ADIOS ALMA, OLA ESPÍRITU
¡Pobrecillo
está muerto, calló del nido cuando no debía y ahora casi sin plumas, está
siendo consumido por las hormigas que han detectado su cadáver! Son pequeños
animalitos que han perdido pie del nido donde se encontraban y se han precipitado
contra el suelo. Claro que los padres los echan de menos, pero nada pueden
hacer por recuperarlos, han perdido su alma y se han convertido en espíritus
que vagan por entre el espacio infinito. ¿Los recordará alguien? Al fin de
cuentas, nadie cavó una tumba que identificara el lugar de su muerte.
A
los humanos nos sucede más o menos lo mismo, se tiene consideración de nuestra
muerte, se nos llora, se nos entierra y se nos tiene presentes con determinado
duelo, recordamos a aquella persona, el bien que hizo, lo que significó para
nosotros, pero… poco más, tenemos muchas cosas de las que ocuparnos cuando
alguien perece. Esa es la razón del porqué las cosas se aceleran cuando un ser
humano falta de su lugar, sea la condición que tenga y lo rico o pobre que sea.
Hay que enterrarlo ya, y tardar lo menos posible, somos corruptibles y cuanto
más tardemos en preparar el entierro más olerá el cadáver.
Muchos
tienen dudas de donde va a parar el espíritu de la persona, si al cielo o al
infierno, pero nadie se atreve a juzgar el lugar a donde descansa esta alma
llena de bondad y cariño hacia los demás. Incluso algunos se aventuran a sacar
conclusiones, de si murió por causa del tabaco, el vino o los abusos de la
carne. Lo real es que está muerto y nadie lo va a resucitar, salvo que una fuerza
todopoderosa lo saque de este letargo, de este sueño indefinido, lo tiene mal
para ir a para entre los vivos de nuevo. Hubo un tiempo que creía a pies
juntillas que yo sería uno de estos privilegiados, que mi espíritu volvería a
aquel que me lo dio y sería de nuevo tan feliz como antes, si cabe, más que
cuando llevaba esta vida llena de inquietudes. Pero nadie salvo escritos
sagrados, me ha mostrado lo contrario.
El
caso es, que no hay pocos libros más o menos sagrados que te prometen que eso
es así, ¿Dónde va el espíritu del pobre pájaro muerto en extrañas
circunstancias? ¿Done va nuestro espíritu cuando morimos? Es una incógnita a la
que no se haya solución plausible. Sí es cierto que las religiones quieren dar
esperanza a las gentes que los siguen y les dibujan mundos nuevos donde el
hombre y la bestia pacen juntos, que no se devoran, que el león come paja junto
con el buey, pero hoy por hoy, esto es solo una quimera difícil de creer. Se
pinta a la humanidad satisfaciéndose de los frutos de los frutos de la tierra
en un sinfín de cosechas, en cambio viviendo como estamos haciéndolo hasta
ahora, solo cabe esperar una muerte segura y un espíritu que va a donde el
olvido reina.
Nadie
guarda luto por el gorrión que calló del árbol, nadie guarda luto por el familiar
ejemplar a quien la muerte se llevó de golpe, tuviera la edad que tuviera y
fuera la enfermedad que lo arrastrara a los infiernos.
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