martes, 31 de julio de 2012

LA PRIMA DE RIESGO.


                            LA PRIMA DE RIESGO.


¡Qué tormentas hubo durante esas semanas!, la gente estaba aterrorizada, no sabían qué hacer, ni a donde ir.
La prima de Arturo Riesgo perdió el trabajo, en cierta manera, ella era hasta entonces, la que aportaba la mayor parte de los ingresos a la familia. Este asunto, Arturo se lo reconoció en diversas ocasiones, pero el hecho de haberla llevado a la capital para desarrollar su potencial académico, y presentarla a la empresa en la que trabajó hasta entonces, compensaba con creces todo lo que ella les daba.
“Os lo debo todo primo, si no hubiera sido por vosotros estaría a día de hoy, recogiendo huevos en la granja de casa. Tú sabes bien, que esa vida no estaba hecha para mí, por otra parte ¿quién me hubiera acogido en casa como vosotros lo hicisteis?, nadie, porque el resto de la familia, se desentendió de mí como si fuera una leprosa”.
“Bueno bueno, no hay para tanto mujer, al fin y al cabo, para esto está la familia, y si los demás no te han atendido como hubiera sido de esperar, será porque tienen sus propios problemas, hay que ser tolerantes con la gente”.
El caso es que Fernanda la prima de Riesgo, les trajo además de dinero, un nieto, un nieto de padre desconocido pero precioso. Ya tenía seis años, y correteaba por la casa, como si fuera un auténtico tanto por ciento añadido, a lo que de por sí ya era. Más que vital, Amhed era hiperactivo, de pelo negro y ojos claros, ¡vaya mezcla que había sacado el chaval!.
Había perdido el trabajo, en pos de otras chicas, que eran mucho más activas que ella, en el campo de la prostitución. El dueño del local Las Campanillas, le dijo que ya estaba algo mayor para trabajar allí y que tenía que dejar paso a la juventud, chicas mucho más jóvenes que ella, y que además, estaban dispuestas a cualquier servicio sin discutir.
“Esas chicas no se quejan ni protestan por nada, ¡Fernanda, tus días de gloria ya han pasado!, lo siento peo este negocio es así de implacable. No me puedo permitir perder un duro si quiero mantener este local abierto”.
Ahora le tocaba buscarse la vida en cualquier otro lugar que admitieran a gente más mayor y más experimentada a la vez. Cuando su primo Arturo se enteró de esto, se entristeció mucho, toda la familia entró en un estado cataléptico durante unos días. Tenían que remodelar las vacaciones que ya tenía preparadas, y ajustarse a un estrecho presupuesto, algo duro de cocer, cuando ya tienes un sistema de vida asentado, desde hace años.   
“Fernanda lo siento mucho, no sabes, cómo nos apena esto. Creo que serás consciente de lo que representa para nosotros el que estés en este estado. En la imprenta no gano mucho, de manera que sin tú trabajo… ahora, tenemos que pensar en la familia y en tú hijo, a quién incluimos por supuesto. Mi recomendación es que te pongas a trabajar ya, de otro modo no podremos tenerte aquí, bajo nuestro techo. Me cuesta mucho decirte esto, que conste, pero es la realidad, tienes todavía mucha vida por delante, y ni que decir tiene, que todavía conservas un atractivo, que hace palidecer el de muchas jóvenes de hoy”.
“Gracias primo por tus consejos, os quiero mucho, no sé que habría sido de mí sin vosotros. No te preocupes, que ya estoy en contacto con dos personas, que me han ofrecido trabajar para ellos. Son buena gente, y me garantizan que puedo ganar mucho dinero si hago lo que ellos me dicen. Tienen muy buenos contactos con personas influyentes, que solicitan a personas como yo, quiero que sepas que he aceptado trabajar para ellos, mañana empiezo, espero que queden contentos conmigo”.
No se puede decir que asumieran demasiados riesgos con ella, era una de esas mujeres a las que no le cuesta nada superar obstáculos como aquel. Más que eso, ella esperaba que más temprano que tarde se vería en esta situación, su oficio desgasta mucho, una cosa es tener que hacer cinco servicios en una noche, y otra bien diferente hacer quince, como le había sucedido en ocasiones. Terminaba realmente agotada, insensible a cualquier afecto, hecha un guiñapo, como decía su madre haciendo referencia al trabajo del campo.
Caramba si trabajó desde entonces… nadie sabía de dónde sacaba el dinero para las joyas que se compraba, ni los abrigos de pieles que llevaba, -saber si que sabían, pero ahora estaba en otra dimensión-, nada comparable a los días en los que trabajaba para “el culebra”, -así es como todo el mundo llamaba a su antiguo patrón del lupanar-.
“Oye Carmiña, ¿Cómo es que todavía no me has recogido la ropa del sastre, no querrás que vaya yo verdad?”.   “Hay perdona hija, se me ha pasado, no te preocupes que ahora mismo voy por ella”.   “Pues venga que ya haces tarde. Habráse visto, encima que os he comprado una casa y os he sacado del piso infecto en el que vivíais…”.
Claro, se pierde el norte cuando a uno se le sube el pavo a la cabeza, Fernanda lo tenía subidísimo, estaba claro que no quería volver a respirar los mismos aires que anteriormente respiraba.
La prima de Riesgo, subía sin control alguno, ¿Quién podía pararle los pies ahora?. Cuestión de espera, nada más que eso, paciencia, esa cualidad es la única que podía hacer que la apuesta que habían hecho por ella, diera unos frutos apropiados, ¡porque si no…! podía pasar cualquier cosa.


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