¡QUE ENVIDIA TENGO DE LAS NUBES ENAMORADAS!.
Y aquí me encuentro… cambiando continuamente de color y forma, flotando por encima de un círculo que parece sacado de un cuento, de una fábula.
Cambio continuamente de ambientes, viajo, a veces sobrecogida de espanto, así de aprisa me mueven los vientos, ahora me convierto en una nube lenticular, grande y hermosa, de pronto me alargo como si tuviera prisa por viajar.
Estoy sujeta a los vientos, y estos que me empujan ahora me hacen correr a toda prisa, hacia la costa, quizás me espere un destino, no lo sé, pero ¡me gustaría tanto estar acompañada en este viaje…!.
Desde lejos, aquí en el cielo, diviso el mar, y sin tropiezo alguno, una nube grande y gris ralentiza mi viaje.
Llego ahí algo asustada, pero la otra nube me habla y me dice “¿Quieres acompañarme en este viaje?, nos divertiremos juntas, aremos que nuestra andadura sea bonita, fructífera, podemos ser amigas, compartiremos riendo este carrusel de vueltas, de idas y venidas, mientras tanto, donde nos permitan las fuerzas, enriqueceremos los campos y a las personas que están ahí abajo”.
“Bueno me parece bien –contesto temerosa-, es que soy recién llegada y no sé muy bien como se hace esto”.
“No te apures dame la mano, yo te llevo, verás que nuestra mutua compañía, puede obrar milagros en la Tierra. Para eso debemos ser una, pégate a mí, disfrutemos juntas de este viaje, no temas nada, vamos”.
Así continuamos juntas, llegadas a nuestro primer destino, me dijo “Fúndete conmigo, el fruto de este acoplamiento hará que veas y aprendas, también aprenderé yo de ti, para ello debemos juntarnos y permanecer bien unidas.”
No se puede describir con palabras las sensaciones que viví ese día. Creo que enrojecí con la ayuda del sol del crepúsculo, si hubiera tenido mejillas estas se hubieran teñido de sangre. ¡Qué placer, qué sofocos me causó esta unión!, nos envolvimos la una a la otra, giramos desaforadamente, elevamos nuestros brazos al cielo para después bajarlos y recorrernos el cuerpo etéreo pero palpable, entre nuestro elemento líquido.
“Ven aquí hermosa mía –me dijo-, recuéstate en mi regazo, deja que acaricie tus cabellos…”.
Así, girando y parando cuando el viento nos lo permitía, estuvimos disfrutando de esos momentos que, desde hace más de diez años nos mantiene unidas, a veces un poco distantes, ya se sabe, las nubes se dispersan a veces, pero nunca nos alejamos tanto como para perdernos de vista. A veces siento celos de otras nubes que se acercan demasiado, pero ella, entonces, me mira de reojo y me dice sin hablar “No temas soy tuya, y tú mía, no lo olvido.”
No sé qué dioses deben residir ahí arriba, pero no los envidio en absoluto, si viven, no se ven, nosotras vivimos y existimos, nos amamos y hasta si me apura alguien, respiramos por todos los poros de nuestra composición.
Cuando nuestros cuerpos se desgastan de tanto amor, nos paramos sobre los grandes ríos, de ellos nos alimentamos, y cuando el viento es nuestro aliado, lo acompañamos al mar para que succione de él mediante mangas marinas, lo que mantiene nuestros cuerpos vivos.
Nos acariciamos y nos besamos continuamente, es por eso que nos ven desde la Tierra con diversas formas, unas veces acostadas, otras de pié, otras, descansamos sentadas para ser transportadas por los vientos Noto, Bóreas, Argestes y Céfiro. Huimos de Tifón el que procura los vientos destructivos.
Desde estos vértices de la Tierra a la que amamos porque ella fue la que nos construyó, paseamos nuestro amor por todas partes del mundo, ¡somos tan felices por eso…!.
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