de estado, mandatarios y ministros, gastan cantidades ingentes de dinero para esta ocasiones, luego, cuando cada cual vuelve a su país, estos mismos, mandan a sus secretarios (as), a que destruyan los papeles con sus firmas.
Necedad tras necedad, reunión tras reunión, acuerdo tras acuerdo, dinero y más dinero fluyendo de no se sabe dónde, que nos conduce a todos al patíbulo.


                                              -.-.-.-.-.-..--.-..-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

domingo, 24 de marzo de 2013



                     SER TORTUGA ES MÁS PRÁCTICO.


Eso es lo que oigo en cuanto salgo del trabajo. Dos compañeros, que siempre están estableciendo comparaciones, sobre lo que es mejor y peor, hablan sobre ese tema.
Tenemos un largo camino a pie, a lo largo de una pequeña carretera, hasta llegar a una mayor. Es allí donde nos espera un autobús de la empresa, que nos lleva, hasta una gran plaza, en la ciudad donde vivimos. Llegados allí, cada cual, toma su camino hacia casa, unos a pie, otros en coche, donde se hacinan cinco o seis de ellos, y otros en metro  otros medios de transporte público.
Yo, cada día, vuelvo con Salvador y Amador, bueno, llevamos el mismo camino, porque los tres vivimos con nuestras familias, en el mismo bloque de pisos de protección oficial.
“Pero hombre Amador, un pájaro tiene una vida mucho más corta hombre, y depende de cuales, son perseguidos, se les da caza, a uno porque los consideran alimañas, a otros porque son buenos para comer. No compares hombre, ¡un pájaro con una tortuga…! venga ya”.
“Mira tío, tú dirás lo que quieras, pero ¿sabes lo que es poder verlo todo desde el cielo?, haciendo cabriolas, planeando sobre las corrientes térmicas sin hacer ningún esfuerzo… tiene que ser la leche”.
“Sí, hasta que oyes ¡pummm!, y caes como un plomo al suelo. Te digo que es mucho más práctico ser tortuga. Vas por donde quieres, a tú bola, sin  preocuparte de nada más que en comer por el camino. Ahora unas briznas de hiervas aquí, ahora una lechuga por allá, he, y eso con todo lo que tienes a cuestas”.
“Cargando siempre con todo el peso del caparazón encima”.  “Si vale, pero ese caparazón es tú casa, nadie te lo puede quitar, ¿y cuánto es capaz de vivir una tortuga?, cien años o más”.  “Pero si ni siquiera son conscientes del tiempo leches”.  “La tortuga no, pero yo sí. Joder, poder vivir hasta los cien años…”.
En ese momento me pongo a pensar en el asunto, voy con ellos, pero no me meto en la conversación. Igual los desconcentro y me envían a hacer leches. Pero es verdad, ser tortuga es práctico, se juntan con algunas hembras a lo largo de su vida, procrean, y siguen su camino sin compromiso alguno.
Llego a casa y me pongo a buscar en internet ese asunto, no puedo apartar los ojos de las imágenes y videos que te ofrecen, es fantástico. Cuando hibernan, cuando se aparean y como lo hacen, de qué manera construyen los nidos las hembras…, todo parece salir de un cuento, pero es verdad. Lástima que tenga a mi espala a mi hija dándome la vara  “Va papá que necesito enviar un correo, llevas aquí más de una hora”.
