MARIPOSA
Eres impredecible,
feliz y caprichosa; me dejas ver tus encantos a fuerza de sacrificar la vista
que trata de seguirte sin que tú lo quieras. Te posas en cualquier parte de la
que te encapriches, bebes y comes sin tener en cuenta que nos debemos muchas
cosas el uno al otro. ¿Por qué te vas y adonde sin decirme nada? ¡Con tantas
transformaciones que hemos sufrido juntos…! Lo último que sé de ti es que
huiste a un cielo del que yo no sabía nada, ya no deseo más sombras de alas de
mariposas monarcas que hagan sombra en mi camino. Has emprendido el tuyo,
cuando termines este periplo, vuelve con tus huestes a dibujar el espacio,
emigrar a otros continentes que es el destino que debes alcanzar. Mientras yo, esperaré con impaciencia tu próxima
visita el año próximo.
SINTONÍA
En mitad de la
playa te encontré, estaba llena a rebosar, pero el aroma de tu cuerpo me golpeó
con saña, todos te pretendían sin decir nada, solo miraban tus fantásticas
curvas y respiraban sin poder remediarlo,
el perfume que tus ojos tostados por el sol y el agua marina. Me di
cuenta enseguida que lo que ellos miraban difería por mucho de lo que yo veía,
es posible que las calimas del calor no les dejasen ver más allá de la imagen
de mujer hermosa que aparecía ante sus ojos. Cuando me acerqué a ti, me
sonreíste y yo te correspondí con una mirada entre enamorada he incrédula, te
incomodaste, pero yo no, sabía que bajo ese cuerpo medio enterrado en la arena,
no había una mujer, estaba reposando, una sirena.
EL COLGANTE DE ORO
Desde que mis ojos
adquirieron la suficiente vista para fijarme en las cosas, recuerdo aquel
colgante con un camafeo de una mujer en relieve, para mí fue todo un
descubrimiento, la cadena era gruesa, pero aun así, lo que es el medallón era
grande, y se balanceaba sobre el pecho de mi abuela. Recuerdo como de vez en
cuando, siendo pequeño pero siempre en brazos de mi abuela, parecía que no
quisiera que tocara el suelo, usaba el medallón de chupete, lo lamía y tiraba
de él con absoluta confianza. Los abuelos lo soportan todo, ahora que yo
también lo soy, lo tengo comprobado.
De pronto, una
mañana, mi abuela no apareció en mi habitación para despertarme y prepararme
para ir a la escuela, fue mi tía Gloria la que entró en mi cuarto a decirme que
no me preocupara, la abuela tardaría un poco porque había salido a comprar.
¡Que mentira más cruel…! Lo cierto es que había muerto durante la noche, de una
trombosis cerebral. No sé si el resto de la familia estaba al tanto de esta
situación delicada de mi abuela, pero me enfadé mucho cuando tuve que quedarme
en la habitación con mi hermano Tomás
todo el día, escuchando ruidos y charlas que sucedían dentro de la casa. Por
fin mi padre entró, estaba triste y vestía de negro completamente, la corbata
también era negra, parecía que a él le había tocado comunicarnos la mala nueva.
Aquellos nuevos acontecimientos, la muerte de mi abuela y todo lo sucedido
alrededor de aquel día fue para mí el descubrimiento de una nueva vida, por
decirlo de algún modo, nací de nuevo.
Por otra parte no
dejaba de preguntarme, donde estaría la cadena de oro con el camafeo, al día
siguiente lo descubrí, colgaba ahora, del cuello de mi madre, sonaba mucho más
del cuello de mi madre que en el de mi abuela, mi madre no tenía mucho pecho, a
diferencia de mi abuela de quién me hubiera apetecido mamar en mi etapa de
bebé. Pero mi madre era la mejor del mundo, suplió la presencia de mi abuela
con eficacia, y nos educó, con la suficiente
solvencia, como para que yo pueda contar esto con absoluta objetividad.
LA NUBE
Decidimos adelantar
las vacaciones este año, la oficina estaba bien atendida, los clientes
comenzaron a escasear, una de esas crisis que se llevó consigo a muchos hombres
y a no pocas familias enteras a trabajar al extranjero. Puse un letrero
“CERRADO POR VACACIONES UN MES”. Algunas clientas habituales preguntaban cómo
era que cerrábamos, no había motivo para mentir, de manera que les contestamos,
que ni siquiera cubríamos los gastos que generaba el negocio. Esperamos este
mes nos vamos de vacaciones a casa de mis padres a la costa y después… nos
tomaremos un tiempo para pensar a ver que hacemos con la tienda, señora
Aurelia. Sí hijo, las cosas están bastante mal, un sobrino mío con dos hijos,
también se ha marchado a trabajar a Alemania, a trabajar de albañil.
Teníamos las cosas
arregladas para poder marchar al día siguiente, de pronto pasó una nube y
comenzó a llover, seguimos con nuestros arreglos… no te dejes la colchoneta,
acuérdate del tubo y las gafas de mar… La nube fue creciendo, el cielo se cerró
como si alguien interesado en que no fuéramos de vacaciones le hubiera echado
un candado al espacio, todo estaba negro, envuelto en una oscuridad casi
absoluta. Dejamos las maletas y los bultos a punto de meter en el coche, tos
nos quedamos mirando el cielo y lo que caía de él. Aquello no era una nube, era
el diluvio universal, nos miramos los unos a los otros, comenzamos a ver la
calle como un auténtico rio, se escuchaban gritos, seguramente llegados de
algún bajo en el que entraba agua.
Entonces caí la
cuestión, ¡nuestra tienda, por dios se estará inundando…! Dicho y hecho, cuando
acabé de bajar el último escalón que daba acceso a la tienda, ya había cosas
que comenzaban a flotar sobre el agua. La
puerta estaba abierta, reventada, el agua entraba con absoluta libertad por
aquel espacio que le era necesario, buscaba su camino, algún lugar habría
escondido entre cañaverales o carreteras que estaba buscando por aquella agua,
que en principio, en su paso por la ciudad, le costaba encontrar su sendero.
Los daños colaterales éramos los ciudadanos, los comerciantes, los tenderos, la
gente que se ganaba la vida en la calle, desde taxistas hasta floristas. Aquella
nube llegó a ser una gran inundación memorable e los años sesenta que afectó a
Valencia y buena parte de la provincia.
Nuestras vacaciones
las dedicamos a recoger basura mojada de las calles, animales muertos que
estaban hinchados flotando sobre los campos cuando las aguas bajaron y personas
en el mismo estado, entre ellos, gente de la edad de nuestros niños atados a la
cintura de sus padres y madres para que no se extraviaran. Sí, a pesar de todo
tuvimos suerte, emigramos a Francia donde fuimos puestos al servicio de una
familia adinerada en Carcassone, necesitaban una familia de confianza e hicimos
honor a nuestros principios. Una nube nos trajo la desgracia, y otra, nos llevó
a una nueva vida.
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