martes, 19 de marzo de 2013


  
                           SIEMPRE NEGOCIOS…


Desde que salí de la universidad, mi padre siempre me decía  “Hijo aprovecha todo lo que has aprendido, para ser un hombre de provecho. Invierte la carrera que has aprendido, haz que esta sociedad sea más próspera, más rica y más eficaz. A partir de ahora debes labrarte un futuro, así, toda tú familia estará orgullosa de ti”.
Con el paso de los años, he tratado precisamente de hacer eso, labrarme un futuro, claro está que esto pasa por hacer negocios, por eso estudié ciencias económicas. Y ahora, después de no sé cuantos años que han pasado, me pregunto  “¿A qué me ha llevado todo esto?”. Estoy imputado en varios casos de corrupción, en los que ni siquiera sé cómo he llegado a meterme.
Tengo a toda mi familia sufriendo por mí, a mi esposa y mis cuatro hijos, a otros parientes a los que persigue la prensa, estoy hecho una mierda. Hace meses que no duermo más de tres horas seguidas, y cuando lo hago, es por puro agotamiento. Os juro, que en la mitad de las cosas en las que dicen que estoy metido, no tengo la más mínima idea, de cómo ni quién, me ha metido en este ajo.
A excepción de la pequeña Ruth, en casa no me habla ni dios, ella es demasiado pequeña para darse cuenta de todo el circo mediático que hay a su alrededor. Cuando llego a casa, sea el juzgado o del trabajo, corre a abrazarme y me pide que la ayude con los deberes. ¡Joder, vaya puta vida!. Se me ha puesto el cabello blanco en cuestión de medio año, saco expedientes en la oficina, le digo a mi secretaria que busque en los archivos, nombres de personas, nombres de empresas, ojo, entonces salen siglas de políticos… dios mío… ¿dónde me he metido?.
En las comparecencias en el juzgado, el juez me pregunta cosas que desconozco, nombres, cifras de millones de euros, nombres de empresas, ¿yo que sé cuántas cosas más?. Lamentablemente soy para mi desgracia, más famoso que el papa. ¡Tendríais que ver la nube de periodistas que esperan a que salga de casa…, o a que llegue, da igual!.
Un día me dice el juez  “Mire usted, estos papeles están firmados por usted, hemos corroborado su firma, tenemos cientos de papeles con su firma compulsada que demuestran que usted compró estas casas, además de estas tres fincas en Salamanca…”  “Señoría, no entiendo nada, las firmas puede que sean mías, no lo niego, pero no tengo ni idea, de cómo ni de qué manera, aparece mi firma en estos documentos”.  “Vaya, así que no lo sabe ¿he?”. Me acerco al micro de la sala y me reafirmo  “No, señoría”,  “Bien puede marcharse”. Cuándo dice eso el juez, me parece que me han cargado en la espalda, un saco de cemento. Tengo que investigar por mi cuenta, he de descubrir que es lo que pasa aquí.
Salomé, mi secretaria, está haciendo más horas extras que en toda su vida. Antes de todo esto, también hacía horas, pero conmigo a solas, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. En cuanto la miraba de determinada manera, ya sabía que ese día, llegaría tarde a su casa, llamaba por teléfono al tontarra de Antonio, su marido, y le soltaba la excusa del trabajo. Nunca le discutía nada el pobre hombre, aceptaba con resignación y con un  “Hasta luego cariño, o hasta mañana, no sé si estaré despierto para cuando llegues”, se terminaba la conversación.  
Ni eso me puedo permitir ahora, no está el horno para bollos. Ella quiere, lo mismo que el primer día de entablar esa amistad…, íntima se podría decir, pero es que a mí, ni se me levanta. Ella al principio hacía esfuerzos, y conseguía algún que otro éxito, pero lo que es ahora… nada de nada, ¡qué pena dios con lo que yo he llegado a ser…!.
Después de la ducha esta mañana, me he detenido sin quererlo en el espejo del baño, me he mirado bien, hago una cara que parece un culo, que digo culo, la mayoría de los mortales lo deben tener mejor que mi cara. Mi esposa Mari Cielo, no me dice nada y ceo que es por respeto, o por temor, no lo sé, ahora comienzo a darme cuenta, de que tengo a todos atemorizados en casa, ese debe ser el motivo, por el cual, casi no me dirigen la palabra. Joder, que cruel he sido, pero cualquiera va ahora a sentarlos a todos en la mesa para excusarse.
El problema es, que ni siquiera sé cómo hacerlo, nunca jamás he pedido disculpas a nadie, y  menos a mi propia familia. ¿Cómo lo hago, que les digo, de qué me excuso?. Vaya una faena les he hecho, y todo, porque terceras personas me han metido en esta espiral. Bueno, reconozco que yo he tenido la culpa, por lo menos en parte, pero explicarle esto a un juez, me pondría en la picota. Nada, nada, hay que dejarlo correr y esperar a ver, si alguno de ellos se pone en contacto conmigo, puñetas con muchos de ellos somos amigos desde la universidad, e incluso antes de eso, con la mayoría de ellos, hemos estudiado en el mismo colegio de jesuitas.
Pero quita, aquellos tiempos no eran los de ahora, allí nos jugábamos alguna que otra sanción si nos pillaban haciendo algo mal, pero lo que es ahora…, es para cagarse.
Algunas veces resuenan en mi cabeza las palabras de mi padre, era un tipo ambicioso, ecléctico, de ideas propias, con nosotros, sus hijos, era inflexible, ya desde pequeños. Supongo que crecimos con esa filosofía propia de un carácter como el suyo, tan enraizadas tengo estas ideas suyas, que me es imposible dejarlas de lado, forman parte de mi personalidad. ¡Cuánto desearía desprenderme de ese rancio traje que llevo encima, pero es imposible, ahora, hay que apechugar con las consecuencias.
Por último, mi consejo para quién quiera hacer negocios hoy. Sed honrados trabajadores, no os queráis aprovechar de la estupidez de la gente, primero, porque la gente no es estúpida, puede que sean pobres, pero estúpidos no. Lo segundo, que la gente tiene corazón, lo mismo que nosotros, los listos, los ricos, los que sabemos salir airosos de cualquier trance, los que pretendemos saberlo todo de todos. Que más temprano que tarde, se enterarán de nuestras elucubraciones.
Mientras, despreciamos el don que los humanos tenemos de ser felices y hacer felices a los nuestros, en lugar de tenerlos en el punto de mira por nuestra culpa. No vale la pena hacer negocios, si con ello perdemos a nuestras esposas y a nuestros hijos, nada puede justificar esa pérdida de respeto de su parte, por ganar de forma fácil, cuatro duros extras, por hacer favores indebidos a unas cuantas sabandijas, que no quieren de nosotros, más que nuestra capacidad para hacer negocios, y solucionar problemas de “personas”, que están en la cumbre y querer ganarnos su favor.
Los años pasan volando, y con ellos, la edad de nuestros hijos, de nuestra esposa, incluso la de nuestras amantes. Para qué hacer negocios de esa clase...


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