Me dan ganas de decirle ¿quién ha pagado el ordenador ¿he?, pero tampoco es eso, no merece la pena discutir por un asunto así. Por otra parte, hace cosa de tres meses, que chatea con una chica del instituto, Mariluz mi mujer, cree que están enamoradas, vaya tontería. Como sea verdad, me la corto, no tenemos precedentes en la familia, de ninguna mujer que haya sido lesbiana.
En el instituto, los chavales deben ir de culo detrás de mi Andrea, es más guapa que un sol. Mira que Mariluz me lo ha dicho de veces  “Andrea se viste de manera rara, siempre quiere llevar pantalones, siempre de negro, no sé Tomás, se me hace que esta chica no es del todo normal”. ¿Cómo va a ir?, cómo van las jóvenes de hoy en día, ceñidas, algunas con cosas transparentes, pues eso, normal. Que juega al futbol?, normal también ¿no?, en los colegios tienen equipos de todo tipo, actividades deportivo escolares. Es diferente a cuando yo iba al cole, ahora todo ha cambiado a mejor en este sentido.
A las seis y media de la mañana del siguiente día, estamos todos en la parada del bus. Salvador y Amador, siguen con el mismo tema de ayer  “A veces pienso que me gustaría ser una tortuga, quizás sea por evitar problemas, reconozco que es un poco egoísta, pero oye, visto como están las cosas hoy día, sería guay ser como ellas, vagabundear por esos caminos de dios sin que nadie te pida responsabilidades. Además, las tortugas están protegidas, son una especie en vías de extinción”.
Ahora, con mucho tacto, intervengo en la conversación  “Estoy de acuerdo contigo Salvador, no ocasionar problemas a nadie, ni que nadie te los ocasione a ti debe de ser chulo, ir por libre quiero decir”.  “¿Lo ves Amador?, Tomás piensa igual que yo, ¿a que es mejor ser tortuga que pájaro?”.  “Hombre… ese es mi punto de vista, pero por otra parte, comprendo lo que quiere decir Amador. Poder volar debe dar una sensación de libertad increíble”. Así continuamos a lo largo del camino, hablando y hasta riéndonos de nosotros mismos.
Amador dice entonces  “Hay que ver que tiempecito, no recuerdo tanta lluvia desde hace cinco o seis años que el rio inundó la carretera”.  “Es verdad tío, es increíble los destrozos que están causando estas lluvias”.
El autobús se fue de lado, justo cuando comenzamos cruzar el puente de Santa Esmeralda, el quitamiedos, era como si fuera una barrera de cartón para aquel monstruo en el que íbamos subidos. Conductores que venían detrás nuestro, a cierta distancia, le dijeron a la policía, que fue como si una mano invisible, nos hubiera levantado del suelo. Caímos como un plomo por el barranco, dando tumbos, todos gritando, solo me dio tiempo un instante, en pensar en los míos.
Cuando llegamos al fondo del barranco, solo quedaron vivos, quince, de todos los que viajábamos en el autobús. Me sacaron con vida, pero fue tanto el tiempo que tuvimos que estar allí abajo, hasta que nos rescataran, que me dio tiempo de mirar a mi alrededor boca abajo, miraba dentro del autobús y a la vez fuera, por mi lado pasó una tortuga a paso ligero, media casi dos palmos de largo, eso me pareció a mí.
En el hospital, con las dos piernas ya amputadas, en un hilo de voz, Mariluz dice que solo me oyó decir  “Quiero ser tortuga, quiero ser tortuga, es lo más práctico”. Después de unas horas de estar en el hospital expiré. Desde entonces recorro los campos y los montes, a veces con esfuerzo, otras no tanto, ¡que feliz soy ahora que he cambiado de vida!.


