domingo, 6 de marzo de 2016

SUFRIENDO SIN LLORAR

                                                        SUFRIENDO SIN LLORAR

El dolor siempre lo sufre quién está en mitad de la batalla por la vida, la vida es difícil y cuando nos enfrentamos a ella hay que hacerlo con todas las consecuencias. Reímos y sufrimos también, todo por la misma razón, hacer que la vida valga la pena ser vivida, sin miedos ni remordimientos de las cosas que dejamos atrás, no vale la pena, no se consigue nada bueno. Creo que en muchos casos los que sufren en silencio, son las personas que nos rodean, nuestra familia, nuestros seres queridos.
Es posible incluso, que no derramen una sola lágrima con tal de que no los veamos nosotros, escondiendo emociones y sentimientos que tarde o temprano saldrán a la luz cuando menos lo esperemos. El sufrimiento es necesario, lo mismo que la risa, nos autentifica, ¡mira un ser humano que está padeciendo! En muchos casos ellos son los protagonistas de historias llenas de dolor y de padecimiento, es inevitable, nos quieren, se preocupan por nuestro bienestar, escuchan nuestros lamentos cuando el dolor se apodera de nosotros.
Hay enfermedades que duelen mucho, ya no solo en sentido físico, también en el sentido figurado, nos apercibimos de la gran cantidad de pesar que producimos a nuestro alrededor, eso algunos lo asumen como algo natural, otros no lo digieren, y el sufrimiento se acrecienta de forma alarmante. Hay personas que manifiestan el sufrimiento sin llantos, sin dar a conocer lo que les pasa, creen que es mejor restringir lo que sienten y como lo sienten, al fin y al cabo, para todas las cosas hay una solución, puede que ese, sea uno de estos casos.
Al sufrimiento va unida la esperanza, la esperanza de que es posible una curación, la esperanza de que el sufrimiento del enfermo será transitoria, que la solución puede llegar de cualquier parte en el momento más impensado. Cierto, no hace falta derramar muchas lágrimas para compadecerse de la muerte de un amigo o un familiar, somos sombras que siempre nos adentramos en el camino de lo inescrutable. Vivimos y morimos porque así debe ser, sin peros, sin explicaciones, y hasta muchas veces sin testigos de nuestros últimos momentos.
Soy llorón por naturaleza, no sé si porque en mi caso, las lágrimas fluyen con más rapidez y rompen algún recuerdo que me ha atenazado durante muchos años. De cualquier manera, el llanto es contagioso, eso es lo que me pasa a menudo. Cuando murió un familiar mío, no iba con la disposición a soltar lágrimas, el hecho es que era un familiar lejano y hacía mucho tiempo que no hablaba con él. Pero cuando lo vi en su casa, en el velatorio, rodeado por otros familiares con los que sí tenía más trato y observé como lloraban y se mostraban llenos de desconsuelo, no pude por menos que echarme a llorar junto a ellos. La pérdida de un familiar de alguna forma te afecta, esta vez fue de manera improvisada, lo que me sumió en aquella especie de mezcla de emociones.
 Sí se puede sufrir sin llorar, pero es mejor hacerlo cuando llega el momento, es una forma de acercarte al significado de la muerte, de la que sin duda uno aprende cada día que pasa.

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