domingo, 12 de julio de 2015

LO QUE NOS FALTA EN SABER, LO LLENAMOS CON DESCONFIANZA

                             LO QUE NOS FALTA EN SABER, LO LLENAMOS CON DESCONFIANZA

Todos sabemos con anticipación al tema del que se esté hablando, que a menudo del tema al que se está refiriendo alguien, no lo sabemos todo. Es entonces cuando comienza, nuestra sinrazón de las cosas, esa nos lleva a desviar el tema central del que estaba hablando antes de llegar nosotros, o a refutar los argumentos que se debaten en ese instante. De pronto somos dicharacheros y ruidosos alborotadores, la razón es porque no sabemos, seguir la conversación. Puede que sea más simple que todo eso, simplemente no nos interesa, la cosa  de la que se está hablando.
Sea cual sea el motivo de meter una cuña en el asunto que se discute, hay que pensar antes, que es mejor dejar hablar a los demás, y si no nos conviene, por razones que posiblemente no sepamos ni nosotros mismos, lo más digno es prestar oído atento, con tal de aprender un poco. Eso sí, para eso es imprescindible negarse a ser el protagonista, lo contrario, nos puede hacer seres desconfiados, y quién piense que eso es así, que si no se habla de coches o motos, de fútbol o de ligar con mujeres, o hombres, que de todo hay en los ambientes en los que nos desenvolvemos, se vuelve un ser raro, de otra especie.
Hay muchas cosas hermosas de las que se puede hablar, a veces me irrita un poco ver a un grupo de jóvenes, entretenidos con sus móviles mientras están manteniendo una conversación contigo. Estás en plena conversación, una que les interesa para su futuro, que es importante, que necesitas compartir con él… y de pronto escuchas… “Joder no logro pasar este nivel, me cago en la leche…” Por razón que ves que no les interesa escuchar, tratas de hablar con otro miembro de la familia, posiblemente de otro tema, o del mismo porque crees que es vital no dejar ese asunto en el aire, entonces vuelves a oír la voz del desconfiado  “¿Hay patatas fritas, o ganchitos me da lo mismo?” puede parecer una exageración pero no lo es, es la pura realidad. Y así, poco a poco, esa persona que no quiere ser estorbada de sus juegos, en lugar de decirlo o pedir que si puede esperar la conversación, se aísla en su mundo.
Quién se niega a escuchar, a implantar su propia norma, va mal, se maleduca, cuando crece un poco más, si no le interesa lo que se le diga, no obedecerá, puede que se convierta en un embustero patológico, que haga de la mentira o de la falta de la verdad su bandera. Pronto se puede encontrar, defendiendo un castillo él solo, su vida, sus convicciones, sus verdades, su mundo que frecuentemente, no es el mundo real.
Se sabe de gente joven, que creen que ellos no han hecho nada para estar encerrados en una cárcel, no saben cómo ha sido eso, se asuntan, de pronto los han desarraigado de su ambiente. Estaban convencidos que ellos eran el ombligo del mundo, y agarrados a los barrotes de una celda claman por su libertad, ellos no ha hecho nada. Dicen bien, no han hecho nada bien, han pasado por alto las reglas elementales que gobiernan a la humanidad, y ahora que están enjaulados, tengan o no razón, la desconfianza se apodera de sus almas. Puedo haber sido un descuidado, puede que mis mayores tengan algo de razón, pero no hay para tanto, la presunción de inocencia existe para todo el mundo igual.
Pero en esto como en tantas otras cosas, están equivocados, de alguna forma, han querido ser cómo son, solo que el hacer las cosas a su manera, sin directrices, habiendo pasado parte de su vida siendo desconfiados, por no escuchar a su debido tiempo, los ha traído en este tren que por cierto pocas veces se equivoca de estación.


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