                                              -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

sábado, 23 de marzo de 2013


                
                     ES MUY DIFICIL SER UN RECIÉN LLEGADO.


Treinta y seis semanas, a fuerza de nadar fácilmente dentro de una minúscula piscina, así llegué yo. Un recién llegado, que ni siquiera tenía un futuro definido.
Poco más de cuatro kilos de carne ansiosa de respirar, unos breves segundos para que en mi interior y de forma automática, se cerraran unas válvulas, para que se abrieran otras.
Estas son las que dan paso al llanto, al gemido, a la señal de la vida. Mi pobre madre, harta de apretar para que atravesara la última frontera, respiró por fin tranquila, sudorosa, pero confortada.
Tratando de expulsar de mi interior, fluidos que hasta entonces me mantuvieron vivo, fui ayudado, no sé por quién ni como, para que extrajera todo lo que me impedía respirar de forma acompasada, normal, con determinadas pulsaciones del minúsculo corazón que se formó dentro de mí.
No pude tener auténtica consciencia, hasta bastante tiempo después. No sé como transcurrió ese tiempo, es uno de esos detalles, que no acabas de apreciar, hasta que la razón comienza a destellar dentro de tú cerebro.
Ya vestía ropas de niño, a mí alrededor todo era juego, risas, alegría, descubrimientos sorprendentes. Como cuando vi, a la primera mariposa de mi vida, posarse sobre mi hombro, un día de verano.
Ese día descubrí también, sin saber muy bien porque, que no a todos de la familia, le había alegrado mi llegada. Tengo unos tíos, -él es hermano de mi padre-, que les caigo como el culo, ¿yo que les he hecho?, me preguntaba continuamente. Nada, eso es lo que descubrí después, que no tuvieron un hijo para que jugara conmigo.
¿Qué puedes hacer entonces, que podía hacer yo en una situación así?. Tratar de ser cariñosos con ellos, gracioso, hacerles carantoñas, bromas, cosas así.
Pero esto no surtió ningún efecto positivo, un in de semana que pasamos en la granja que tenían en Martorell, las pasé muy putas. Recibí sin ningún motivo cuatro leches que se me hincharon las mejillas y todo. Isaías mi tío, aprovechó que no había nadie alrededor para empujarme a la alberca que tienen para regar. Imagínate, a finales de septiembre, y la alberca llena de agua pozo.
Pues encima le dijo a mi padre, que me había puesto a jugar cerca, y que pasando con el carrito de las verduras, le impedí el paso.  “como estaba en mitad del camino cuando pasaba con el carrito, sin querer, me he tropezado con Moisés y se ha caído al agua, le he dado unos golpes para que entre en calor…”. Embustero, más que embustero.
¡La madre que lo trajo…!, y mis padres encima me dieron la bronca, me prohibieron que anduviera por la zona de la huerta mientras estuviera mi tío trabajando allí. ¡Hay que tener mala leche!. Pasó por mi lado cien veces esos dos días que estuve bajo la higuera de delante de la masía, cada vez que lo hacía me guiñaba el ojo con malicia.
O sea, que cuando eres pequeño, no eres plato de buen gusto para todo el mundo. Y eso es solo el principio. Cuando me inscribieron en el colegio, las primeras semanas, era el foco de atención de unos cuantos desaprensivos, que siempre andaban buscando greña. Lo típico, tres de ellos que habían hecho una camarilla, no dejaban que pusiera un pie en el patio sin meterse conmigo. Si no era por un motivo, por otro. Hasta que dejaban de incordiarte porque llegaba un chaval nuevo.
En ocasiones, he llegado a pensar, lo bien que estaba dentro de la barriga de mi madre. Ya sé que suena un poco disparatado, pero eso es lo que pensaba. Jobar, dentro de su barriga, protegido, nadando como si fuera un pez, perfeccionándome dentro de aquel magnífico entorno. ¿Porqué se le ocurriría parirme, con lo feliz que era allí?.
Cosas de la naturaleza, supongo que no me podía quedar más tiempo que el necesario. Cuando llegaron las vacaciones de Semana Santa –tenía para entonces diez años-, fuimos de nuevo a casa de mi tío Isaías, cuando estábamos a punto de volver a casa, mi tío me cogió por el nervio del hombro apretando con fuerza, yo no rechisté, pero me cagué en todas sus muelas  “¿Sabes a quién le debes estar vivo chaval?”. Yo no podía articular palabra del daño que me hacía  “A mí, porque Moisés significa salvado de las aguas”.  “Gracias tío…”, contesté apretando los dientes.
“Así me gusta Moisés, que seas agradecido. Que no se te olvide lo que tú tío hizo por ti”. Me dio un pescozón y nos fuimos.
Años más tarde, me eché novia, era más guapa que un sol. Pero se conoce que estaba predestinado a ser un infeliz, una noche en la que fui con unos amigos al cine y que Rosario me dijo que no podía acompañarme, porque sus padres no la dejaban volver a casa tan tarde, me la encontré con los amigos en las filas de atrás del cine, sobándose con uno que no conocía.
Porque los amigos me retuvieron, que si no…, se habría enterado esa guarra de lo que vale un peine.  “Déjala Moisés, mañana hablas con ella y ya está, esta chavala no te merece”. ¡Vaya sesión de cine me dio la muy…!. Entonces pensé, que lo más sabio era ignorarla, ¡ya tendría la ocasión de devolverle el gol que me metió!.
Esto y muchas más cosas que pasan en la vida, me fueron convenciendo de que es muy difícil ser un recién llegado al mundo. Pero estoy equivocado, ahora tengo una familia, tengo dos hijos, y hasta donde yo sé, ellos pasan por las mismas experiencias que yo, o cualquier otro hijo de vecino.
Nadie es una excepción, todos tenemos nuestros más y nuestros menos en la vida. Todos formamos parte de la naturaleza egoísta, y a veces ruin del alma humana. Todos tenemos nuestra idiosincrasia, genéticamente o adquirida, esta nos lleva a cada cual, a tener patrones de conducta, desarrollado según el entorno, la formación o la naturaleza de nuestro desarrollo.
Pero en definitiva, si queréis que os diga la verdad, bueno, mi verdad, es, que es muy difícil ser un recién llegado a la vida, y seguirá así siempre.


