ALTURAS Y FORMAS
Conozco a un hombre
que es más bien bajito, con un poco de sobrepeso, calvo del todo, y que además,
no le interesa casi nada de lo que le interesa a la gente común. No es
aficionado a los deportes, ni siquiera se gasta un duro en un periódico, dice
que siempre todo es lo mismo, que las novedades que cuenta la prensa son meras
repeticiones de lo que pasa a diario en el mundo. Con la salvedad de que haya
una desgracia extrema, un tsunami que llegue a un lugar y lo arrase todo, la
explosión de un volcán por ejemplo y que mate a mucha gente, eso le conmueve,
eso sí, pero salvo estas excepciones, piensa que la vida que llevamos, es una
cuestión de formas y alturas.
A veces pienso,
después de hablar con él largo rato, que es un ser de otro planeta, no lo es,
fijo, pero lo parece. Le gusta la conversación, te escucha con atención, es muy
considerado y educado, educado como los humanos, no como un marciano o un
lunático.
Con el tiempo, a
fuerza de mantener esa relación de relativa amistad con el hombrecillo, me doy
cuenta que no es normal, normal desde el punto de vista de los demás, es
sencillamente, incomparable. Al principio de establecer contacto con él, el
motivo es que yo andaba con mi perro, y a él le gustan mucho los animales, nos
sentamos en un banco de madera de una rambla y yo comencé a contarle cosas. Sin
darme cuenta, al cabo de unos minutos le estaba contando mi vida, escuchaba con
atención, pero de su boca no salió una sola palabra. Pensé que no le interesaba
lo que le contaba, incluso me disculpé por hablar tanto. Entonces habló… Siga usted buen hombre, me gusta ser un buen
conversador. Se está riendo de mí pensé en principio, pero no era el caso. Verá, sino sé nada de usted, no puedo
hablar, me gusta opinar e intercambiar puntos de vista con las personas después
de saber que piensan y que sienten, de hecho, el mejor conversador es el mejor
oidor, ese es el motivo por el cual he estado en silencio todo este tiempo.
Tuve que digerir lo
que acababa de decirme, entonces fue cuando comprendí que es mejor escuchar que
hablar, la importancia de las personas y las cosas, se define precisamente por
eso, por saber escoger a nuestros interlocutores.
Es una cuestión de
alturas y formas.
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