LOS LIBROS.
Algunos amigos, me dicen cuando
vienen a casa, que como puedo tener tantos libros y si me los he leído todos.
Les contesto, que yo solo compro y en ocasiones me regalan, libros de mi
interés.
No es que tenga una gran
colección de enciclopedias, de diccionarios o libros de los que se ofertan en
colección, con la compra de los periódicos del fin de semana. No, nada de eso,
aunque respeto que otros lo hagan, pienso que mientras uno compra un libro,
compra un trocito de conocimiento, que de ponerlo en práctica, nos ayuda a ser
un poquito más felices.
Ahora, las plataformas digitales,
han ayudado en buena medida, a diversificar el parecer de filósofos, ensayistas, poetas y otros
literatos.
Pero en honor a la verdad, los ordenadores, se usan para cien
mil prácticas, diferentes a esa.
Por supuesto que todo el mundo es
libre de usar su ordenador de la manera que le plazca, internet se ha convertido,
en una fuente de información ilimitada para todo el mundo. Pero si os he de ser
franco, nada como tener un buen libro entre las manos, sentir el olor del
papel, pasar las hojas, hasta tomar notas marginales cuando uno va recabando la
información que en él se presenta, contrastarla, si se puede estudiarlos.
Esto es un placer, que no quiero
que nadie me quite. Incluso si abres un libro que no es de tú máximo interés,
sacas provecho de él, enriqueces el vocabulario, aprendes, desde palabras
nuevas, a formas diferentes, de hacer frases de un modo equilibrado. Esto solo
se aprende a base de leer, de leer notas marginales del mismo autor.
En mis estantes, tengo verdaderas
joyas de la literatura, El Quijote, Guerra y Paz de L. Tolstoi, los Cuentos de
E. A. Poe, Leviatán de Paul Auster, El Extranjero A. Camus, El corazón de las
Tinieblas de Joseph Conrad, ¡tantos otros, que considero lectura imprescindible…!.
Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.
Hay otro muchos libros que son
una pura delicia, claro está que a muchos, cuando les mencionas a los clásicos griegos,
te sueltan “Vaya rollo oye, cualquiera
sabe lo que querían decir esos tíos…”. Pues para saberlo, solo tienes que abrir
uno de ellos, de ese modo puedes juzgar, antes no.
Es como decir tajantemente que no
te gusta determinada comida sin antes probarla, no te puedes orientar por su
aspecto, a menudo, ni siquiera por el olor que desprende, el olor y el sabor,
son dos cosas distintas. Hace ya muchos años, -no recuerdo quién- me recomendó
que leyera “Juan Salvador Gaviota”, de Richard Bach, es un libro fácil de leer,
no es un adoquín de esos que impresiona nada más verlos, muy al contrario, es
delgado, hasta diría que frágil por su aspecto, pero… cuantas cosas aprendí de
este libro. Los libros que uno lee, partiendo de la base de algunos que nos
puedan impactar más que otros, llenan de significado nuestras vidas.
Personalmente creo, que las
circunstancias de la vida, cuando tienes los cimientos del conocimiento que te
dan los libros, te la tomas de otra manera. Es posible que te identifiques con
los personajes, que tengas actitudes parecidas. Hay que saber diferenciar,
nunca me han gustado las narraciones de matanzas, aunque hay libros, que
describen con detalle asuntos históricos que han sucedido. Me gustan los libros
instructivos, aquellos donde se te invita a la reflexión, a poner en práctica
determinado conocimiento.
Envidio a los escritores que
manifiestan sin recato alguno lo que piensan, lo que sienten, esto es lo que
nos fertiliza continuamente como humanos. Si alguien os regala un libro, o
sencillamente se os ocurre comprarlo, no dejéis que coja polvo en una
estantería antes de leerlo. No tiréis jamás un libro, regalarlo antes de eso. A
alguien que no conocemos le puede ser muy útil.
Los libros son de alguna manera,
los espejos de nuestra historia.
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