                                                      -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


viernes, 22 de marzo de 2013



                          ME GUSTARÍA SER…     PARTE 2.


Una de esas invisibles caras, que con mofletes inflados, y labios redondeados, sueltan los vientos que traen las suaves brisas primaverales, para deleite de los mortales.
Granito de arena del desierto, que es transportada de acá para allá, y que cambia en minutos el aspecto del mal visto desierto.
Formar parte del oscuro mar, ver bailar a las ballenas, parir a sus ballenatos, alzar sus cuerpos fuera del agua como si quisieran volar, con esas aletas, que parecen querer ser minúsculas alas.
Ser fuego, que aspira el aire para mantenerse vivo, que calienta las frías almas de las gentes del monte.
Llegar a ser, célula de piel enamorada, que ayuda a la excitación del amor, que se retuerce y se llena a la llamada del abrazo, a la convulsión del beso.
¡Me gustaría ser tantas cosas, y todas a la vez…!.
Estar lleno de amor sin rencores, accesible a todos los débiles de la Tierra, ser como un mecenas altruista, de todos los errores que se cometen a nuestro alrededor.
Pero ese, es otro tema.


                                                         -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-  

jueves, 21 de marzo de 2013



                             SOLOS EN LA OSCURIDAD.


Tengo que decirte muchas cosas que pienso vida mía, pero necesito que esté la luz apagada.
Puedes elegir el lugar, nuestra habitación o nuestro comedor, incluso nuestra cocina, es igual, pero necesito que no veas mis ojos.
El porqué, te lo diré entonces, en la oscuridad, por favor, ni siquiera se te ocurra encender una vela que alumbre nuestros ojos. Hay ocasiones en las que las confidencias, deben hacerse a oscuras.
No esperes que te diga nada demasiado importante, tampoco nada que no lo sea.
Sencillamente, debo decirte algo, que tú ya sabes, algo que traspasa las fronteras de lo infinito, es un sentimiento de alegría inmensa, una indefinible sensación, que la luz no debe ver, solo puede oír.
Todavía estoy en el tema de cómo decírtelo, no sé muy bien cómo puedes interpretarlo, espero que bien, no dando saltos de alegría claro, pero si sé, que conociéndote, sabrás darle el valor que merece.
Te preguntarás que es lo que puede ser, yo lo sé, pero solo puedo decírtelo, cuando estemos a oscuras.
Las luces del día, van y vienen, en un instante, pasamos del sol a la oscuridad, pero seguimos viendo nuestros rostros, de manera que así no puedo hablar contigo de esto.
Sí, puede parecer estúpido, incluso alucinante que me exprese así. Pero es una condición inapelable, carente de sentido para unos, para otros, un ensayo dirigido al pensamiento íntimo.
Para ti, no sé lo que será, después de que hable contigo a oscuras. Creo que sabrás comprender los motivos que me llevan a esta condición.
Sabes que no soy un melancólico, salvo por alguna música que a menudo escucho, algunas canciones me recuerdan vivencias pasadas, pero no se trata de eso de lo que quiero hablar.
Haz un espacio en tú corazón para que pueda decirte a oscuras, eso que es tan importante para mí.


