SESENTA AÑOS SIN ZAPATOS.
Tengo amigos que han vivido sin zapatos hasta morir. No es exagerado, es una realidad, y no es porque sean hippies ni nada por el estilo.
Han vivido sin zapatos porque no han sabido cuando deben ponérselos, con ellos en las manos, han caminado descalzos pisando todas las inmundicias que uno pueda imaginar.
Su familia se los han calzado cuando estaban a punto de ser enterrados, o incinerados que para el caso es lo mismo.
Yo, soy uno de esos millones de personas que van descalzos, con los zapatos en la mano, tratando de pisar por lugares limpios, solo para ver un poco más tarde, que llevo los pies manchados de toda clase de basuras.
Al final, desencantado, he tirado los zapatos en una papelera -no deben dejarse las cosas por medio-, “cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa”.
Que nadie crea que sale barato el tener un par de zapatos que no se han usado nunca. Trae mucho gasto consigo, limpiarse los pies a cada momento no es barato ni práctico.
Saber por dónde se pisa es complicado, la gente va haciendo eses por las calles y avenidas como si una borrachera súbita les hubiera atacado. Creo que debe ser el mismo concepto el que hace además nos tropecemos continuamente, eso duele, sin zapatos dime tú como llevamos los pies, hechos un cisco.
Hay quien al caer al suelo es pisoteado sin remedio, desde el suelo procura no perder los zapatos, pero… revolviéndose en el suelo por la caída, busca sus zapatos, y es entonces cuando comienza el drama, desde que ha caído otro lo pisa o solo pasa por encima, para apoderarse de un par de zapatos nuevos que jamás se pondrá.
Los servicios médicos atienden a los heridos, lo primero que hacen antes de llevarse al accidentado es ver si lleva los zapatos consigo, si no es el caso, lo dejan abandonado a su suerte, algunos mueren en la calle, otros en los centros comerciales, sin remedio, están desauciados.
Gritan por ser atendidos, sus familias, sin dejar los zapatos que llevan en la mano o colgados del cuello lloran, es natural, lo tienen todo menos sus zapatos, algún desgraciado ha hecho que este ser querido muera, y todo por un par de zapatos. Poco a poco, a esa madre amada le abandona la vida en el suelo, todos a su alrededor la lloran, saben de cierto que a la hora del entierro que ellos mismos deben encargarse de hacer, además tendrás que desvestirla, dejarla desnuda, si no es así, no los dejarán cavar su tumba y echarla en ella.
La ley es la ley, esta ordena, que todos los que mueren, deben ser despojados de cuanto tienen, solo así, los guardas de la montaña los dejarán entrar en el recinto para enterrar a los muertos. Ni un solo anillo, reloj, colgante ni nada que se le parezca se admite, deben llevar el cadáver a brazo, y solo la familia está autorizada a hacerlo aunque vayan dos o tres, lo mismo da, solo familia directa del finado está autorizado a llevar en volandas al muerto.
El único presente que les exigen que deben dejar en la tumba, son los zapatos que llevan ellos, toda una declaración de intenciones, del duelo que demuestra el cariño que tenían a esta persona.
Después de eso, vuelta a empezar, han de comprar zapatos, y que sean nuevos, sin estrenar, la policía vigila con atención a cualquiera que va por la calle, no para pedirles documento alguno, solo les hacen enseñar los zapatos que llevan colgados o en la mano. Por eso al salir del cementerio, corren todos a las tiendas de zapatos a comprar zapatos nuevos, aunque para ello deban vender las casas que habitan, a pié descalzos por la calle deben encontrar una zapatería, es imprescindible llevar zapatos, y llevarlos a la vista.
Escondiéndose bajo los balcones, mezclándose entre la multitud, van mirando todos a un lado y a otro, para llegar a un comercio de zapatos antes de que la policía los vea, los pare y si es el caso de que no tienen zapatos, son llevados a prisión donde morirán sin remedio. No llevar zapatos, se condena con la muerte. No es una muerte por ejecución alguna, es muerte por abandono, se les da solo un vaso de agua al día, tato a grandes como a pequeños, es la ley.
Por eso a mis sesenta años he llegado a la conclusión de que es mejor vivir lejos de la ciudad, donde nadie se fija en el hecho de si vas calzado o no. Por si acaso, jamás me he puesto zapatos, sigo con esta costumbre, sé que es mejor para mí. He perdido a mucha familia, estoy marcado por muchas penas y fatigas que he tenido, como otros, que soportar sin remedio. Quiero pensar que moriré de viejo, sin pensar demasiado en el futuro, un futuro que se evidencia incierto.
¡Imagina por un momento que un cambio de gobierno me obliga a llevar zapatos, ciertamente entonces… me moriría.
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