EL CONCIERTO AL AIRE LIBRE.
Una noche inolvidable, de estas
que hacen época, jamás olvidaré ese concierto. En casa de la familia Töpfer,
unos amigos alemanes, que veraneaban en España.
No paraban de insistir que
fuéramos a visitarlos a Alemania, ni mi esposa ni yo hablamos alemán, sin
embargo, el matrimonio hablaba bastante bien español, correctísimo inglés, y
francés.
Es el único idioma que domino
algo, por causa de los antecedentes franceses de mi primera mujer. De forma que
ya teníamos un buen comienzo, y dicho sea de paso, ninguna excusa para no
acepar su invitación.
En avión, nos dirigimos a
Estrasburgo, ellos nos estaban esperando en el aeropuerto. El viaje no fue
pesado, se nos hizo corto. Mi esposa se pasó casi todo el tiempo cogida a mi
brazo, eso de no tocar tierra firme no la complace mucho.
Al llegar, allí estaban, en la
puerta de desembarque, cuatro meses sin vernos era bastante tiempo,
acostumbraban a pasar en España gran parte del año. Pero curiosamente, cuando
llegaba el verano, huían del calor.
Desde Estrasburgo nos dirigimos a
su casa, ya en territorio alemán. Aquel territorio es completamente frondoso,
selvático, verde. No hicimos más que tomar una carretera secundaria que llevaba
a su casa, cuando comenzó a sonar en nuestros oídos una música celestial.
Los pájaros, que despertaban al
grito de la primavera, se hacían notar por todas partes. Al final de una calle
sin salida en una especie de urbanización, pero muy cerca del pueblo, está su
casa.
¡Qué hermosura de lugar!, es como
un pequeño paraíso concentrado en mitad de una propiedad de unos tres mil
metros cuadrados. Nos instalaron en una habitación, que tenía delante un
balcón, de seis metros de largo, dos grandes tumbonas de madera, cubiertas con
sendos colchones forrados con tela rústica de algodón, invitaban a recibir el
sol de la mañana.
La primera noche, caímos rendidos
en la cama, después de cenar a las seis y media, intuía que se nos haría
difícil acostumbrarnos a esos horarios. Pero no fue así, en medio de la algarabía
de los pajarillos que ya se recogían en sus nidos, llego otra familia con la
que habíamos tenido contacto, también tenían casa muy cerca de la suya en
España, en la Costa Dorada, donde nosotros vivimos.
Con la familia Steiner, estuvimos
tomando un té y unas pastas caseras en la glorieta que había en el exterior del
jardín.
En un determinado momento, volví
la cabeza, alertado por un ruido que se oía muy cerca de nosotros, ellos no le
dieron importancia, una cierva y su cría comían tranquilamente a solo diez
pasos nuestros.
Fue impresionante para nosotros.
Para ellos no, cada día tenían un espectáculo parecido. Los pajarillos, andaban
en derredor nuestro buscando alguna migaja de las sabrosas pastas que cocinaba
Elen.
Nos tenían preparadas
excursiones, visitas a castillos, paseos por el rio, encuentros con amigos y
familia. Se pasó el tiempo de vacaciones, en un suspiro. Uno de los últimos
días que estuvimos en Alemania, nos invitaron al concierto al aire libre, que
se celebra en la ciudad de Bayreuth. A una hora en coche por las fantásticas autopistas
alemanas, llegamos a esta ciudad, más que una ciudad parece un gran jardín.
Todo cuidadísimo, limpio, que
digo limpio, impoluto. Ninguna casa más alta de dos pisos, con una distribución
magnífica, un mercado que nada tiene que ver con los mercados ambulantes que
estamos acostumbrados a ver en nuestro país.
No me gustaría que se entendiera
que allí viven mejor que nosotros, en términos generales. Pero si que es
cierto, que tienen una calidad de vida, mejor que la nuestra. Fuimos a comer,
éramos diez en total, ese día fue total, después de la comida salimos de la
ciudad y plantaron unas mantas sobre la hierba, dormimos la siesta. El
concierto de los pájaros, junto a la fragancia de las flores de la región, te envuelven
en un poema bucólico.
Teócrito, el creador de esta
poesía, y Virgilio el más claro exponente de este lenguaje, se reflejaban en el
ambiente en el que estábamos.
El olor de la verbena, la salvia
y lavanda, lo inundan todo con su perfume. A las cuatro tomamos te y pastas,
luego camino del escenario que servía de auditorio para el concierto que se iba
a dar. Mucha de la gente que conocía este acontecimiento, traían sus sillas
plegables, otros como nosotros, nos reclinamos en el suelo sobre mantas, personas
de toda condición acudían para escuchar el repertorio de música que esa tarde
se iba a dar.
Música de El Anillo de los
Nibelungos de Richard Wagner, piezas del concierto Spirit de Schubert, La
Flauta Mágica de Mozart. Os puedo asegurar, que aquella música, me mantuvo con
la piel de gallina, todo el tiempo.
La calidad de la música, la
perfecta percepción de los instrumentos, el conjunto de todo ello, hacía que
uno quisiera más y más. Al final, con un bis de una porción de la ópera Carmen,
se terminó todo, estuvimos aplaudiendo cinco minutos, no había para menos.
Jamás he tenido una experiencia
parecida, mi esposa me miraba con cara de estupor, tampoco ella estaba
acostumbrada a escuchar música clásica en mitad de un ambiente como aquel. Tan
solo por oír aquel concierto entre tanta gente echada en la hierba del
auditorio, valía la pena hacer ese viaje. A pesar de haber en el auditorio
miles de personas, no se oyó en el transcurso del concierto, ni una sola voz. Mientras
escuchaba, me fijaba en los muchos niños pequeños que allí había, ni uno solo
de ellos levantaba la voz, se movían de forma silenciosa, algunos muy pequeños
cogían la cara de sus padres reclamando su atención, pero todo, en silencio.
Terminados los días de estancia
en casa de la familia Topfer, cuando nos disponíamos a ir al aeropuerto, no
paramos de darles las gracias, todo fue fenomenal, pero el concierto al aire libre, fue lo mejor. No me preguntéis el
porqué, pero esas dos horas, dentro de aquel auditorio informal y perfecto a la
vez, me quedaron grabados en la memoria. Estoy deseando volver, mi esposa me
quiere persuadir, por eso de no hacernos pesados.
Yo le contesto, que esa, es una
experiencia que llena el corazón y la mente de armonía, de placer sano, de
alivio al alma. ¡Ojalá tuviéramos aquí, acontecimientos de ese tipo, quizá
nuestras vidas serían más ricas!.
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