                                                         -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-





   
                                     PARA ESCRIBIR UN LIBRO…


Estoy convencido, que todos, en una etapa u otra de la vida, hemos pensado que lo que nos ha sucedido, es motivo para escribir un libro.
Así es la vida, experiencias, circunstancias, alegrías y fracasos, que nos hacen pensar a menudo, que somos especiales. Los humanos, somos por naturaleza, orgullosos, y eso hace que a menudo, determinemos que somos únicos a la hora de evaluar las cosas que nos suceden a lo largo de la vida.
Pruébalo un día de esos, dile a cualquier amigo tuyo  “Puñetas chico, lo que a ti te ha pasado a lo largo de la vida, es como para escribir un best seller”. Dilo con cara circunspecta, con aire de asombro, incluso pon un poco cara de sorpresa si cabe. Verás que la reacción siempre es la misma  “¡Madre mía si yo te contara…!”. A renglón seguido, prepárate a escuchar con atención, lo que tenga que decirte, quedarás sorprendido. Lo he probado en diferentes ocasiones, y casi siempre, con el mismo resultado.
 Entramos en el tema de la exageración de algunas vivencias, hay quién no, que habla con sinceridad, que dice sencillamente, que lo que ha vivido es lo que vive cualquier persona en circunstancias parecidas. Pero… ¿qué circunstancias son esas?, es muy difícil determinarlo. Cada persona es un universo, dentro de cada uno de nosotros, se alojan los mismos defectos y cualidades, pero se manifiestan de forman diferente, según nuestro propio carácter y personalidad.
Adolfo forma parte de una… digamos especie diferente de personas. Es un buen amigo desde hace años, muy buena gente, pero hermético, casi sin palabras, uno de esos tíos que no habla por no ofender. Al principio de conocernos, -hace de eso ya unos cuantos años-, yo estaba un poco acojonado, inspiraba respeto, se ponía las manos entrecruzadas en la espalda, y podíamos pasarnos media tarde casi sin hablar, paseando, a veces pensaba francamente “que diferente de pasear con mi mujer, que no deja de hablar ni un instante, y parar a todas las amigas y conocidas por la calle”.
Quedábamos para ir a comprar el pan Adolfo y yo. ¡Qué delicia oye…!, compramos el pan después de saludarnos, damos un paseo corto, casi siempre el mismo, y volvemos cada cual a su casa. No es que sea mudo, no, pero habla, cuando él considera que tiene que hablar. Cuando lo hace, no dice cualquier cosa que se le ocurra, habla de cosas, que sabe que compartimos en común, eso indica, que antes de todo esto, ha sabido escuchar, que conoce lo que es importante para mí. Es confortante que te consideren así, ¿qué cuáles son sus aficiones?, la pesca, la lectura y la contemplación de la naturaleza.
Ayer, su mujer y la mía, se han acercado a Barcelona para comprar algo en las rebajas, las acompaña otra amiga que está viuda.  “¿Qué te parece si en lugar de comprar el pan, comemos juntos en La Masía?”.  “Bien, es una buena idea, después nos vamos al cine, ¿te place?”. La propuesta por su parte de ir a comer, ha sido una idea, que no se me había pasado por la cabeza. De hecho lo hubiéramos podido hacer alguna vez más, no es la primera ocasión que tenemos, su mujer y la mía, tienen muchas cosas en común, así que salen de vez en cuando, a hacer cosas juntas. Viniendo de Adolfo, esta invitación hay que aprovecharla, es una de esas cosas, que te pasan pocas veces en la vida.
Pues bien, justo después de comer, Adolfo se abre, como si fuera un libro, que comienzas a leer por el primer capítulo. No hablamos de pesca, ni del buen tiempo que se acerca, me cuenta cosas de su vida, de cómo llegó al pueblo a vivir con su mujer, de la injusticia de toda una vida pagando impuestos, para encontrarse en el desamparo, ahora que es mayor. De una casa que tiene, en una urbanización, en un pueblo cerca de Barcelona. De los errores que ha cometido en la vida, que se casó sin amor ninguno con su mujer, que ha tenido que aprender a amarla con los años, de los tres hijos que tienen en común.
