YA LO SABÍA…
Me
esperaba que en un momento u otro, me dijeras que querías dejarlo correr. Desde
hace tiempo se veía venir que andabas por tus fueros, que me salías por
peteneras, me presentabas argumentos que no tenían razón de ser. Pero en el
fondo yo sabía que aquel comportamiento, no era lo normal, y lo acepté de buen
grado, nos despedimos sin insultos, sin enfados, ni malos rollos.
Nuestra
amistad ha sido siempre sana, sin intereses, sin prejuicios, queriéndonos desde
el corazón, diciéndonos todo aquello que queríamos saber, y que pudiera suponer
que había algún secreto entre nosotros. Bueno, lo de Matilde fue punto y aparte,
a ella le complacía estar compartiéndonos a los dos en momentos determinados,
pero nadie se enteró de este secreto, nos convenía tenerlo bien escondido, y a
ella todavía más que a nosotros por razones obvias de las vistas que recibía
aparte de la nuestra.
Pero
en el fondo sabía que llegaría el día que nuestros caminos se separarían, que
cada cual se iba a labrar su propio camino, yo andaba detrás de una chica
preciosa, tú a la vez, picoteabas aquí y allí tratando de saber cuál era la
persona ideal, que mostraba algún interés por ti.
Y
a medida que pasaba el tiempo, más convencido estaba, de que nuestros caminos
se iban separando, cosas de la vida, y de las mujeres que cada cual escogió con
la esperanza de que algún día llegaran a ser nuestros conjugues. Las mujeres
ejercen un poder inusitado en los hombres, ellos proponen, pero es siempre
ellas las que disponen. ¡Que poder de persuasión tienen…! Como se les meta un
plan dentro de sus cabecitas, al margen de lo grandes o pequeños que las
tengan, te llevan al huerto.
Saben
que por el camino sus maridos perderán amistades reconocen que eso no es lo
mejor, es bueno tener que acudir a alguien cuando hay dificultades, pero en
esos instantes no asumen que eso pueda ser así, se encuentran autosuficientes. No te apures por nada amor mío, saldremos de
esta y todo aquello que no se nos ponga delante. Hay muchas cosas que son
problemas improvisados y que nunca jamás puede afrontarse solos.
Eso
es porque todos dependemos de todos, nunca sabremos cómo ni cuándo necesitaremos
de los demás. Nunca hay que despreciar una buena amistad, por mucho que creamos
que ahora somos autosuficientes.
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