martes, 3 de julio de 2012

EL CALZÓN.


                                            EL CALZÓN.


Habréis oído por ahí don Tobías que mi calzón he perdido, no me quejo por haberlos perdido mía sería la culpa de lo sucedido. El caso amigo mío, es que después de haberlos buscado por donde quiera que pudiesen estar, no los hayo.
Sabéis que soy hombre tenaz, si algo me sucede que pueda solucionar lo soluciono, sea como fuere, esa es la verdad, pero en cuanto al calzón, no aparece.
He pensado en vos mientras me encuentro en esta confusión, y en mil ocasiones diferentes, sobre todo cuando estáis de viaje. Pienso para mí, ¡Que hombre este, tiene todo aquello que un hombre rico e influyente pueda ambicionar!, por eso acudo a vos señor.
Mi único calzón he buscado por lugares inimaginables, lupanares, lavanderías de río, y molinos varios, estos últimos son mi debilidad, sabéis que los atiendo todos a lomos de mi caballo.
Pues bien, el asunto es, que desde que perdí mi calzón ando con todo colgando, imaginaros que malo es eso, ni al paso puedo ir con mi caballo sin que me comprometa las partes esenciales de mi persona. Creo que lo comprenderéis señor, antes cabalgaba con honor,  jubilosamente pasaba por delante de las mozas sin complejo alguno, pero ahora Tobías… ya no soy yo.
Vengo pues humildemente a pediros ayuda, sé que vos tenéis muchos calzones, me consta, si entre vuestros amigos me hayo por favor dadme unos de los muchos que tenéis, ya veis que arrodillado os los pido. Si tal favor me hicierais, tenedme como a un amigo que cuidará vuestra hacienda cuando vos no estéis en ella, la visitaré diariamente si me lo pedís don Tobías.
Espantaré de vuestra propiedad a todo aquel que se acerque, nadie entrará en ella sin vuestro permiso os lo aseguro. Vigilaré vuestra casa y vuestra hacienda, lo que esté en mi mano que haga are sin demora alguna, solo os pido unos calzones.
Al fin y al cabo, en esta casa perdí los míos cuando llegasteis de viaje súbitamente, bajo vuestra cama los perdí, creo pues que justo es que me deis unos de los vuestros. Eran de buena factura os lo aseguro, valiosos para mí por ser los únicos que tenía.


No se sabe muy bien si era idiota el tal Tobías; lo cierto es que Anselmo salió de casa de Tobías, con unos calzones nuevos que este le regaló.


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