Después de los cafés y una copa de brandy, paga y nos levantamos. Fuera del restaurante, vuelve a ser una tumba. Regresamos silenciosos a casa, cuando llegamos a la esquina de su calle  “Bueno, yo me voy para casa a echarme un rato. Me lo he pasado muy bien contigo hoy, hasta mañana”. Lo observo un instante, él sabe que lo observo mientras sube el primer trecho de escaleras, se vuelve y me saluda con la mano. Así es Adolfo, uno de los mejores amigos que tengo. Parece, que cuando va con su mujer, no sea una persona enamorada, nada más lejos de la realidad, toda su vida, ha estado ligada a esta  mujer, que aunque no lo proclama, ha sido su tabla de salvación, para estar enamorado, no hace falta ir por la calle dándose el pico continuamente, simplemente, es estar feliz en la convivencia con la otra persona, Adolfo lo está.
Por lo que sé, ella siempre ha ido adonde él ha querido, hecho lo que él ha hecho, discutir como las demás parejas han discutido, y hasta han pasado crisis dentro de la pareja, alguna de ellas seria. Pero ahí están, juntos, con un solo pensamiento, haciendo y deshaciendo cosas en pareja. Puede que en determinadas circunstancias, uno habría hecho las cosas diferentes, las hubiera enfocado de otro modo, pero eso es lo de menos, lo importante es que se han hecho, que de algún modo, las decisiones que se han tomado han desarrollado lazos entre la pareja.
Ellos, llevan veintiocho años juntos, Adolfo me ha confesado que no es amigo de cumpleaños, de santos, de fiestas de Navidad o cosas por el estilo, que lo celebra, porque tras ellos hay toda una familia, que incluye nietos, a los que les gustan los regalos del día de Reyes, tienen hasta un biznieto, fruto de la imprudencia de una nieta, a la que Adolfo quiere mucho.
Es lo que él dice  “¿Para qué sirven los reproches y los arrepentimientos?, para nada, o mejor dicho, si que sirven, pero casi siempre es, para que uno se amargue la sangre”.
Es evidente, que este hombre, ha tenido que pasar cosas muy duras en la vida, casualmente, por medio de su esposa María, charlando un día que coincidimos en el supermercado, me contó que Adolfo, siempre les daba algo de dinero a los chicos que están esperando a la gente que deja los carritos,  “Casi siempre les da el euro que saca del carrito, a este hombre que ves ahí, en concreto le he visto dándole más que eso. Yo ya le digo que muchas veces se lo gastan en vicios, pero me contesta que ese no es su problema”. Entonces, le explica su esposa, que seguramente lo hace, porque el anduvo por la calle casi cuatro años, el novio de su madre lo echó de casa. Allí, llegó un momento, que estaba de más, de manera que cogió un poco de ropa y se fue, no quería que aquel tío lo acabara matando. Le explicó a su madre, que no quería ser un impedimento para su felicidad.
La madre, lo quería mucho, pero no sabía si marchando de casa Adolfo, salvaría la vida de este. El novio de su madre, les daba unas palizas de muerte a ambos. Su madre, siempre llevaba un pañuelo en el bolsillo, para morderlo cuando le atizaba. Le decía, que si gritaba y venía la policía por ese motivo, le cortaría el cuello. Llevaba siempre encima una navaja de doble filo, automática, y la blandía delante de la cara de su madre, cada vez que llegaba a casa borracho como una cuba.
La pobre mujer, tenía las rodillas destrozadas de fregar suelos, trabajaba catorce horas cada día en diferentes casas, pero cuando llegaba a casa, su novio, le quitaba los cuartos, le daba de palos y luego la violaba. Esa era la vida de aquella pobre mujer. Hasta que un día, de acuerdo con su hermana que vivía en la otra punta de la ciudad, se fue de casa, a vivir con ella. Buscó en mil y un lugar a su hijo, pero no pudo dar con él. Al paso de los años, fue él quien la encontró, pero ya estaba a las puertas de la muerte, eso lo marcó de por vida.
Al contrario que otras personas que han pasado por esa experiencia, Adolfo aprendió lo bueno de todo aquello, se hizo una persona de bien. Valía la pena tenerlo como amigo, un hombre así, te puede enseñar muchas cosas.
Este caso, demuestra claramente, que cualquiera de nosotros podemos escribir un libro, con algunas variaciones, con un sinfín de vivencias diferentes, todos podemos recordar y contar, todo aquello que nos ha sucedido.
Adolfo no lo ha hecho, tampoco yo, pero invito a que cualquiera que vive su propia vida a que lo haga, siempre es un motivo de satisfacción leerse a si mismo.


