SIEMPRE NEGOCIOS…
Desde que salí de la universidad,
mi padre siempre me decía “Hijo
aprovecha todo lo que has aprendido, para ser un hombre de provecho. Invierte
la carrera que has aprendido, haz que esta sociedad sea más próspera, más rica
y más eficaz. A partir de ahora debes labrarte un futuro, así, toda tú familia
estará orgullosa de ti”.
Con el paso de los años, he
tratado precisamente de hacer eso, labrarme un futuro, claro está que esto pasa
por hacer negocios, por eso estudié ciencias económicas. Y ahora, después de no
sé cuantos años que han pasado, me pregunto
“¿A qué me ha llevado todo esto?”. Estoy imputado en varios casos de
corrupción, en los que ni siquiera sé cómo he llegado a meterme.
Tengo a toda mi familia sufriendo
por mí, a mi esposa y mis cuatro hijos, a otros parientes a los que persigue la
prensa, estoy hecho una mierda. Hace meses que no duermo más de tres horas
seguidas, y cuando lo hago, es por puro agotamiento. Os juro, que en la mitad
de las cosas en las que dicen que estoy metido, no tengo la más mínima idea, de
cómo ni quién, me ha metido en este ajo.
A excepción de la pequeña Ruth,
en casa no me habla ni dios, ella es demasiado pequeña para darse cuenta de
todo el circo mediático que hay a su alrededor. Cuando llego a casa, sea el
juzgado o del trabajo, corre a abrazarme y me pide que la ayude con los
deberes. ¡Joder, vaya puta vida!. Se me ha puesto el cabello blanco en cuestión
de medio año, saco expedientes en la oficina, le digo a mi secretaria que
busque en los archivos, nombres de personas, nombres de empresas, ojo, entonces
salen siglas de políticos… dios mío… ¿dónde me he metido?.
En las comparecencias en el
juzgado, el juez me pregunta cosas que desconozco, nombres, cifras de millones
de euros, nombres de empresas, ¿yo que sé cuántas cosas más?. Lamentablemente
soy para mi desgracia, más famoso que el papa. ¡Tendríais que ver la nube de
periodistas que esperan a que salga de casa…, o a que llegue, da igual!.
Un día me dice el juez “Mire usted, estos papeles están firmados por
usted, hemos corroborado su firma, tenemos cientos de papeles con su firma
compulsada que demuestran que usted compró estas casas, además de estas tres
fincas en Salamanca…” “Señoría, no
entiendo nada, las firmas puede que sean mías, no lo niego, pero no tengo ni
idea, de cómo ni de qué manera, aparece mi firma en estos documentos”. “Vaya, así que no lo sabe ¿he?”. Me acerco al
micro de la sala y me reafirmo “No,
señoría”, “Bien puede marcharse”. Cuándo
dice eso el juez, me parece que me han cargado en la espalda, un saco de
cemento. Tengo que investigar por mi cuenta, he de descubrir que es lo que pasa
aquí.
Salomé, mi secretaria, está
haciendo más horas extras que en toda su vida. Antes de todo esto, también hacía
horas, pero conmigo a solas, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.
En cuanto la miraba de determinada manera, ya sabía que ese día, llegaría tarde
a su casa, llamaba por teléfono al tontarra de Antonio, su marido, y le soltaba
la excusa del trabajo. Nunca le discutía nada el pobre hombre, aceptaba con
resignación y con un “Hasta luego
cariño, o hasta mañana, no sé si estaré despierto para cuando llegues”, se
terminaba la conversación.
Ni eso me puedo permitir ahora,
no está el horno para bollos. Ella quiere, lo mismo que el primer día de
entablar esa amistad…, íntima se podría decir, pero es que a mí, ni se me
levanta. Ella al principio hacía esfuerzos, y conseguía algún que otro éxito,
pero lo que es ahora… nada de nada, ¡qué pena dios con lo que yo he llegado a
ser…!.
Después de la ducha esta mañana,
me he detenido sin quererlo en el espejo del baño, me he mirado bien, hago una
cara que parece un culo, que digo culo, la mayoría de los mortales lo deben
tener mejor que mi cara. Mi esposa Mari Cielo, no me dice nada y ceo que es por
respeto, o por temor, no lo sé, ahora comienzo a darme cuenta, de que tengo a
todos atemorizados en casa, ese debe ser el motivo, por el cual, casi no me
dirigen la palabra. Joder, que cruel he sido, pero cualquiera va ahora a
sentarlos a todos en la mesa para excusarse.
El problema es, que ni siquiera
sé cómo hacerlo, nunca jamás he pedido disculpas a nadie, y menos a mi propia familia. ¿Cómo lo hago, que
les digo, de qué me excuso?. Vaya una faena les he hecho, y todo, porque
terceras personas me han metido en esta espiral. Bueno, reconozco que yo he
tenido la culpa, por lo menos en parte, pero explicarle esto a un juez, me
pondría en la picota. Nada, nada, hay que dejarlo correr y esperar a ver, si
alguno de ellos se pone en contacto conmigo, puñetas con muchos de ellos somos
amigos desde la universidad, e incluso antes de eso, con la mayoría de ellos,
hemos estudiado en el mismo colegio de jesuitas.
Pero quita, aquellos tiempos no
eran los de ahora, allí nos jugábamos alguna que otra sanción si nos pillaban
haciendo algo mal, pero lo que es ahora…, es para cagarse.
Algunas veces resuenan en mi
cabeza las palabras de mi padre, era un tipo ambicioso, ecléctico, de ideas
propias, con nosotros, sus hijos, era inflexible, ya desde pequeños. Supongo
que crecimos con esa filosofía propia de un carácter como el suyo, tan
enraizadas tengo estas ideas suyas, que me es imposible dejarlas de lado,
forman parte de mi personalidad. ¡Cuánto desearía desprenderme de ese rancio traje
que llevo encima, pero es imposible, ahora, hay que apechugar con las
consecuencias.
Por último, mi consejo para quién
quiera hacer negocios hoy. Sed honrados trabajadores, no os queráis aprovechar de
la estupidez de la gente, primero, porque la gente no es estúpida, puede que
sean pobres, pero estúpidos no. Lo segundo, que la gente tiene corazón, lo
mismo que nosotros, los listos, los ricos, los que sabemos salir airosos de
cualquier trance, los que pretendemos saberlo todo de todos. Que más temprano que
tarde, se enterarán de nuestras elucubraciones.
Mientras, despreciamos el don que
los humanos tenemos de ser felices y hacer felices a los nuestros, en lugar de
tenerlos en el punto de mira por nuestra culpa. No vale la pena hacer negocios,
si con ello perdemos a nuestras esposas y a nuestros hijos, nada puede
justificar esa pérdida de respeto de su parte, por ganar de forma fácil, cuatro
duros extras, por hacer favores indebidos a unas cuantas sabandijas, que no
quieren de nosotros, más que nuestra capacidad para hacer negocios, y
solucionar problemas de “personas”, que están en la cumbre y querer ganarnos su
favor.
Los años pasan volando, y con
ellos, la edad de nuestros hijos, de nuestra esposa, incluso la de nuestras
amantes. Para qué hacer negocios de esa clase...
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