SER TORTUGA ES MÁS
PRÁCTICO.
Eso es lo que oigo en cuanto
salgo del trabajo. Dos compañeros, que siempre están estableciendo
comparaciones, sobre lo que es mejor y peor, hablan sobre ese tema.
Tenemos un largo camino a pie, a
lo largo de una pequeña carretera, hasta llegar a una mayor. Es allí donde nos
espera un autobús de la empresa, que nos lleva, hasta una gran plaza, en la
ciudad donde vivimos. Llegados allí, cada cual, toma su camino hacia casa, unos
a pie, otros en coche, donde se hacinan cinco o seis de ellos, y otros en metro otros medios de transporte público.
Yo, cada día, vuelvo con Salvador
y Amador, bueno, llevamos el mismo camino, porque los tres vivimos con nuestras
familias, en el mismo bloque de pisos de protección oficial.
“Pero hombre Amador, un pájaro
tiene una vida mucho más corta hombre, y depende de cuales, son perseguidos, se
les da caza, a uno porque los consideran alimañas, a otros porque son buenos
para comer. No compares hombre, ¡un pájaro con una tortuga…! venga ya”.
“Mira tío, tú dirás lo que
quieras, pero ¿sabes lo que es poder verlo todo desde el cielo?, haciendo
cabriolas, planeando sobre las corrientes térmicas sin hacer ningún esfuerzo…
tiene que ser la leche”.
“Sí, hasta que oyes ¡pummm!, y
caes como un plomo al suelo. Te digo que es mucho más práctico ser tortuga. Vas
por donde quieres, a tú bola, sin
preocuparte de nada más que en comer por el camino. Ahora unas briznas
de hiervas aquí, ahora una lechuga por allá, he, y eso con todo lo que tienes a
cuestas”.
“Cargando siempre con todo el
peso del caparazón encima”. “Si vale,
pero ese caparazón es tú casa, nadie te lo puede quitar, ¿y cuánto es capaz de
vivir una tortuga?, cien años o más”. “Pero
si ni siquiera son conscientes del tiempo leches”. “La tortuga no, pero yo sí. Joder, poder
vivir hasta los cien años…”.
En ese momento me pongo a pensar
en el asunto, voy con ellos, pero no me meto en la conversación. Igual los
desconcentro y me envían a hacer leches. Pero es verdad, ser tortuga es
práctico, se juntan con algunas hembras a lo largo de su vida, procrean, y
siguen su camino sin compromiso alguno.
Llego a casa y me pongo a buscar
en internet ese asunto, no puedo apartar los ojos de las imágenes y videos que
te ofrecen, es fantástico. Cuando hibernan, cuando se aparean y como lo hacen,
de qué manera construyen los nidos las hembras…, todo parece salir de un
cuento, pero es verdad. Lástima que tenga a mi espala a mi hija dándome la
vara “Va papá que necesito enviar un
correo, llevas aquí más de una hora”.
Me dan ganas de decirle ¿quién ha
pagado el ordenador ¿he?, pero tampoco es eso, no merece la pena discutir por
un asunto así. Por otra parte, hace cosa de tres meses, que chatea con una
chica del instituto, Mariluz mi mujer, cree que están enamoradas, vaya tontería.
Como sea verdad, me la corto, no tenemos precedentes en la familia, de ninguna
mujer que haya sido lesbiana.
En el instituto, los chavales
deben ir de culo detrás de mi Andrea, es más guapa que un sol. Mira que Mariluz
me lo ha dicho de veces “Andrea se viste
de manera rara, siempre quiere llevar pantalones, siempre de negro, no sé
Tomás, se me hace que esta chica no es del todo normal”. ¿Cómo va a ir?, cómo
van las jóvenes de hoy en día, ceñidas, algunas con cosas transparentes, pues
eso, normal. Que juega al futbol?, normal también ¿no?, en los colegios tienen
equipos de todo tipo, actividades deportivo escolares. Es diferente a cuando yo
iba al cole, ahora todo ha cambiado a mejor en este sentido.
A las seis y media de la mañana
del siguiente día, estamos todos en la parada del bus. Salvador y Amador,
siguen con el mismo tema de ayer “A
veces pienso que me gustaría ser una tortuga, quizás sea por evitar problemas,
reconozco que es un poco egoísta, pero oye, visto como están las cosas hoy día,
sería guay ser como ellas, vagabundear por esos caminos de dios sin que nadie
te pida responsabilidades. Además, las tortugas están protegidas, son una
especie en vías de extinción”.
Ahora, con mucho tacto,
intervengo en la conversación “Estoy de
acuerdo contigo Salvador, no ocasionar problemas a nadie, ni que nadie te los
ocasione a ti debe de ser chulo, ir por libre quiero decir”. “¿Lo ves Amador?, Tomás piensa igual que yo,
¿a que es mejor ser tortuga que pájaro?”.
“Hombre… ese es mi punto de vista, pero por otra parte, comprendo lo que
quiere decir Amador. Poder volar debe dar una sensación de libertad increíble”.
Así continuamos a lo largo del camino, hablando y hasta riéndonos de nosotros mismos.
Amador dice entonces “Hay que ver que tiempecito, no recuerdo
tanta lluvia desde hace cinco o seis años que el rio inundó la carretera”. “Es verdad tío, es increíble los destrozos
que están causando estas lluvias”.
El autobús se fue de lado, justo
cuando comenzamos cruzar el puente de Santa Esmeralda, el quitamiedos, era como
si fuera una barrera de cartón para aquel monstruo en el que íbamos subidos.
Conductores que venían detrás nuestro, a cierta distancia, le dijeron a la
policía, que fue como si una mano invisible, nos hubiera levantado del suelo.
Caímos como un plomo por el barranco, dando tumbos, todos gritando, solo me dio
tiempo un instante, en pensar en los míos.
Cuando llegamos al fondo del
barranco, solo quedaron vivos, quince, de todos los que viajábamos en el
autobús. Me sacaron con vida, pero fue tanto el tiempo que tuvimos que estar
allí abajo, hasta que nos rescataran, que me dio tiempo de mirar a mi alrededor
boca abajo, miraba dentro del autobús y a la vez fuera, por mi lado pasó una
tortuga a paso ligero, media casi dos palmos de largo, eso me pareció a mí.
En el hospital, con las dos
piernas ya amputadas, en un hilo de voz, Mariluz dice que solo me oyó
decir “Quiero ser tortuga, quiero ser
tortuga, es lo más práctico”. Después de unas horas de estar en el hospital
expiré. Desde entonces recorro los campos y los montes, a veces con esfuerzo,
otras no tanto, ¡que feliz soy ahora que he cambiado de vida!.
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