                                                -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

martes, 19 de marzo de 2013


  
                           SIEMPRE NEGOCIOS…


Desde que salí de la universidad, mi padre siempre me decía  “Hijo aprovecha todo lo que has aprendido, para ser un hombre de provecho. Invierte la carrera que has aprendido, haz que esta sociedad sea más próspera, más rica y más eficaz. A partir de ahora debes labrarte un futuro, así, toda tú familia estará orgullosa de ti”.
Con el paso de los años, he tratado precisamente de hacer eso, labrarme un futuro, claro está que esto pasa por hacer negocios, por eso estudié ciencias económicas. Y ahora, después de no sé cuantos años que han pasado, me pregunto  “¿A qué me ha llevado todo esto?”. Estoy imputado en varios casos de corrupción, en los que ni siquiera sé cómo he llegado a meterme.
Tengo a toda mi familia sufriendo por mí, a mi esposa y mis cuatro hijos, a otros parientes a los que persigue la prensa, estoy hecho una mierda. Hace meses que no duermo más de tres horas seguidas, y cuando lo hago, es por puro agotamiento. Os juro, que en la mitad de las cosas en las que dicen que estoy metido, no tengo la más mínima idea, de cómo ni quién, me ha metido en este ajo.
A excepción de la pequeña Ruth, en casa no me habla ni dios, ella es demasiado pequeña para darse cuenta de todo el circo mediático que hay a su alrededor. Cuando llego a casa, sea el juzgado o del trabajo, corre a abrazarme y me pide que la ayude con los deberes. ¡Joder, vaya puta vida!. Se me ha puesto el cabello blanco en cuestión de medio año, saco expedientes en la oficina, le digo a mi secretaria que busque en los archivos, nombres de personas, nombres de empresas, ojo, entonces salen siglas de políticos… dios mío… ¿dónde me he metido?.
En las comparecencias en el juzgado, el juez me pregunta cosas que desconozco, nombres, cifras de millones de euros, nombres de empresas, ¿yo que sé cuántas cosas más?. Lamentablemente soy para mi desgracia, más famoso que el papa. ¡Tendríais que ver la nube de periodistas que esperan a que salga de casa…, o a que llegue, da igual!.
Un día me dice el juez  “Mire usted, estos papeles están firmados por usted, hemos corroborado su firma, tenemos cientos de papeles con su firma compulsada que demuestran que usted compró estas casas, además de estas tres fincas en Salamanca…”  “Señoría, no entiendo nada, las firmas puede que sean mías, no lo niego, pero no tengo ni idea, de cómo ni de qué manera, aparece mi firma en estos documentos”.  “Vaya, así que no lo sabe ¿he?”. Me acerco al micro de la sala y me reafirmo  “No, señoría”,  “Bien puede marcharse”. Cuándo dice eso el juez, me parece que me han cargado en la espalda, un saco de cemento. Tengo que investigar por mi cuenta, he de descubrir que es lo que pasa aquí.
Salomé, mi secretaria, está haciendo más horas extras que en toda su vida. Antes de todo esto, también hacía horas, pero conmigo a solas, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. En cuanto la miraba de determinada manera, ya sabía que ese día, llegaría tarde a su casa, llamaba por teléfono al tontarra de Antonio, su marido, y le soltaba la excusa del trabajo. Nunca le discutía nada el pobre hombre, aceptaba con resignación y con un  “Hasta luego cariño, o hasta mañana, no sé si estaré despierto para cuando llegues”, se terminaba la conversación.  
