lunes, 2 de julio de 2012

EL LENTO DESCENSO A LOS INFIERNOS.


                         EL LENTO DESCENSO A LOS INFIERNOS.


De pequeño me enseñaron que si pecaba, cuando muriera me iría al infierno.
Desde entonces, emprendí mi cruzada particular para convencer a todo aquel a quien pudiera de que el infierno es horroroso. No voy a entrar en detalles de cómo es porque jamás he estado.
Pero Dante parece que sí, que estuvo allí y fue un visionario, de los tormentos que allí se practican. Dando la mano a Virgilio, le enseñó la importancia de ser buena persona, de saber distinguir entre el bien y el mal, y sobre todo de ser constante, de dedicar a ello toda la vida.
Eso se puede llegar a hacer, sin necesidad de ser un benedictino o un monje cartujo. Eso está muy bien, porque si para ser bueno uno se tiene que meter en una congregación religiosa, no mola nada.
Todo y así, más de una vez nos vemos obligados a confesar nuestros errores o pecados a otros, por lo menos nos sirve de consuelo, la conciencia se descarga cuando hablamos de ello con algún amigo o familiar.
Pero todo y así… lo cierto es, que emprendemos un lento descenso a los infiernos. Un infierno simbólico al principio, con el tiempo, ese descenso se hace patente de un modo más literal, en consecuencia más claro, más transparente.
Comenzamos a preguntarnos como es que no podemos detener esa implacable caída. ¿Será que no confiamos en aquellos que nos gobiernan y en consecuencia estamos pecando?, o quizás sea que estamos expectantes ante acontecimientos que nos beneficien al margen de merecimientos que tengamos?.
Y sin quererlo vamos cayendo, descendiendo a los infiernos, “¡Serás castigado por eso!”. Esa es la voz, que no dejamos de escuchar detrás nuestro.
Hasta que un día de esos en los que nos despertamos optimistas y resueltos a no caer en los mismos errores, salimos a la calle y vemos un coche fúnebre con todo su acompañamiento camino del cementerio, caramba que pena, ¿adónde irá este finado, al cielo o al infierno?.
Camino al lado del coche fúnebre, toda la comitiva se ha parado, hay unas obras que bloquean el camino de la caravana de coches. Entonces desde dentro del ataúd oigo risas, es una risa solitaria; me sorprendo, acerco mi oído al cristal del coche y sin decir nada escucho decir “¡Qué bien, al fin me voy al cielo, tantos años esperando, sufriendo como un condenado, y mira por donde Octavio, ya te has liberado!”.
Me vuelvo para mi casa, había salido a comprar el pan, pero comeré el pan duro que me quedó de ayer. La verdad, entro sudando a casa, y mira que es el mes de Enero. Me sirvo un café, quedo por unos instantes, mientras lo consumo sentado en la pequeña cocina del apartamento. Pienso… debes haber tenido una alucinación Renato, me doy un golpe en la cabeza con la palma de la mano.
Quiero dejar de pensar en eso, me acerco a mi ordenador, sobre la mesa, un puñado de correspondencia que recogí el día anterior. Haber… ah, un aviso del banco conforme se ha pagado la hipoteca, otra carta, una factura de la luz, vale, haber otra, me reclaman ciento veinte euros de la compañía de telefonía porque he cambiado de compañía sin dar aviso, ¿será posible, si les envié un fax con el comunicado?. Otro aviso conforme no he pagado la comunidad, el caso es que le dije al banco que lo hiciera… , entre tanto de la Renault me llaman al móvil “¿Señor Renato?”.  “Si, yo mismo, diga.”  “Llamo de la Renault, ya tiene el coche listo, ¿quiere que le diga el importe de la factura?. “Si claro, he de ir al banco”.  “Pues mire usted, se ha tenido que cambiar una polea que estaba en muy mal estado al cambiar la correa de la distribución, en fin cuando venga se lo enseñaré todo. La factura sube trescientos ochenta euros, con la I.T.V pasada como nos dijo”.
Sin decirlo en voz alta pero pensándolo en mi interior, me digo, vaya tela, que porquería de mundo este, es como vivir en el infierno.
Ya está, ya he dado con la clave, aquel tío anónimo estaba muerto pero había sido muy vivo al morirse. Ahora estoy seguro de haber oído bien cuando pasé junto al coche de muertos. ¡Qué bien que viviría ese hombre a partir de ya!.
Metí el coche en mi garaje, llamo al ascensor desde el parking, estaba parado en un piso, la luz parpadeante lo decía. “Eres un desgraciado, un mal padre, putero que eres un putero, “me voy al despacho que tengo mucho que hacer…” y resulta que te estás tirando a la enferma esa ninfómana. A mí ni me toques desgraciado o te rebano el cuello.”
Jo, podrían dejar estas discusiones para cuando llegaran a casa, que me estoy meando. Siempre igual en este bloque, bueno, en este y en todos, y como además parece que las paredes maestras están hechas de cartón y yeso, se oye hasta cuando el vecino de arriba se quita los pantalones por la noche y los deja caer al suelo. Bueno, son jóvenes y recién casados, que quieres…, ves a mí esto no me gusta, si me sale un lio, me busco una habitación pero que no sea mi casa, por todo eso que os cuento.
De una forma u otra vamos todos descendiendo poco a poco a los infiernos, líos de dinero, líos de faldas o pantalones, líos de familia, todo y cada unos de ellos son un peldaño más que bajamos camino del infierno, infierno que no es otra cosa según la traducción literal de la palabra, lugar de descanso común de la humanidad, el lugar donde eres enterrado.


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