REQUIEM
POR UN LADRÓN
Murió como vivió,
con todas las garantías, de que pocos iban a ir a su entierro, las personas
como estas no son bienvenidas a los lugares donde viven, por los sitios por los
que pasan, las personas que los conocen les dan esquinazo, no quieren tener
nada que ver con ellos. Posiblemente temen el contagio de su enfermedad, de su
pecado, de su actitud ante la vida.
El caso es, que
cuando era joven era una persona querida por todo el mundo, incluso requerida
se podría decir, era toda bondad y pícara a la vez, se dejaba querer, quería a
todo el mundo que era capaz de ver sus cualidades sin decir en voz alta los
defectos que la dominaban, típico en esa clase de personas. Era la reina de
corazones, los tomaba y los consumía, con la misma ligereza que uno se bebe un
vaso de agua fresca en pleno verano. Fue todo muy rápido en su vida, la
devoraba, desde amores, hasta odios que no se dejaban ver de forma clara, pero
que de una forma u otra, se hacían evidentes. Lo cierto es, que yo no la vi
venir, en el sentido de saber que es lo quería de mí, fue en vano tratar de
abrir los ojos, ya estaba encerrado dentro de su jaula, una jaula dorada, de la
que solo ella tenía la llave.
Me acostumbré de forma tal a este tipo de vida
que no reclamaba la libertad, con solo verla llegar acercándome el agua y la
comida me conformaba. Hasta que cuando me quise dar cuenta y quise ponerme en
pie, ya no podía, las piernas no me sostenían, se me habían atrofiado y caí de
nuevo dentro de aquel cubículo, desalentado y sin fuerzas para resistirme. Solo
el trabajo me consolaba, cual si fuera un mono de feria, cumplía con mis
obligaciones diarias y poco más, me daba alguna palmadita en la cabeza cuando
me portaba bien, alguna que otra vez, habida cuenta de sus propias necesidades,
me reclamaba para que calentara su lecho, eso era todo a lo que podía aspirar.
Mientras ella,
seguía robando, robando corazones y deseos insensatos las más de las veces, y
ahora… fíjate como son las cosas, ella muere y yo con ella. Vidas fulgurantes
que se han echado a perder por causa de los excesos de la vida, una vida que
probablemente, no nos correspondía haber vivido, por lo menos, del modo que lo
hicimos.
Pero a lo hecho
pecho, esa es la realidad, y el suceso imprevisto le acontece a todo ser
humano, todavía me queda vida por vivir, no puedo adivinar el próximo recodo de
este camino angosto y difícil por el que voy, pero una cosa es segura, caminaré
hasta que las piernas pierdan la fuerza requerida.
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