Ni eso me puedo permitir ahora, no está el horno para bollos. Ella quiere, lo mismo que el primer día de entablar esa amistad…, íntima se podría decir, pero es que a mí, ni se me levanta. Ella al principio hacía esfuerzos, y conseguía algún que otro éxito, pero lo que es ahora… nada de nada, ¡qué pena dios con lo que yo he llegado a ser…!.
Después de la ducha esta mañana, me he detenido sin quererlo en el espejo del baño, me he mirado bien, hago una cara que parece un culo, que digo culo, la mayoría de los mortales lo deben tener mejor que mi cara. Mi esposa Mari Cielo, no me dice nada y ceo que es por respeto, o por temor, no lo sé, ahora comienzo a darme cuenta, de que tengo a todos atemorizados en casa, ese debe ser el motivo, por el cual, casi no me dirigen la palabra. Joder, que cruel he sido, pero cualquiera va ahora a sentarlos a todos en la mesa para excusarse.
El problema es, que ni siquiera sé cómo hacerlo, nunca jamás he pedido disculpas a nadie, y  menos a mi propia familia. ¿Cómo lo hago, que les digo, de qué me excuso?. Vaya una faena les he hecho, y todo, porque terceras personas me han metido en esta espiral. Bueno, reconozco que yo he tenido la culpa, por lo menos en parte, pero explicarle esto a un juez, me pondría en la picota. Nada, nada, hay que dejarlo correr y esperar a ver, si alguno de ellos se pone en contacto conmigo, puñetas con muchos de ellos somos amigos desde la universidad, e incluso antes de eso, con la mayoría de ellos, hemos estudiado en el mismo colegio de jesuitas.
Pero quita, aquellos tiempos no eran los de ahora, allí nos jugábamos alguna que otra sanción si nos pillaban haciendo algo mal, pero lo que es ahora…, es para cagarse.
Algunas veces resuenan en mi cabeza las palabras de mi padre, era un tipo ambicioso, ecléctico, de ideas propias, con nosotros, sus hijos, era inflexible, ya desde pequeños. Supongo que crecimos con esa filosofía propia de un carácter como el suyo, tan enraizadas tengo estas ideas suyas, que me es imposible dejarlas de lado, forman parte de mi personalidad. ¡Cuánto desearía desprenderme de ese rancio traje que llevo encima, pero es imposible, ahora, hay que apechugar con las consecuencias.
Por último, mi consejo para quién quiera hacer negocios hoy. Sed honrados trabajadores, no os queráis aprovechar de la estupidez de la gente, primero, porque la gente no es estúpida, puede que sean pobres, pero estúpidos no. Lo segundo, que la gente tiene corazón, lo mismo que nosotros, los listos, los ricos, los que sabemos salir airosos de cualquier trance, los que pretendemos saberlo todo de todos. Que más temprano que tarde, se enterarán de nuestras elucubraciones.
Mientras, despreciamos el don que los humanos tenemos de ser felices y hacer felices a los nuestros, en lugar de tenerlos en el punto de mira por nuestra culpa. No vale la pena hacer negocios, si con ello perdemos a nuestras esposas y a nuestros hijos, nada puede justificar esa pérdida de respeto de su parte, por ganar de forma fácil, cuatro duros extras, por hacer favores indebidos a unas cuantas sabandijas, que no quieren de nosotros, más que nuestra capacidad para hacer negocios, y solucionar problemas de “personas”, que están en la cumbre y querer ganarnos su favor.
Los años pasan volando, y con ellos, la edad de nuestros hijos, de nuestra esposa, incluso la de nuestras amantes. Para qué hacer negocios de esa clase...


                                                 -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-